Poesía joven en español: Valeria Román Marroquín (Perú, 1999)

 

 

 

 

 

 

 

 

Valeria Román Marroquín (Perú, 1999)

 

 

 

regina a dieta
(después de angélica freitas)

 

i.

escúchame, bárbara, todo este tiempo

me sentí tan mal: cierto es eso que dicen

célebremente los transeúntes ¿sabes?

ciento setenta y seis es una pésima cifra

en libras para justificar las dimensiones

que se ocupan a existir: se ceden asientos

en los espacios públicos y para eso ya no

se encuentra presupuesto municipal, no

encuentras nada en las arcas del distrito

más que sonrisas piadosas y una gran

grandísima vergüenza. otra forma de decir

«mira, estás gordísima, enorme, regina,

tendrías que hacer algo al respecto»; así,

bárbara, comprendes que las proporciones

en ningún caso son cosa menor. acosada

por la policía de las escalas, grasa y várices

atraviesan el retail de las tallas extra. así,

bárbara, me encontré incómoda y desagradable

en un vestido que en lo absoluto holgaba mi defecto.

«estás gordísima, regina», me dijo mi madre, y con ella

mis progenitoras en coro me dijeron «estás gordísima,

te ves terrible, las texturas no te sientan bien», y con ellas

me dije «estás gordísima, te ves terrible, las texturas no

te sientan nada bien, regina, basta de carbohidratos».

así, llega la sugerencia de tomar el espacio: —mi espacio—

una talla mayor. este retail en silencio, y yo, bárbara,

me sentía mal, muy pero muy mal. además, muy pero

muy moderna: sospecho que es trágico en un sentido

contemporáneo que la tela deje de ceder, ¿conclusiones?

«regina, habría que hacer algo al respecto». eso me dije.

gordísima, por supuesto, pero jamás cobarde,

hice algo al respecto —¡no más carbohidratos!—,

y ese mismo día, bárbara,

me puse a dieta.

 

 

 

ii.

formarse en el expertise de las ensaladas de col,

las deficiencias calóricas y los desbalances proteicos,

bárbara, es el primer paso cuando se hace algo al respecto.

tiempo atrás me dijeron, y esto es importante, «ocúpate

de tu cuerpo mientras puedas, regina». entonces me

deshice de los excesos y me dije, orgullosa, «habría

que sancochar los vegetales». «habría que abandonar

el confort de los azúcares refinados». ayunar así,

poseer control: no hay mayor satisfacción, bárbara.

intercambié entonces galletas por esta insípida

costumbre contable: rollos, lomos, lonjas, pescuezos,

kilos, metros, centímetros, pulgadas. proporciones, bárbara.

me ocupé de recortar la pulpa del pan. traté de olvidar el arroz.

todo esto es una lista de cosas convenientes, pero olvidarse

del arroz es inhumano: piensas en los arrozales silvestres

—luego en los campos de espárragos, en el cultivo de arándanos

en el ganado para hamburguesas; todo esto se consume, todo

esto es apetito de destrucción—, piensas en la economía

de los países asiáticos menores y las naciones estimuladas

por la deuda, aunque sus campos no te alimenten en lo absoluto;

piensas en los niveles de desnutrición mundial y tanta gente

que no puede comer habiendo muchísima comida, poblaciones

enteras, y tú que tienes tanta hambre —pero mira todo lo que has

tragado en todo este tiempo, enorme tiempo—. te sientes tan mal

porque la culpa es cosa complicada de digerir. porque,

en otras palabras, eres exceso, ocupas demasiado.

me entiendes, ahora quisiera encogerme a la vista

del espacio público y los retails extra extra extra. no más

comentarios sobre el asunto. ahora quisiera roer una galleta

yo sola, quisiera un kleenex, bárbara, un pañuelo ahora.

y es que no es posible olvidar el arroz el pan así nomás

—no tienes idea de lo que es eso— no se puede, no haces

otra cosa que sentirte tan mal, muy pero muy mal.

 

 

 

iii.

el yogurt griego, divino. versátil y ultrabiótico. lo utilizas

en aderezos junto a los granos y los vegetales y las carnes

magras y los frutos de bajo contenido calórico: alto contenido

de fibras y proteínas, aproximadamente dieciséis % de su

composición. esto lo leí en un artículo de la edición junio-agosto

2019 de la revista Cosmopolitan, ¿Por qué incluir yogurt griego

en tu dieta? +3 recetas, sección «salud», pero también sección

«belleza», y por qué no sección «amor y sexo», sección

«actualidad», sección «política internacional», sección «hogar»,

sección «astrología». habría que contar con perspectiva para

dar cuenta que las secciones son idénticas, en el fondo todas

dicen lo mismo: «olvídate de la celulitis». los artículos en la revista

Cosmopolitan te dicen «olvídate de las estrías», y el olvido

puede entenderse bien como conciliación con la existencia

física de arrugas y estrías, o bien como su supresión material.

lo primero es un cliché, lo otro es el corazón de la revista

Cosmopolitan —cosa práctica, sensible—: deshaceros de lo incómodo.

deshaceros de los cuerpos: preservemos la figura. en la página

siguiente encuentras siete recetas distintas y mediterráneas

de batidos détox. entonces la respuesta se hace evidente,

bárbara. al menos, tres de estos jugos son verdes, y la mayoría

lleva al menos 100 g de yogurt griego —alto contenido proteico

en una porción, milagro de los intercambios turcos—. espinacas

diminutivas y betarragas trozadas contra las cuchillas del licuador:

el sabor en el momento suele ser terrible. las promesas de los batidos

détox también suelen ser terribles. ingesta con disgusto, mi apetito

se clausura: a tajos mi espacio se reduce, y esto, me dicen,

es deseable. milagros de los productos descremados e historias

de éxito: en portada bajó 21 kilos y su vida dio una vuelta de 360°

con este sencillo truco no pain all gain. yo bajé 21 kilos,

yo tuve voluntad de ser estricta y deseable. yo preparé

el zumo mágico, yo reemplacé las harinas, yo suprimí

los lípidos, yo corrí 5 km y nadé sin saber nadar en la piscina

municipal día tras día. yo temblé ante la idea del alimento

post-atardecer. yo hice del dolor accesorio de temporada

y crema reductora, 2 en 1. yo hice algo al respecto y en los

corredores todavía me ceden el asiento —sonrisas piadosas

en el aire— y en el retail todavía me dicen «señora, tal vez

quisiera probar una talla mayor», y mis progenitoras todavía

me dicen «regina, es que eres una chica grande». y me sentí

tan mal, terrible, pero lo distinto en la ocasión es que no hice nada

al respecto. y esto en la revista Cosmopolitan no te lo cuentan.

ahí, bárbara, tienes la respuesta. es evidente. más claro, imposible.

 

 

 

 

 

Valeria Román Marroquín (Perú, 1999). Cursa estudios de filosofía en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es miembro del comité editorial de La Periódica. Ha publicado los poemarios feelback (Poesía Sub25, 2016), Matrioska (Fondo Editorial APJ, 2018) y Triza la luz (Meier-Ramírez, 2020), además de las plaquetas kriegzsustand (autoeditado, 2017) y angst (Fondo Editorial PUCP, 2018). En marzo del presente año publicará su cuarto poemario con el Taller Editorial La Balanza. Ganadora del Premio Nacional de Poesía José Watanabe Varas 2017 y del Premio Luces 2018 con la mención Mejor Libro de Poesía.