Nuno Júdice (Portugal): Oración cósmica y otros poemas. Traducción de Alfredo Pérez Alencart (Perú)
Estos poemas han sido traducidos por Alfredo Pérez Alencart para el XXIV Encuentro de poetas Iberoamericanos, que se celebra del 13 al 17 de octubre, y en cuyo marco el poeta portugués, Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, recibirá el reconocimiento de Huésped Distinguido de Salamanca, en un acto a celebrarse el 14 de octubre en el Salón de Recepciones del Ayuntamiento de Salamanca.
Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, Portimão, Portugal, 1949)
Oración cósmica y otros poemas
Traducción de Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú)
ORACIÓN CÓSMICA
Una mujer y un hombre arden en su silencio.
Antonio Colinas
En el cuerpo de la nave donde un dios se esconde,
bajo la cúpula de un cielo inscrito en piedra, leo
las páginas del libro del tiempo. Por ellas
pasan los paisajes donde el sol y la lluvia
alternan, y en sus parágrafos resuenan
un diálogo de vivos y de muertos que se
perdieron en los desfiladeros de la memoria.
Y cierro el libro, oyendo los pasos de
quien me irá a dar, con sus manos,
la ofrenda de un bordado de fuego
para encender el horizonte. Es con él como
se iluminan los vitrales donde surge
el rostro que, desde la transparencia de los ojos,
yo veo caer una gota de infinito.
ENCANTAMIENTO
Vi a las mujeres
azules del equinoccio
volar como pájaros ciegos; y sus cuerpos
sin alas sumergirse, lentamente, en los lagos
volcánicos. Sus labios vomitaban el fuego
que traían de una infancia de magma
calcinado. El agua quedaba negra, a su retorno;
y las ramas de las plantas sumergidas por las lluvias
primaverales las abrazaban, empujándolas en un
estertor de imágenes. Las tapé con un cobertor
de versos; las extendí en la gruesa arena
de la orilla, viendo a las cobras de agua huyendo
entre los cañaverales. Les observé
el sexo por donde escurría el líquido blanco
de un inicio. Les pude decir que las amaba,
abrazándolas, como si estuviesen vivas; y
oí un susurrar de niños por entre
los arbustos, repitiéndome las frases con una
entonación de risa. ¿Dónde están esas mujeres?
¿En qué lecho del río duermen sus cuerpos,
que mis dedos buscan con un gesto
vago de inquietud? Navego contra la corriente;
busco la fuente, el silencio frío de una génesis.
ME GUSTAN LAS MUJERES QUE ENVEJECEN
Me gustan las
mujeres que envejecen,
con la rapidez de sus arrugas, los cabellos
caídos por los hombros negros del vestido,
la mirada que se pierde en la tristeza
de los reposteros. Esas mujeres se sientan
en las esquinas de las salas, miran hacia fuera,
hacia el atrio que no veo, de donde estoy,
felizmente adiviné ahí la presencia de
otras mujeres, sentadas en los bancos
de madera, hojeando revistas
baratas. Las mujeres que envejecen
sienten que las miro, que admiro sus gestos
lentos, que amo el trabajo subterráneo
del tiempo en sus senos. Por eso esperan
que el día corra en esta sala sin luz,
evitan salir a la calle, y dicen bajo,
a veces, esa elegía que sólo sus labios
pueden cantar.
EL AMOR, UN DEBER DE PASO
Fui envenado por el dolor oscuro del Futuro.
Ya sabía yo que algo se preparaba contra mi cuerpo.
Ahora me retuerzo de agonía
en los versos de este poema.
Esta es la tierra antaño fértil que mis dedos desgarran.
Mis labios están hechos de esta tierra,
son lama caliente.
Voy a irme por tu rostro hacia lo lejano.
Mi hambre es haberte mirado
y estar ciego. Ahora sé que te abres para el fuego
del relámpago.
Tengo la convicción de los temporales.
Ya no sé ni lo que digo ni lo que eso importa. Guía
de mis cabellos rasos, de la melancolía,
de la efímera vida de los gestos.
en ese día fui mejor actos que mi sinceridad.
La cicatriz me enerva el estómago.
Corte de mañana las puntas de los dedos peroya sé que
Ellas crecerán de nuevo para proteger las uñas.
Tal vez la vida sea extraña,
tal vez la vida sea sencilla,
tal vez la vida sea otra vida.
La línea blanca de la Belleza es mi actitud que se transforma.
La violencia del sueño sube
sobre mi conocimiento.
Dondequiera fui un horizonte en la separación de los párpados.
EMIGRACIÓN
Como una nieve antigua en las avenidas de la imagen, desciendo
hasta el lago. Arrastro las memorias que ningún cielo me dejó; y
las echo hacia el paseo, donde tal vez esperen que un deshielo
primaveral las restituya a la vida presente.
A la orilla del lago, en un bar, frente a la explanada
de sillas apiladas, veo la otra orilla: montañas
de cumbres escondidas por las nubes, laderas blancas, de
donde a veces despuntan bosques y peñascos.
Batiendo el café con la cucharilla de plástico, oigo
la música en la sinfonola y pregunto a la empleada de dónde viene:
una aldea del norte, - un lugar por donde pasé, en coche, sin siquiera
preocuparme en visitar la iglesia.
Fue donde me casé, me dice, sin aclarar
donde se divorciara (de hecho, no vi que usase alianza
ni tenía el aire de quien mantiene hábitos conyugales). Una iglesia
es siempre una buena referencia, le respondí.
Le dejé algún poco de propina, al salir
hasta la orilla del lago. Después, pisé la nieve que resistía en las aceras: para
que las memorias que allí dejara desapareciesen. Tal vez la empleada
me haya enseñado que el pasado es inútil o,
al menos, que a la música de una sinfonola puede,
perfectamente, sobrevivir un canto de iglesia, en una aldea del centro,
cuando se descubre un punto común entre dos personas, más
allá de ese encuentro solitario con vistas al lago.
EL POETA
Trabaja ahora en la importación
y exportación. Importa
metáforas, exporta alegorías.
Podría ser un trabajador
por cuenta propia,
uno de esos que rellena
cuadernos de hoja azul con
números
de debe y haber. De hecho, lo que
debe son palabras; y lo que tiene
es ese vacío de frases que le
sucede cuando se apoya
a los cristales, en invierno, y la lluvia cae
del otro lado. Entonces, piensa
que podría importar el sol
y exportar las nubes.
Podría ser
un trabajador del tiempo. Pero,
en cierto modo, su
práctica se confunde con la de un
escultor del movimiento. Hiere,
con la piedra del instante, lo que
pasa camino
de la eternidad;
suspende el gesto que sueña el cielo;
y fija, en la dureza de la noche,
el batir de las alas, lo azul, la sabia
interrupción de la muerte.
ARTE POÉTICA
Con cita de Holderlin
El poema lírico
nació de un rosal. No
digo que fuese la rosa de arriba, aquella que todos
miran, primero que todo, pensando
en cortarla para llevársela consigo. Es
esa rosa ni blanca ni roja, la rosa pálida,
vestida con la sustancia de la tierra:
la que toma el color de los ojos de quien la sujeta, por
casualidad, y la agarra como si tuviese
manos abstraídas por dentro de sus hojas.
Cogí ese poema. Lo metí dentro del agua,
como la rosa, para que flotase a lo largo de un río
de versos. Y su cuerpo, desnudo como el de esa mujer
que amé en un sueño oscuro, bebió la savia
de los lagos, las venas subterráneas de las humedades
ancestrales, y se abrió como el vientre de la
propia flor. Llevó tras de sí mis ojos,
en un barco tan profundo como su propia
muerte.
Abracé ese poema. Lo extendí en la arena
de las orillas, cubriendo su desnudez con las ramas
de arbustos fluviales. Arranqué los capullos
que nacían de sus senos, bebiendo su color
verde como los charcos tupidos del otoño. Le pedí
que me hablase, como si sólo él supiese todavía
las últimas palabras del amor.
(Metáfora continua de un único sentimiento).
Nuno Júdice (Mexilhoeira Grande, Portimão, 1949). Poeta, ensayista, dramaturgo, novelista y profesor en la Universidad Nueva de Lisboa. En París fue consejero cultural de la Embajada de Portugal y director del Instituto Camões. Tiene libros publicados en España, Inglaterra, Venezuela, Francia e Italia. Ha recibido el Premio PEN Club (1985), el D. Dinis de la Fundación Casa de Mateus (1990), el Premio de la Asociación Portuguesa de Escritores (1994), el Pablo Neruda, el Premio de la Crítica (2000), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2013) o el Guerra Junqueiro y el Rosalía de Castro (2018), entre otros. Entre sus poemarios están: A Noção do Poema (1972); Crítica Doméstica dos Paralelipípedos (1973); O Mecanismo Romântico da Fragmentação (1975); A Partilha dos Mitos (1982); Lira de Líquen (1985); A Condescendência do Ser (1988); Enumeração de Sombras (1989); As Regras da Perspectiva (1990); Um Canto na Espessura do Tempo (1992); O Movimento do Mundo (1996); A Fonte da Vida (1997); Teoria Geral do Sentimento (1999); Linhas de Água (2000); A Árvore dos Milagres (2000); Cartografia de Emoções (2002); O Estado dos Campos (2003); Geometria variável (2005); As coisas mais simples (2006); A Matéria do Poema (2008); O Breve Sentimento do Eterno (2008), Guia de Conceitos Básicos (2010), Navegação de Acaso (2013) y O Fruto da Gramática (2014), entre otros.
Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta peruano-español y profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Fue secretario de la Cátedra de Poética Fray Luis de León de la Universidad Pontificia de Salamanca (entre 1992 y 1998), y es director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos, que organiza la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes. Poemarios suyos publicados son: La voluntad enhechizada (2001); Madre Selva (2002); Ofrendas al tercer hijo de Amparo Bidon (2003); Pájaros bajo la piel del alma (2006); Hombres trabajando (2007); Cristo del Alma (2009); Estación de las tormentas (2009); Savia de las Antípodas (2009); Aquí hago justicia (2010); Cartografía de las revelaciones (2011); Margens de um mundo ou Mosaico Lusitano (2011); Prontuario de Infinito (2012); La piedra en la lengua (2013); Memorial de Tierraverde (2014); Los éxodos, los exilios (2015), El pie en el estribo (2016); Ante el mar, callé (2017) y Barro del Paraíso (2919). Su poesía ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía Vicente Gerbasi (Venezuela, 2009), el Premio Jorge Guillén de Poesía (España, 2012), el Premio Humberto Peregrino (Brasil, 2015), el premio Andrés Quintanilla Buey (España, 2017) y la Medalla Mihai Eminescu (Rumanía, 2017), entre otros.