Poesía

Los Mayores: José Martí (Cuba, 1853-1895)

 

 

José Martí (Cuba, 1853-1895)

 

 

Dos patrias

 

Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.

¿O son una las dos? No bien retira

su majestad el sol, con largos velos

y un clavel en la mano, silenciosa

Cuba cual viuda triste me aparece.

¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento

que en la mano le tiembla! Está vacío

mi pecho, destrozado está y vacío

en donde estaba el corazón. Ya es hora

de empezar a morir. La noche es buena

para decir adiós. La luz estorba

y la palabra humana. El universo

habla mejor que el hombre.

Cual bandera

que invita a batallar, la llama roja

de la vela flamea. Las ventanas

abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo

las hojas del clavel, como una nube

que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa...

 

 

 

El enemigo brutal

 

El enemigo brutal

Nos pone fuego a la casa:

El sable la calle arrasa,

A la luna tropical.

 

Pocos salieron ilesos

Del sable del español:

La calle, al salir el sol,

Era un reguero de sesos.

 

Pasa, entre balas, un coche:

Entran, llorando, a una muerta:

Llama una mano a la puerta

En lo negro de la noche.

 

No hay bala que no taladre

El portón: y la mujer

Que llama, me ha dado el ser:

Me viene a buscar mi madre.

 

A la boca de la muerte,

Los valientes habaneros

Se quitaron los sombreros

Ante la matrona fuerte.

 

Y después que nos besamos

Como dos locos, me dijo:

«Vamos pronto, vamos, hijo:

La niña está sola: vamos!»

 

 

 

Hierro

 

Ganado tengo el pan: hágase el verso?

Y en su comercio dulce se ejercite

La mano, que cual prófugo perdido

Entre oscuras malezas, o quien lleva

A rastra enorme peso, andaba ha poco

Sumas hilando y revolviendo cifras.

Bardo ¿consejo quieres? pues descuelga

De la pálida espalda ensangrentada

El arpa dívea, acalla los sollozos

Que a tu garganta como mar en furia

Se agolparán, y en la madera rica

Taja plumillas de escritorio, y echa

Las cuerdas rotas al movible viento.

¡Oh alma! ¡oh alma buena! mal oficio

¡Tienes!: póstrate, calla, cede, lame

Manos de potentado, ensalza, excusa

Defectos, tenlos ?que es mejor manera

De excusarlos, y mansa y temerosa

Vicios celebra, encumbra vanidades:

Verás entonces, alma, cuál se trueca

En plato de oro rico tu desnudo

¡Plato de pobre!

Pero guarda ¡oh alma!

¡Que usan los hombres hoy oro empañado!

Ni de eso cures, que fabrican de oro

Sus joyas el bribón y el barbilindo:

¡Las armas no, ?las armas son de hierro!

 

Mi mal es rudo: la ciudad lo encona:

Lo alivia el campo inmenso: ¡otro más vasto

Lo aliviará mejor! ?Y las oscuras

Tardes me atraen, cual si mi patria fuera

La dilatada sombra. ¡Oh verso amigo:

Muero de soledad, de amor me muero!

 

No de vulgar amor: estos amores

Envenenan y ofuscan: no es hermosa

La fruta en la mujer, sino la estrella.

La tierra ha de ser luz, y todo vivo

Debe en torno de sí dar lumbre de astro.

¡Oh, estas damas de muestra! ¡oh, estas copas

De carne! ¡Oh, estas siervas, ante el dueño

Que las enjoya o estremece echadas!

 

¡Te digo, oh verso, que los dientes duelen

De comer de esta carne!

Es de inefable

Amor del que yo muero, ?del muy dulce

Menester de llevar, como se lleva

Un niño tierno en las cuidosas manos,

Cuanto de bello y triste ven mis ojos.

 

Del sueño, que las fuerzas no repara

sino de los dichosos, y a los tristes

El duro humor y la fatiga aumenta,

Salto, al Sol, como un ebrio. Con las manos

Mi frente oprimo, y de los turbios ojos

Brota raudal de lágrimas. ¡Y miro

El Sol tan bello y mi desierta alcoba,

Y mi virtud inútil, y las fuerzas

Que cual tropel famélico de hirsutas

Fieras saltan de mí buscando empleo;?

Y el aire hueco palpo, y en el muro

Frío y desnudo el cuerpo vacilante

Apoyo, y en el cráneo estremecido

¡En agonía flota el pensamiento,

Cual leño de bajel despedazado

Que el mar en furia a playa ardiente arroja!

 

¡Sólo las flores del paterno prado

Tienen olor! ¡Sólo las seibas patrias

Del sol amparan! Como en vaga nube

Por suelo extraño se anda: las miradas

Injurias nos parecen, y el sol mismo,

¡Más que en grato calor, enciende en ira!

¡No de voces queridas puebla el eco

Los aires de otras tierras: y no vuelan

Del arbolar espeso entre las ramas

Los pálidos espíritus amados!

De carne viva y profanadas frutas

Viven los hombres, ?¡ay! mas el proscripto

De sus entrañas propias se alimenta!

¡Tiranos: desterrad a los que alcanzan

El honor de vuestro odio: ?ya son muertos!

Valiera más ¡oh bárbaros! que al punto

De arrebatarlos al hogar, hundiera

En lo más hondo de su pecho honrado

Vuestro esbirro más cruel su hoja más dura!

 

Grato es morir, horrible, vivir muerto.

¡Mas no! ¡mas no! La dicha es una prenda

De compasión de la fortuna al triste

Que no sabe domarla: a sus mejores

Hijos desgracias da Naturaleza:

Fecunda el hierro al llano, el golpe al hierro!

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