Poesía hispanoamericana: Eliseo Diego (Cuba)
Este poema está publicado en la revista El Corno emplumado, editada por los poetas Margaret Randall y Sergio Mondragón, en el número 7, julio de 1963.
Eliseo Diego (Cuba, 1920-México, 1994)
Por los extraños pueblos
Vamos a pasear por los extraños pueblos
ungidos con la sombra leve de los jazmines
y el olor de la noche como un recuerdo.
Despacio iremos entre los almacenes de su vida,
los de canosas tejas soñándonos el aire,
las meditadas nubes, las palomas oscuras y tranquilas.
Quien ha dicho: la tarde viene de pronto como la tristeza
cuando colma el pecho del hombre como un antiguo himno,
así la tarde crecía en sus iglesias.
Camino desolado, tú, el que cruza los umbrosos
y gigantescos árboles, aligera tu marcha, pues el campo
a esta hora trae sus miedos, sus criaturas de queja.
Si nunca vieron el mar en este pueblo.
Nunca vieron el mar, aquí la noche
de flancos espinosos y fatales
y el aroma profundo de la seca.
Las mamparas ocultas, las moradas,
miran a solas la penumbra vieja
y en la penumbra el jarro de florones mustios.
Y el humo acre silencioso llega
enredándose ágil por las vigas
del portal que sereno los acoge.
Más allá de las tablas y los plátanos,
al otro lado recio de la tierra
está la noche desvelada y pura.
Y es el humo de casa lo que vieron.
Más lejanos a veces que los augustos árboles
frescos de la penumbra que reúnen las aguas
en sus parques ocultos, son los pueblos.
De los sedientos muros militares, erguidos
a la orilla misteriosa del campo, trémulo
de sequedad antigua y verde marejada.
Qué inquietud daba siempre
la silenciosa playa de intemperie
donde termina, qué despacio, el pueblo solo!
Ceiba distante, barco, deshabitada, libre,
a quien rozan las nubes con difícil espuma,
te despojas del tiempo como de un traje usado.
En tanto escuchamos las profecías de las aguas
dichas por viejas españolas mágicas
y recelamos de la noche, de su purpúrea jiba y oleaje.
Vamos a pasear por los extraños pueblos.
Voy a nombrar las cosas
Voy a nombrar las cosas, los sonoros
altos que ven el festejar del viento,
los portales profundos, las mamparas
cerradas a la sombra y al silencio.
Y el interior sagrado, la penumbra
que surcan los oficios polvorientos,
la madera del hombre, la nocturna
madera de mi cuerpo cuando duermo.
Y la pobreza del lugar, y el polvo
en que testaron las huellas de mi padre,
sitios de piedra decidida y limpia,
despojados de sombra, siempre iguales.
Sin olvidar la compasión del fuego
en la intemperie del solar distante
ni el sacramento gozoso de la lluvia
en el humilde cáliz de mi parque.
Ni el estupendo muro, mediodía,
terso y añil e interminable.
Con la mirada inmóvil del verano
mi cariño sabrá de las veredas
por donde huyen los ávidos domingos
y regresan, ya lunes, cabizbajos.
Y nombraré las cosas, tan despacio
que cuando pierda el Paraíso de mi calle
y mis olvidos me la vuelvan sueño,
pueda llamarla de pronto con el alba.
Eliseo Diego nació en el 2 de julio de 1920 en La Habana 1920. Su padre era asturiano y su madre cubana. Cuando era muy niño viajó con sus padres a Francia y Suiza, lo que sería fundamental para su formación poética. Estudio el bachillerato en el Instituto de La Habana y se graduó en la Universidad de La Habana en Pedagogía. Impartió clases de Literatura Inglesa y Norteamericana en la Casa de las Américas. Eliseo Diego perteneció al grupo de escritores capitaneados por Lezama Lima y fraguado en torno a las revistas Espuela de Plata (1939-1941), Clavileño (1942-1943), Nadie Parecía (1942-1944) y Orígenes (1944-1956), de a que fue fundador junto a Lezama Lima y Cintio Vitier. Publicó su primer libro en 1942 bajo el titulo En las oscuras manos del olvido. En 1948 se casó con Bella Esther García-Marruz Badía. Fue responsable del Departamento de Literatura y Narraciones Infantiles de la Biblioteca Nacional José Martí hasta 1970. Fue redactor de la revista Unión de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. En 1992 fue investido doctor honoris causa por la Universidad del Valle en Cali, Colombia. En 1993 recibió la Distinción Gaspar Melchor de Jovellanos de la Federación de Asociaciones Asturianas de Cuba. En 1993 marchó a México donde impartió conferencias sobre Literatura en la Universidad Autónoma de México. Eliseo Diego falleció el 1 de marzo de 1994, en la ciudad de México. Sus restos fueron trasladados a Cuba, en el cementerio de Colón, en La Habana. Es considerado uno de los más grandes poetas de Latinoamérica.