Poesía española: Carrera con el diablo, de Luis Sánchez Martín (Cartagena, 1978)
La presente selección forma parte del poemario Carrera con el diablo (Lastura, 2019). La selección fue realizada por su editor Luis Sánchez. El poemario puede adquirirse en el siguiente enlace: https://lasturaediciones.com/?product=carrera-con-el-diablo
Luis Sánchez Martín (Cartagena, 1978)
ELLOS NUNCA LO ENTENDIERON
Mi casa sufrió un incendio.
Yo soy las cenizas.
Brenda Ríos
Me hubiera gustado
sentarme en tu sillón junto a la ventana
y con un cenicero en el reposabrazos
encender un amargo ducados
frente al televisor
y poder entender algo más
pero el televisor explotó sobre un espejo
y no he sido capaz jamás
de volver a poner un pie en
aquella casa.
No quiero engañarte, creo que nunca te quise
como creo que jamás he querido a nadie
aunque me escondí para llorar cada tarde
y otras, borracho, lo hice frente a todos
y recuerdo las risas que suplieron los consejos
y al amigo que ocupó el lugar de un padre
(hoy mi ventaja es notable frente al resto
no puedo añorar lo que no tuve)
pero me asusta verme desde fuera
pues como tú sonrío y hablo
y hago creer a todos que soy feliz
cuando simplemente existo
ahora entiendo la vocación, la coraza
esa sonrisa torcida
que he heredado
esa barba de tres días
que empezaba a crecer
nada más pasar la cuchilla
ahora me afeito y te veo
pero no sobre el espejo
siempre fuiste viejo y nuestros rasgos
nunca se impregnaron
te recuerdo en una cama de hospital
con un pijama azul abierto
llorando porque te marchabas
y yo a medio metro
entendiendo tu llanto
como ellos nunca lo entendieron
fue lo primero y único
que llegué a comprender
y tengo miedo
me aterroriza convertirme en ti
y algún día llorar
por haber perdido un tiempo
para el que no hay segunda vuelta
sabiendo que viví despacio
morí viejo
y dejé un ridículo
cadáver.
EL RITUAL Y LOS DÍAS
Nada puede salvarnos
del olvido sin fondo
que habita entre este hombre y el muchacho
que soñaba otra vida
una tarde de siesta
al final de la infancia.
Antonio Praena
Sentado frente a un cortado
recuerdo que, hace algún tiempo,
solía pasar horas aquí, en silencio,
como el soldado de bronce del puerto.
Un joven delgado y sucio
lleva un rato hablándome
mientras su chica (intuyo)
espera unos metros más allá,
en silencio
y no sé si no me recuerda
de otras veces
o el ritual ya forma parte
de sus días.
No creo en la caridad
y hago un gesto para que cese
su discurso y no pierda más
el tiempo.
Pocos saben lo cerca que estuve
apenas a dos decisiones...
Mientras tiemblo de recuerdos
el joven maloliente
que pasea su hedor por iglesias
y bares y debajo de los puentes
gira a su derecha.
Y aquí sigo
escuchando su discurso
en la mesa de al lado,
viendo de reojo
los temblores de su chica
y el gesto impaciente del
molesto parroquiano que llama
al camarero.
Muevo el café, aún
hirviendo, miro los puños
de mi camisa de Springfield,
el dobladillo por fuera
de mis vaqueros Pull & Bear
y la brillante hebilla de Elvis
que corona el cinturón.
De pronto me siento mal,
amagos de arcada y
frío en la espalda me dicen
que, tal vez, olvidé tomar
esta mañana los 15 miligramos
después del desayuno,
y camino despacio hacia
mi coche, a varias manzanas,
donde no existe la zona azul.
Regreso a mi pequeño apartamento
de alquiler. Vuelvo al tiempo
y al espacio que acogen mis días
cuando acaban las treinta
horas semanales de oficina
y enciendo el flexo bajo la
lámina de Hopper que corona
el mes de febrero en mi calendario.
Así pues, aquí estoy,
leyendo con los pies frente a la estufa,
un cuarentón que de vez en cuando
mira el móvil esperando recibir una
sonrisa de puntos y paréntesis
de su pareja mientras piensa
qué cenara esa noche o
qué película verá antes de dormir.
Y evito pensar
lo difícil que es
mantener la sonrisa
―supongo que por eso
los payasos se la pintan―
recordar hacia otro lado
y esquivar el negativo de los
errores que casi me llevan
a ser ese paria que ensaya cada
día un discurso de minutos para
acabar pidiendo cincuenta céntimos
al hombre que mueve
el café aún hirviendo
y más aún, deshacer la imagen
de la carne abierta en la bañera
del blíster vacío en la mesilla
y de la cálida sonrisa de la enfermera
que me recibía entre las dudas
de aquellos confusos despertares.
CUANDO EL INVIERNO AGONIZA
Cuando el invierno agoniza en Madrid
la lluvia lo permite todo
haciendo brillar las baldosas
mientras busco una boca de metro
y el día oscurece sobre mi nombre.
Toda la vida del exterior
se difumina a través del túnel
entre miradas perdidas frente a las vías
y aún así algo palpita en el denso aire
que separa las estaciones.
Y otra vez en la superficie
Chueca se abalanza sobre mí
como el tiempo se detiene
cuando un camión adelanta a otro en autovía.
Entro en la cafetería
dejo el paraguas tras un cristal de acuarelas
la mochila bajo la mesa
pido agua y café
escucho las idioteces de un borracho
pienso en el paraguas
tal vez no esté cuando me vaya
volver al hotel cabizbajo bajo la lluvia
con dos libros a medio deshacer en la mochila
y unos cuantos versos garabateados
en el reverso de un albarán arrugado
estaría más cerca de la poesía
que el reflejo del atardecer y los semáforos
sobre el escaparate de la Casa del Libro.
Pero el paraguas sigue ahí y llego
casi seco al hotel
donde orino en el lavabo de la habitación
―mañana alguien se lavará los dientes aquí―
por no cruzar tres pasillos hasta el baño compartido.
Me gusta el encanto de los viejos edificios.
Da igual si la habitación es interior
si tiene wifi, televisor o nevera
si no tiene ventana
y pudiendo pagar un NH o un AC
acabo siempre pernoctando entre humedades.
Pienso, entonces, en el viejo Chuck,
Chuck Berry,
que dormía en su coche
llevando dos mil dólares en el bolsillo
y siento, antes de rendirme a la noche,
que si hace un rato comenzó la poesía
en esa húmeda boca del metro
que me ha escupido a un oscuro café de Chueca
lo de ahora en un dos estrellas de Tirso de Molina
escribiendo apoyado sobre el muslo
mientras como patatas fritas del Carrefour Express
ESTO
esto es Rock and Roll.
Luis Sánchez Martín (Cartagena, 1978) estudió Ciencias Empresariales en la Universidad Politécnica de Cartagena y ejerce como contable desde hace más de quince años. Además dirige el sello Boria Ediciones desde 2016.
Ha publicado el libro de relatos 'Sin anestesia' (Ediciones Hades, 2014), la novela 'Bebop Café' (Boria Ediciones, 2016) y el poemario ‘Carrera con el Diablo’ (Lastura Ediciones, 2019). Ha sido finalista de varios certámenes de relato y poesía, a destacar el III Concurso de Relatos Contra la Violencia Machista organizado por el Ayuntamiento de Terrasa (2015), el V Certamen de Relatos Pablo de Olavide (2016), las dos primeras ediciones del Certamen de Poesía La Montaña Mágica (2017-2018) y el XVIII Certamen de Poesía Dionisia García (2020). Sus relatos y poemas han aparecido en publicaciones en papel y digitales como Manifiesto Azul, Carne Para el Perro, Culturamas, El Coloquio de los Perros, Hankover o el diario La Verdad de Murcia.
Es colaborador habitual del blog de reseñas literarias Literatura+1 y de la sección cultural ‘Leer el presente’ de eldiario.es (Murcia).