Poesía

Langston Hughes: Los blues fatigados. Selección y traducción de José Vicente Anaya

 

 

 

 

 

Langston Hughes

Los blues fatigados

 

Selección y traducción

José Vicente Anaya

 

 

 

 

EL NEGRO HABLA DE LOS RÍOS

 

He conocido ríos.

He conocido ríos tan arcaicos como el mundo;

pretéritos al flujo sanguíneo en las venas

humanas.

 

Mi alma ha crecido como profunda corriente

de río.

 

Me bañé en el Éufrates al principio de la

aurora. Construí mi choza a la orilla del

río Congo que me arrulló en mis sueños.

Paseé  mi mirada sobre el Nilo y escalé las

pirámides. Oí el canto del Mississippi

cuando Abe Lincoln llegó a

Nueva Orleáns, y presencié cómo se

doraba su entraña cenagosa con la

puesta del sol.

 

He conocido ríos

antiquísimos, oscuros.

 

Mi alma ha crecido como profunda corriente

de río.

 

 

 

 

NEGRO

 

Soy negro.

Negro como la noche es negra,

negro como mi África profunda.

 

He sido esclavo.

El César me ordenó  mantener limpias

las escalinatas.

Lustré las botas de Whashington.

 

He sido obrero.

Mis manos levantaron pirámides.

mezclé el cemento para el edificio

Woolwoorth.

 

He sido cantor.

Canté durante todo el trayecto

de África a Georgia.

Cargué mis penas.

Inventé el ragtime.

 

He sido víctima.

Cortaron mis manos en el Congo

los belgas.

Me siguen linchando en el Mississippi.

 

Soy negro.

Negro como la noche es negra.

Negro como mi África profunda.

 

 

 

 

FRAGMENTO AFRO-ESTADOUNIDENSE

 

Lejos,

muy lejos

está África,

tanto que ya no la recuerdan,

excepto en los libros y en

las canciones que llevan

el ritmo de la sangre—

ritmo sanguíneo

de tristes canciones

en un raro idioma

que no es de negros—

Lejos,

muy lejos

está África.

 

Los tambores, sometidos,

se han pedido en el tiempo

—y ahora, tras

una vasta niebla de raza,

escucho una canción

que no entiendo,

una canción atávica

de gritos amargos que,

desubicada,

se ha perdido.

Lejos,

muy lejos

está el oscuro rostro

de África.

 

 

 

 

YO TAMBIÉN

 

Yo también te canto,

Estados Unidos.

 

Soy el hermano más oscuro,

el que mandan  a comer

a la cocina

cuando llegan visitas;

pero yo río

y me alimento bien

y me fortalezco.

 

Mañana

cuando vuelvan las visitas

me sentaré a la mesa,

y entonces

nadie podrá decirme

“Come en la cocina”.

 

Además,

verán cuan hermoso soy

y se avergozarán—

 

Yo también soy los Estados Unidos.

 

 

 

 

EL ARADO DE LA LIBERTAD

 

 

Cuando un hombre empieza de la nada,

cuando sólo cuenta con sus manos

vacías pero limpias. Cuando un

hombre quiere construir el mundo

empieza  consigo mismo, con la fe

de su corazón— con fuerza y

voluntad de construir.

 

Primero está el sueño del corazón

y luego la mente busca el camino.

Sus ojos buscan en toda la Tierra;

entre los grandes bosques,

en la tierra fértil, en los ríos

de todo el mundo.

 

Los ojos ven los materiales de

construcción; pero también

las dificultades, los obstáculos.

Las manos buscan

utensilios para talar el bosque,

para aplanar el terreno y

darle cauce a las aguas de los

ríos. Luego esas manos buscan

otras manos para que cooperen,

hasta formar una comunidad

de manos que ayudan—

El sueño ya no es de un hombre

solo, sino de la comunidad.

No es mi sueño solitario sino

el sueño nuestros. Tampoco es

el mundo de mi soledad

sino mi mundo y vuestro mundo

que pertenece a todas las manos

que lo construyeron.

 

Hace mucho tiempo, aunque no tanto,

llegaron barcos de allende el mar

con peregrinos y sacerdotes,

aventureros y saqueadores,

hombres libres con sirvientes

contra(atados),

esclavistas y esclavos

—pero todos nuevecitos—

al Nuevo Mundo, ¡América!

 

En agitada navegación los galeones

trajeron

hombres sueños mujeres sueños

por bandadas. Sus corazones

salieron tras otros corazones.

Sus manos alcanzaban otras manos.

Comenzaron a construir

un territorio. Manos libres

buscando la libertad. Manos

contra(atadas) que deseaban

ser libre. Manos esclavas que

en sus corazones guardaban

semillas de libertad.

En todas sus formas,

ahí estaba la palabra:

L I B E R T A D.

 

Tierra adentro estaba el arado

para manos: libres, esclavas,

aventureras, bajo contrata;

multitud de manos

que enriquecieron la tierra,

sembraron y cosecharon alimento

o el algodón que vistió a

los Estados Unidos. Hechas

golpeando en los bosques para

fundar los techos de la nación.

Embarcaciones

chapoteando en ríos y mares

para mover y transportar a

los Estados Unidos.

Látigos restallantes

conduciendo caballos por

las grandes planicies.

Manos: libres, esclavas,

aventureras, bajo contrata.

Manos blancas y negras que empuñaron

el arado, el hacha, el martillo;

botaron barcos y condujeron

caballos para alimentar cuidar

y mover a los Estados Unidos.

Congregadas en el trabajo

todas esas manos construyeron

a los Estados Unidos.

¡Trabajo!

Del trabajo surgieron villas y

pueblos

que crecieron en ciudades.

¡Trabajo!

Del trabajo surgieron veleros,

lanchas y barcos de vapor,

carretas y carruajes.

Del trabajo surgieron fábricas,

fundiciones, ferrocarriles,

centros de comercio, mercados,

tiendas; mercancías que inundaron

almacenes o fueron embarcadas

a diferentes partes del mundo.

Del trabajo

—de ,anos blancas y negras—

surgieron: sueños, fuerzas, deseos

y el estilo de construir

a los Estados Unidos.

Ahora YO estoy aquí, TÚ allá.

Ahora hay Manhattan, Chicago,

Seattle, Nuevo Orleáns,

Boston y El paso— Ahora

eso es los Estados Unidos.

 

Hace mucho tiempo, aunque no tanto,

Alguien dijo:

 

TODOS LOS HOMBRES FUERON

CREADOS IGUALES… Y

DOTADOS POR EL CREADOR

CON CIERTOS DERECHOS

INALTERABLES…

ENTRE LOS CUALES ESTÁ

LA VIDA, LA LIBERTAD

Y LA BÚSQUEDA

DE LA FELICIDAD-

 

Ese fue Jefferson. Y lo dijo

cuando aún había esclavos,

quienes de corazón creyeron

en aquellas palabras y

silenciosamente

las tomaron como un otorgamiento

porque lo dicho era

significativo.

Eso sucedió hace mucho tiempo,

aunque no tanto; también

fue cuando Lincoln dijo:

 

NINGÚN HOMBRE ES LO

SUFICIENTEMENTE BUENO

PARA GOBERNAR A

OTRO HOMBRE SIN SU

CONSENTIMIENTO.

 

En ese entonces también había

esclavos, y éstos

en sus corazones sabían que

lo dicho era para cada ser humano

—de otro modo, eso no tenía

sentido.

Oro hombre dijo:

 

ES MEJOR MORIR LIBRE

QUE VIVIR ESCLAVIZADO.

 

Ese fue un negro que había

sido esclavo, pero escapó

hacia la libertad. Y

los esclavos supieron que

eso que dijo Frederick Douglass

era verdad.

Algunos negros murieron

con John Brown

en el tansbordador Harpers

(él fue colgado).

Los días eran oscuros

antes de la Guerra Civil

y nadie estaba seguro del

triunfo de la libertad

“O si podría triunfar”.

Pensaban algunos. Pero otros

sabían que era un triunfo

necesario. En esos

oscuros días de esclavitud,

con semillas de libertad en

sus corazones, los negros

compusieron una canción:

¡MANTÉN EL ARADO EN TUS

MANOS! ¡NO LO SUELTES!

 

¡Aquella guerra fue sangrienta

y terrible!

¡Pero llegó la libertad!

Hubo algunos, como siempre,

que dudaron del buen fin de la guerra;

de que los esclavos podrían

ser libres; o de que

pudiera mantenerse la unión.

Pero ahora conocemos el desenlace.

Lejos de los oscuros días

para el pueblo y la nación

había una luz, mientras

avanzaban nubes de batallas.

Sucedió en un gran territorio

boscoso, con hombres

unidos en una nación.

 

Estados Unidos es un sueño.

El poeta lo llamó promesa.

Y el pueblo dijo; es una promesa

—que se haría realidad.

El pueblo no siempre dice

las cosas a gritos, ni las escribe.

El pueblo suele tener, en lo

profundo de su corazón.

grandes pensamientos; y

pocas veces, por desatino,

los expresa encabronado y a tropiezos;

con errores los pone en práctica.

El pueblo no

siempre se entiende entre sí,

pero siempre existe, de algún modo,

el intento de entender y decir:

estamos

construyendo

nuestro territorio.

 

¡Estados Unidos!

Territorio creado en común.

Sueño en común acariciado.

¡Mantén el arado en tus manos!

¡No lo sueltes!

Si la casa aún no está terminada,

¡no te desalientes, constructor!

Si todavía no triunfa la batalla,

¡no te des por vencido,

combatiente! El plan

y el modelo están aquí,

tramados desde el principio

en la urdimbre y en la madera

de los Estados Unidos:

 

TODOS LOS HOMBRES FUERON

CREADOS IGUALES.

 

NINGÚN HOMBRE ES LO

SUFICIENTEMENTE BUENO

PARA GOBERNAR A

OTRO SIN SU

CONSENTIMIENTO.

 

ES MEJOR MORIR LIBRE

QUE VIVIR ESCLAVO.

 

¿Quiénes dijeron esas cosas?

¡Estadounidenses!

¿A quiénes pertenecen esas palabras?

¡A los estadounidenses!

¿Quién es los Estados Unidos?

¡Tú y yo! ¡Nosotros

somos los Estados Unidos!

Al enemigo extranjero que

nos quiera conquistar, le decimos:

¡No!

Al enemigo extranjero que

nos quiera dividir, le decimos:

¡No!

 

 

¡LIBERTAD!

¡HERMANDAD!

¡DEMOCRACIA!

 

A los enemigos de estas palabras

les decimos: ¡No!

 

Hace mucho tiempo un

pueblo esclavo encabezó la libertad

y compuso una canción:

¡Mantén el arado en tus manos!

        ¡No lo sueltes!

Ese arado hizo un nuevo surco que

atravesó el campo de la historia.

En ese surco cayó

la semilla de la libertad, y de ella

retoñó un árbol

que sigue creciendo, y seguirá,

un árbol que es para todos,

para los Estados Unidos

y para el mundo.

Que sus ramas se propaguen

Y crezca su protección para que

Todas las razas y todos los pueblos

Disfruten de su sombra.

 

¡MANTEN EL ARADO EN TUS

MANOS! ¡NO LO SUELTES!

 

 

 

 

 

James Langston Hughes (1902-1967) Escritor estadounidense. Vivió por un breve período con su padre en México, pero le abandonó a causa del desprecio de éste por su propia raza. Viajó por mar y desempeñó trabajos subalternos en Francia y en Italia, antes de hacer su aparición en la escena literaria de Harlem, donde publicó entre 1921 y 1925, en las revistas Crisis y Oportunity, unas poesías que lo llevaron a la fama: The negro speaks of RiversMother to son y The Weary Blues, que dio título a su primera recopilación en 1926. El artículo The negro Artist and the Racial Mountain (1926), centrado en la ambivalencia del papel del negro en Estados Unidos, se convirtió en el manifiesto del nuevo movimiento.

Junto a otros libros de poemas, entre ellos Fine Clothes to the Jew, de 1927 -que contiene la célebre Brass Spitoons- y The Dream Keeper (1932), Langston Hughes publicó en aquellos años la novela Pequeña América negra, sin ningún éxito. En 1935 se puso en escena (aunque no fue publicado hasta 1963) el drama Mulato, violenta acusación contra el sistema racial del Sur, centrado sobre un personaje alienado tanto en el mundo de los negros como en el de los blancos.

La experiencia de la guerra civil española, que presenció en 1937 como corresponsal en el frente republicano, le inspiró algunas vibrantes poesías y lo empujó a un compromiso político posterior, hacia posiciones claramente de izquierda (por lo cual fue perseguido durante el macartismo). Entre 1938 y 1942 dio vida a tres compañías de teatro e inició la publicación en el Chicago Defenderde una sección llamada "Jesse B. Simple". A través de este personaje expresó la sensatez popular del típico habitante del ghetto: una selección de estos textos apareció bajo el título The Best of Simple (1961).

Además de los autobiografías El inmenso mar y I wonder as I wander (1956), Langston Hughes produjo un número considerable de publicaciones, entre ellas libretos de ópera, artículos y antologías sobre la cultura afroamericana, tanto culta como popular. Entre ellas merece destacar también los títulos El inmenso mar y Sin dejar de reír. Sus últimas obras, Montage of a Dream Deferred (1951), Ask your Mama: 12 Moods for Jazz (1961) y The Panther and the Lash (1967), revelan una sabiduría en la composición mucho más madura y consciente de sí misma, donde el juego libre de las asonancias verbales y de la invención rítmica se articulan con los temas del orgullo racial y la recuperación de las raíces africanas, en un caleidoscopio casi surrealista salpicado por estremecimientos exacerbados. Hughes ha sido uno de los escritores que más han influenciado a la poesía contemporánea africana de lengua inglesa, en particular a la de Sudáfrica.

 

 

 

 

José Vicente Anaya (Villa Coronado, Chihuahua, México, 1947-2020). Poeta, ensayista, traductor y periodista cultural. Fundador del movimiento infrarrealista. Ha publicado más de 30 libros, entre ellos: Avándaro (1971), Los valles solitarios nemorosos (1976), Morgue (1981), Punto negro (1981), Largueza del cuento corto chino (7 ediciones), Híkuri (4 ediciones), Poetas en la noche del mundo (1977), Breve destello intenso. El haiku clásico del Japón (1992), Los poetas que cayeron del cielo. La generación beat comentada y en su propia voz (3 ediciones), Peregrino (2002 y 2007), Diótima. Diosa viva del amor (2020), Mater Amatisima/Pater Noster (2020) y Material de Lectura (poesía Moderna, UNAM, 2020), entre otros. Ha traducido libros (publicados) de Henry Miller, Allen Ginsberg, Marge Piercy, Gregory Corso, Carl Sandburg y Jim Morrison. Ha traducido a más de 30 poetas de los Estados Unidos. Ha recibido varios premios por su obra poética. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores CONACULTA-FONCA. Formó parte de la Sociedad de Escritores de México y Japón (SEMEJA). En 1977, funda alforja. REVISTA DE POESÍA. Desde 1995 ha impartido seminarios-talleres de poesía en diferentes ciudades de México. Ha asistido a encuentros internacionales de poesía y dado conferencias en varios países como Italia, Estados Unidos, Colombia y Costa Rica. Colaboró en la revista Proceso.