Rubén Darío (Nicaragua)

 

 

 

 

Rubén Darío (Nicaragua, 1867-1916)

 

 

Lo fatal

 

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo,

y más la piedra dura porque esa ya no siente,

pues no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo,

ni mayor pesadumbre que la vida consciente.

 

Ser y no saber nada, y ser sin rumbo cierto,

y el temor de haber sido y un futuro terror...

Y el espanto seguro de estar mañana muerto,

y sufrir por la vida y por la sombra y por

 

lo que no conocemos y apenas sospechamos,

y la carne que tienta con sus frescos racimos,

y la tumba que aguarda con sus fúnebres ramos,

 

¡y no saber adónde vamos,

ni de dónde venimos!...

 

 

 

 

España

 

Dejad que siga y bogue la galera

bajo la tempestad, sobre las olas:

va con rumbo a una Atlántida española,

en donde el porvenir calla y espera.

 

No se apague el rencor ni el odio muera

ante el pendón que el bárbaro enarbola:

si un día la justicia estuvo sola,

lo sentirá la humanidad entera.

 

Y bogue entre las olas espumeantes,

y bogue la galera que ya ha visto

cómo son las tormentas de inconstantes.

 

Que la raza está en pie y el brazo listo,

que va en el barco el capitán Cervantes,

y arriba flota el pabellón de Cristo.

 

 

 

 

Un día estaba yo triste, muy tristemente

viendo cómo caía el agua de una fuente.

 

Era la noche dulce y argentina. Lloraba

la noche. Suspiraba la noche. Sollozaba

la noche. Y el crepúsculo en su suave amatista,

diluía la lágrima de un misterioso artista.

 

Y ese artista era yo, misterioso y gimiente,

que mezclaba mi alma al chorro de la fuente.

 

 

 

 

Yo persigo una forma que no encuentra mi estilo,

botón de pensamiento que busca ser la rosa;

se anuncia con un beso que en mis labios se posa

el abrazo imposible de la Venus de Milo.

 

Adornan verdes palmas el blanco peristilo;

los astros me han predicho la visión de la Diosa;

y en mi alma reposa la luz como reposa

el ave de la luna sobre un lago tranquilo.

 

Y no hallo sino la palabra que huye,

la iniciación melódica que de la flauta fluye

y la barca del sueño que en el espacio boga;

 

y bajo la ventana de mi Bella-Durmiente,

el sollozo continuo del chorro de la fuente

y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.

 

 

 

 

Rubén Darío (República de Nicaragua, 1867-1916). Poeta, periodista y diplomático, está considerado como el máximo representante del modernismo literario en lengua española. A los 15 años viaja a El Salvador y es acogido bajo la protección del presidente de la república Rafael Zaldívar. En Chile amplía sus conocimientos literarios con lecturas que influyen mucho en su trayectoria poética como los románticos españoles y los poetas franceses del siglo XIX. En 1888 publica en Valparaíso el poemario «Azul». En 1892 marcha a Europa, y en Madrid, como miembro de la delegación diplomática de Nicaragua en los actos conmemorativos del Descubrimiento de América. Entre 1893 y 1896 reside en Buenos Aires, y allí publica dos libros cruciales en su obra: «Los raros» y «Prosas profanas y otros poemas», que supuso la consagración definitiva del Modernismo literario en español. En España, el autor despierta la admiración de un grupo de jóvenes poetas defensores del Modernismo como Juan Ramón Jiménez, Ramón María del Valle-Inclán y Jacinto Benavente. En 1902, en París, conoce a un joven poeta español, Antonio Machado. En 1914 se instala en Barcelona, donde publica su última obra poética de importancia, «Canto a la Argentina y otros poemas.