Poesía

Rito Ramón Aroche (La Habana, Cuba, 1961): La estación del año

 

 

Fotografía: Rito Ramón Aroche, Sixteen Ritos from a photo by Joan Alvarez, K. Dykstra, 2015.

 

 

 

 

 

La presente selección forma parte del poemario La estación del año (Editorial Letras Cubanas, 2017).

 

 

 

 

Rito Ramón Aroche (La Habana, Cuba, 1961)

 

 

 

Un día es K:

“No soy quien te persigue, Raanva. Eres tú que apareces”

 

 

 

“La rosa queda. La rosa cálida de un tiempo— y…”

 

 

 

“Que es algo, te han dicho, que por aquí escasea”. De lunas sebos, el vaho de las cañerías.

 

 

 

Un criterio de Lou:

 

“Se compra uno la libertad en el mismo paquete en que adquiere su soledad”.

 

 

 

¿Cantares?:

“Íbamos al Eslabón a beber Frontera.

Íbamos al eslabón a beber Frontera.

 

 

 

“Esa obertura asombrada en D. D.— Esa apariencia”.

 

 

 

En el bajío (…) o era el verde y ya crecido anisote.

En las bodegas —deshidratado y todo— en las despensas.

 

 

 

¿Podría ser Lou?: “Él habría estado allí”.

“¿El empleado?”

“¿Es muy seguro?”

Las carnes a carbón. De noche —inusitadas llamas.

 

 

 

¿Erupciones? —Casos en julio. Otros —en las plantaciones.

 

 

 

A un empleado:

“¿Vives solo? ¿Aquí es donde vives?”

Sabor metálico en los labios y, posible, que en la lengua.

Los dientes que van a su tetilla.

“¿Sólo aquí?” —Lenta—: “¿Aquí es donde…?”

Los dientes procurados, presionan, en su tetilla (¿manchados?) los dientes, procurando.

 

 

 

A cada cielo su arco iris.

Acaso el canto.

“Urú, urú”

El ruido acaso que nadie prevenía.

 

 

 

Me invita —refunfuñosamente— a casa. “¿En cuál pared un brillo extraordinario?”

Y la caída de árboles en las inmediaciones.

“Alguien que no conozco habló de una fábrica de gas”

En casa: “Ahora es contra el polvo”, dijo. “Y las descarnadas paredes de ladrillos” “¿En cuál pared un brillo extraordinario?”

 

 

 

Festejos

a la manera del año.

Gran luna

Sobre los labrantíos.

 

 

 

El otro es K:

“Años en que no habíamos visto regresar a nadie”

“Hígado y bofe en las carnicerías” Lugar Hölgan.

 

 

 

“Avanzas hacia el aserradero”

Erráticos insectos. Esporas.

“Avanza el platanillo silvestre”

 

 

 

“No creo haber dormido bien anoche”

Fiable es una cosa. Perpetuo, otra.

 

 

 

D. D., seguramente y con autoridad:

“Abres un espacio, lo cierras”.

Las manos—esqueléticas.

“Lo trates de mover o no —abres y creas un espacio”

 

 

 

“¿Y cómo si fue que uno dormía?”

Fraccionadora luz. —La sombra fraccionada.

 

 

 

“Diría que escampa. Que escampa y que no queda nada ya

en el cielo.” “Mirad hacia el bajío. ¿Dirías que escampa?”

 

 

 

Genealogía de algún mito a veces. A veces, de los cantos.

 

 

 

“Y veo que solo podía hallar entonces, en todo, incrustaciones”.

La mirada inconexa, el humo, cuando habla. Devino K.

 

 

 

Frutos al descojo. ¿Aire el de las plantaciones?

Ella muestra casi todo allí. —Jugarle junto al cementerio.

 

 

 

“Que vibre, que vibre, oh Dios, la máquina en el labrantío”

Herrumbre y polvo en los jardines de la biblioteca.

 

 

 

“¿Erupciones?”

Inhábiles las manos de D. D. La boca incierta.

 

 

 

“Mejor di cómo sabes de las pieles y redobles en sus cantos.

Cuando llega el invierno— mejor di cómo sabes”.

 

 

 

En el árbol se talla la genealogía del árbol.

 

 

 

El humo que viene de los basureros.

Desde el salón nocturno:

“Al cerro no. El humo   hacia los labrantíos”

 

 

 

“Oíd del Puerto de las Estanterías.

Decid del Puerto de las Estanterías.”

 

 

 

“Desconfío mucho de lo que pienso y pienso mucho sobre o que desconfío.”

 

 

 

Lugar Hölgan.

“Vana fosforescencia. —Oíd

de un canto    entre los lavaderos.”

 

 

 

De la brisa y collares de huesos cuando pasan. ¿Raanva?: “De nombrarte”.

 

 

 

“La zona este de las inundaciones”

“La calle que parecía una escalera”

 

 

 

Y Lou recuerda:

“Incluso verduras.

Son ratones de campo los que han llegado aquí, por suerte

(…) De campo, y sin suerte.

Oh, verduras inhibidoras”.

 

 

 

Los ojos continuamente embrutecidos.

“¿Por qué no gira el aire de las cañerías?”

 

 

 

Suntuoso el acueducto. —K., por el acantilado.

 

 

 

El empleado          —sin ajustarse los tirantes:

“Eso que de ti era magia anoche, D. —hizo una pausa—: lo mío, polución.

 

 

 

“No fuimos nada, no vivimos nada.

Después del día de ayer     nada.”

 

 

 

Raanva:

“Y de los trenes        —esos, los que vuelan de día”.

 

 

 

“No sabíamos que abrían esa puerta.”

“A los baños humeantes. De noche   a los lavaderos.”

 

 

 

Hasta no ser ya tierra de la tierra.

Pasadas las inundaciones. Cubiertos en el cementerio.

 

 

 

 

 

Rito Ramón Aroche (La Habana, Cuba, 1961). Se desempeña como especialista de promoción literaria del Instituto Cubano del Libro de la Habana. Ha publicado los libros de poesía: Material Entrañable, 1996; Puerta Siguiente, 1993; Cuasi, 1998 y 2005; Del río que durando se destruye, 2005 y El libro de los colegios reales, 2005. Con su libro Las fundaciones, obtuvo en el presente año el Premio Nacional de Poesía de la Revista Gaceta de Cuba. Publicó sus primeros poemas en la antología En las puertas de la ciudad, Ediciones Extramuros, 1993. Miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba desde 1995. Además de la poesía cultiva la crítica literaria. Participó en el Festival de Poesía en Nassjo, Suecia, 2001 y ha impartido conferencias en algunas universidades norteamericanas e instituciones culturales mexicanas. Sobre su libro «Cuasi» expresó Enrique Sainz en su ensayo La palabra y el silencio: «En estas páginas la realidad aparece fragmentada, las indagaciones y búsquedas del poeta surgen de manera instantánea, como apuntes que la reflexión sugiere al creador en su continuo cuestionamiento del suceder. Sin dudas esta es una poesía del conocimiento, hecha de afirmaciones-negaciones-preguntas para situarnos en un extraño espacio despoblado, sin objetos o con sólo su imagen abstracta, pensada…» Y afirma Sainz en otro momento: «Hay una voluntad de ruptura, sin duda, pero sucede asimismo que el poeta percibe los fragmentos y quiere integrarlos a la totalidad, proceso inverso. Percibimos un diálogo sin paisaje, sin las «pasiones estremecidas» que surgen de la necesidad de intelección frente a lo desconocido. Se trata de un diálogo puramente intelectual en el que el poeta intenta integrar, sustanciar las cosas, darles cuerpo resistente…» «…Hay una voluntad de sobrepasamiento en la escritura de Aroche, una voluntad de romper los modos de mirar el objeto para acceder, quizás, a una reconstrucción del mismo que nos permita verlo rehacerse desde el texto. Son estos poemas como apuntes previos a un relato, a una escritura que nos cuenta los hechos de la realidad, sus movimientos, ser que primero ha sido deshecho y luego quiere el poeta verlo cómo se podría rehacer con los juegos reconstructivos del lenguaje, con la escritura fragmentaria, gracias a la cual llegamos al umbral de una historia posible de reedificación de nuestro mundo.

 

 

Fotografía: Rito Ramón Aroche, Sixteen Ritos from a photo by Joan Alvarez, K. Dykstra, 2015.

 

 

 

 

 

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