Poesía

Poemas en prosa de Luciano Pérez García (ciudad de México, 1956)

 

 

Luciano Pérez García (ciudad de México, 1956)

 

 

 

Asís

 

Lícito me es acudir a Asís para provecho de mis palabras. No para buscar compasión, pues dura es la muchacha y duro el destino; sino para que los dísticos desgranen su metro según Alejandría entre los romanos. Que si el aroma es todo Calímaco, a Roma le pertenece el caudal de alusiones. ¡No hay cabida para lector perezoso, ese no es mi semejante! Mimesis de Propercio son las memorias que como de Cintia tenemos, de esas memorias a las que llamé alguna vez Yucatán y la Santa María. Amor fue la dureza, como mísero que soy y que he sido. ¡En Asís la riqueza es toda verso! Porque en Asís nació Propercio.

 

 

 

Abeja Reina 

 

Abeja Reina lectora de Ovidio, no del amor sino del destierro, que nos hemos ido lejos, con los bárbaros, con quienes estamos mejor, porque nadie nos ama. “¡Nadie me ama!”, exclama la reina, y el dístico cae, por obra y gracia de su mano de miel y de langosta. Ella, la que clama en el desierto, porque el hijo al que llevaron a Egipto fue hecho pedazos, no por Herodes, ni por Faraón, ni por Diablo. ¡El creador de Behemot y Leviatán lo hizo!

Por fortuna, estamos lejos de eso. Abeja Reina sigue leyendo las penalidades de Nasón junto al negro mar, ahí donde el petróleo de Ploesti desemboca para tirarse, para perderse; nada importa, porque nadie, NADIE nos ama. Abeja Reina piensa un rato en Ulises, y ahora peina hexámetros, larga cabellera en el exilio. Los bárbaros aquí dicen BARA, BARA  como en Tepito, y quien entiende eso no aspira a la docencia, tan sólo sabe que ya no hay para qué pararse temprano e ir al trabajo, ni luchar a la grecorromana en el metro (la medida) de Ciudad de México.

No es tan malo el destierro, pero abeja quiere picar. ¿Acaso no fue Eros picado por una? Y Eros es Eris, lo sabemos todos, aunque nos quejemos de que no se nos ama, y de que la medida (el metro) de las cartas de “Las Tristes” tiene que ser ajustada a la pena que sienta uno, y a veces uno está contento con su tristeza. Y la reina, que es fan ovidiana, ha dejado de leer el Arte y los Remedios, para hundirse nada más que en el Ponto. Porque nadie ama…

 

 

 

Titón

 

Que si por blanco del pelo duermo más de lo que debo, culpa es de la aurora, que no exigió de los dioses mi juventud, y ahora sólo me queda un porvenir de cigarra que chirría incoherencias. Dichas éstas en hexámetros, eso sí. Me sumerjo en el sueño, y ahí también soy viejo, y expulsado de la  milicia venusina. Aurora es más joven que nunca, y oigo los aullidos y los piropos, y nada puedo hacer, que si acaso tomo la espada, el peso de ésta me derrumba sin valor en el suelo. Que quien a hierro ni mata ni muere, es porque la edad lo alcanzó con agudo filo.

“¡No fumes, cigarra!”, me gritan todos, que me ven echando humo por el cansancio. De no ser por la fatiga, los obligaría a respetar mis canas. Pero la inmortalidad implica ya no acordarse de nada, y entonces los dejo ser y me vuelvo a dormir. Para mí nunca amanece, aunque mi esposa brille con un primor que ya olvidé.

 

 

 

Lorraine

 

Una y otra vez intento hablar de ti y nada me resulta. Cuando te fuiste hubo diablos negros pintados en las entrañas de las vírgenes. Ningún ora pro nobis pudo evitar que el Ave de la lamia te erigiese un monumento en el país de los midgets asirios. Cuando te fuiste los petreles se ayuntaron con las marsopas, así que las fisuras en el mármol aparecieron apócrifas, y los quejidos de Laocoonte apenas y a veces te alcanzaron. Cuando te fuiste los rebaños se dijeron desamparados y corrieron a precipitarse en la selva para ser devorados. Entonces los pastores, compungidos, apelaron a Pales para que tú fueses la que ahora del cielo baje para apacentar a los erizos. Y pediste ser atada como Andrómeda no para que Perseo te rescatase, lo cual no querías, sino para que el monstruo te buscase y te bucease a fondo. Eso quise decir de ti, y si no resultó tampoco, lo no dicho dice tanto como lo dicho. Amén.

 

 

 

Vieja oda de vanguardia

 

Gladys es aire, tabaco, mirra, estroncio. Es mármol, carena, colmena, topacio. Es crisopeya,

crisálida, una aguja para el mar. Es álgida estrella y sol estupefacto. Es centuria entre cenizas y ósculo imperecedero. Es paflagonia, pandemónium, parapeto de las bellotas. Es calcio, fósforo, azogue, nitrato. Es hálito para iniciados y pócima de parusías bienhechoras. Es cigarra que hace humo de su propio cuerpo tenaz. Porque

Gladys es cólquide, sármata, una flor del Termodonte. Es ojiva para el agua y cerradura de

los acuarios. Es oxígeno, polígono, diablesa de los minerales alumbrados. Es abeja que produce miel desde profundidades eméritas. Porque

Gladys, ¿quién es Gladys? La raíz de los ídolos cuadrangulares y de los crepúsculos en

algún grado mesmerizados. Es balada que diluye los jeroglíficos del alba. Es monarquía de oros impostergables y de eros que desgranan las genealogías del viento. Es cuneiforme, ninivita, pero jamás moabita. Es Eleusis, Fata Morgana, otro mantra para los rechonchos etruscos. Y es que

Gladys es mirto, no-me-olvides, crisol para el germanio. Es cábala, cúpula, vértice, pórtico.

Apaga la sed de los leones bibliotecarios. Bosqueja una pirámide para intérpretes sonámbulos. Es cada gramo de ella una vestidura del sol. Toda su piel un panegírico del gimnasio, una apología de glóbulos y garabatos. Una esgrima para los últimos días de la exuberancia.

 

 

 

Dioses

 

Dios es Sauron, y con su ojo extingue el camino de los felices. Y Dios es también Ilúvatar, ante quien los enanos realizan piruetas a manera de ofrendas. Dios es Mani, que partió a San Agustín en dos ciudades. Y Dios es también Tifón, porque los gigantes y los titanes han de ser libres. Dios es Priapus para quien ama la grandeza. Y Dios es también Giger, con su evangelio según Alien. Dios es Samsa, a quien sus padres crearon insecto. Y Dios es también el grajo praguense en cuyo emblema aparece la palabra KAVKA. Dios es Juan que sin cabeza fue besado por Salomé. Y Dios es también Ciro siendo magno con Babilonia y Jerusalén. Dios es Wagner, nuestro padre muerto en Venecia. Y Dios es también Nietzsche,  sólo loco y sólo poeta en el origen de la comedia. Dios es Milton, el ciego de los jardines que se pierden y se recobran. Y Dios es también Goethe, cuyo cráneo es loado en las logias del mundo. Dios es Góngora, y es también Sor Juana, su profetisa délfica.

 

 

 

Al cráneo de Goethe

 

No me gustan los masones, pero tú eres la excepción, y medito ante tu excelso cráneo para hallar en él algunas formas queridas. Dentro de esos huesos hubo creaciones que prodigaron emoción y estilo. ¿Cómo es que brotan de algo tan estrecho mundos y trasmundos que no se acaban nunca? Tu cráneo me ilumina en muchas cosas. Lo veo y siento que la carne se va, que los huesos se quedan, y a veces ni siquiera éstos. Nada hemos sido en el mundo. Un mono nos ha creado, y en mono terminamos, dentro de una caja de huesos, o de polvo de huesos, que algunos creen enamorado pero tú te reirías de esto, socarrón pagano escéptico igual que yo. ¡Loor a tu cráneo, que no hay mejor ventura que de él haya surgido algo interesante que decir al mundo!

 

 

 

La que se baña

 

La que se baña se cura el espanto y aleja de sí la misericordia.

La que se baña se queda sin pecados y no hay quién se empeñe en redimirla.

La que se baña es ya pura y puede bajar a los abismos, que ningún daño le podrán hacer.

La que se baña es ya el origen de sus propios ahogos y desahogos.

La que se baña concede a los átomos una entrada por los poros.

La que se baña lo hace para que no la perturbe el devenir de las cosas.

La que se baña se quita de verdad la libertad de los hombres.

La que se baña no necesita beber de la justicia para no tener sed.

La que se baña no tiene tiempo para que de ella se digan suciedades.

 

 

 

¡Cintia mía! ¡Mia Cintia!

 

Clamo y llamo y nunca más soy oído, mucho menos por las que no son Cintia. ¿Quién quiere saber de mí, un mísero? Nadie, y lo sé bien, pero ello no impide el que una y otra vez tome el estilo y grite y aun aúlle: “¡Cintia mía! ¡Mía Cintia!” Y nadie, y nada, porque Cristo murió en los tiempos romanos, y yo acá en Tepito sólo sé que el no ser oído por Cintia, me hace partícipe de la infelicidad de Propercio.

 

 

 

Harpo Marx habla

 

El arpa es el obsequio de los dioses a los mudos, y éstos hablan, como Harpo en este momento. Dice: con el claxon emito sílabas eméritas, y las madres procrean tiranos que las subyugan, y Polifemo es mejor cantor maestro que los que tienen muchos ojos, y ente ritos y mitos le doy cuerda a la soprano, todo mientras afilo el marfil del alfil cornudo, y extraigo el alcohol del hígado de los arúspices, y a los etruscos obesos les obsequio mi concierto de arpa y orquesta roja para Carolus Marxius, mi primo.

Con mi claxon (ll)amo a: noctívagos, magos, bacantes, poseídos e iniciados, mis hermanos. Y todos ellos me entienden, me atienden, me tienden en el ring donde boxean los opuestos, para que el arco destruya la lira y viceversa. Para que el fuego me emancipe de la miel y las langostas, éstas que con zapatos cruzan el desierto para (cl)amar con voces de contralto. Mi claxon es la boca y mi arpa el pensamiento. Por eso los dioses me dicen: “no eres mudo, tienes dos instrumentos que nadie posee, ni siquiera el más bravo de los nuevos  mu(n)dos”.

 

 

 

Luciano Pérez. Es originario de la Ciudad de México, nacido en 1956. Egresó de los talleres literarios del INBA, donde fue discípulo de los escritores Agustín Monsreal y Sergio Mondragón. De 1986 a 2006 laboró en la Subdirección de Acción Cultural del ISSSTE, primero como promotor de talleres literarios, y de 1989 a 1998 en la revista cultural del instituto, memoranda, donde fue secretario y luego jefe de redacción.  De 2007 a 2012  estuvo en Ediciones Eón, como redactor y corrector, y después como editor en jefe. Desde 2013 se ha dedicado a traducir del alemán al español, tanto para la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, como para  Editorial San Pablo. Narrador, ensayista y poeta, ha publicado los siguientes libros: Cacería de hadas (1990), Cuentos fantásticos de la Ciudad de México (2002), y Antología de poetas de lengua alemana (2006).  Actualmente es editor de la revista cultural en línea Ave Lamia, y aquí publica sus ensayos literarios, históricos y de cultura popular, además de cuentos de corte fantástico, así como también traducciones de autores alemanes.

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