Los Mayores de la poesía: Lêdo Ivo (Brasil, 1924-2012). Traducción de Héctor Carreto
Poemas de Lêdo Ivo (Brasil, 1924-2012)
Traducción: Héctor Carreto
En una callejuela de Cinelandia
En una callejuela de Cinelandia —
futura ruina de un mundo
que será piedra y heno—
se balancea el camión de basura
entre limpiabotas somnolientos
y barberos de rostros verduscos.
Fuera del calendario divino
la aurora nació fétida.
Un vómito de luz lívida
ilumina frascos de crema
y pelucas de maniquíes.
En los platos sucios de los restaurantes
que atesoran frías langostas
la noche es un rehén:
al paso de los astros se estremecen
migajas acumuladas en los platos floreados.
En los cuartos de los hoteles
que absorben el paisaje de tergal
los viajeros de las pequeñas ciudades,
en sueños generados por los carbones
de la noche de los cines y por los deslavados
carteles de los teatros de revista,
intentan tocar senos de actrices
que son ojos de peces congelados.
Y las palomas beben la luz
del agua ciega y pura
que escurre en las atarjeas.
Fábrica sigilosa
La gaviota
Sobrevuela
el semáforo.
Ningún rumor de agua.
Ningún temblor de alga.
sólo los sumideros
lanzan al tranquilo océano
el sigilo de la vida.
Finisterra
Voy entre la multitud y mi nombre es Nadie.
En una ciudad que apesta a pescado podrido
a gasolina y a demagogia
oprimido por la tarde voy rozando las escamas
de paredes que hurtan mi dolor.
Bajo este cielo vinagre, absorbido por turbinas
un vómito de cifras me entorpece.
Llevo en la marea mi amor de hombre
y nadie sabe que amo, salvo los perros
que olfatean mis pasos por las alamedas.
En el escenario del miedo mi fervor responde
a una estridencia de piedras desmoronadas
y en los túneles escucho gotear
mi amor de agua, y mi amor de flor
brota en los quioscos pálidos y atraviesa
los pedregales y abalorios del día adornado
con rafia amarilla y blanca.
¡Oh día, altar de los hombres, corral de mármol!
Las reses se aproximan entorpecidas al matadero.
La sombra de mi amor incendia las calzadas.
Los días son rufianes ocultos en balcones
donde nadie paga los intereses de mi alma.
Y este amor que me traga en cuanto absorbo
el zumo oculto en la gruta insensata
abre un abismo entre los surcos y las rocas
de la tierra que me nutre en sus pechos de polvo.
Las empalizadas de la incertidumbre se levantan y aíslan
torres donde se alternan centinelas que espían
en la oscuridad la llegada de pelotones invisibles.
En el camino, entre el viaducto y el motel,
cuando vengo, es que voy… Partida y llegada
son quimeras del horizonte y graznar de gaviotas
que irritan a los burócratas en la aduana.
Al caminar por Río de Janeiro, vivo todos los asombros,
red que en la oscuridad encuentra un banco de sardinas.
hombre que detrás del sol se enfrenta
con los terrenos cenicientos de la amargura.
La hora traza un arco de luz para que yo pase
entre los millonarios, los padres, los basureros, los
[payasos y las prostitutas, que son mis semejantes.
Aquí los bancos son más bellos que las catedrales.
Y cabizbajos confesamos a los gerentes nuestros pecados:
codiciamos a la mujer del prójimo y su mansión y su esclavo y su
yate y su buey y su asno y sus desventuras
y el sol de su piscina.
Comulgamos en las ventanillas, y cuando la Bolsa cae
tiemblan nuestras almas monetarias.
Entre el terror, el telestar,
y la hormiga que sube por la escalinata de la Secretaría de
Hacienda,
se forman señales luminosas. ¡Oh nuevo glosario del mundo!
Adiós oh viejas palabras que nada significan
y que bogan en las letrinas por momentos.
Como los deshuesaderos de automóviles, los museos guardan la chatarra.
El arte de hoy está en los muros,
en letreros que anuncian aparatos eléctricos.
¡Oh diálogo de constelaciones, oh sintaxis planetaria!
Como las palabras dementes que aprendí en la escuela,
gastadas como suelas de zapatos,
ya no sé cantar al mundo ni decir amor mío.
Mi silencio muerde un pan cocido
en los hornos de la mentira.
Oh día sin labios,
oh día cubierto de escamas como pez
que nada en mi jaula,
dime qué cielo guardó el grito de Elpenor.
¿Dónde está la sepultura de Nabucodonosor?
Canta para mí, oh Musa, acerca del varón industrioso Nick Carter…
¿Dónde encontraré todas esas viejas tumbas
con sus lápidas cuarteadas y epitafios
escritos en la lengua antigua de los muertos?
Las trompetas resuenan en la explanada de Elsinor.
Los leones de granito rugen en la mañana.
Y pisando las palabras amarillas de un otoño amarillo como el cuerpo de Cristo
voy entre una multitud de boca lacrada.
Soy un hombre aislado de los otros hombres
que caminan como si ya estuviesen muertos.
En los estacionamientos, la luz de la tarde quema
la hierba que me separa de mis hermanos
en este mundo roído por el terror.
Ellos gritan donde yo no puedo escucharlos.
Y la aurora carcome mis puños iracundos,
y las ratas roen los pulsos de mi alma.
Abandonado en el horizonte, bebo la blancura de la noche
que ilumina la fachada de los hospicios.
¡Oh noche bella como un navío!
Soy el grano
en el silo.
Soy el viento
que viene de los suburbios de orina y querosén
y que ciega lentamente los ojos de las estatuas.
Los gigantes del mundo me preguntan: “¿Cuál es tu nombre?”
Respondo: “Me llamo Nadie.”
Los gigantes merodean los yates anclados en las islas.
La cólera de la vida tiembla en las calzadas.
El día se disuelve, impostura
deshecha en el aire reverente. Y tú que eras gemido y carne
me acompañas, diluida en mi saliva.
Y como los viejos aviones duermen en los hangares
así duermo en ti y el silencio es un triunfo
sin aplausos ninguna valva se contrae
y los peces se amontonan en cestas fétidas
de supermercado, desvanecidos
en el espasmo puro de las fornicaciones.
Mi vida se descáscala como aquellos viejos balcones
abiertos en Nueva York al esplendor y la mentira.
Soy aquel que no cabe en el alarido
que sube desde la glorieta de la Bolsa de Valores
hasta un cielo sin sílabas.
En el día bursátil, el sudor de los hombres
se transforma en números,
pero lejos de ti sólo escucho las roncas palabras
que salen de tu garganta visible para el amor.
Oh mujer, esponja del hombre,
ocupas todo el paisaje como un pájaro.
Oh sol desnudo, oh mi yegua de carga,
paseo por tu cuerpo como un niño en un palacio
y soy la luz de los espejos que iluminan tu espalda.
Vago por planicies y colinas al ponerse el sol
espantando a los pájaros que ondulan en tus párpados
y ahuyento al arcoíris.
Y junto a los cercados escarlatas de la tarde
que encierran el cansancio de los hombres
sigo un rastro de tierra agrietada
donde el odio pasa a galope, espantando a la muerte.
Oh noche de los semáforos y espantapájaros y de las arañas ocultas en los molinos,
oh noche de los murciélagos que en mi infancia sostenían
los estandartes del sueño,
las hélices de tus navíos cargados de estrellas cruzan
los anfiteatros del mar.
Pero, ¿dónde está la finisterra que me prometiste, más allá de las islas idiotas y de los mitos carcomidos por la marea?
Como el esplendor del teatro cuando las luces se encienden
mi vida entera se estremece a la caída de la noche
y oigo en la oscuridad el canto de todo lo que parte.
Los ángeles de la iglesia del rosario
Los ángeles son feos.
Sus brazos rollizos
se extienden hacia
un vacío que simula
ser el Paraíso.
Son ángeles de madera:
¿sus pies hinchados
sufren elefantiasis?
¿Sus alas rotas
son de pajaritos
muertos a pedradas?
El fondo de la cúpula
es la mayor altura
que el ojo humano
en busca de Dios
puede alcanzar.
Las rosadas mejillas
de los ángeles obesos
dilatan su sonrisa
de beatitud.
Y en el oscuro sagrario
una luz bermeja
esconde el corazón
de un Dios invisible
que sostiene a los ángeles
y deforma a los hombres.
Los cementerios
—¿Qué cementerio es éste?
—Es un cementerio de automóviles.
Aquí yace mi Chevrolet y se pudre mi Buick.
El viento roe el esplendor de América.
—¿Qué cementerio es éste?
—Es un cementerio como cualquier otro.
Bajo la hierba y los grillos, reposa mi padre,
y sueños y viejos recuerdos de dólares.
—¿Qué cementerio es éste?
—Es un cementerio de los muertos de las guerras.
Los soldados espían la risa de los niños
pero no tienen bocas y dientes para alegrarse.
—¿Qué cementerio es éste?
—¿Cómo se explica que estemos vivos?
Cinco mil mueren a diario en América.
Sin embargo, aquí estamos los turistas,
haciendo siempre las mismas preguntas.
Sólo para caballeros
En una cama de barrotes
la aurora limpia un pañuelo manchado.
El día nace ya sucio. El humo
de las colillas baja de los ceniceros
como el incienso de los altares.
Un olor a frituras aturde a los hombres
que entre espejos y latas de conservas
caminan rumbo a la muerte.
Se alquilan cuartos para caballeros.
Y mi inmundo hermano sin nombre
oye escurrir el agua
de la descarga quebrada de una letrina.
Transeúnte al anochecer
Lo que queda de mí cuando anochece
es una gota de sudor donde contemplo
la vida entera gastada en un día.
Astro o señal de tránsito, mi sueño
esperó a que yo pasara y se extinguió.
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Trabajé, pero a cambio sólo me dieron
un pan de poliéster. Envejezco
entre señales roídas por el viento
y por palabras sin sonido ni significado,
simples vahos en boca de la existencia,
hélice de navío en dique seco.
Cae la noche y reclamo: no gané
ningún dios, dinero o amor nuevo.
¿Sudor? ¿Rocío? Me disuelvo en las tinieblas.
Héctor Carreto. Poeta, narrador, traductor y editor. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la unam. Ha sido editor de la revista Sacbé. Colaborador de Alforja, Arena, Cantera Verde, Casa del Tiempo, Crítica, Crónica, El Ángel, El Cocodrilo Poeta, El Nacional Dominical, El Semanario Cultural, El Sol en la Cultura, International, La Cultura en México, La Gaceta del fce, La Jornada Semanal, México en el Arte, Nexos, Pauta, Periódico de Poesía, Plural, Quartet Great River Review, Revista Universidad de México, Sábado, Sacbé, Tragaluz, y Zona. Además de los principales medios nacionales, su poesía se ha publicado en múltiples revistas extranjeras, y en ediciones traducidas al inglés, francés, italiano y húngaro. Ha traducido obras de Lêdo Ivo, Fernando Ferreira de Loanda, Fernando Pessoa, José Saramago y otros. Becario del inba/fonapas, en poesía, 1978, y miembro del snca desde 2001. Premio Efraín Huerta 1979 por Naturaleza muerta. Premio Raúl Garduño 1981 (Asociación Romualdo Moguel, Chiapas) por Tentaciones. Premio Nacional de Poesía Carlos Pellicer para Obra Publicada 1982 por La espada de San Jorge. X Premio de Poesía Luis Cernuda 1991 por Habitante de los parques públicos, Sevilla, España. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2002 por Coliseo.