Poesía joven en español: La voz del silencio, de Ángeles Montañez (México)

 

 

 

Ángeles Montañez

 

 

La voz del silencio

 

 

1.- Luna de azahares

 

Las luces parpadean cuando se han tragado un recuerdo,

son las tejedoras de destinos que se niegan a morir.

 

Arreboladas en búsqueda del dolor perenne

llueven nuestras mejillas con hojas de olivos,

erizan las pestañas

para abrir los ojos, envolvernos

en cítricos los sueños,

abandonar bajo la taza pétalos de lavanda

y así poder dormitar en la cocina esperando amaneceres.

 

¿Dónde te encuentro, tus manos?

Las veo viajar ajenas en el mar,

las veo en palabras que no has escrito,

en vientos que llegan del sur.

 

Encontré en tus palmas laberintos noctámbulos,

sé la santidad de tu piel que acuna voces ancestrales,

ecos de mujer.

 

Las ramas que no pueden dejar de crecer

siguen buscando ventanas,

tienen que recolectar los astros

antes de que el sol les robe el tacto,

se guían por el llanto infantil que se atoró en las paredes,

trepan para limpiar el tiempo que dejó el edificio gris,

con el vapor del té que nunca se enfría

podemos encontrar la puerta donde te sumergiste,

volver a saborear las sensaciones quiméricas

que parecen mariposas;

no importa si nos transformamos en peces,

quizá al fondo estén los besos que nunca aterrizaron.

 

Conocemos los fantasmas de todas las habitaciones;

los pasillos saben susurrar tu nombre

y arderlo hasta divinizarte, porque

he delineado tus labios fronterizos,

vuelto cuarzos tus ojos,

he bebido tus lágrimas de mar en ríos,

alimentado tu sed

en cada ciudad flotante;

entre nuestras puertas hay silencio para escuchar cuando las llaves caigan.

 

Las luciérnagas parpadean cuando se han tragado un recuerdo.

 

 

 

 

2.- Sueños de fiebre

 

Un fragmento que se desprende

de los pulmones

y viaja a mundos subterráneos,

donde el vicio es inexistente

o el exceso nunca es basto.

 

Contiene el reflejo de mil narcisos,

cuando sus olas rompen murmuran lamentos

para no olvidar los ecos de

quién se ha abandonado al meter en sus bolsillos

las piedras que guardaba bajo la lengua.

También ha hecho el amor con tantos mortales y tantas musas,

y se ha quedado con lo más temible

o más precioso de cada sexo.

 

Antes de tornarse en rojo escarlata

fluye en un tronco de laurel,

se mueve como pecadora en el interior

para subir a las ramas y tomar una estrella,

reconstruir el corazón desmembrado que se robó;

cuando la tiene, congela sus manos,

cuando se asusta, se traga su luz,

quema sus labios, se tornan blancos,

y su piel se vuelve lunar,

de su cuerpo nacen cráteres,

y su edad entonces es milenaria.

 

Las lunas la miran como hermana

“no tienes vida, no tienes dónde enamorar poetas

ni dónde dar descanso a la gente sin pan”,

llora leche, porque era verdad.

 

Se esconde en una cueva que

susurra leyendas de Júpiter escritas en el rio;

la proclama diosa,

la envuelve

y busca dónde tiene su vida,

se enreda entre su cabello,

se pierde en sus pechos,

entre sus piernas y se acostumbra en vivir de su cuerpo,

porque es tibio y ella la deja.

 

Explora su interior guiándose

del latido bajo sus pies

que le indica el camino

del que no podrá despertar,

ni pensar, ni sangrar, ni respirar;

camina para aprenderla viva

y respirar su bruma de suspiros.

Miró para encontrar el sol,

escaló sus cuerdas vocales

y la cueva la pensó suicida.

 

Al llegar a la cima, ya no era luna,

su corazón no le cabía,

sintió la leche escurriendo su cuerpo,

limpiando el polvo de estrellas

hasta que dejó de existir.

 

 

 

 

3.- Trotamundos

 

Tengo plumas de fuego atoradas en la tráquea,

porque he tenido la necesidad de renacer

siempre que caigo en versos de olvido;

y las tengo clavadas en mi carne,

para que curen mis huesos y purifiquen de mis pulmones

el perfume del poema perdido.

 

Me he sangrado en cada encuentro de horas absurdas,

cada vez que me duermo

entre letras de golondrinas,

como si fuera el mismo silencio que los inspira,

el mismo cielo que los atormenta.

 

Me pregunto dónde se entierran las semillas

cuando se mueren las flores internas,

si hay que abrirnos el cuerpo

y sacarlas al sol

para que pierdan la amargura;

si hay que bañarlas en agua de río,

o dejarlas secar en un frasquito vacío,

esperar a que se tornen café oscuro

y hacer con ellas un collar,

llevarlas en pecho como corazón

y regalar una cada que pregunten por el artesano,

regalar una cada que te enamoren

palabras de terrazas surrealistas,

o el barro de cada tal vez.

 

 

 

 

4.- La voz del silencio

 

Es la niña que sumergió sus manos

en las cuencas vacías de la muerte,

que tiñó sus palmas con

polillas porque la confundieron con un faro,

es la niña que siente el aliento a enfermo

cuando va a dormir,

la de los insomnios que describen

puertas falsas que se abren,

es ella quien olvidó la identidad de sus palabras

para aprender lenguajes nocturnos.

 

Es la hija del silencio,

aperló su voz

para esconderla en el mar,

pulverizó sus ojos para plantar las semillas

bajo su almohada,

descifró los secretos

del viento de provincia

y sus nubes sangrantes.

 

Solo ella acaricia el frío de su piel

y reconoce el eco latiendo en las paredes del claustro,

asfixia su sonrisa atemporal bajo sábanas blancas,

porque tiene miedo de lo que pueda despertar.

 

Bautizó su cama para navegar

en arrullos los infiernos abismales

donde sus venas de tormenta

desembocan.

Arrastra las rodillas sobre

tierra húmeda

en búsqueda  del camino que

le llenó el cabello de flores,

pero no recuerda el aroma de la mujer

que le deja todas las noches

besos en los párpados.

 

Tiene una grieta en el pecho

que se parte con las brisas de pueblos

mitológicos,

los árboles óseos se cimbran

sobre su corazón

y lo protegen de las voces marinas

que le cantan para llevárselo

a las profundidades.

 

La niña que bailaba en la oscuridad

aprendió de sombras

sin rostro

a mirar el cielo,

pintar mapas astronómicos

para volver a encontrarse

en el recuerdo de un jardín

de existencia incierta.

 

La niña de los bosques oníricos

murmura su nombre

en vez de dejar migas de pan,

acaricia los tapices

en los pasillos

de susurros ancestrales,

es ella el espejismo

de madrugada

que juega con las cortinas

y deja entrar los ríos de luna

que bebo

para saciar mi eterna vigilia.

 

 

 

 

 

Ángeles Montañez. Licenciada en Letras Hispánicas. Participé en el XXIV Encuentro de Mujeres Poetas en el País de las Nubes en 2016; en el Primer Encuentro Fronterizo: La border Meiks Mi Japi en 2017 de la Universidad Autónoma de Baja California; en la revista electrónica Suplemento Chirimbolo en 2018 y en la revista estudiantil Pirocromo. Participé en el decimocuarto Foro de Estudiantes de Lingüística y Literatura de la Universidad de Sonora 2018 y en el III Congreso interuniversitario de estudios literarios y lingüísticos “violencia, género y lengua: ausencias y denuncias discursivas” en 2018 de la Universidad de Yucatán. De igual manera, fui seleccionada para participar en el Cuarto Coloquio Nacional Palafoxiano de estudiantes de lingüística y literatura hispánica y en el Congreso Nacional de Estudiantes de Lingüística y Literatura en la Universidad de Guadalajara en 2019, a su vez fui seleccionada para ser Delegada de la Rednell sede Aguascalientes. En 2019 participé en el CIELL 4ta edición. Recientemente presenté en el Congreso de Literatura Mexicana Contemporánea en la Universidad de El Paso, Texas, en 2020.

 

 

 

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