Riccardo Delfino (Roma, 2000)
Todos los poemas han sido traducidos por el mismo autor solo el poema Ganímedes ha sido traducido por Antonio Nazzaro y Elizabeth Uribe Pérez.
Riccardo Delfino (Roma, 2000)
Campos de fresas
He aprendido a morir a los seis años cuando entre un grito y una blasfemia
tu tocabas el piano y yo entre los campos de fresas rezaba aquel hilo de nube
de no cubrir el horizonte que era la única cosa que podía observar.
Y no tenía nada más mientras tú rezabas que yo te habría acordado por el sonido de tus
dedos y no por lo de tu boca
y hoy que te acuerdo - aunque todavía
vives y obscuras de poco el mismo horizonte ahora mudo de sol - te digo que de
tus dedos no acuerdo los campos de fresas sino los inflamados y después obscuros
y después nada de mayo dos mil quince. He aprendido a morir a los seis años y de la muerte
he sacado el miedo de la muerte y cada día beso la tanatofobia que
me ha quitado los campos de fresas convirtiéndolos en campos de olvido desgarrándolos
con la boca - quizás tuya quizás del dios que he perdido -
y mientras tanto ni rastro de las fresas ni de que fue de quien las pensaba;
Y en este tiempo he perdido un amor
y tu sabes que yo sé que tú sabías de nosotros
y que quizás repugnabas o desde el profundísimo hielo de tus venas probabas nada
y de cuanto han sido cercanas las fresas
entre sus manos y que ahora que también ellas me han devuelto la muerte imploro denme
un beso un beso un beso nada más
que algo que se acerque a lo que - con el amor que jamás probaste - deberías haber dado
al irresuelto vacío de mi cadáver niño.
A mi abuela
Es domingo, mi abuela muere sobre una silla - y de ella me queda la silla - al lado tiene su
breviario y quema el miedo que la quemen.
De ella comparto la intuición de medio semen. Es domingo y de esto cenamos, sin hambre y
sin dar gracias a quien
no nos ha dado carne;
y con la náusea de ayer a quemar las narices me cuenta de esa vez; de esa vez sin pan y
mientras habla me pregunto cuantas veces.
Es domingo pero no el sonido
de las campanas, sin embargo dice
tendría que ser su escena
pero nada o quizás la duda de que tampoco el cura haya visto cena.
Es domingo y le pregunto de sábado del mil novecientos sesenta y pienso a cuando me
preguntaran, que ya
no tengo fuerza para decir el presente, y imploro mi breviario de quemar con
el suyo así que la respuesta sea inexistente.
Del presente puedo decir el trágico olor de helecho azul de cuando
se bañaba, y yo todavía aquí, bañándola y pensando en el nada de ella,
y en sus veces, y en como las mías,
y en si serán, si asquerosas o perfumadas como las de la infancia,
en la espera que algo asegure la cifra de mi insignificancia.
Ganímedes
El amor no conoce luto en nuestro alfabeto,
Los cuerpos demacrados se quedan en la punta de la lengua para amarse en secreto.
He destilado cada letra de tu nombre He gritado cada letra de tu nombre
Las palabras quedan iguales
Pero de ti no resurge más que el sonido de cuatro vocales.
El peso de un respiro
Es insostenible
el peso de un respiro
el aire se estanca en la nariz
yo tiemblo, tiemblo acordándome que soy, yo soy,
y tengo que respirar para ser, y siento una eclipse de dolor
en el pecho, le explota por dentro; y la sangre toma el lugar del aire, y el corazón que no
más controlo
empuja la rojez que finge darme la vida.
El peso de un respiro es un rasguño al amor un escupo a la belleza y un abrazo al absurdo,
se vive una vez
pero se muere continuamente
*
Somos ya luz extinta,
o su efébico firmamento,
somos la mirada caída de los ángeles, sus incultivados huertos,
la sonrisa adolescente de los muertos
Campi di fragole
Ho imparato a morire a sei anni quando tra un grido e una bestemmia tu suonavi il
pianoforte e io tra i campi di fragole pregavo quel filo di nuvole di non coprire l’orizzonte
che era l’unica cosa che potevo guardare.
E non avevo altro mentre tu pregavi che io ti avrei ricordato per il suono delle dita e non
per quello della bocca e oggi che ti ricordo - anche se vivi
ancora e copri di poco lo stesso orizzonte ora muto di sole - ti dico che delle tue ditanon
ricordo i campi di fragole ma quelli infiammati e poi scuri e poi freddi e poi niente di
maggio duemilaquindici.
Ho imparato a morire a sei anni e dalla morte ho tratto la paura della morte
e ogni giorno bacio la tanatofobia che mi ha tolto i campi di fragole e li ha resi
di oblio lacerandoli con la bocca - forse tua forse del Dio che ho perduto -
e intanto nessuna traccia di fragole né di cosa sia stato di chi le pensava; E in questo tempo
ho perso un amore e tu sai che io so che tu sapevi di noi
e che forse schifavi o dal profondissimo gelo delle tue vene provavi niente
e di quanto vicine siano state le fragole tra le sue mani e che ora che anche loro mi hanno
ridato la morte imploro datemi un bacio un bacio un bacio null’altro
di diverso da qualcosa che si avvicini a quello che - con l’amore che non hai mai provato -
avresti dovuto dare
all’insoluto vuoto del mio cadavere bambino.
A mia nonna
È domenica, mia nonna muore sulla sedia - e di lei mi resta
la sedia - accanto tiene il suo breviario e bruciano insieme. Di lei condivido l’intuizione di
mezzo seme. È domenica e di questo ceniamo, senza fame e senza dire grazie a chi non ci
ha dato pane; e con la
nausea di ieri ad affogare le narici mi racconta di quella volta;
di quella volta senza pane e mentre parla mi domando quante volte. È domenica
ma non il suono delle campane, eppure dice sarebbe di scena
ma nulla o forse il dubbio che anche il prete non abbia inghiottito cena.
È domenica e gli chiedo di sabato del millenovecentosessanta e penso a quando mi
chiederanno; che già non ho forza di dire il presente,
e imploro il mio breviario di bruciare col suo perché la risposta sia niente. Del presente
posso dire il tragico odore di felce azzurra di quando
si lavava, e io qui ancora a lavarla e a pensare al niente di lei -
e alle sue volte, e a come le mie,
e a se saranno, se profumate o luride - nell’attesa che qualcosa affranchi
la cifra della mia nullitudine.
Ganimede
L’amore non conosce lutto nel nostro alfabeto,
I corpi smagriti restano in punta di lingua ad amarsi in segreto.
Ho stillato ogni lettera del tuo nome Ho strillato ogni lettera del tuo nome
Le parole restano uguali
Ma di te non riemerge che il suono di quattro vocali.
Il peso di un respiro
È insostenibile
il peso di un respiro, l’aria ristagna nella narice il petto si gonfia,
io tremo, tremo ricordandomi che sono, io sono,
e devo respirare per essere, e devo fuggire dal nulla,
e sento un eclissi di dolore
nel mio petto, gli esplode dentro, e all’aria prende posto il sangue il cuore che più non
controllo spinge, spinge via il rossore
che finge di darmi vita.
Il peso di un respiro
è un graffio all’amore uno sputo alla bellezza
e un abbraccio all’assurdo: si vive una volta sola,
ma si muore continuamente.
*
Siamo già luce estinta
o il suo efebico firmamento.
Siamo lo sguardo caduto
degli angeli, i loro occhi incolti, il sorriso adolescente dei morti
Antonio Nazzaro (Turín, 1963). Periodista, poeta, traductor, video artista y mediador cultural italiano. Fundador y coordinador del Centro Cultural Tina Modotti. Colabora con la revista italiana de poesía Atelier y con la revista Fuori/Asse y con Laboratori Poesia. Es responsable de la colección de poesía de la casa editorial Edizioni Arcoiris Salerno. Colabora con la revista venezolana Poesía y la chilena Ærea y la revista argentina Buenos Aires Poetry entre otras. Ha publicado en 2013 el libro Olor a, Turín Caracas sin retorno en italiano y español y en 2017 Appunti dal Venezuela. 2017: vivere nelle proteste, ambos libros por la casa editorial Edizioni Arcoiris Salerno. Ha sido traducido y publicado en diferentes antologías nacionales e internacionales. En septiembre será publicado su primer poemario bilingüe: ”Amor migrante y el último cigarrillo” por la casa editorial chilena RiL Editores, el mismo libro será también publicado en Italia por la editorial Edizioni Arcoiris Salerno. En septiembre será publicada con la editorial Arcoiris la traducción de la antología sobre la “Generación sin nombre” de la poesía colombiana preparada por el poeta y ensayista Federico Díaz Granados.
Riccardo Delfino (Roma, 2000). Empieza escribir poesías a los 11 años. En el 2012 gana el segundo lugar en el concurso “leonés de hierro” y el primero en el concurso “las palabras del alma” de la ciudad de Casoria. Es un árbitro de fútbol y estudia filosofía a la universidad “La Sapienza” de Roma.
Riccardo Delfino nasce a Roma il 28 settembre 2000. Inizia a scrivere dai suoi 11 anni. Nel 2012 vince il secondo posto al concorso leoni di ferro e il primo premio al concorso città di Casoria “Le parole dell’anima”. È un arbitro di calcio e studia filosofia all’università “La sapienza” di Roma.