Poesía joven en español: Melinna Guerrero (Aguascalientes, México, 1993)
Melinna Guerrero (Aguascalientes, México, 1993)
Escalones
Quién se acuerda de esa falda gris de Mimí,
tres centímetros debajo de la rodilla, recibiendo el otoño.
Nos acordamos nosotras.
Más adelante, los zapatos que fuimos a buscar antes de la boda:
Puntiagudos y más altos, pero estos son mejores.
Una mujer a veces puede quedarse sola, pero no sin unos zapatos.
Después de todo, son la compañía perfecta, el satélite para cualquier cita,
el escenario para despegar hacia el cielo.
Quién se acuerda de esos zapatos de mi hermana,
plateados, Kitten heels, puestos a combinación de ese vestido blanco.
Nos acordamos nosotras.
Son sencillos y amables cuando camina ese domingo hasta la punta del día.
Ella sabe, mejor que nadie, lo difícil que es ponerse en los zapatos del otro.
Quién se acuerda de aquellos de mamá,
rojos, Stilettos, suicidas al caminar, punta larga, altura, la mejor.
Nos acordamos nosotras.
Fueron armas de resguardo,
capillas de transformación, guía espiritual.
A fin de cuentas, unos zapatos pueden enderezarte la espalda,
como si se tratara de encarar el futuro,
pisarlo, de frente, alargar el pie y clavar la aguja punzante,
decirle: no te vas.
Quien se acuerda sabe que unos zapatos
son un escalón en el mundo
para subir y bajar en nosotras mismas,
levantarse por propia mano
y descender
convencidas de que algo sucede
cuando somos conscientes de nuestra propia altura.
Gravedad sobre el desamor
La chica duerme hoy catorce horas
como en el cuento,
pero nadie la despertará.
Fue un hombre quien la ha dormido,
la tristeza por un hombre que se fue.
En su cama amanece sola, desierta,
dos kilos de alma ha dejado en la sábana,
sus manos se hacen cada vez más suaves,
su boca está inflamada
y llora como si alguna madre, en cualquier momento,
viniera pronto a alimentarla.
Olvidó el hambre hace algunas semanas,
de vez en cuando abre su cama a los hijos,
los imaginarios:
no hubiera estado sola con ellos,
pero habría que tenido que aborrecerlos
por ser la imagen del padre,
el huidizo.
La almohada le oculta los ojos
o el futuro,
ella cree que es así.
Solloza,
pero ahora escribe
desde su cama
cartas de amor.
En el odio ella habla del amor
como quien decide participar en la guerra para luego entregarse.
Alguien le dicta los recuerdos,
la sonrisa de él,
los labios
qué labios,
él acariciando su cintura,
abierta para él
su comida favorita,
los mangos.
La muchacha desciende
hasta darse de topes con la almohada
y después, bocarriba
su espalda se hunde
en las profundidades
de una gravedad mayor a la de la tierra,
la del sueño.
Árbol
La luz se esparce por la casa y en nosotros
que recién despertamos la ciudad se pinta a lo lejos.
Sólo en secreto me dices que después de esta imagen harás las tareas,
el trabajo, la casa.
Sólo en secreto sé que te alegra la mañana,
que la noche no, que tu comida favorita son los mangos.
Entonces sé por qué me hablas de la generosidad de estos árboles
y me pides que llevemos este fruto a casa,
donde la noche como una semilla germinará el sueño
y de pronto crecerá, ¿la luz, el árbol, la vida?
Un camino de raíces sobre nosotros,
una semántica de frutas,
una rama que se teje en lo alto.
Estas paredes ahora son verdes y en ti hay perfume de ave.
Un verano que frutece, un otoño que milagrea,
una primavera que flor y el invierno de leche.
Ya la orilla, el mar en lento oleaje
moja los mantos tropicales de tu mano,
de tu carne, de tu tallo de serpiente, de tu tierra fértil.
Y en tu sombra descanso y te llamo,
¿árbol, amor, hombre?
Melinna Guerrero (Aguascalientes, México, 1993). Licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha participado en diversas revistas como Sin Embargo, Círculo de Poesía, Tierra Adentro, entre otras. En 2016, obtuvo el Premio Nacional Universitario de Poesía “Desiderio Macías Silva”, y en 2020 la mención honorífica del Premio Nacional de Cuento “Julio Torri”, con la obra titulada Historia de nuestra palabra. Actualmente es jefa de redacción de la editorial Artes de México.
Que bueno leer que aún se hace buena poesía por jóvenes, cuando parece que esto cada día desaparece más.