Primer Encuentro de Poetas Iberoamericanos: Elsa Cross (México)
Para el Primer Encuentro de Poetas Iberoamericanos en Ciudad de México, se contará con la participación de 90 poetas, además de la implicación del Ayuntamiento de Salamanca y de la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Despuès de XXV ediciones celebradas en Salamanca, España, el prestigioso Encuentro de Poetas Iberoamericanos, que dirige Alfredo Pérez Alencart, cruza el Atlántico y tiene nueva sede en Ciudad de México, ahora coordinado por la poeta hispano-mexicana Carmen Nozal.
Elsa Cross (México, 1946)
De Bacantes
(1981)
I
En la fuente nos hemos sumergido.
A su corriente dejamos nuestros cuerpos
como bancos errantes,
tierra que se desprende
llevándose la orilla de espadañas.
Fluimos por sus transparencias
y en el fondo de ese lecho
nuestras piernas rozaban un musgo suave.
Plantas se enredaban a los pies.
Sentíamos el paso de esos peces
que a un descuido, decían,
se pegaban entre los muslos de las mujeres.
Y todo el tiempo una frase en los oídos
pulsando al límite sus cadencias más altas.
Río abajo veíamos las ramas contra el cielo.
El sol dibujaba en nuestros cuerpos
la sombra de las hojas.
La brisa traía tu olor.
Pasamos bajo un sauce
y sus ramas detenían de los cabellos
todo ese impulso río abajo.
VIII
Tu cara raspaba.
Bajo los toldos del mercado
un brillo verde sobre tu frente.
Tus ojos, salidos de qué lumbre,
de qué parajes hoscos,
veían sin ver los platos de comida.
Un brillo verde,
como ya reflejando los árboles,
ya viendo el campo afuera
donde esperabas hallarte cierta planta.
Buscamos entre piedra volcánica
para encontrar flores moradas creciendo de la roca,
cactos de formas finas.
Todo el campo de tezontle.
Mal caminábamos
y la tarde también se ennegrecía.
Pasamos la noche debajo de un manzano.
Buscamos en el monte, sin brechas.
Volvíamos rasguñados.
Buscamos sin hallar,
en ruinas de pirámides donde caías dormido,
devorador de hongos,
devorador de iguanas.
Me enredaban en tu sueño,
me hacías reptar.
Mi lengua se alargaba puntiaguda
a devorar hormigas que te andaban por el cuello.
Y tu sudor olía a aguamiel.
VII
Éramos heridas abiertas.
La sensación se trastornaba.
Tu voz inventaba registros en mi oído.
Tus almizcles me embriagaban más que el vino
Nos hería el placer.
Inagotables,
ebrios,
nuestros cuerpos, la ofrenda,
como frutas que dejan las mujeres
en las playas del sur y el mar se lleva.
Nos perdíamos del mundo.
Dibujábamos barcas en el aire
y nos íbamos en ellas.
Toda la noche caían para nosotros
dones del cielo,
la lluvia sobre los árboles,
y esas gotas brotando del pecho,
ah, nuestro soma—
¿dónde terminaban los cuerpos?
¿cuál cuerpo era de quién?
Yo sentía desde tu hombro mi caricia.
Tus pensamientos pasaban por mi mente,
y donde los deseos se juntaban
salían del aire aves de fuego.
Yo fluía dentro de ti.
¿Y tú quién eras?
Sólo un banco de abejas,
agua brillando como joyas.
Olas de sensaciones nos turbaban,
nos devolvían a la orilla.
Tanta vista del mar dejar atrás,
tantos bosques,
tanto de tu cuerpo.
Tender un velo en llamas sobre las formas—
que perdíamos al mirarnos un instante de más,
al debatirse tu muslo,
intempestivo.
Así morían los peces en las redes.
De Jaguar
(1991)
JAGUAR
I
Niño jaguar.
Serpiente.
Fauces abiertas,
ojo que se agranda.
Tu pupila devora el cielo:
noche llena de ojos.
El río lleva caracoles
que en la roca se prenden
--turquesas bajo el agua--,
la arena sella sus secretos.
Entre la piedra, arañas;
abejas hacinadas sobre las floraciones
en el limo.
Noche adonde bajan a beber los tigres
silenciosos como crecidas súbitas.
Niño jaguar,
en tus ojos se entrecierra la noche.
Te duermes
cuando el sol dispara sus flechas
entre las copas de los hules
y enciende el pelaje de los monos.
II
Penacho,
fuego abriendo su línea desde los pastizales.
El viejo tira sus dientes de jaguar
como semillas
en la tierra sin dueño.
Tejón,
río de piedras claras.
Viejo con haces de ramas
sobre el hombro,
con su bastón de fuego,
con su hato de años.
Allá se mira en la loma
oteando hacia el norte
con su bastón de mando.
Masculla conjuros,
silbidos de lagartija.
Señores con ofrendas a la lluvia
toman forma en las nubes.
Tormenta,
fragor sobre los árboles.
Ningún pájaro grita.
Los monos se tapan la cara con las manos.
III
Hombre jaguar,
muchacho,
boca esculpida.
Me acechas en el día,
me alcanzas.
Tus dientes parejitos.
Tus manos--
desatan mi vestido.
Ojos de jaguar,
lumbre amarilla.
En todos lados apareces.
Sales bajo tierra.
Hurtas de los Señores de la Noche
las garras,
los colmillos.
Eres sol en lo oscuro.
Eres guerrero,
tú peleas.
Manchada de estrellas queda tu piel,
tus brazos,
color cinabrio.
Por la noche me llevas.
Vamos siguiendo huellas
no sabemos ni a dónde.
Corres como sereque,
oyes como venado,
hueles el aire,
narices de jaguar.
Frente amarilla.
Soy la oscuridad donde apareces.
ELSA CROSS (México, 1946). Su Poesía completa (1964-2012) apareció en el Fondo de Cultura Económica; de sus 29 títulos, siete han recibido premios importantes en México, Canadá, Francia e Italia. A esa colección se suman ya cinco poemarios más. Han aparecido catorce libros suyos en distintos países. En 2016 recibió en México el Premio Nacional de Artes y Literatura. También ha publicado libros de ensayo y traducción de poesía. Tiene maestría y doctorado en Filosofía por la UNAM, donde es profesora titular del Colegio de Filosofía.
Fotografía: Pascual Borzelli Iglesias