Los Mayores de la Poesía: César Moro (Perú, 1903-1956). Selección de Carlos Sánnchez Emir
Los poemas aquí publicados aparecen en Alforja. Revista de Poesía, número 35, invierno. Nueva Época, pp. 75-76.
César Moro (Lima, Perú, 1903-1956)
Selección de Carlos Sánchez Emir
El olor y la mirada
El olor fino y solitario de tus axilas
Un hacimiento de coronas de paja y heno fresco cortado con dedos y asfódelos y piel fresca y golpes lejanos como perlas
Tu olor de cabellera bajo el agua azul con peces negros y estrellas de mar y estrellas de cielo bajo la nieve incalculable de tu mirada
Tu mirada de holoturia de ballena de pedernal de lluvia de diarios de suicidas húmedos los ojos de tu mirada de pie de madrépora
Esponja diurna a medida que el mar escupe ballenas enfermas y cada escalera rechaza su viandante como la bestia apestada que puebla los sueños del viajero
Cuando es noche completa
Traducción de Emilio Adolfo Westphalen
Puesto que las flores me dan su almendra secreta su perfume que yo ignoro la vida y la muerte y la primerísima palabra de la vida y el precio de la vida y de la muerte de la vida
La noche cálida me ama ─diría yo─ la vida me mima el amor mentiroso arrullador existe y todo ese redil negro no es sino el lecho de rosas un tigre la luna
Se diría que la mentira no existe a pesar de ese muro a pesar de ese no reinante
Apenas el rumor del mar el lomo carnoso de la vida de la muerte
Con tal que la muerte sea sosegada gorda y fuerte como clavel carnoso y blanco como mano que hunde alada prenda del que nada
La vida ¡qué festín! Las flores la noche
El blanco se muere el negro perfuma y todo arde en la nada
Dioscuros en la playa
Dioscuros en la playa
de edad de las alas curiosas de la onda
la risa desalada tan libre humedece
el pico ese pájaro ese pelícano de sueño
en el cielo de la bruma
azul más puro que el aire
entre las conchas
para esos pianos
cubiertos de espuma
la mirada teje con dedos furtivos
partiendo del ojo de lentos arpegios
de hilo que se balancea
al ritmo del mar de peces fritos
oh cielo de tierra oh mar de ágil
cercado de cuerpos
oh legítima sed empedrada de curvas
tímida si la piel que brilla
perla en pleno deleite
bajo el humo vibratorio del color de las estrellas
invisibles.
Viejo discípulo del aire
Más que una silla menos que un asiento
Más que un hombre en la cama menos que un hombre
deshecho
El corazón, amado sirve el árbol del unicornio
En el día rural la fruta
Para que el agua versátil
Atrajese la noche
Si uno duerme ante la mesa venerable
Con un ojo pintado con un ojo abierto
Bueno para todo
Al rayar el alba en el cielo
Los circundantes cebaban incomparables aves
De risa redactando las leyes
De nuestra dinastía
Oh gallinetas: ¡perlas!
El otoño desenfrenado acude al amorfo antropomorfismo
Del calabozo
¡Vaya! Calafateas calcinas
Nacen
Cálidos mimos de septiembre
Meditación de mediodía
El eterno retorno la nota
muda del horror extinto
por el paisaje diario
río si el arroyo huye de pronto
y vuelve la flor en vuelta de bruma
la costumbre plena coruscante de apariencias
segura apenas transformada
lo justo para que la novedad
no asome su cara fúnebre de visitante ingrato
bajo el cielo alternativamente azul o blanco
entre los árboles de cobalto en la mañana
morados en la tarde roja
Por la ventana abierta
el aire el puro aire gesticulante
sobre el mar de metales ardientes
la frescura metafísica del murmullo
muriendo y renaciendo
a cada pulsación de tu recuerdo
oh amor
el conocido el invariable el cotidiano
que vienes a enlazarme como si jamás
pudieras departirte de mi lado
como si toda la sombra
no fuera tus alas inmensas de puntas de fuego
como si lloviera otra cosa que el eco de tu nombre
como si la mañana no fuera tu aliento
y la tarde no fuera la imagen
de la noche cromática cegada por tus fuegos.
El mundo ilustrado
Igual que tu ventana que no existe
Como una sombra de mano en un instrumento fantasma
Igual que las venas y el recorrido intenso de tu sangre
Con la misma igualdad con la continuidad preciosa que me
asegura idealmente tu existencia
A una distancia
A la distancia
A pesar de la distancia
Con tu frente y tu rostro
Y toda tu presencia sin cerrar los ojos
Y el paisaje que brota de tu presencia cuando la ciudad no
era no podía ser sino el reflejo inútil de tu
presencia de hecatombe
Para mejor mojar las plumas de las aves
Cae esta lluvia de muy alto
Y me encierra dentro de ti a mí solo
Dentro y lejos de ti
Como un camino que se pierde en otro continente
Renombre del amor
El amor dedica al amor
Los días sin lluvia
Y como debe ser los días de buen tiempo
Para el amor y sus preferencias
Al renombre del más viejo amor
A la lluvia de la palabra amor
Al único amor sin lamento sin dicha sin retorno
Al porvenir de los locos
A los sepultureros a los alegres compañeros de galera
Al punzante al quemante recuerdo del tatuaje
A mi querida muerte
A los que dudan todavía
A los tesoros de los ciegos
A las lágrimas
Al agua al viento al fuego al amor
Al tormento de fuego y de hielo
A los primeros acontecimientos que anunciarán la rebelión y
la sangre
A las sábanas de los crímenes pasionales
A las bellas sábanas de los suicidas
A la culata más tierna de lo que podía esperarse del revólver
A las separaciones que quitan hasta el aire
A las desgarradas mañanas de quien el amor rechaza
Al plomo de las balas
Para que los que no son tocados mueran
Como perros envenenados
A los dolores de los que despiertan
A las noches vacías
A mi vida perdida
A la pérdida sin lamento sin retorno sin dicha de la vida
Para que los que aman y se estancan en su felicidad
Se levanten y lancen las primeras maldiciones
Al huracán
A las mañanas más tristes que todo
Para borrar mejor mi nombre
Para sacudir el polvo y volver a ser polvo
Para maldecir los instantes supuestamente felices
Para el despertador cargado de pólvora
A las estatuas desnudas de noche
Al mármol perdido
Para tener un lecho de mármol
Para no tener tumba
A las señales de fuego del puñal
A los solos los únicos recuerdos sexuales
A la boca de piedra del amor
Al frío del agua en la noche
Para no volver a empezar
Al más tierno amor
César Moro. Lima, Perú, 1903-1956. Su verdadero nombre fue Alfredo Quíspez Asín. En 1923 cambia su nombre a César Moro y dos años más tarde viaja a Francia, donde conoce a miembros del movimiento surrealista como Benjamin Péret, Paul Éluard y André Breton. Participa en algunas exposiciones y publica poemas en diferentes revistas surrealistas de la época. Regresa a Lima en 1933. En 1934 conoce a Emilio Adolfo Westphalen y en 1938 viaja a México, donde es admitido como exiliado político. Libros publicados: Le château de grisou (1943), Lettre d’amour (1944), Trafalgar Square (1954). Poemarios póstumos: Amor à mort (1957), La tortuga ecuestre y otros poemas (1958) y Los anteojos de azufre (1958).