Poesía

Poesía beduina: Mu’allaqat de Imru’ Al-Qays B. Hagr Al-Kindi (إمرؤ القيس ابن حجر الكندي)

 

 

La presente Mu'allaqat de Imru' Al-Qays B. Hagr Al-Kindi presente un previo estudio del especialista en poesía árabe Federico Corriente, el cual nuestro lector puede leer en el sigiente enlace. Esta forma de poesía beduina, mu'allaqat (معلقات) constituye el título a un conjunto de siete poemas largos en lengua árabe, o también llamadas casidas (قصيدة qaṣīda), compuestas en época preislámica. Estas piezas son considerados como el mejor trabajo poético de la época y la literatura preislámica. Según los estudiosos, la piezas muállaqat (معلقات) puede traducirse como Odas colgantes y la explicación tradicional afirma que esos poemas fueron colgados de la Kaaba en La Meca.

 

Fernando Salazar Torres

 

 

 

Mu’allaqat de Imru’ Al-Qays B. Hagr Al-Kindi: Antología y panorama de arabia preislámica. Por Federico Corriente Córdoba

 

 

 

 

Mu'allaqat

 

Imru' Al-Qays B. Hagr Al-Kindi

إمرؤ القيس ابن حجر الكندي

 

 

Traducción Federico Corriente Córdoba

 

 

 

 

"¡ Haced alto!: Lloremos al recuerdo de un amante y campamento

al término de sinuosas dunas, entre Dahul y Hawmal

Tudih y al-Miqrat, cuyas trazas no se han desvanecido

por la urdimbre de siroco y bóreas[1]:

Vese el sirle de gacela en sus patios

y explanadas, cual granos de pimienta."

En la alborada del adiós, el día de su marcha,

yo por las acacias del aduar diríase machacaba tuera[2],

y mis compañeros, parando allí junto a mí sus monturas,

decían: "No perezcas de pesar, ten ánimo".

Mas mi cura han de ser las lágrimas vertidas,

pues, ¿qué socorro ha de haber en unas borrosas trazas'?

Tal solíame pasar ya antes: con Umm al-Huwayrit

y su vecina, Umm al-Ribab, de Ma'sal,

que, al alzarse, exhalaban almizcle

cual soplo de céfiro trayendo aroma de clavo,

y las lágrimas de mis ojos, de pasión desbordaban

sobre el pecho, hasta mojar mi tahalí

¡Qué fastos días tuve con ellas,

sobretodo aquél en Darat Gulgul!

El día en que sacrifiqué mi montura a las doncellas

y su basto fue tan peregrinamente acarreado:

Las muchachas lanzábanse la carne a porfía

y grasa cual flecos de trenzada seda...

El día en que entré en el palanquín de 'Unayza

y me dijo: "A pie me' harás ir, ¡tengas mal ventura!"[3],

Y, al ceder el basto con nosotros ambos, seguía:

"lmru' al-Qay.s', has lastimado mi acémila, baja".

Dije yo: "Marcha, suéltale las riendas, no me alejes de tu grata vendimia,

que a cuántas, tus iguales, vine de noche y, embarazada o criando

hícela descuidar el hijo de  un año, con amuletos[4]:

si tras ella lloraba, tornábale medio cuerpo

mas la mitad bajo mí no bullía".

Un día por cima de las dunas me esquivaba

haciendo juramentos sin excepciones:

"Eh, Fátima -dije-, atenúa algo estos desdenes,

y si has decidido romper, hazlo gentilmente,

¿O es que te engaña en  mí el que tu amor me atormenta

y cuanto ordenas mi corazón hace?

Si algo en mi condición te agravia,

aparta mi corazón del tuyo, y quedará apartado;

Pues tus ojos sólo lloran para que alcancen

tus dos saetas los pedazos de un corazón lacerado."

¡Con cuánta beldad recatada5, cuyo pabellón no es frecuentado

gocé de solaz no abreviado!

Franqueé hasta ella guardias y gentes

ávidas, si pudieran silenciarla, de mi muerte,

mientras las Pléyades en el cielo se mostraban

como trechos de un collar de cuentas intercaladas;

Llegaba yo y, ya desnuda para dormir, de sus ropas

salvo ligero atavío, dentro de la tienda,

decía: "Juro por Dios que no tienes excusa,

ni creo que tu extravío te deje".

Salíamos andando; tras nosotros ella arrastraba

sobre nuestras huellas la cola de recamada saya6

y cuando cruzamos el ámbito del aduar y nos acogió

una tersa hondonada entre lomas de arenisca,

atraje por las trenzas su cabeza, y se me vino,

delicado el talle, opulento el lugar de las ajorcas,

esbelta, clara, prieta,

bruñido como espejo el pecho,

primicia de albura tocada de trigueño7,

alimentada por vedadas aguas cristalinas,

mostrando evasiva un lozano (rostro) y protegiéndose

con la mirada de un hembra de Wagra con cría8;

¡qué cuello cual de gacela, ni desproporcionado

al alzarlo, ni desguarnecido!

¡qué cabellera engalana su espalda, prieta como carbón,

espesa como racimo cargado de palmera!

sus bucles se alzan hasta lo alto,

se pierden las guedejas, entre prendidas y sueltas. ..

¡Gentil talle apretado como trenza,

y qué piernas como estipe (en palmeral) regado y cargado!

Granos de almizcle cubren cl lecho en que aún

reposa al mediodía, desceñida, en n!egh'gente atavío,9

y tiende sus tenues, suaves ( dedos)

como larvas de ,?rubí o mondadientes de isl:Ial.10

Ella ilumina las sombras del atardecer cual

lámpara de célibe monje en la noche:

A una tal contempla el prudente arrebatado,

cuando se yergue entre mozas y mujeres.11

Los hombres olvidan sus cegueras juveniles,

mas mis entrañas tu pasión no olvidan:

¡cuánto tenaz rival por tu causa rechacé,

consejero irremiso en su censura!

¡cuánta noche, cual onda marina, desplegó sus velos

sobre mí para afligirme con diversos pesares!

y dije a la noche, que su mitad delataba

prolongando su término, alejándose de su comienzo:

"Ea, larga noche, ea, descúbrete en

alborada, aunque ésta no haya de ser mejor,12

oh noche, cuyas estrellas parecen (sujetas)

con maromas de cáñamo a sólida piedra.13

iCuántas veces del odre  de la gente fijé los cabos

a mi espalda sumisa y asendereada !14

¡cuánta vaguada he cruzado, desierta cual panza de onagro, 15

donde aullaba el chacal como jugador cargado de prole!

Respondí a sus aullidos: "También mi condición

es escasa fortuna, así como tú próspero nunca fuiste:

Ambos si algo  logramos, prodigárnoslo

y quien cultiva a nuestra guisa, enflaquece."

Al alba a menudo, aún en su nido las aves,

voy en un (corcel) ligero, corredor de fieras, recio,

que yendo )' viniendo, avanzando y volviendo,

parece una roca que arrastra de arriba el torrente;

Es bayo: resbala la crin por medio de su lomo,

como la lluvia sobre lisa piedra;

nervioso y delgado, parece su piafar,

cuando impaciente, el hervor de un caldero;

Galopa cuando otros ya; de fatiga,

levantan polvo en el duro hollado  suelo;

Desmonta de su lomo al mozo ligero

y hace perder sus ropas al corpulento forzudo;

Raudo como la bola del niño que hace girar

el vaivén de sus manos, a un cordel amarrada;

Tiene flancos de antílope, patas de avestruz,

trote de lobo y galope de zorrezno;

Costilludo, cubre su trasero de la vista por atrás

con una abundante (cola) hasta casi ras de tierra, recta,

y su lomo parece, cuando se ladea,

muela de novia o mortero de tuera;16

La sangre (seca) de las primeras presas en su garganta

parece juego del alheña en peinadas canas.17

Una vez nos entró una manada, cuyas hembras parecían

doncellas de Duwar18 en túnica de cola,

y se dispersaron como cuentas de ónice intercaladas,

del cuello de un niño noble en la tribu;19

pero (el corcel) dio conmigo alcance a las avanzadas, mientras atrás

las rezagadas, en pelotón, ni pudieron esparcirse:

a la carrera perseguía toros y vacas.

alcanzándoles sin que brotara sudor que lo cubriera;

Por largo espacio  los cocineros ya preparaban

filas de asados, ya apresuradamente la carne cocían.

Aquella tarde la mirada apenas podía abarcarlo:

cuantas veces lo admiraba por arriba, la vista bajaba;20

y pasó la noche con su silla y riendas,

de pie ante mí, sin ir suelto.

Amigo: ¿ves el relámpago cuyo brillo te muestro,

entre densas coronadas (nubes), conlo el centelleo de sus patas?21

¿es su fulgor que resplandece o los candiles de un anacoreta,

de torcida mecha, que empapó en aceite?

Me senté con mis compañeros, entre Darig

Y Al-‘Udayb, a buena distancia de mi espectáculo:

El aguacero parecía extenderse por la diestra hasta Qatan,

y hasta Sitar y  Yadbul, por la izquierda;

el agua comenzó a fluir en torno a Kutayfa,

volviendo copa abajo grandes troncos de kanahbal :22

las salpicaduras llegaron a Al-Qahan,

desalojando de sus cobijos a los manchados (antílopes),

y en Tayma  no dejaron tronco de palmera

ni construcción que no fuera de piedras y mortero;

Tabira parecía, al comenzar el turbión,

un cacique de gentes, en su túnica rayada.

y las alturas del collado de Mugaymir amanecieron,

con la inundación y su aluvión, como el cabo de un huso:

su carga lanzada a la desierta hondonada fue como

la llegada del yemenita, cargado de  telas.23

Los pájaros del valle, de mañanita,

bebieron néctar generoso apimentado,

y las fieras ahogadas la víspera

en remotos paraderos, parecían como raíces de cebolla albarrana.24

 

 

 

[1] Los vientos de sur y norte, modificando el dibujo de las líneas de arena de las dunas continuamente, son comparados aquí a la trama de un tejido que, con todo, no ha bastado a hacer desaparecer totalmente los restos de lo que fue el campamento de la amada, situado entre los puntos mencionados.

[2] O sea, lloraba ininterrumpidamente. La semilla de esta planta, tuera o coloquíntida, de amarguísimo sabor (proverbial en árabe, cuyo amarr min al-hanzal es quizás el “más amargo que la tuera” de Andalucía), al ser cascada o machacada, emite una sustancia que provoca lagrimeo.

[3] Excusa coqueta de la joven que pretende que el exceso de peso, lastimando a su animal, le hará perderlo, y habrá de seguir el viaje a pie.

[4] Los niños de corta edad llevaban ciertos amuletos, por algún tiempo, En los versos 16, 17 el poeta se gloria de éxitos eróticos, incluso con mujeres en circunstancias las menos propicias para devaneos.

5  Por "beldad recatada" en el original tenemos la inaceptable metáfora, para el castellano, "huevo de tienda", donde la juntura semántica es huevo-albura, oculto en tienda-recatado.

6 Para borrar las huellas de las pisadas.

7 Según ha demostrado W. FISCHER, Farb- und Formbezeíchnungen ln der Sprache der altarabischen Díchtung, Wiesbaden, O. Harrassowitz. 1965, "blanco" y "amarillo", así como en general todos los términos de color, no son equivalentes exactos de nuestros conceptos actuales basados en una escala cromática dividida por longitud de onda, la cual, al parecer, regía ya la sensación visual de los arabófonos postislámicos de la época en que estos poemas fueron comentados, dando por ello lugar a reiterado mal entendimiento de éstos, e incluso absurdas suposiciones. Al parecer, lo que el árabe preislámico expresaba con los que llamamos adjetivos de color son oposiciones de intensidad o brillo, y así, en el presente contexto debemos pensar en una piel clara con un toque de ocre o canela, que parece haber sido el ideal de la época, y mucho más en consonancia con datos antropológicos, que poner dicho ideal en un blanco amarillento, como el de los escandinavos, que en Arabia ha podido darse sólo en excepcionales albinos.

8 Los ojos de ciertos herbívoros de gran talla, generalmente llamados vacas, pero más precisamente identificables con el anta o el orix, son constante tropo o metáfora para describir bellos ojos femeninos.

9  O sea, sin haberse ceñido ropa de faena, porque, dada su condición y posición, posee esclavas que se ocupen de menesteres domésticos.

10  Un tropo extraño para el moderno gusto occidental: los dedos de la mujer, tiernos y blancos, son comparados a un tipo de larva que plaga las legumbres, especificándose en el verso los del lugar llamado Zuby. Seguidamente son comparados también con la madera del is/J-al, árbol de ramas blandas y flexibles del que se hacían mondadientes. Estos son de gran tradición entre los árabes, hasta el punto de decirse que son "sunna", o sea, práctica seguida por el propio Profeta.

11 Literalmente, "entre faldas y sayas", es decir, ropas talares de distinta longitud, distintivo, respectivamente, de núbiles y dueñas.

12 Porque la mañana tampoco traerá alivio a su pasión.

13  Las estrellas inmóviles en el firmamento son en la poesía árabe expresión corriente de una noche interminable en que, diríase, se detuviera el curso de los astros que hace alternar noche y día.

14Este verso ha sido entendido Literalmente en el sentido de que el poeta acarrea el odre del agua para Socorrer con ella a loS extraviados en el desierto; es posible también que aluda figuradamente a que, en su generosidad, él carga con lo que abruma a otros, Aquí comienza hábilmente la transición del nasib al rahil, con sus descripciones.

1 5  Alusión a la panza pelada del asno silvestre. Según otra interpretación, aquí hay un juego de palabras con que se alude a Himar, miembro de la legendaria tribu de 'Ad  que, según el Corán, atrajo con su conducta la cólera divina y causó el exterminio de aquélla; en tal caso, la versión sería "cual la hondonada de Himar (o 'Ir)".

16 La muela (de novia para que sea nueva y no gastada por el uso) y el machacadero de tuera son piedras de recta superficie, al igual que la iinea del dorso del caballo.

17 Alusión a la costumbre de teñir la barba, por ejemplo, con alheña, como se dice hacia el Profeta, por lo que el uso continúa entre píos musulmanes. De manera similar, la garganta de este caballo está teñida por la sangre seca de las presas alcanzadas a la carrera.

18 Uno de los diversos puntos donde, en Arabia preislámica, tenia lugar el rito del tawaf   o circunvalación de un monolito, que luego vendría a ser exclusivo de la Kaaba. Al parecer, allí actuaban muchachas con un peculiar atavío.

19 "Noble", literalmente, "con tíos paternos y maternos", o sea, con una amplia familia bien conocida por ambas ramas, lo que supone nasab (abolengo) y el poder social y económico de la alianza familiar, términos ambos a que puede reducirse el concepto de nobleza en la época.

20 La vista no podía detenerse a admirar reposadamente una parte del cuerpo, sin saltar enseguida a otra igualmente magnífica.

21 Hábil transición de la descripción del caballo a la de la lluvia inundadora, comparando los relámpagos de ésta con el centelleante vaivén de las patas de aquél.

22  Árbol grande de la familia de la encina y el roble.

23 Alusión a los mercaderes ambulantes de Arabia meridional que, entre otros productos de la en un tiempo floreciente civilización sudarábiga, vendían tejidos en la mayor parte de Arabia y allende sus confines, gracias a un eficaz sistema de rutas y colonias.

24  Sucias de barro y tiradas como las raíces arrancadas de esta planta.

 

 

 

 

 

Federico Corriente Córdoba  (Granada, 1940-Zaragoza, 2020). Académico de número. Elegido el 6 de abril de 2017. Tomó posesión el 20 de mayo de 2018. Tomó posesión el 20 de mayo de 2018 con el discurso La investigación de los arabismos del castellano en registros normales, folklóricos y bajos. Le respondió, en nombre de la corporación, Juan Gil. Licenciado y doctor en Filología Semítica por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor honorario de la Universidad de Zaragoza, en donde había sido catedrático de lengua y literatura árabes (1976-1986 y 1991-2011) y profesor emérito (2011-2015). Ocupó la Cátedra de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Complutense (1986-1991).

Anteriormente, entre 1962 y 1965, dirigió el Centro Cultural Español, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, en El Cairo (Egipto). De 1962 a 1968 fue profesor de español y de lingüística semítica y hebreo en la Universidad Muhammad V de Rabat (Marruecos), y entre 1972 y 1976 fue catedrático de lingüística semítica, etiópico y árabe en la Universidad Dropsie de Filadelfia (Estados Unidos).

Autor de más de cuarenta libros, ciento noventa artículos y cincuenta reseñas, publicó, entre otras obras, distintos diccionarios de árabe-español y de español-árabe, así como otros textos de material didáctico (Gramática árabeIntroducción a la gramática y textos árabes y Vocabulario árabe graduado).

Fue autor, asimismo, de numerosas traducciones del árabe y del etiópico, así como de investigaciones semitísticas y arabísticas y de ediciones de textos árabes. Miembro correspondiente de la Academia de la Lengua Árabe de El Cairo. Recibió, entre otros, el premio del Ministerio de Cultura de la República Árabe de Egipto a la mejor edición de textos árabes por la del Dīwān de Ibn Quzmān, en 1995. Era doctor honoris causa por la Universidad de La Laguna.

 

 

 

 

 

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