XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana: Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950)
- EDITORIAL: Editorial Delirio
- PAÍS DE PUBLICACIÓN: España
- IDIOMA DE PUBLICACIÓN: Español
- ISBN: 978-84-938607-6-9
- Nº PÁGINAS: 752
- FECHA PUBLICACIÓN: 01-04-2012
Raúl Zurita es el poeta vivo más importante en español. Hoy se dio la noticia de que ganó el XXIX Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, el premio más importante y destacado en nuestra lengua. El Patrimonio Nacional de España y la Universidad de Salamanca conceden tal premio cuyo propósito consiste en reconocer la obra en conjunto de un autor vivo.
La breve selección que a continuación se presente pertenece al poemario Zurita (2012). El libro está dividido en tres partes: el atardecer del 10 de septiembre de 1973, la noche del 10 y la mañana del 11 de septiembre, día en que se efectuó el golpe militar en Chile.
Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950)
Zurita
Hondo es el pozo del tiempo
Thomas Mann
Cielo Bajo
Mañana me marcho papá. Díselo tú a mamá. Voy a limpiarle el óxido a la bicicleta por el viejo camino que dejó el río al secarse. No más libros papá. Partiré muy temprano para que mamá no lo advierta. Después se lo cuentas tú papá. No me despediré de nadie. Me habría gustado dejarle algunas flores a Veli, pero ya hace mucho que aquí las únicas flores que se dan son las piedras. Hondo es el pozo del tiempo. ¿Ves allá al fondo esas montañas? Sus cumbres están tapadas y quizás llueva. ¿Te imaginas e mar cubriendo otra vez este podrerío papá? No me hables papá.
Bajo la dictadura chilena, fines de los 70
I
Tu rota tarde
Cielo bajo
Son los últimos minutos del atardecer del lunes 10 de septiembre de 1973 y los desfiles comenzaron hace menos de una hora. Por un momento las columnas parecieron detenerse bajo el incendiado cielo y un instante después el estallido de las consignas y cantos inundó las calles. Al frente, interminable, el pedrerío reseco del Pacífico se alarga hasta perderse en el horizonte y sé que alguien que tal vez contuvo mis rasgos, es decir, que contuvo un insomnio, un determinado nerviosismo, una manera de hablar, reconoció entre las trituradas piedras los bordes de un puerto, Valparaíso, luego de frontis de una universidad (y pegadas a ella las imágenes rotas de una vida: una carrera de ingeniería, unos estudiantes haciendo girar sus linchacos, la enloquecedora blancura de unas rompientes cubriendo su roquerío) y, de golpe, el sonido de viento surcando la aridez infinita de la tierra. ¿Sucedió hace unos segundos? ¿Hace millones de años? ¿Hace apenas un día? Alzo los ojos. Inmóvil, el inmenso cielo rojo flota sobre la multitud que también se ha detenido y mira con frío, con temor, con sueño, el desahuciado atardecer.
Cielo bajo
Tengo 52 años y he llegado hasta aquí porque mi vida es vacía. La música del polaco del piso de arriba se ha vuelto cada vez más estridente y los golpeteos de sus zapatos siguiendo el ritmo resuenan en el techo acompañándome. Llevo un mes en Berlín, desde un 18 de marzo, año 2002 exactamente, en un departamento de la DAAD de paredes muy altas, desnudas y blancas, y hace un rato empecé e teclear estos recuerdos mientras afuera la primavera tarda. No sé por qué lo hago. El desierto se extiende perdiéndose en la lejanía y el cielo del atardecer se va doblando sobre él con una lentitud majestuosa, inmemorial, como si nunca hubiera sido hollado por una mirada. Abajo, las petrificadas huellas de los convoyes militares se remarcan en el lecho reseco del río, donde los restos calcinados de miles de camiones cisterna recuerdan un pasado demasiado remoto donde algo como unos seres habían vivido: mi madre Ana Canessa, mi hermana Ana María, Josefina Pessolo —Veli— la madre de mi madre, todos olvidados en la arena. Diré también mi nombre porque me desprecio y los desprecio: Raúl Zurita.
Cielo bajo
Aplastadas bajo la luz del atardecer, todavía pueden verse las huellas de un puente roto y más allá las líneas cuadriculadas donde estuvieron unas calles, unas casas y luego lo indescriptible: incontables camiones cisterna descuartizados sobre el lecho reseco del río junto a los surcos que dejaron a su paso las orugas de los blindados. Distingo entonces la cara de mamá entre el montón de piedras, luego un tocador con un espejo, la ventana de una pieza, y más allá los nombres de una calle, General del Canto, y de una ciudad arrasada hace miles de años: Santiago. La calle tal vez estuvo aquí, no lo sé. Todos los puentes fueron dinamitados y los trazados se interrumpen. Hay también unas rocas trituradas flanqueando el cauce reseco y detrás el sol que se va ocultando lentamente. Es una gran puesta de sol. Alguien toca la bocina. Mamá se retoca por última vez y sale. Por la ventana la miro subirse al automóvil y luego y luego el rápido fulgor de las luces traseras hundiéndose en la oscuridad. Afuera el desierto brilla como una inmensa poza azul y fría.
Raúl Zurita (Santiago, Chile, 1950) es un escritor y poeta chileno, considerado como uno de los más destacados actualmente por el contenido profundo de su obra. El intelectual fue formado académicamente como ingeniero civil, lo cual influyó en su obra desde el punto de vista de la lógica. La obra literaria de Zurita se ha caracterizado por el uso de un lenguaje sencillo, pero a la vez conjugado con cierta desorganización sintáctica. Por otro lado, el poeta ha plasmado sus propias experiencias personales, como la expresión de toda la sociedad chilena, específicamente en los tiempos de la dictadura. En su poesía hay dolor y descontento. El trabajo literario de este poeta chileno es amplio y ha cruzado fronteras. Algunas de sus obras más importantes han sido: Purgatorio, Anteparaíso; Literatura, lenguaje y sociedad, La vida nueva, INRI y Cuadernos de guerra. Raúl Zurita ha sido galardonado con varios premios, entre ellos el Nacional de Literatura, Iberoamericano Pablo Neruda, y Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana.
Triste magia la de su pluma. Siempre me impresiona Zurita.