Primer Encuentro de Poetas Iberoamericanos: Julieta Dobles Yzaguirre (Costa Rica)
Para el Primer Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Ciudad de México, se contará con la participación de 90 poetas, además de la implicación del Ayuntamiento de Salamanca y de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Despuès de XXV ediciones celebradas en Salamanca, España, el prestigioso Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que dirige Alfredo Pérez Alencart, cruza el Atlántico y tiene nueva sede en Ciudad de México, ahora coordinado por la poeta hispano-mexicana Carmen Nozal.
Julieta Dobles Yzaguirre (Costa Rica)
DE PALABRAS
La palabra, tu palabra
es un barco certero hacia el deseo.
Lanza tan primitiva,
caricia tan urgente,
lindando casi con el rojo
mordisco de lo obsceno.
Tu palabra me sobresalta,
me desata, me incita.
De repente, plenamente verbal,
me humedezco de esencias germinales,
y se activan mis manos,
mi cuerpo, mi palabra también
para domar el aire con la tuya.
Tu palabra, furtiva entre mi oído,
antiguo moscardón malicioso,
me cosquillea el instinto.
Subleva mis silencios
y, exacerbada de penumbras,
nos acerca y nos une
en esa vieja danza
de los cuerpos deseantes y absolutos.
Tu voz y mi voz se están amando
entrecortadas, susurrantes,
plenas de excitaciones, de turgencias,
de alientos agresivos o ternísimos,
entre un silencio despeinado y gozoso.
Palabras que se tocan,
se muerden, se estremecen
en esa enredadera de deseos
que es sólo aire empapado y aromoso.
Hacemos el amor también con la palabra.
Del libro HOJAS FURTIVAS (Editorial Costa Rica, 2007)
Tercera carta
Agosto 2006
¿Y tus ojos, Camila?
Enormes luces vivas
que interrogan, oscuras.
Y que a pesar de su pátina amarilla,
relumbran de hermosas certidumbres,
como si su pupila quisiera,
curiosa y deslumbrada,
fijar cada objeto, cada rostro
en el alma infantil que la posee.
Sombreados por pestañas
especialmente largas,
enmarcan a la vida
severos, doloridos desde dentro.
Pero si de pronto, repentina,
una gota del mundo los sorprende:
algún revoloteo de hojas y gorjeos
en el cautivo níspero del patio,
el aullido del tren en la ventana,
la música que te ama, acogedora
cuando buscas el sueño,
tus ojos se convierten
en pequeñas pantallas sin más de la alegría.
Y en su fondo, como en dos pozos profundísimos,
hallaremos, brillante, el núcleo de la infancia:
el celo del crecer, entre miedo e impulso,
la alegría del presente desnudo y absoluto
desde la vida misma que palpita y rebulle.
(Del libro CARTAS A CAMILA
Editorial Biblioteca Líneas Grises, 2007)
ELOGIO DE LOS SENOS
En mi primera infancia
siempre hubo un sitio para mí
en la magia inquietante de los chicos
y en sus juegos móviles y atrevidos,
donde la fantasía es salto, vuelo.
El reto de las piernas con las cercas punzantes,
el amor de los charcos,
la energía de la piedra devorando los cielos,
o vibrando, certera, al centro mismo
del agua y de sus círculos perfectos.
Yo era uno más, sudorosa y jadeante
entre los trotes infantiles,
tratando de emular al campeón de los saltos
y de no mostrar miedo frente a las lagartijas
que brillaban al sol,
como botones nuevos de la vida,
invitando a los dedos a ir detrás de sus colas,
fugaz golpe de luz entre las piedras.
Era mi orgullo ser uno más entre todos,
con la prerrogativa sutilísima
de mi falda y mi nombre.
Con esa “a” final de campanilla breve,
misteriosa y rotunda.
Pero un día los noté: breves yemas silentes
apuntando, asustadas,
a la caricia misma de la vida,
a algo demasiado íntimo, inevitable y hondo
que se escapaba ya de mis manos de niña
y empujaba, implacable, todo mi ser
hacia otras realidades
temidas y deseadas.
Lentamente mis senos maduraron
como el deseo en la bruma de los sueños.
Y entonces fue mi orgullo ser distinta,
femenina y fecunda, como la tierra misma,
nutricia y dulce, apetecida
como una fruta extraña
que da sin agotar sus mieles y frescuras.
Hoy que los miro blancos, como entonces,
firmes, grandes y tiernos, como panes del día,
dolientes o gozosos, como la lluvia que alza
su humedad en la tarde,
cruzados de ríos profundos y azulinos,
recorridos por tus manos inquietas,
por tus labios de suave tenacidad,
con los pezones rosados y violentos
que alimentaron hijos, pasiones y dulzuras,
agradezco su silenciosa vida propia,
su placidez turgente ante la sed del niño,
su urgencia antes el placer
que despierta su rosa delicado,
en fin, su gozosa y a veces
dolorosa presencia
que me define mujer de pie,
nutricia y compasiva,
velita desafiante ante los vientos
que no la extinguirán,
cuerda sensible al siempre de la vida.
(Del libro AMAR EN JERUSALÉN, Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, 1992)
CASAS DE LA MEMORIA
Amor, hemos vivido en tantas casas
que tan sólo contarlas nos enmarca el recuerdo,
pone puntales de ámbar en nuestras biografías,
hace emerger paisajes cristalinos
desde el mar sin final de la memoria,
Y nos deja un sabor a fruta ya aprendida,
a tiempos esfumados que saltaran de pronto
al dintel del recuerdo.
Casas ancianas y amplias,
cual regazos de abuelas invernales,
tan llenas de rincones y presencias ajenas
que aprendimos a amar sin conocer,
confiando que el sueño compartido
y la vigilia cotidiana
del color y la vida nos hermanaran a ellas.
Jardines que agradezco,
sin conocer las manos que los fueron creando.
Habitaciones cuyos sol y color
fueron ideados para otras pupilas,
y hoy acompañan nuestros amaneceres.
Paredes que susurran, ventanas que poseen
ese espíritu libre del cristal,
a través de las cuales tantos ojos miraron
hacia los espejismos con que el mundo destella.
Casas nuevas, con el aroma delicioso
de los sueños cumplidos,
diseñadas “para la vida entera”.
con esa inquietud indefendible
de quien sabe que hace su futuro con niebla.
Casas gestadas con amor para el amor,
donde los hijos balbucearon
los vocablos frutales,
entrenaron sus pasos de lumbre terrenal
y soltaron sus sueños
tras las cortinas todas de la imaginación,
donde la luz deshace en las mañanas
las criaturas de sombra
gastadas en el sueño trémulo de la noche.
Dormitorios tranquilos
aromas de pinturas y aserrín,
que esperan ser llenados de pasiones y voces,
y vajillas y espejos que crecen al albur,
enredaderas desatando aromas:
el olor de la vida y el perfume deseoso
de tu cuerpo y el mío bajo la noche íngrima
que se desnuda a solas frente a nuestras ventanas.
He recorrido el mundo hurgando en el pasado,
descorriendo el ahora para encontrar el siempre,
una puerta, una calle, un jardín que no existe.
Es la rara aventura riesgosa de nostalgias,
donde memoria y vista se enfrentan, forcejean,
viendo lo que no existe, hablando a lo que calla,
que nos deja un sabor a guerras asumidas,
a corduras maltrechas.
Casas que han sido lumbre, recodo y estandarte,
habitadas y amadas por nuestros entusiasmos.
Yo os invoco ahora, casas de nuestros nombres,
a que surjáis de las cenizas todas
y me dejéis contar esa pequeña historia,
nuestra historia, cuento de claroscuros,
pacto de tiempo y vidas
en la móvil e incierta ventana del recuerdo.
(Poema inicial del libro CASAS DE LA MEMORIA. Editorial de la
Universidad de Costa Rica, 2da edición, 2015)
Refugio para dos
15, Rue Erlanger, París.
(septiembre 1999 – diciembre 2000)
El otoño de las ciudades tiene
un no sé qué melancólico de tarde,
como si la caldera de lo humano fallido
condensara el otoño todas sus levedades.
Entonces hasta un árbol, uno solo,
y mejor si son dos, como estos nuestros,
que se yerguen unidos y cantores
para olvidar tristezas, espectros y silencios
y sentir el llamado de la brisa en sus bordes.
Sólo dos en la calle, como éstos,
que se cuelan a pocos, dulcemente,
con su fulgor furtivo sobre nuestro balcón,
orgullos de la acera, pregones diamantinos,
pajareras en pugna, paragüeras del sol.
Y la lluvia, y la lluvia desconsolada y ocre
hermana barro y oro en la misma canción,
en donde cada charco es trampa oscurecida
y el frio ataca de pronto, sin fulgor y sin voz.
Sin embargo este otoño yo te amo
así, otoñal, de una manera nueva.
Junto a este radiador que inicia sus incendios,
un amor de pantuflas y palabras pequeñas,
de poemas que nacen, de sofá atardecido,
de caricias que rinden sin comenzar apenas,
cuando van encendiéndose las luces de los barcos
enjambre de luciérnagas titilando en el Sena.
Y allá lejos, detrás de nuestra calle,
el cobre de los bosques de Boloña,
cúpula viva en el verano quieta,
y hoy, tobogán del viento entre las hojas.
Ah pisito minúsculo, tan breve
como una zapatilla de cristales rotundos
rodeada de calles tumultuosas y rápidas
donde nunca está el mundo.
Pisito para dos bien entendidos,
como su bañera azul, como un mar diminuto,
y su enorme balcón amanecido
cada mañana frente a las dos higueras
que van enmudeciendo conforme pesa el frío.
Cocina de dos pasos, burbujilla de olores,
un dormitorio-estudio con su cama esperando
reino de los amantes, cancha de los amores
que hemos alegremente inaugurado
desde nuestros reencuentros otoñales,
en ese otoño tan recién llegado.
( Del libro CASAS DE LA MEMORIA. Editorial de la
Universidad de Costa Rica, 2da edición, 2015)
BANDERA
Somos una bandera de palabras
contra tanto silencio.
Una pasión desatada y perenne
entre las dos tinieblas
de nacimiento y muerte
que nos urden.
Ondulemos al viento inevitable.
Y que nuestro destello arda en el filo,
fugaz pero bellísimo,
inerme, pero terco,
mortal, pero amoroso.
Somos palabra,
como quien dice tránsito,
pasión, memoria, augurio.
Palabra que ondea, luminosa,
interpelando a la consumación.
Del poemario TRAMPAS AL TIEMPO. (Editorial de la Universidad
Estatal a Distancia, 2014.)
CASA COMÚN
La paz, la paz…
¿Es alguna bandera hermanada a los vientos?
¿Un manto que nos cubre y que nos salva?
¿Un signo? ¿Un horizonte esquivo?
¿Una fiesta sin nombres?
La paz es el instinto de luces de la vida.
Es laborar hombro con hombro,
desde el reto voraz de la materia.
Es saber que lo tuyo y lo mío
se suman y se crecen en la patria común.
No hemos sobrevivido
por enfrentarnos fieramente,
sino por solidarias
razones dialogantes.
Desde que entre las cuevas
compartimos el hambre
y las presas sangrientas
que todos acosamos.
Desde que nos turnamos
a vigilar el fuego
que mantenía el calor
de todos nuestros hijos.
Desde que la palabra fue surgiendo,
fruto como los otros,
recogido por manos hermanadas
-vinculo y herramienta tenaz
en la tarea pendiente de la sobrevivencia-
su sonoro entusiasmo rescató la esperanza
de hacer de nuestro mundo
una casa común.
Tu mano, compañero,
rival, amigo, hermano,
dámela y conversemos.
¿Llegará a ser la Tierra
en el nuevo milenio
esa casa común?
Nadie se salva solo.
Quizá por la palabra y la acción compartidas
estalle, al fin, la paz.
(Del libro TRAMPAS AL TIEMPO, Editorial de la Universidad Estatal a Distancia, 2014)
DOBLES YZAGUIRRE, Julieta: Nació en San José, Costa Rica, el primero de marzo de 1943. Formación académica: Profesorado en Ciencias biológicas (1965) y estudios en Filología Española en la Universidad de Costa Rica. Postgrado en Literatura Hispánica en State University of New York (1986). Ingresó a la Academia Costarricense de la Lengua en 2006, con un discurso sobre El poema como búsqueda interior. Principales obras publicadas: Reloj de siempre (1965), El peso vivo (1968), Los pasos terrestres (1976), Hora de lejanías (1982), Los delitos de Pandora (1987), Una viajera demasiado azul (1990), Amar en Jerusalén(1992), Costa Rica poema a poema (1997), Poemas para arrepentidos (2003), Casas de la memoria (2003), Hojas furtivas (2005), Fuera de álbum (2007), Cartas a Camila (2008), Espejos de la memoria (Primer tomo de su Obra en Marcha,(2014) Trampas al Tiempo (2014), Lunaridades (Antología, 2014), Envejecer Cantando (divulgación científica) (2015-2016), Poemas del Esplendor (2016), Poemas del Reencuentro (Antología, Nueva York 2019) , Desde la Alta Ventana de los Años (2020) y Como la Misma Vida (Relatos) (2023). Publicó junto con otros poetas, el Manifiesto Trascendentalista (1977) Representó como diplomática a su país en Madrid, Nueva York, Jerusalén y Paris. Actividad académica y docente: Catedrática jubilada de la Universidad de Costa Rica. Instructora de Talleres literarios por muchos años, hasta el presente. Hoy participa del Taller Literario Poiesis y de la Fundación Casa de Poesía, que organiza los festivales Internacionales de Poesía desde el 2001. Honores y reconocimientos: Primer premio de la Editorial Costa Rica (1976), cinco veces Premio Nacional Aquileo J. Echeverría en poesía, un accésit del Premio Adonais, de Madrid (1981) y Premio Nacional de Cultura Magón de Costa Rica 2013. Sus poemas han sido publicados en revistas y antologías literarias en Estados Unidos, España, Rumanía, Francia, Nicaragua, El Salvador, Colombia, República Dominicana, Uruguay, México, Japón, Praga y Costa Rica.