Poemas de Cayo Valerio Catulo. Traducción de Ernesto Cardenal
Presentamos estos poemas que están incluidos en el poemario El rompimiento amoroso en la poesía (Alforja, 1998) cuya compilación está a cargo del poeta José Vicente Anaya. Una muestra del poeta latino Cayo Valerio Catulo, de la serie de poemas escritos a Lesbia, en traducción del poeta y sacerdote Ernesto Cardenal.
Cayo Valerio Catulo
(Verona, 87-54 a. C.)
Traducción de Ernesto Cardenal
Epigramas
Odio y amo. Tal vez preguntéis por qué.
No lo sé, sólo sé que lo siento y que sufro.
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¿Acaso una leona de los cerros de Libia
o la Escila que ladra con las tripas
te parió, que no escuchas esta última súplica
ah, cruel corazón?
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Lesbia me maldice siempre, pero no deja de hablar
de mí: ¡qué me maten si Lesbia no me quiere!
¿Por qué lo digo? Porque lo mismo pasa conmigo.
Diariamente la maldigo:
¡pero que me maten si no la quiero!
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Pobre Valerio Catulo no te hagas ilusiones
y lo perdido dalo por perdido.
Para ti ya brilló el sol una vez
cuando corrías detrás de la muchacha
que amé como ninguna otra ha sido amada.
Y hubo entonces, ¿recuerdas?, tantos goces
que tú pedías y ella no negaba.
Sí, para ti ya brilló el sol una vez.
Ahora ella no quiere: tú no quieras tampoco.
Ni sigas a la que huye, ni estés triste,
sino pórtate valiente, no claudiques.
Adiós, muchacha, Catulo ya no claudica,
ni nunca más te buscará, ni volverá a rogarte.
Pero a ti te pesará cuando nadie te ruegue.
¡Me da lástima por ti! Pienso qué días te esperan.
¿Ahora quién te visitará? ¿Para quién serás bella?
¿Ahora a quién amarás? ¿Dirán que eres de quién?
¿A quién vas a besar? ¿A quién le morderás los labios?
Pero tú, ¡valiente Catulo!, ¡no claudiques!
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Lesbia habla mal de mí delante de su marido,
y el imbécil se goza con ello. ¡Caballo!
Tú no caes en la cuenta: si no me insultara
y no se acordara de mí, estaría curada.
Pero si grita mucho, no sólo se acuerda de mí,
sino, lo que es peor todavía, está furiosa. O sea:
que habla mucho porque me quiere mucho.
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Si es un consuelo para el hombre recordar
las buenas acciones pasadas, y pensar
que uno no fue bueno, y que uno ha tenido
un buen corazón, y que fue sincero,
muchos goces tendrás en tu vida, Catulo,
y aun cuando fuera muy larga tu vida,
gracias a este amor tuyo no correspondido.
Porque todo lo que uno pudiera hacer
o decir, ya lo hiciste y lo dijiste tú,
y sin recompensa, porque fue para
un corazón ingrato.
¿Entonces por qué atormentas todavía?
¿Por qué no renuncias a ella de una vez?
Los dioses no quieren tu tristeza. ¿Qué
es difícil dejar de pronto un largo amor?
Es difícil… Pero tienes que hacerlo,
sea como sea.
Es de vida o muerte. Tienes que ganar.
Lo tienes que hacer, puedas o no puedas. Oh
dioses, si sois misericordiosos, o si alguna vez
socorristeis a alguien en peligro de muerte,
tened misericordia de mí, y si yo le fui fiel,
libradme de este contagio, de esta peste,
que invadió como un letargo mis articulaciones,
y expulsó de mi corazón todas las alegrías.
Ya ni siquiera os pido que me corresponda,
y menos todavía (puesto que eso es imposible)
que me sea fiel. Sólo pido curarme de esta
fiebre maligna. ¡Concedédmelo
en premio de mi fervoroso corazón!
Mira nada más, Lesbia mía, hasta dónde
ha llegado mi corazón mi alma. Mira mi perdición
sólo por serte fiel. Ya no podría quererte,
por más que te esfuerces en ser buena
conmigo; y así hagas bueno o malo,
tampoco te dejaría de amar.