Poesía

Walt Whitman (Estados Unidos): Veinte poemas. Traducción de Gabriel Jiménez Emán

 

 

 

 

Estos poemas traducidos por Gabriel Jiménez Emán, viene precedido por un prefacio que nuestro lector puede leer en el siguiente enlace:

 

 

Walt Whitman. 20 poemas de Hojas de hierba: Por Gabriel Jiménez Emán (Venezuela)

 

 

 

WALT WHITMAN (Estados Unidos)

 

VEINTE POEMAS

Traducción de Gabriel Jiménez Emán

 

 

 

NO ME CIERREN LAS PUERTAS

 

No me cierren las puertas, orgullosas bibliotecas,

pues aquello que faltaba en sus nutridos anaqueles

y lo más necesario, lo he traído yo ahora,

surgido de la guerra, he escrito este libro,

sus palabras no son nada, pero su intención sí lo es todo,

es un libro singular, sin relación con los otros,

no está hecho con el intelecto,

pero con estas páginas, hechas de secretas latencias,

yo les aseguro que se estremecerán.

 

De: Dedicatorias

 

 

 

 

CANTO DE MI MISMO

 

Me celebro y me canto a mí mismo,

y todo lo que es mío es tuyo también,

no hay átomo de mi cuerpo que no sea tuyo.

Voy a la deriva e invito a mi alma.

Voy a la deriva, a mi antojo, y me detengo a observar

una brizna de hierba estival,

mi lengua y hasta el último átomo de mi sangre

están formados por esta tierra y este aire.

Soy nacido aquí y de padres nacidos aquí,

lo mismo que sus padres y los padres de éstos.

Yo, de treinta y siete años de edad y en perfecto

estado salud comienzo ahora

y espero no detenerme hasta la muerte.

Me alejo de doctrinas y de credos, me aparto un buen trecho:

yo los conozco bien y no los olvidaré, eso es seguro.

Me apropio del bien y del mal y me permito hablar

sin preocuparme por los riesgos,

no pongo frenos a mi naturaleza, la asumo con su fuerza primigenia.

 

De: Canto de mí mismo

 

 

 

 

AL JARDÍN, EL MUNDO

 

Asciendo otra vez al jardín, el mundo,

y anuncio a los poderosos compañeros, a las hijas e hijos,

les digo que soy el amor y la vida de sus cuerpos.

Aquí, intrigado, contemplo mi resurrección después de haber dormido,

los ciclos evolutivos que describen grandes órbitas,

me han traído de nuevo, amoroso, maduro, todo se me ofrece bello,

maravilloso, y el fuego turbulento que anima mis miembros

es por alguna razón lo más asombroso.

Existo y miro y penetro en todo,

saciado con el presente y saciado con el pasado,

Eva va a mi lado, me sigue adelante o atrás,

y yo la sigo.

 

De: Hijos de Adán

 

 

 

 

LA BASE DE TODA METAFÍSICA

 

Y ahora, señores,

unas palabras que se grabarán en su espíritu y en su memoria,

serán base y final de toda metafísica,

(así hablaba el viejo profesor a sus alumnos al final

de su concurrida clase),

he estudiado los sistemas antiguos y modernos, el griego y el germano,

he estudiado y discernido a Kant, Fichte, Scheling y Hegel,

he explicado el saber de Platón y de Sócrates,

mayor aun que el de Platón,

he investigado, tras mucho estudio el de alguien superior a Sócrates

y del divino Jesucristo,

y hoy recuerdo aquellos sistemas griegos y germanos

y veo a todas las filosofías, a todas las iglesias y doctrinas cristianas,

pero por debajo de Sócrates y del divino Jesucristo

veo con claridad el entrañable amor del hombre por su camarada

y la atracción del hombre por su amigo

y del esposo y la esposa bien casados, de los hijos y padres,

de la ciudad por la ciudad

y de la tierra por la tierra.

 

De: Cálamo

 

 

 

 

JUVENTUD, VIDA, VEJEZ Y NOCHE

 

Juventud inmensa y lozana, amorosa; juventud llena de gracia,

fuerza y fascinación, ¿sabes que la vejez puede venir a buscarte

¿Con la misma gracia, fuerza y fascinación?

Día floreciente y espléndido, día en que aparece el radiante sol,

día de acción, de ambición y de risa.

La noche te sigue de cerca con un millón de soles y de sueños,

y una oscuridad reparadora.

 

De: Cálamo

 

 

 

 

A BORDO, AL TIMÓN

 

Un joven conduce el barco con prudencia,

en la neblina, en la costa, tañe tristemente una campana marítima,

una campana que advierte de los peligros, mecida por las olas.

Sí, tú avisas del peligro en verdad, campana que tañes junto a los arrecifes,

tañes y tañes para avisar al barco de ir a un sitio

en el que no pueda naufragar, porque avisándote, oh timonel,

le adviertes de esos sonidos, haz un giro en la proa,

gira veloz el buque con su carga, impulsada por las velas grises,

el noble barco hermoso lleno de riquezas, se aleja raudo y alegre,

poniéndose a salvo.

¡Barco inmortal, barco a bordo del barco!

Ahí va, barco del cuerpo y barco del alma,

navegando, navegando, navegando.

 

De: Los restos del naufragio

 

 

 

 

NI EL PILOTO

 

Ni el piloto se ha propuesto llevar el barco a puerto,

pese a las adversidades y extravíos,

ni el explorador que se adentra en el terreno, agotado,

abrasado por los desiertos, helado por las nieves,

empapado de ríos, se empeña en llegar a destino,

más de lo que yo mismo me he propuesto, he escuchado o no,

componer una marcha para estos Estados,

un grito de combate, un llamamiento a las armas

si fuera necesario, para estos años y para los siglos venideros.

 

De: Redobles de tambor

 

 

 

 

¡OH CAPITÁN, MI CAPITAN!

 

¡Oh capitán, mi capitán! Ha terminado el arduo viaje

el barco ha superado todos los obstáculos

y hemos conquistado el premio que deseábamos,

el puerto está cerca, ya oigo las campanas,

la gente expresando su júbilo, a la firme quilla siguen los ojos,

el navío insistente y audaz.

Pero ¡oh corazón, corazón, corazón!

Oh, rojas gotas de sangre

donde yace mi Capitán en la cubierta,

frío y muerto.

¡Oh Capitán, mi capitán!, levántate y escucha las campanas,

en tu nombre ondea la bandera, por ti suena el clarín,

por ti los ramilletes y las guirnaldas se engalanan;

por ti las muchedumbres se agolpan en la orilla,

a ti te invoca la marea humana, a ti vuelven sus rostros ansiosos,

Aquí, Capitán, amado padre,

¡haz descansar tu cabeza en mi brazo!

Que hayas caído frío y muerto de la cubierta

ha de ser un sueño.

Pero mi Capitán no responde, sus labios están lívidos e inmóviles,

mi padre no siente el calor de mi brazo, pues no tiene pulso ni voluntad,

el barco está anclado, sano y salvo, su travesía ha terminado.

De un largo viaje el barco arriba, victorioso, con su trofeo.

¡Despierten, costas! ¡Repiquen, campanas!

Mientras yo, con paso fúnebre,

voy por la cubierta, donde mi Capitán yace

frío y muerto.

 

De. Recuerdos del Presidente Lincoln

 

 

 

 

EN EL JARDIN DE UNA VIEJA GRANJA

 

En el jardín de una vieja granja, al lado de una cerca blanquecina,

crece una mata de lilas, alta, de hojas acorazonadas, de un intenso verdor,

llena de capullos puntiagudos, que se elevan, delicados,

con ese penetrante aroma que hace mis delicias,

cada hoja es un milagro, y de esta mata del jardín,

de capullos coloreados con delicadeza y de hojas

acorazonadas de un intenso verdor,

yo arranco una rama con su flor.

 

De: Recuerdos del Presidente Lincoln

 

 

 

 

AL QUE FUE CRUCIFICADO

 

Mi espíritu se dirige al tuyo, querido hermano,

no te inquietes ya, pues muchos de quienes invocan tu nombre

no te comprenden.

Yo no te nombro, pero te comprendo.

Te señalo con alegría, oh camarada, te saludo a ti y a todos aquellos

que han estado y están contigo,

y también a aquellos que vendrán,

para que todos trabajemos juntos

y transmitamos la misma carga y la misma herencia,

nosotros, pocos e iguales, de cualquier territorio o época,

nosotros, que abarcamos todos los continentes

y todas las castas,

y permitimos todas las teologías,

compasivos, perceptivos, vínculos de humanidad,

continuamos en silencio entre negaciones y afirmaciones,

pero tampoco rechazamos a quienes niegan ni a quienes afirman,

escuchamos el griterío y el estruendo,

de todos lados nos llegan las discordias,

hasta inscribir nuestra huella imborrable en el tiempo,

en todas las épocas,

hasta saturar al tiempo y a las épocas,

para que hombres y mujeres de razas y edades futuras

sean hermanos y amantes, como somos nosotros.

 

De: Riachuelos de otoño

 

 

 

 

PENSAR EN EL TIEMPO

 

No cesa un día, un minuto o un segundo, sin un nacimiento.

No cesa un día, un minuto o un segundo, sin un cadáver.

Las noches de dolor se terminan y los días de dolor también.

Ha acabado el sufrir, que lleva tanto tiempo en la cama.

El médico, después de retrasar el sufrimiento cuanto ha podido,

responde con una mirada silenciosa y terrible:

los niños vienen corriendo, entre lágrimas,

y ordenan traer a sus hermanas y hermanos,

los medicamentos sin usar siguen en el estante (el olor a alcanfor

impregna las habitaciones),

las manos cálidas de los vivos no se separan de la mano de quien agoniza,

y entonces la respiración cesa, el corazón deja de latir.

El cadáver yace en la cama, los vivos lo contemplan:

puede palparse, como pueden palparse los vivos.

Los vivos miran con sus ojos al cadáver,

mientras otro vivo, sin ojos, se detiene

a mirar con curiosidad al cadáver.

 

De: Riachuelos de otoño

 

 

 

 

OIGO SUSURROS DE LA MUERTE CELESTIAL

 

Oigo susurros de la muerte celestial,

los labios de la noche hablando, coros de Sibilas,

Pasos que suben, suaves como céfiros místicos,

ondas nudosas e invisibles, el fluir de una corriente eterna

(¿o son lágrimas que salpican, las aguas inmedibles

de las lágrimas humanas?)

Veo en el cielo grandes masas de nubes

que giran lentas, penosas; se expanden y confunden en silencio;

y de vez en cuando dejan ver una estrella pálida, triste y remota.

(Más bien algún alumbramiento, algún solemne e inmortal nacimiento:

fronteras indistinguibles por el ojo,

algún alma cruza).

 

De. Susurros de la muerte celestial

 

 

 

 

AÑOS COMO ARENAS MOVEDIZAS

 

Años como arenas movedizas que me arrojan a no sé dónde,

sus planes y su política fracasan, sus brazos se deshacen, las sustancias

se burlan de mí y se me escapan;

sólo el tema que canto, el alma grande y reciamente poseída,

no se me escapa: el propio ser nunca ha de desvanecerse,

pues él es la sustancia última y lo único seguro entre todas las cosas.

¿De la política, los triunfos, las batallas, la vida, que queda al final?

Cuando el espectáculo acaba, ¿qué hay de seguro sino el propio ser?

 

De: Susurros de la muerte celestial

 

 

 

 

MI ALMA ME DIJO: VEN

 

Mi alma me dijo: Ven,

escribamos estos versos a mi cuerpo (porque somos uno)

por si vuelvo, invisible, de la muerte,

o mucho después de la muerte, en otras esferas,

comenzaré a cantar frente a un grupo de compañeros

(bien pertenezcan a la corteza terrestre, a los árboles o a los vientos,

al estruendo de las olas, siguiesen siendo míos),

y yo pudiera contemplarlos aun con una sonrisa de agrado,

por eso, primero, aquí y ahora,

yo firmo por el cuerpo y el alma, y les antepongo mi nombre.

 

De: Hojas de hierba, poema inicial

 

 

 

 

LLENO DE VIDA, AHORA

 

Lleno de vida, ahora, compacto y visible,

yo, de cuarenta años de edad en el año ochenta y tres de los Estados,

a ti, dentro de un siglo o de muchos siglos,

a ti, que no has nacido aún, te busco.

Estás leyéndome. Ahora el invisible soy yo,

ahora eres tú, compacto, visible, quien intuye los versos

y quien me busca,

pensando lo feliz que yo sería si pudieras ser mi compañero.

Sé feliz, como si yo estuviera contigo

(no estés tan seguro de que no estoy contigo).

 

De: Dedicatorias

 

 

 

 

EN LA PLAYA, DE NOCHE

 

En la playa, de noche

está una niña con su padre,

mirando en dirección al oriente el cielo otoñal,

y en la alta oscuridad,

mientras las nubes fúnebres lo devoran todo,

desplazándose en negras masas,

para descender luego plomizas y aprisionadas

por una franja de cristalino éter situado al este,

y Júpiter se eleva, enorme y majestuoso

como señor de los astros,

y muy cerca de él, un poco más arriba

van nadando sus delicadas hermanas, las Pléyades.

Ahí en la playa, de la mano de su padre,

La niña contempla estas nubes fúnebres

que descienden victoriosas a devorarlo todo,

y ella llora en silencio.

No llores niña,

No llores, mi amor,

Déjame enjugar tus lágrimas con estos besos,

esas nubes rapaces no triunfarán más,

ni se adueñarán más del cielo,

sólo devorarán la sombra de las estrellas

y Júpiter se podrá ver de nuevo,

ten paciencia, vuelve otra noche a mirar

y las Pléyades podrán verse de nuevo,

pues todas esas estrellas son inmortales,

estrellas doradas y plateadas,

volverán a brillar las grandes y las pequeñas,

ellas perduran, grandes o pequeñas perduran,

los grandes soles inmortales y las lunas perdurables y pensativas

brillarán otra vez,

entonces, querida niña, ¿sólo lloras por Júpiter?

¿Es que sólo piensas en la muerte de las estrellas?

Algo hay

(te ofrezco el consuelo de mis labios y además

te hago susurrando mi primera ofrenda,

te ofrezco el problema y la pista)

hay algo aún más inmortal que las estrellas

(muchas son las muertes y muchos los días y noches que pasan),

algo que perdurará aún más que el reluciente Júpiter,

más que el sol y que cualquier satélite

o sus radiantes hermanas, las Pléyades.

 

De: Los restos del naufragio

 

 

 

 

REFLUYE, MAR OCÉANA

 

Refluye, mar océana, da la vida (volverás con la pleamar),

y no dejes de lamentarte, anciana madre cruel,

llora indefinidamente a tus náufragos,

pero no me temas ni me juzgues,

no susurres ronca e irascible a mis pies,

cuando me encuentre o me aparte de ti,

con ternura me dirijo a ti y a todos,

me apodero de todo, todo es para mí y para este fantasma,

que observa hacia dónde vamos y nos sigue a todas partes,

a mí y a lo mío, yo y lo mío, montículos dispersos,

pequeños cadáveres y burbujas, espumarajos blancos como la nieve,

mira: mis labios muertos repletos de limo, por fin

mira: los colores del prisma brillan, ondulan,

manojos de heno, arenas, fragmentos,

que nuestros ánimos contradictorios trajeron

flotando hasta aquí,

tormentas, calma chicha, oscuridad, mareas pensativas,

meditabundas, una exhalación, una lágrima salada,

una salpicadura de barro o agua,

surgidas todas de los fermentos insondables del abismo,

uno o dos capullos desprendidos y mustios,

llevados por las olas a la deriva;

también se alza para nosotros el fúnebre lamento,

el sollozo de la naturaleza, de allí de donde venimos

suenan también, estentóreas, las trompetas de las nubes,

traídos todos aquí al azar, sin que sepamos de dónde vienen,

todos nos derramamos ante ti, estés donde estés,

allá arriba, caminando o sentado,

seas quien seas, también nosotros yacemos,

como desechos, a tus pies.

 

De: Los restos del naufragio

 

 

 

 

DIOSES

 

Amante divino y perfecto camarada

que esperas saciado, invisible aún, pero seguro,

sé tú mi Dios,

sé tú el hombre ideal,

justo, capaz, hermoso, contento y afectuoso,

completo en cuerpo y dilatado en espíritu,

sé tú mi Dios,

oh muerte (pues la vida ya se ha cumplido),

que abres la puerta de la mansión celestial y nos guías por ella,

sé tú mi Dios.

Algo de lo más poderoso o lo mejor que veo,

o puedo concebir o sé (rompa esta atadura paralizante

y te libere a ti, oh Alma),

sé tú mi Dios.

Grandes ideas y aspiraciones de las razas,

heroísmos y hazañas de los entusiasmados delirantes,

sean ustedes mis dioses.

Tiempo y espacio,

o forma de la tierra divina y maravillosa,

o figura esbelta que contemplo o idolatro,

o resplandeciente astro solar o estrella de la noche,

sean ustedes mis Dioses.

 

De: Al borde del camino

 

 

 

 

ME SIENTO A CONTEMPLAR

 

Me siento a contemplar todo el dolor del mundo

y toda la opresión y la vergüenza;

oigo los callados sollozos de los jóvenes angustiados,

llenos de remordimientos por aquello que han hecho;

veo en el arroyo a la madre maltratada por sus hijos, olvidada,

moribunda, demacrada, desesperada;

veo a la esposa maltratada por su marido; veo al perverso

seductor de jovencitas;

fijo mi atención en la tortura de los celos y del amor no correspondido,

que intenta ocultarse; todo lo veo en la Tierra.

Veo las consecuencias de las batallas, de la peste, de la tiranía;

veo mártires y prisioneros; observo la hambruna de los marineros

en el mar, a los marineros echar suertes sobre a quién hay que matar

para que otros sobrevivan; observo los insultos y las humillaciones

de los arrogantes sobre los trabajadores y los pobres,

a los negros y a gente como ellos.

Todo esto, toda esta vileza y este sufrimiento que no acaba

me he sentado a contemplar,

veo y oigo, y callo.

 

De: Al borde del camino

 

 

 

 

ESTUVO BIEN, ALMA, ME PREPARASTE BIEN

 

Estuvo bien, alma, me preparaste bien.

Ahora avanzamos para saciar un apetito mayor, latente,

ahora nos adelantamos a recibir lo que la tierra y el mar nos han negado.

No cruzamos los imponentes bosques sino las ciudades, más imponentes aún.

Algo más que un Niágara cae ahora para nosotros:

son torrentes de hombres (¿fuentes y riachuelos del Noroeste, son inagotables?),

¿qué eran aquellas tormentas en las montañas y en el mar frente a estas calles y estas casas?

¿qué eran frente a estas pasiones que puedo contemplar hoy a mi alrededor? ¿se encrespaba el mar?

¿Hacía sonar sus acordes de viento bajo los nubarrones?

¡Miren! De abismos más profundos surge algo más terrible y mortífero:

Es Manhattan que se alza y avanza, con la frente amenazante,

y Cincinnati y Chicago que se han quitado las cadenas.

¿Qué era aquella turbulencia que divisé en el océano?

Pues vean lo que ahora viene, cómo trepa, audaz, con los pies y las manos,

cómo embiste, cómo, luego del relámpago, brama el trueno verdadero,

con qué intensidad brillan esos relámpagos,

y cómo la democracia avanza iluminada por el fulgor de la noche,

a grandes pasos, con gesto desesperado y vengativo

(aunque me ha parecido oír, en la oscuridad, un gemido lastimero,

un sollozo ahogado,

en una de las pausas de esta ensordecedora confusión).

 

De: Redobles de tambor

 

 

 

 

Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950) es autor de diversos títulos entre novelas y cuentos. De sus obras en el campo del relato destacan Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (1990), La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005), Cuentos y microrrelatos (2012), Divertimentos mínimos (2011), Consuelo para moribundos (2012) y Fábulas, ficciones y microrrelatos (2016), mientras que de sus novelas sobresalen Una fiesta memorable (1982),  Mercurial (1994), Averno (2007), Paisaje con ángel caído (2004) y Hombre mirando al sur (2014). Como ensayista es autor de los libros Diálogos con la página (1984), Provincias de la palabra (1995), El espejo de tinta (2007) y La palabra conjugada (2016)  y de los volúmenes sobre cine Espectros del cine (1998) e Impreso en la retina (2010). Ha incursionado en la poesía (Balada del bohemio místico, 2010; Solárium, 2015) Es autor de varias antologías del cuento y el microrrelato venezolano, y de autores clásicos de la ciencia ficción; director de la revista Imagen (Ministerio de la Cultura), fundador de las editoriales  y revistas Rendija (Yaracuy), Imaginaria (Caracas),  Fábula (Falcón), y colaborador de páginas web y blogs en España, Portugal, Brasil, Argentina, Colombia y Venezuela. Sus microrrelatos figuran en antologías de varios países y han sido traducidos a diversos idiomas.