Poesía

Vesna Parun (Croacia). Traducción de Carmen Vrljicak Verlichak

 

 

 

 

Vesna Parun (Croacia, 1922-2010)

 

Traducción de Carmen Vrljicak Verlichak

 

 

 

POEMA DE MI ABUELO

 

Mi abuelo se sienta frente a la casa y mira caer las hojas

como soldados en un poema de Ungaretti,

contempla los higos puestos a secar

mientras el sol, de un naranja intenso, desaparece tras las viñas

inmóviles como un recuerdo de infancia.

 

La voz de mi abuelo es dorada como la melodía de un viejo reloj

y su dialecto es rico, salpicado de inquietud.

La leyenda de los “Siete años de austeridad”

sigue al relato de “Nuestro Padre” breve y eterna.

 

Un día dejó de haber pesca.

Ahora lo que hay es guerra.

El enemigo rodea el puerto por millas a la redonda.

Toda la pequeña isla tiembla bajo el eclipse.

Todos sus hijos desaparecieron en busca de una soldada

hace ya mucho tiempo: Canadá, Australia…

Ahora los embarcan con destino a Japón.

Quizás se queden allí para siempre,

con sus cabezas escondidas entre el bambú.

Este es el segundo invierno que marchan sin cesar.

Incluso los peces escapan del anzuelo pesimistas y sombríos.

Tener un nieto es bueno, pero lo encontraremos un día en la nieve

cuando las montañas estén cansadas.

 

Las chicas cantan mientras preparan la comida al aire libre.

Los niños se sientan en cuclillas

asustados por las botas del anciano elegante.

Una madre piensa en sus hijos y en su padre que se volvió malayo.

 

Es extraño: una familia diseminada por cuatro continentes.

Gente fornida que en sus cartas lloriquea como niños.

 

Mi abuelo contempla el sol rojo sobre las viñas,

desgastado por el silencio, porque la muerte se acerca al viejo pescador de alta mar.

Avidez extranjera, extraña hambre. La libertad es un poco de corteza de pan.

 

¡Dile a la tierra que los molinos deberían girar más deprisa!

Una tormenta se llevó las hojas secas; lo que debe ser, será.

Los muchachos jóvenes mueren

y los viejos recalientan la sopa de su melancolía

mientras contemplan el horizonte.

 

 

 

 

VACACIÓN DE CEGUERA

 

Si tuviéramos verdaderos ojos, si no hubiéramos nacido ciegos,

no veríamos a nuestro alrededor paisajes de ciruelos

sino cómo la ciudad envejece y decae el viento,

veríamos cómo entre nosotros rige la regla

de que sólo la esencia alcanza a tocar la esencia

a través del movimiento.

Veríamos a un hombre dormido en la copa de un árbol enorme

que lleva consigo la noche y desenreda su sombra.

Nos veríamos no rodeados por otros, sino divididos en dos

por su órbita corta a través de nuestra piel aérea.

Nos veríamos a nosotros mismos en el espejo encarnados en otros

mirando cara a cara a la tormenta, y pareceríamos, erguidos,

en la muy conmovedora representación de la reciprocidad

estar involucrados. Si los viejos campanarios tuvieran ojos

qué avergonzado se sentiría nuestro yo inexistente.

 

 

 

 

PARA SER GRABADO EN ROCA

 

Ha de saberse que no fuimos tristes siempre:

hubo momentos en que amor y vida fueron uno.

En una piedra negra puede descifrarse el sueño de la tierra.

En una gota de lluvia sobre una hoja de higuera taciturna

la celebración del verano puede durar siglos

y el sol olvidarse de desaparecer

tras las desnudas colinas apergaminadas.

 

En un solo nombre como en una vieja oración

se esconde el sentido silencioso y triste del universo.

Al palidecer, la paz se fue.

El corazón no es capaz de reconstruirla.

Y el pensamiento no puede buscarla siquiera

en el odio de las cosas que disputan entre sí.

 

Tiempo, por qué nos dejas medirte

con nuestra frente que no anhela más.

Amor, también a ti te hemos medido

con las pesas falsas del mundo irresoluto.

 

 

 

 

LLORAMOS ENTONCES

 

Lloramos entonces. Es bueno

ser capaces de admitirlo ante alguien.

¿Tal vez ante ti, primavera?

Quizás de nuevo ante ti

mientras nos tambaleamos

de esquina a esquina de nuestra patria

de ceniza a sombra de nuestra patria

de estrella a aparición

llevando con nosotros

este pedazo de eternidad,

este pedazo de eternidad

que canta.

 

 

 

 

 

 

 

 

Vesna Parun (Zlarin, Croacia). Estudió lenguas románicas y filosofía en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Zagreb, graduándose en 1940.  Escribió su primer poema Promaljeće cuando estaba en tercer grado en la ciudad de Vis. Desde 1947 fue una artista libre, escribiendo poesía, ensayos, crítica y literatura infantil. Tradujo obras desde el esloveno, el alemán, el francés y el búlgaro. Su primer libro de poesía Zore i vihori (1947) recibió críticas de la paret de los socialistas, cuando el realismo socialista inspirado en el modelo soviético dominaba las artes yugoslavas. Fue la primera mujer en Croacia que obtuvo ingresos únicamente por ser escritora. Publicó, imprimió e hizo ilustraciones para algunos de sus libros. En 2009 fue propuesta por la Unión Fraternal Croata de Pisttburgh para el Premio Nobel de literatura. Publicó más de sesenta libros de poesía, prosa y teatro, entre ellos varios volúmenes de cuentos y poemas infantiles. Escribió más de veinte obras para niños, la más destacada y ampliamente conocida fue Mačak Džingiskan i Miki Trasi. También escribió varias piezas dramáticas, la más importante de las cuales fue la balada Marija i mornar. En el año 2015, con motivo del Día Internacional de las Mujeres el 8 de marzo, activistas croatas llevaron a cabo una acción de marketing de guerrilla y cambiaron el nombre de calles por los de mujeres destacadas a lo largo de la historia.