Poemas de Thelma Nava
La orfandad del sueño
para Efraín
La vita non e sogno. Vero l’uomo e
il suo spirito geloso del silenzio.
Dio del silenzio, apri la solitudine. Quasimodo
I
Regreso de los sueños que se inclinan
cada noche a recoger violetas.
De tardes que se juran la lluvia a perpetuidad.
De palomas que se adelantan a los acontecimientos.
Regreso porque es preciso convencerse y mirar
que los atardeceres cambian siempre de sitio
y la lluvia no solamente se detiene en los labios.
Todos los días nos encontramos al pie de la sorpresa.
El viento dispersa sonrisas que surgen de la nada,
del lugar donde no crece ni una sola semilla
y la piedra no es más que piedra
colocada en la tierra.
Mi corazón te está buscando,
como la hormiga que recorre distancias
y se mete en la boca de la manzana.
Y la orfandad no cesa,
oh noche enemiga del alba de las doncellas
que no supieron tejer nunca
un velo nupcial.
De la góndola del sueño surges tú y agitas
la campana de plata
que no conoció la risa de un niño;
solidificas mi corazón y voy hacia tu encuentro
incendiada, como un salmo que vuela por los aires
II
Todos los días te sacrifico un cordero de oro
surgido de los pies de hambrienta muchedumbre,
nacido del silencio de todos los caminos,
para dar libertad al ángel
de los santos misterios –guardián
de los enamorados que llegan a sus plantas
con la verdad en los ojos–.
Y tropiezo de pronto con un escudo de cobre,
al frente de la puerta iluminada.
Un muro de salamandras me protege
y te me pierdes repentinamente.
Te alejas como un barco en la neblina
y es preciso pagar un rescate de jazmines
para poder besarte en la garganta.
III
Una hebra de plata atraviesa el silencio de tus
párpados. De tus manos durmiendo en mi cintura fatigada.
Evoco la tempestad
como un goloso pájaro que devora relámpagos
con demoníaco pizo rechazador de serpientes
emplumadas.
Surgen las estrellas a la vista de todos.
Y el mito es como un guante sin medida.
El colibrí en su celda, sacude su ala derecha.
Y nos pertenecemos
al amparo de un tulipán nocturno.
IV
Un halcón de madera me señala
dónde se inicia el movimiento de la luz,
en la torre que resguarda el verano.
Porque una sirena ha muerto sobre el agua,
las lámparas del llanto están de pie
y dialogan con las monedas de sus manos rotas.
V
En la túnica marina de cobre, todo sucumbe.
Empieza entonces la desbandada de tu sombra,
que rompe sus cinturones de raso y amaranto
y se desplaza por el viento,
como una botella enamorada.
Una cadena de luciérnagas asoma
de pronto a tus ojos que fulminan
la mariposa teñida de suspiros.
VI
Ya nada puede volver a ser lo mismo.
Se ha violado la cuerda de la noche.
Los sollozos mortales de los peces estremecen el aire.
La ballena ha perdido su sortija
y todo en derredor es orfandad.
VII
Alimentada en ti, permanezco custodiando
la niebla de tu cuerpo
para recuperarte al día siguiente,
a la orilla del sueño, catedral que nos conduce
al nacimiento de otra noche, otra noche.
El primer animal
Soy un torpe animal melancólico que a veces se alegra
de la lluvia o la niebla
y mira pasar sus piernas en ocasiones extrañas dentro
de su cuerpo,
mientras gusta de encender la noche con el fruto de sus
lamentaciones
y de vez en cuando
como un alto nombramiento conferido desde la infancia
ama.
Soy un torpe animal que no se sacia
de buscar la ternura escondida en una vieja campana
de barco,
en un poema leído a solas o en esa sensación elemental
de tener hambre o frío.
Soy simplemente un animal sencillo y primitivo desde mi
origen,
cruel algunas veces y que gusta de ser largamente
acariciado,
penetrado por un sol amoroso, rodeado por pequeñas
y tiernas palabras.
Deseo la construcción de un mundo capaz de contenerme.
Mi naturaleza de animal me vuelve frágil, insumiso y
violento
en horas en que me pongo a jugar el juego de la vida.
Hago la luz y los silencios
y soy humano hasta donde mi capacidad me lo permite.
Porque soy primitivo vuelvo mis pisadas a la tierra,
el olor de la tierra que me ha enseñado siempre
a poder distinguir al enemigo, al que pisa distinto y habla
diferente.
Soy dócil y sensible. Me gusta a veces comer granizo, beber
café y escuchar a Vivaldi.
Y viajan mis ojos por paisajes interiores y canto y mi
sangre se aquieta.
Siento que soy el animal de todos los asombros:
el primer animal sobre la tierra.
Palabras al amigo solitario
He aquí que estás y vives y nada es suficiente.
Un algo insoportable te domina
y la ciudad no cabe ya en tus manos.
Se te sube a la espalda,
regresa a tus zapatos.
Y piensas en el hijo que no tienes,
en la mujer amada que le falta a tu noche cada día.
Aquí estás, dividido,
doliéndote esa inconforme sangre que tú eres,
los huesos que tú eres sin desearlo
el salmo de un amor que no pediste,
la despiadada furia que aniquila tus buenas intenciones.
Aquí estás y aquí buscas
a uno más solitario que tú para entregarle
esa mitad de amor que te has guardado,
esa mitad de llanto que no lloras
y esa mitad de muerte que tú vives.
No tenemos piedad
a Dionicio Morales
No tenemos piedad
de las manos que penden del sol,
del renacimiento del astro huérfano
que nos penetra en la piel
como una inmensa tela
sobre el corazón de la tristeza.
No tenemos piedad
de todos los besos dados
porque nos hemos olvidado
de volver al primero.
No somos nuestros enemigos.
Y estamos en el umbral de los ángeles
para encontrar de nuevo su sonrisa.
El sediento
Como el que quiere y no,
como el que llora lo que nunca ha tenido
y se golpea las alas
desbaratando tréboles inútiles.
Caminará derecho hasta su orilla,
se tenderá, de lado,
para que el sol así, le dé la espalda.
Y si la sombra llega,
si aún es tiempo,
le arrebate el perfil.
Escribirá un monólogo de tierra
en la sombra del viento.
Se hará muchas preguntas
pozo negro y vacío
cueva del agua,
ay
este
indefinible
corazón
mío
Mi corazón
Mi corazón a diario se pregunta
¿dónde va? ¿qué lo limita?
Si lo limita el aire, estalla.
Si lo limitas tú, arde sin tregua.
Mi corazón es, pues, ilimitado.
Ellos llegan de noche
¿La poesía? Un caracol nocturno
en un rectángulo de agua.
José Lezama Lima
Los saqueadores atisban detrás de los espejos.
Oleajes transparentes asoman en la noche
sus conchas irisadas, caracoles ocultos, corales fantasmas.
Los pasos voluptuosos recogen las arenas nocturnas,
la intimidad de la palabra secuestrada.
Vienen y van, navegantes de las altas mareas,
origen de la vida, gozo imperfecto.
No son ellos los oficiantes, los creadores de imágenes.
No volverán, pero su huella en los tapices
te dará la certeza de su extraña presencia.
En México, donde tampoco
tu fuego podrá extinguirse
al Comandante Ernesto Che Guevara
Será porque hoy tu fotografía junto a mí
es una lámpara de fuego
y ha venido un poeta de España que persigue
tus pasos por la calle de Nápoles de la ciudad de México.
Será porque duermes entre peces de tierra
y no hay una paloma sobre tu pecho
y tu espalda se ha quedado en silencio.
Porque estás un poco más cerca de nosotros
y una rosa de estaño aparece desnuda entre tus manos.
Será porque no tengo tu mancuernilla derecha
ni fui la maestra que habló contigo
a la que corregiste los acentos
en la pequeña escuela de Camiri.
Yo sólo soy una mujer que tiembla cuando dice tu nombre.
Thelma Nava. (ciudad de México en 1932-2019). . Fue cofundadora de la revista El Rehilete y fundadora de la revista Pájaro Cascabel (1962-1968) y la editorial del mismo nombre. Participó también en la dirección colectiva de las revistas Manatí (1974-1984), Xilote (1969-1977) y La Brújula en el Bolsillo (1982-1984). Su poesía ha sido incluida en cerca de cuarenta antologías, nacionales e internacionales, entre ellas, Poesía en Movimiento. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués y búlgaro. Obtuvo en 1962 el Premio de Poesía Ramón López Velarde y la presea Rosario Castellanos de Chiapas en 1993 en el marco de un homenaje en su honor, ha recibido asimismo, homenajes en encuentros de poetas. organismos y municipios diversos, entre ellos el Premio Nezahualcoyotl por obra y trayectoria poética nacional e internacional, otorgado por el Ayuntamiento del Municipio de Nezahualcotótl, en junio de 2005. Ha publicado: Aquí te guardo yo, (1957); La orfandad del sueño, (1964); Poèmes Choisis, (1965); Colibrí 50 (1962-1964), (1966); El Primer Animal, (1986); El libro de los territorios, (1992); Material de Lectura. Antología, (1992); El Verano y las islas, (1998); Paisajes interiores, (2000); El Primer Animal. Poesía Reunida 1964-1995, (2000); Los pasos circulares,(2003); Para volver al mar, (2004); Detrás estaba el mar, CD Voz Viva de México, (2017).