Réquiem por los estudiantes. Por Giorgio Agamben. Traducción de Juan Esquivel

 

 

Réquiem por los estudiantes

 

Giorgio Agamben

 

Traducción de Juan Esquivel

 

 

Como habíamos previsto, las clases universitarias se impartirán a partir del próximo año en línea. Lo que para un observador atento era evidente, es decir, que la llamada pandemia sería utilizada como pretexto para la difusión de la cada día más penetrante tecnología digital, se ha cumplido puntualmente.

Aquí no nos interesa la consiguiente transformación de la didáctica, donde el elemento de la presencia física —en todo tiempo tan importante en la relación entre estudiantes y docentes— desaparece definitivamente, como también desaparecen las discusiones colectivas en los seminarios, que eran la parte más viva de la enseñanza. Es parte de la barbarie tecnológica que estamos viviendo la abolición de la vida, de toda experiencia de los sentidos, tal la pérdida de la mirada, duramente aprisionada en una pantalla espectral.

Mucho más decisivo en lo que está ocurriendo es algo de lo que significativamente no se discute, y esto es el fin del estudiantado como forma de vida. Las universidades nacieron en Europa de las asociaciones de estudiantes —universitates— y a éstas deben su nombre. La del estudiante era, ante todo, una forma de vida en la que ciertamente fue determinante el estudio y la escucha de las clases, pero no menos importante fueron el encuentro y el asiduo intercambio con otros scholarii, que provenían a menudo de remotos lugares y se reunían según el lugar de origen en nationes. Esta forma de vida evolucionó de diversos modos durante el curso de los siglos, pero constante —desde los clerici vagantes del medievo a los movimientos estudiantiles del siglo XX— fue el carácter social del fenómeno. Cualquiera que haya enseñado en un aula universitaria sabrá decir como ante sus ojos se tejían amistades y se constituían, según intereses culturales y políticos, pequeños grupos de estudio y de investigación, que continuaban reuniéndose después de terminadas las clases.

Todo esto, que había durado por casi dieciocho siglos, ahora termina para siempre. Los estudiantes no vivirán más en la ciudad donde ha tenido su sede la universidad, sino que cada uno escuchará clases encerrado en su habitación, algunos separados por cientos de kilómetros de aquellos que fueron sus compañeros por un tiempo. Las pequeñas ciudades, sedes de universidades hacía tiempo prestigiosas, verán desaparecer de sus calles a las comunidades de estudiantes que constituían por mucho su parte más viva.

De todo fenómeno social que muere se puede afirmar que en cierto sentido merecía su final y es cierto que nuestras universidades llegaron a tal punto de corrupción y de ignorancia especializada que no es posible lamentarlas, y consecuentemente la forma de vida de los estudiantes se empobreció de la misma manera. Sin embargo, dos punto deben permanecer firmes:

 

 

1.- Los profesores que aceptan —como están haciendo en masa— someterse a la nueva dictadura telemática e impartir sus clases solamente en línea son el perfecto equivalente de aquellos docentes universitarios que juraron lealtad al régimen fascista. Como ocurrió entonces, es probable que sólo quince entre mil se rehusarán, sin embargo, los nombres de esos quince serán recordados junto a los de aquellos quince maestros que no juraron.

2.- Los estudiantes que verdaderamente aman el estudio deberán rehusarse a inscribirse en las universidades así transformadas y, como en el origen, constituirse en nuevas universitates, al interior de las cuales solamente, de frente a la barbarie tecnológica, podrá permanecer viva la palabra del pasado y nacer —si acaso nace— algo como una nueva cultura.

 

23 de mayo de 2020

 

 

 

 

 

Giorgio Agamben (Roma, Italia, 1942). Estudió derecho, doctorándose en filosofía por la Universidad de Roma. Amplió su formación en el campo de la lingüística en París. En su pensamiento son manifiestas las influencias, entre otras, de BenjaminHeidegger, de quien fue discípulo en distintos seminarios, y Foucault, a cuya concepción de la biopolítica da continudad. Director del Collège International de Philosophie de París (1986-93), donde mantuvo relación con Lyotard y Derrida. Profesor de estética en las universidades italianas de Macerata (1988-93), Verona (1993-2003) y Venecia (2003), y visitante de diversas universidades europeas y norteamericanas. Su creación intelectual estuvo inicialmente centrada en la teoría de la literatura y en la crítica de arte, girando progresivamente hacia la filosofía política, de la que son el más claro exponente los diversos volúmenes de su Homo sacer. Autor, entre otros, de L’uomo senza contenuto (1970), Stance: la parola e il fantasma nella cultura occidentale(1979), La fine del pensiero (1982), La comunità che viene(1992), Homo sacer I. Il potere sovrano e la nuda vita(1995), Mezzi senza fine (1996), Homo sacer III. Quel che resta di Auschwitz (1998), Il tempo che resta (2000), L’aperto.(2002), Homo sacer II. Stato di eccezione (2003), Il giorno del giudizzio (2004), Profanazioni (2004), La potenza del pensiero. Saggi e conferenze (2005). En lengua española: Idea de la prosa, Península, Barcelona, 1989; Estancias, Pre-Textos, Valencia, 1995; La comunidad que viene, Pre-Textos, Valencia, 1996; El hombre sin contenido, Áltera, Barcelona, 1998; El poder soberano y la vida desnuda. Homo sacer I, Pre-Textos, Valencia, 1998; Lo que queda de Auschwitz: El archivo y el testigo. Homo sacer III, Pre-Textos, Valencia, 2000; Medios sin fín, Pre-Textos, Valencia, 2001; El lenguaje y la muerte, Pre-Textos, Valencia, 2003; Estado de excepción. Homo sacer II, Pre-Textos, Valencia, 2004.

 

 

 

 

Juan Manuel Esquivel (Ciudad de México, 1980) es licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Tecnológico de Monterrey. Ha participado en talleres y cursos literarios en la Casa del Lago y otros centros culturales. También escribe ensayo y es parte del comité editorial de la revista literaria Murmullo de Paloma. Actualmente prepara su primer libro de poesía.

 

 

 

 

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