Los Mayores: Constantino Cavafis. Traducción de José Emilio Pacheco
Esta muestra de poesía forma parte del libro Una noche (2011) de Constantino Cavafis con la traducción de José Emilio Pacheco y Prólogo de Minerva Margarita Villarreal, mismo que forma parte de la serie El Oro de los Tigres III editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León y la Capilla Alfonsina.
La serie de poesía Los Mayores
Constantino Kavafis Alejandría, (Egipto, 1863–1933)
Versiones de José Emilio Pacheco
Ítaca
Cuando emprendas el viaje rumbo a Ítaca
ruega que sea muy largo tu camino
y abunde en aventuras y experiencias.
Lestrigones y cíclopes no temas
ni te arredre la furia
de Poseidón, pues nada de esto
encontrarás si tu pesar es alto
y una noble emoción tus actos guía.
Lestrigones y cíclopes,
furioso Poseidón no encontrarás
a menos que los lleves
en tu interior, o tu alma los erija
parra cerrarte el paso.
Ruega que sea muy largo tu camino
y haya muchas mañanas de verano
en que, lleno
de gratitud y gozo,
bajes a un puerto por primera vez
y te detengas
en los centros fenicios
a comprar cosas delicadas:
madreperla, coral, ébano y ámbar,
los perfumes sensuales (cuantos puedas)
y visites
las ciudades egipcias y te llenes
con la enseñanza de los sabios.
No dejes de pensar jamás en Ítaca.
El desembarco en ella es tu destino.
Pero nunca apresures la jornada;
deja que se prolongue muchos años
y ya seas viejo al divisar la isla,
rico por lo ganado en el camino,
sin esperar que te enriquezca Ítaca.
Ella te ha dado el prodigioso viaje,
sin la isla jamás habrías partido:
¿ya qué más puede darte?
Y si pobre la encuentras no habrá engaño:
sabio como ya eres con tu experiencia
para entonces sabrás qué significa Ítaca.
“Che face… il gran rifiuto”
Hay un día para algunos
en que deben decir el gran Sí
o el gran No.
Se ve inmediatamente
quien lleva el Sí dispuesto
y al decirlo
pasa a encontrar honor,
firme en su convicción.
El que rechaza nunca se arrepiente.
Preguntado de nuevo,
repetiría que no.
Sin embargo este No —respuesta justa—
es la derrota de su vida entera.
Deseos
Deseos que se perdieron sin cumplirse y no hallaron
una noche perfecta de placer,
tampoco un día
luminoso de dicha.
Y ahora son como cuerpos que murieron
antes de envejecer
y fueron sepultados aún intactos
en un gran mausoleo, con rosas
en la cabeza y a los pies jazmines.
Un viejo
En la sala interior del ruidoso café
un viejo toma asiento y se encorva a la mesa.
Tiene un periódico en las manos
pero no hay nadie a su lado.
Y en el desdén, su mísera vejez
piensa en cuán poco disfrutó los años
en que tuvo vigor, apostura y destreza verbal.
Se sabe muy envejecido, está consciente de ello, lo ve.
Pero su juventud parece ayer.
Cuán poco tiempo de verdad, cuán poco.
En qué terrible forma lo engañó la prudencia
y cómo creyó siempre el insensato
a la gran mentirosa cuando le dijo:
“Aún tienes mucho tiempo: mañana”.
Recuerda impulsos contenidos, dichas sacrificadas.
Cada oportunidad irrecuperable
ahora se burla del aplazamiento.
Entre meditaciones y recuerdos
el viejo cabecea
y al fin queda dormido
sobre la mesa del café.
Cirios
Como hileras de cirios encendidos
cirios dorados, cálidos, vivaces,
se alzan los días futuros.
Los días que ya pasaron son en cambio
triste hilera de cirios apagados.
Siguen humeando aún los más recientes
cirios que se derriten y se encorvan.
Miro ante mí los cirios que llamean.
Me niego a contemplar para mi horror
A qué velocidad crece la hilera,
cómo aumentan los cirios ya extinguidos.
Desde las nueve
Son doce y media. Pronto pasó el tiempo
desde las nueve en que encendí la lámpara.
Sentado en mi lugar estuve inmóvil
y no leí ni hablé: no tengo a nadie
que me acompañe en la desierta casa.
La imagen joven de mi cuerpo vino
desde las nueve en que encendí la lámpara.
Me conmovió, me trajo la memoria
de otras cálidas piezas aromadas
y de un placer feroz que ya he perdido.
Y revivió de nuevo ante mis ojos
calles que ahora desconocería:
lugares ya cerrados y en silencio,
teatros, cafés de épocas que fueron.
La imagen joven de mi cuerpo trajo
esta noche a su vez tristes recuerdos:
separaciones, duelos familiares,
la queja de los muertos olvidados.
Son doce y media: cómo pasa el tiempo.
Son doce y media: así se van los años.