Poesía

Poesía argentina: María Cristina Santiago (Buenos Aires, 1941). Selección Marta Cwielong

 

 

 

 

 

La poeta Marta Cwielong (Argentina) prepara una selección de poesía argentina. Nos acerca a sus tradiciones, una de las más destacas de nuestra lengua del siglo XX hispanoamericano.

 

 

 

María Cristina Santiago (Argentina, 1941)

Docente, poeta, narradora

 

 

 

Opus MAGNUM

"Debemos estar inmóviles

y sin embargo movernos."

T.S.E.

 

Ya que no tengo una Magnum 44

decido leer a Eliot.

 

Me aburro en esa complacencia

y del «inmóvil

punto que gira».

 

La quietud merece ser

la parte enferma de una posesión.

Elijo el infierno. He pasado

la noche casi monja.

La «Consolata» asfixia, señora Lázaro.

Soy más vieja que un diapasón

en la boca del estómago.

Bueno, llevamos la ventaja

de cortar el tiempo.

La muerte se asoma por la manga

de una casa que no tiene portal

y corre hacia mi garganta.

 

 

Quiero hacerlo de nuevo.

Me pedís que te lea:

«la primera vez que sucedió

tenía diez años»

Ahora hay más hielo en la piel

y en la mano fruición, luz que desciende

directamente al carro de la basura.

 

Desde la ventana de un primer piso

voy arrojando junto con mis dientes

trajecitos usados por mis hijos

y dieciocho pares de zapatos.

 

Me he cambiado de cuarto.

Cuerpo que se divide ya no duerme

debajo de su padre.

Lo siniestro aguarda frente al espejo.

Entre el borde y la otra costa

donde aguaviva el hombre equivocado

vela, me desvelo. A la hora de la madurez

no hay flor más súbita que la sorpresa

de despertarse nadie.

He descansado veinte años

¿Cómo renunciar a lo digno de confianza?

Los niños se bañaron en el mar, vestidos

y del verano recuerdo sólo

el último verano. Una calle

que seguro no es Amsterdam

donde se traficaba vino blanco.

No por la eternidad estoy bebiendo.

Ah, precio, el deseo victoriano

en la más larga

noche de la estación más larga.

En mi cabeza sin corona

demorado el temblor depositó

su delicada baba

de biyouterie.

Afuera hay sol. -No hagás teatro.

Tacho mi boca.

Al margen escena de un funeral

que me he aprendido de memoria.

Por la ventana arrojo

basura, bolsa con palabras.

¿Por qué no el silencio?

Olor a gas resulta muerte sucia,

me asesoro.

O tal vez Magnum valga, punta

de lápiz, bala. Pasa de refilón

y otra vez sangre,

ya ni la mucama, en esta casa

otorga importancia a las paredes.

De mi pasado cuenta sólo

lo que escribo. ¿Lo intentaré otra vez?

En una bolsa negra,

el cuerpo en equilibrio, Lázaro.

 

 

 

 

VIDRIERAS DE AMSTERDAM

 

El empapelado tiene marcas

que a veces se ven

al descolgar un cuadro. Como si el pudor

de la señora desvistiera. Por eso considero

para tranquilizarme, imprescindible

repintar los muros. Aunque siempre

es el desasosiego quien se muestra.

¿Qué el ansia del estreno, la pared

sino restos tachados de alguien

que en el fragmento nadie nota?

Posesión de una zona:

Mejor a la utopía

consumarla en sueños.

Virtud o costumbre del deseo

no es deseo. ¿Está claro?

También resta otra forma,

una puede inventarse con destreza

acto de perfumes que matan

suavemente. Y demorarse allí.

Ver como la franja de tafetán crece

y decrece en la ventana.

Nadie revela la clausura

del papel en blanco, estancia cerrada

donde se alimenta lo inmutable

que es gesto repetido por la mano

en las piernas y el roce del satén.

Todo, ¿ese desengaño? y la pintura

el espectro del beso, la belleza

que con hábil oficio se suicida.

¿Nada más que eso? Cuestión de luces

y de sombras, al rojo desencanto de un foquito.

Confieso: lo único que no es ficción

es el poema. Asunto de cuerpos nada más

lo del llamado a lo admirable.

 

Lo otro, la ilusión

una mosca incómoda. Entra a la sala

cuando está en penumbras. Cuestión

no tan simple del deseo

rechazar este universo

cual cera derramado por los pisos.

Para evitar esas falacias

del pensamiento, algunas mujeres

mi querido,

en vez de traficantes de esclavos

nos hacemos señoras de la casa.

 

 

 

 

LA HISTORIA PERMANENTE

 

 "Él, el hombre, se ocupaba de aquello

que ella ni siquiera agradecía;

él atizaba el fuego,

lo cual era su deber de nacimiento."

Clarice Lispector

 

 

Si intentas ser lo que el otro cree

resultas sometida a esa mirada

-piensa Leticia mientras con los dedos

pela una cebolla. Entre la sensatez y la locura

no hay respiración ni línea divisoria.

Todo es cuestión de tiempo -le dice-

persistir hasta ubicar el centro.

Capa por capa la desviste.

El cuerpo se eriza a lo evidente

pero mantiene el secreto.

La locura no es letal. Sólo unas lágrimas

mientras va camino a descubrir

el corazón de lo perfecto.

La embelesa su arquitectura que deshoja

y mira, a la cebolla, igual que a un rostro.

Hazaña de reconocimiento hacia el vacío

la tarea implica casi, lograr

el punto justo. Adivina el espacio

donde en armonía se instala el pensamiento

escurridizo; gelatina la piel que al desvestir

incita a un llanto inconsolable y seda.

Intuición de saber: tras cada lienzo subsiste nada.

 

Disculpen la demora -advierte a las que

esperan en la bolsa de nylon. La operación

es muy profunda y ella es única: una cebolla

única no puede desperdiciarse en rodajas.

Mejor sin lágrimas

pues si el que encendió el fuego llegara ahora

pensaría que he roto el equilibrio;

sus ojos con búsqueda total

devanarán los ángulos, las alacenas.

Pero hay orden: la comida hierve

puntualmente en la marmita

y le dará ilusoria la certeza

de haber tenido todo el día

incluso mis pensamientos, bajo su mirada

 

 

 

 

 

 

María Cristina Santiago (Argentina, 1941) Nació en Buenos Aires, ciudad donde reside. Profesora en Letras (UBA), tiene un lugar destacado como poeta, narradora, traductora y editora. Miembro de la Fundación Nusud, del consejo de redacción de la revista “El desierto”, codirectora de Libros de Alejandria, colabora con los principales medios locales e internacionales. Participó en la organización de la Antología Oral de la Poesía Argentina, en el Centro Cultural San Martín.

Entre sus múltiples publicaciones, destacamos los libros de poesía: Soy el lugar de las apariciones, Fuera del serrallo, Vidrieras de Ámsterdam, El libro de las aguas, Siempreviva. Además de la nouvelle Lucía, por mirar de reojo, obra pionera en su género que la hizo acreedora de elogiosos comentarios y estudios críticos. Fue incluida en innumerables antologías locales y extranjeras. Obtuvo cuantiosos premios, entre ellos Fondo Nacional de las Artes 1995, jurado integrado por Joaquín O. Gianuzzi, Manuela Fingeret y Esteban Moore.

 

 

 

 

 

Marta Cwielong, nació en Longchamps, Buenos Aires, Argentina. Ha publicado su obra bajo los títulos: Razones para huirDe nadieJadeo animalMorada (Valencia, España), Pleno de ánimasLas vírgenes terrestres, (Observación de poetas latinoamericanas, trabajo de investigación y creación). La orillaMemorias del hambre, (Ediciones POE Guatemala). 2 Poetas de Argentina, publicación compartida con Mariana Vacs, Ediciones Corazón de Mango, Colombia. No esperes que me anuncie, publicación bilingüe catalán-castellano compartida con el poeta valenciano Pere Bessó. Participa en numerosas antologías y festivales de Poesía de Latinoamérica. Su poesía ha sido traducida al catalán, polaco, italiano y francés. Embajadora de La Guacha Revista Nacional de Poesía.

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *