Poesía

Olavo Bilac (Brasil). Traducción de Rodolfo Alonso

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta muestra de poesía fue publicada originalmente en Alforja. Revista de Poesía.

 

 

Nuestro lector puede leer un ensayo sobre el poeta brasileño en el siguiente enlace

 

 

Olavo Bilac: el cisne blanco. Prólogo, selección y traducción de Rodolfo Alonso

 

 

 

 

Olavo Bilac (Brasil)

 

Traducción de Rodolfo Alonso

 

 

 

Profesión de fe

 

Le poète est ciseleur.

Le ciseleur est poète.

Víctor Hugo

 

No quiero el Zeus Capitolino,

Hercúleo y bello,

Tallar en el mármol divino,

Con el martillo.

 

Que otro —¡no yo!— la piedra corte

Para, brutal,

De Atenea erguir altivo porte

Descomunal.

 

Más que esa forma extraordinaria

Que ojos asombra,

Me atrae un leve relicario

De fino artista.

 

Copio al orfebre cuando escribo:

Su amor envidio

Con que él en oro, alto relieve

De una flor hace.

 

Lo imito. Y, pues, ni de Carrara

La piedra hiero:

Blanco cristal, la piedra rara,

Ónix prefiero.

 

Por eso corre, por servirme,

Sobre el papel

La pluma, como en plata firme

Corre el cincel.

Corre; traza, adorna la imagen,

La idea viste:

Ciñendo al cuerpo amplio ropaje

Azul celeste.

 

Gira, pule, retoca, lima

La frase; al fin,

La rima verso de oro engasta,

Como un rubí.

 

Quiero la estrofa, cristalina,

Forjada al modo

De orfebre, que de taller salga

Sin un defecto:

 

Que la labor del verso, acaso,

De tan sutil,

Pueda hacer recordar a un vaso

De Becerril.

Y horas sin cuento paso, mudo,

Mirando atento,

Ver trabajar, lejos de todo,

Al pensamiento.

 

Porque escribir —tanta pericia,

Tanta requiere,

Que a oficio tal… no hay noticia

Que otro semeje.

Así procedo. ¡Y mi pluma

Sigue esta norma,

Sirviéndote, Diosa serena,

Serena Forma!

 

¡La ola vil, Diosa, que crece

De un torvo mar,

Deja aumentar; y espuma y barro

Deja pasar!

 

Blasfemo, en grito horrendo y sordo

Ímpetu, el bando

Venga de Bárbaros creciendo,

Vociferando…

 

Deja: que venga y pase aullando.

—¡Bando feroz!

¡Nada cambie el color del rostro,

Tono de voz!

 

Míralos sólo, armada y pronta,

Radiante y bella:

Y, escudo al brazo, afronta la ira

De esa tormenta!

 

Éste que al frente viene, y todo

Posee arrogante

De un Vándalo o de un Visigodo,

Cruel y audaz;

 

Éste, que, entre los más, su masa

Levanta férrea,

Y expele, en chorro, amargo insulto

Que a ti te enloda;

 

Se esfuerza en vano, y a la lucha

Se arroja; en vano

Blandiendo alta la maza bruta

En bruta mano.

¡No morirás, Diosa sublime!

En trono egregio

Asistirás intacta al crimen

Del sacrilegio.

 

Y, si murieras por ventura,

Que muera yo

Contigo, ¡y que esa noche oscura

A ambos envuelva!

 

¡Ah! ver por tierra, profanada,

Partida el ara;

¡Arte inmortal pisoteado,

Prostituido!…

 

¡Ver derribar del trono eterno,

Lo Bello, oír

Caer la Acrópolis sonando,

El Partenón!…

 

¡Sin sacerdote, ida la Creencia

Sentir, y el susto

Ver, y entrando, el exterminio,

Al templo augusto!

 

¡Ver esta lengua, que cultivo,

Sin oropeles,

Reseca al hálito nocivo

De los infieles!…

 

¡No! ¡Muera todo cuanto quiero,

Quede yo solo!

¡Y que no encuentre un solo amparo

En mi camino!

 

Que mi dolor ni a un amigo

Piedad inspire…

Pero, ¡ah! quedar solo contigo,

Contigo solo!

¡Vive! yo viviré sirviendo

Tu culto, oscuro,

A tus custodias esculpiendo

Del más puro oro.

 

Celebraré a tu oficio

En el altar:

¡Mas si es pequeño el sacrificio,

Me iré también!

 

¡Caiga también, sin esperanza,

Aunque tranquilo,

Aún al caer, blando la lanza,

Por el Estilo!

 

 

 

 

Para la reina doña Amelia de Portugal

 

Un rudo resplandor, de rudo brillo, toca

Y nimba tu escudo, en que quinas y esfera

Guardan, oh Portugal, esa tu gloria austera,

De loco heroísmo hecha y de aventura loca.

 

Ver ese escudo es ver la Tierra toda, poca

Para tu ambición; ver a Alfonso, esperando

Los Moros, en Ourique, y, rodeando la nave

De Gama, oír del mar la voz bramante y ronca…

 

Pero en vuestro blasón, ¡Borgoña! ¡Aviz! ¡Braganza!

De oro y hierro, encerrando orgullo de conquista,

Faltaba de una flor la suavidad y encanto;

 

Y he aquí sobre él flotando el lirio albo de Francia,

Que le dio, flor humana, alma gentil de artista,

Un sonreír de gracia y un perfume de amor…

 

 

 

 

Leyendo La Iliada

 

Poema de asombros, ved, cielo que cruzan

Relámpagos, donde el alma potente

De Homero vive, y vive eternizado

Con espanto el poder de los argivos.

 

Arde Troya… En ruinas pasa atado

El héroe al carro del rival, y, ardiente,

Bate el sol sobre un mar ilimitado

De capacetes y sangre caliente.

 

Pero más que las armas, la batalla,

Los incendios, brilla el amor que atiza

El odio y entre pueblos la discordia:

 

—Ese amor que ya activa, ya serena

la lid, y heroico a Paris encadena

a los redondos senos de Helena.

 

 

 

 

Mesalina

 

Recuerdo, al verte, las sombrías épocas

Del pasado. Mi alma se transporta

A Roma antigua, y en la ciudad muerta

De los Césares aviva cenizas.

 

Triclinios y viviendas relucientes

Recorre; ante Suburra se detiene,

Y el confuso clamor escucha, absorta,

De febriles orgías desvariadas.

 

Allí, en un trono alto sobre la ruina

De un pueblo entero, en la frente impura

La diadema imperial de Mesalina,

 

Bella te veo, ¡estatua de locura!

Alzando la nerviosa y fina mano,

Tinta en sangre, que un puñal sostiene.

 

 

 

 

La ronda nocturna

 

Noche cerrada, tormentosa, oscura,

Afuera. Duerme el convento en sombras.

Quieta está la arboleda. No fulgura

Una estrella en el torvo firmamento.

 

Dentro es todo mudez. Débil murmura

De espacio a espacio, aún, la voz del viento:

Y hay rasgar de sudarios en lo alto,

Paso de espectros por el pavimento…

 

Y, de súbito, goznes de pesadas

Puertas rechinan… Sordamente suena

Leve rumor de voces apagadas.

 

Y, a la luz de una lámpara temblona,

Del claustro bajo tácitas arcadas

Va la ronda nocturna, lentamente…

 

 

 

 

Olavo Bilac (Brasil, 1865-1918). Poeta, ensayista y periodista brasileño nacido en Río de Janeiro en 1865. Dedicado desde muy joven al ejercicio periodístico, fundó las revistas A cigarra y Meio. Es considerado como el más importante poetas parnasiano de su país, al lado de   Alberto de Oliveira y Raimundo Correia. Su primer libro, "Poesías" fue publicado en 1888, seguido en los años siguientes por crónicas, conferencias literarias, libros infantiles y didácticos.  Ejerció varios cargos públicos, fue uno de los fundadores de la Academia Brasileña de Letras y formó parte de diversas delegaciones diplomáticas de su país.
En 1907 fue elegido Príncipe de los poetas brasileños en el célebre concurso auspiciado por la revista Fon-Fon. Su libro póstumo "Tarde", publicado en 1919, resume gran parte de su obra poética.

 

 

 

 

Rodolfo Alonso (Argentina, 1934-2021). Es un poeta y traductor. En su adolescencia quedó fascinado con la obra de César Vallejo y de Roberto Arlt, que representan la base de su desarrollo como escritor. Comenzó a la edad de diecisiete años a colaborar en la revista de naturaleza vanguardista Poesía Buenos Aires, y en esa época publicó sus primeros versos. Luego de una interrupción de sus actividades a causa del servicio militar, que en aquel entonces era obligatorio en Argentina, se inscribió en la carrera de arquitectura, la cual abandonó algunos meses más tarde. Trabajó durante muchos años para el diario tucumano La Gaceta, específicamente en su suplemento cultural, y tuvo la oportunidad de viajar y conocer a muchas de las personalidades más prominentes de la literatura del momento. Se trata de un hombre con una carrera intensa, que ha cultivado la escritura en sus distintas facetas y que ha recogido premios internacionales en muchas ocasiones. La obra de Alonso es muy extensa; podemos mencionar sus poemarios "Salud o nada" y "El arte de callar", y su traducción al español de "El banquero anarquista", de Fernando Pessoa. El poema "Cantar no consuela" da comienzo a nuestra selección de su poesía.