Poemas griegos: Roberto García de Mesa (España)

 

 

Publicado en el libro La cima inversa, de Roberto García de Mesa, Buenos Aires, Buenos Aires Poetry, 2021.

 

 

 

 

Poemas griegos

 

Roberto García de Mesa (España)

 

 

I

 

La noche bajo el cielo griego

nos da a elegir entre una visión

a ras de calle o el horizonte del Mediterráneo.

Esto es, leer el mensaje desde el ojo del tiempo

o cantar bajo el embrujo.

 

 

II

 

Caer

desde las columnas de Meteora

hasta la bañera de los días inacabados.

Porque sentir la fiebre,

el cuerpo del no,

me acerca más al no saber.

Cada fracaso comienza lejos.

 

 

III

 

Me dejas junto a las cigarras,

junto al peso

de los sonidos escondidos.

Y veo así mi deterioro,

la soledad,

descifrarte por nada.

 

 

IV

 

¿Por qué no cambias de lugar?

Tu sitio sobre cascabeles.

Tu silla en vela.

La estatua, el pan, la sonrisa.

Lo mismo.

 

 

V

 

Sobre mí

te espero,

como los relojes,

como tus labios

que impregnan de deseo

todo lo conocido y

lo que queda.

 

 

VI

 

Los poemas caben en un suspiro.

Los poemas caben en los zapatos,

en el vaso con agua, en el cigarrillo

de la noche anterior…

 

 

VII

 

Te escucho

a ti,

         a ti,

a ti…

la minúscula hoja,

el cambio en las manecillas del reloj,

la secreta llave,

la acera que piso,

el pañuelo enrollado en tu cuello…

Ahora que los dedos desparraman

mis sentimientos,

soy nuestro error,

la carne inquieta y el festín equivocado.

 

 

VIII

 

El verano en pie

y todo el vacío en Atenas.

El sol en forma de ombligo gotea

por todas partes.

El teatro de las cigarras,

su furia e intensidad morirán pronto.

La brisa acaricia los cuerpos

y nuestra resistencia, la luz.

Un timbre suena insistentemente en la calle

(nadie llama, nadie escucha),

pero se impone a la razón.

 

 

IX

 

Piedras que preguntan.

Preguntan sobre un escenario que fue.

Público natural.

Precio de vivir entre ángeles caídos.

 

 

X

 

Me dijeron que podías esperarme

cuando el recipiente estuviera medio vacío.

Los ojos, las uñas, los abrazos,

los cuerpos temblando solos.

La silla está contigo.

No te separes de ella, de su recuerdo.

No te separes.

 

 

XI

 

Austera, inmóvil,

la fuente llama.

Y despiertas para encontrar una cruz perdida

sobre los hombros,

a las puertas de consumar que nadie eres.

 

 

XII

 

Pájaros en las cortinas del cielo.

Nubes impulsadas por brazos de gigantes.

Reman el frío.

El teatro de la hospitalidad en Atenas.

Todo en los bolsillos.

 

 

XIII

 

Morder la bandera.

Dejar que los dientes suenen.

El vagón abandonado.

El eco es delirante.

El apareamiento de las cigarras en verano, también.

 

 

XIV

 

Vino con la primera luz.

No hablaba.

Plantó un árbol.

Se cayó de él 100 veces.

Lo soñó demasiado tiempo.

En Atenas, el fuego lo devora todo.

 

 

XV

 

Calíope me dio una rebanada de pan cretense.

Los viejos comentan, deciden.

Los mitos se dejan embaucar.

Los poetas hablan y hablan.

Lo dijeron todo, ya.

Es tarde para la transparencia.

Insisto en la partida,

en la apuesta.

Me juego un sueño a que moriré aquí.

 

 

XVI

 

Enseñas los dientes frente al espejo.

Confías en el olvido.

Las habitaciones, a veces, permanecen desiertas.

Las botellas, también, vacías.

Si te colocas de lado no repararán en ti.

Todos los principios cambian si tú cambias.

 

 

XVII

 

Si una vuelta se confunde con otra,

te perderás en el horizonte como Odiseo.

Podrás ser una estatua sin rumbo.

En el Mediterráneo no es posible fingir

y te recordarán por lo que perdiste.

 

 

XVIII

 

Las ventanas susurran en Atenas.

Entran y salen las palabras.

Poemas que no descansan.

Al atardecer, los ancianos se sientan

y observan la Acrópolis hipnotizados.

Los balcones, los ventanales

prolongan los ecos de lo que se dice

y de lo que se ha dejado de decir.

 

 

XIX

 

Balada

 

Por la calle Byron un anciano, con gafas de sol y absolutamente inmóvil, medita. Con un vaso en las manos no se reconoce entre la multitud. Aguarda allí, pero su visión se cruza con un escaparate. No mira. O hace que no mira. Su cuerpo se refleja entre los productos de decoración.

 

 

XX

 

La multitud a punto de llegar.

El tren silbando.

Un hombre de largo vestir,

como los cuervos de Atenea,

se dispone a abandonar el vagón.

Su mirada cabizbaja, su sotana sucia.

¿Descuidado? No. Busca como Diógenes.

Búscalo en las cuevas de Meteora.

 

 

XXI

 

Bajo el calor abrasador del verano,

la galería pasa,

el desfile de aromas, de pensamientos…

La lenta brisa del Mediterráneo

acaricia las antiguas piedras.

Mi piel, también.

Solo soy una insignificante historia más

dentro de la historia,

un gesto más que recrea lo que se ha perdido.

 

 

XXII

 

Una pizca de otro mundo.

Una canción antigua que lo abarca todo.

Las parejas ríen, bailan juntas al atardecer.

Una colmena de deseos.

En Atenas cada rencuentro, cada hoja que cae,

cada danza es una conjetura.

 

 

XXIII

 

Los espíritus del sueño vagan

libremente por aquí.

Los conflictos, los temores

atacan de madrugada.

Enviados por antiguos guerrreros,

provocan el canibalismo, la violencia.

De vez en cuando parece que todo fuera

a explotar, en Atenas.

Hay una calma artificial,

como una espera interminable.

Lo inminente llamando en silencio a cada puerta.

 

 

XXIV

 

Los ojos a través del agua,

del recipiente.

El ardor en una gota derramada.

El olvido en otra.

La paz del Mediterráneo, de la tarde,

del aroma, de la piedra.

Extremos que coinciden,

que equilibran las ruinas de la ciudad.

 

 

XXV

 

Solo al escuchar la violencia de las cigarras

en verano, aquí, descubres

que en todos los hogares

alguien pierde y alguien gana.

 

 

XXVI

 

Tres jóvenes discuten de madrugada.

Fuman maría en la noche profunda.

Ríen. Se preparan para pelear. Ríen.

Escupen. Se empujan. Ríen.

Boxean con el vacío.

Susurran. Cantan.

Ponen música en el móvil.

Tunean la realidad.

Se alejan. Vuelven.

Quizá no vuelvan.

 

 

XXVII

 

El sol cae sobre mí.

De vez en cuando cae, también, alguna abeja.

Insiste en que volar no es un premio,

sino una maldición.

 

 

XXVIII

 

Algunos hombres observan,

con hastío, los oscuros detalles de la ciudad.

Abandonados a su suerte,

criados con la presión de ser los mejores,

miran, con desconsuelo, cómo el tiempo

se escurre entre sus dedos.

Descansan sobre las aceras.

Descansan porque creen en la reencarnación.

 

 

XXIX

 

La calle es silenciosa,

pero la ciudad no.

Por eso no es extraño sentir con frecuencia

un estallido mudo.

 

 

XXX

 

Las orillas están lejos,

y solo en la conciencia.

El escenario azul.

Las cortinas blancas.

En cada hogar el futuro

dialoga con la brisa.

Un vaso repleto de agua fresca.

Toda Grecia desde el primer sorbo.

«No me olvides», dice, cuando

recorre todo mi cuerpo…

«El corazón del viajero nos pertenece».

 

 

Atenas, 31 de agosto-4 de septiembre, 2021

 

 

 

 

 

Roberto García de Mesa es un poeta, dramaturgo, narrador, dramaturgista, ensayista, filólogo, comisario de exposiciones, director de escena, artista visual y músico español. Es licenciado en Derecho y en Filología Hispánica, además de Doctor en Filología Hispánica. Es tutor en la Universidad Nacional de Educación a Distancia y profesor asociado en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, en Lengua y Literatura Españolas. Tiene su propia compañía de teatro. Ha publicado más de setenta libros de poesía, teatro, narrativa muy breve, ensayo, conversaciones, obra gráfica y ediciones críticas, así como cinco cds con sus composiciones musicales. Obras suyas han sido traducidas a varios idiomas (inglés, griego, rumano, francés, italiano, esloveno, alemán y portugués) y ha publicado sus textos en revistas de diecinueve países.