Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana (Nueva España, 1648-1695): Romance en reconocimiento a las inimitables plumas de la Europa, que hicieron mayores sus obras con sus elogios, que no se halló acabado

 

 

 

 

 

 

 

Romance de sor Juana Inés de la Cruz que trata el tópico de la fama y la cuestión de una escritura propiamente americana. El poema es tomado del libro Juana de Asbaje. Contribución al Centenario de la Independencia de México, de Amado Nervo, editado en Madrid en el año de 1910. En palabras del propio poeta puede ser considerado el último poema de la poeta jerónima.

 

 

 

 

 

Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana (Nueva España, 1648-1695)

 

 

 

Romance en reconocimiento a las inimitables plumas de la Europa,

que hicieron mayores sus obras con sus elogios, que no se halló acabado

 

 

 

 

¿Cuándo, Númenes Divinos,

Dulcísimos Cisnes, cuándo

merecieron mis descuidos

ocupar vuestros cuidados?

¿De dónde a mí tanto elogio?

¿De dónde a mí a encomio tanto?

¿Tanto pudo la distancia

añadir a mi retrato?

¿De qué estatura me hacéis?

¿Qué Coloso habéis labrado,

que desconoce la altura

del Original lo bajo?

No soy yo la que pensáis,

sino es que allá me habéis dado

otro ser en vuestras plumas

y otro aliento en vuestros labios,

Y diversa de mí misma

entre vuestras plumas ando,

no como soy, sino como

quisisteis imaginarlo.

A regiros por informes,

no me hiciera asombro tanto,

que ya sé cuánto el afecto

sabe agrandar los tamaños.

Pero si de mis borrones

visteis los humildes rasgos,

que del tiempo más perdido

fueron ocios descuidados,

¿Qué os pudo mover a aquellos

mal merecidos aplausos?

¿Así puede a la verdad

arrastrar lo cortesano?

¿A una ignorante Mujer,

cuyo estudio no ha pasado

de ratos, a la precisa

ocupación mal hurtados;

A un casi rústico aborto

de unos estériles campos,

que el nacer en ellos yo,

los hace más agostados;

A una educación inculta,

en cuya infancia ocuparon

las mismas cogitaciones

el oficio de los Ayos,

Se dirigen los elogios

de los Ingenios más claros

que en Púlpitos y en Escuelas

el Mundo venera sabios?

¿Cuál fue la ascendente Estrella

que, dominando los Astros,

a mí os ha inclinado, haciendo

lo violento voluntario?

¿Qué mágicas infusiones

de los Indios Erbolarios

de mi Patria, entre mis letras

el hechizo derramaron?

¿Qué proporción de distancia,

el sonido modulando

de mis hechos, hacer hizo

cónsono lo destemplado?

¿Qué siniestras perspectivas

dieron aparente ornato

al cuerpo compuesto sólo

de unos mal distintos trazos?

¡Oh cuántas veces, oh cuántas,

entre las ondas de tantos

no merecidos loores,

elogios mal empleados;

oh cuántas, encandilada

en tanto golfo de rayos,

o hubiera muerto Phactonte

O Narciso peligrado,

a no tener en mí misma

remedio tan a la mano,

como conocerme, siendo

lo que los pies para el pavo!

Vergüenza me ocasionáis

con haberme celebrado,

porque sacan vuestras luces

mis faltas más a lo claro.

Cuando penetrar el Sol

intenta cuerpos opacos,

el que piensa beneficio

suele resultar agravio:

porque densos y groseros,

resistiendo en lo apretado

de sus tortüosos poros

la intermisión de los rayos,

y admitiendo solamente

el superficial contacto,

sólo de ocasionar sombras

les sirve lo iluminado.

Bien así, a la luz de vuestros

panegíricos gallardos,

de mis obscuros borrones

quedan los disformes rasgos.

Honoríficos sepulcros

de cadáveres helados,

a mis conceptos sin alma

son vuestros encomios altos:

elegantes Panteones,

en quienes el jaspe y mármol

Regia superflua custodia

son de polvo inanimado.

Todo lo que se recibe,

no se mensura al tamaño

que en sí tiene, sino al modo

que es del recipiente vaso.

Vosotros me concebisteis

a vuestro modo, y no extraño

lo grande: que esos conceptos

por fuerza han de ser milagros.

La imagen de vuestra idea

es la que habéis alabado;

y siendo vuestra, es bien digna

de vuestros mismos aplausos.

Celebrad ese, de vuestra

propia aprehensión, simulacro,

para que en vosotros mismos

se vuelva a quedar el lauro.

Si no es que el sexo ha podido

o ha querido hacer, por raro,

que el lugar de lo perfecto

obtenga lo extraordinario;

mas a esto solo, por premio

era bastante el agrado,

sin desperdiciar conmigo

elogios tan empeñados.

Quien en mi alabanza viere

ocupar juicios tan altos,

¿qué dirá, sino que el gusto

tiene en el ingenio mando?...

 

 

 

 

 

Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) es la última gran poeta de los Siglos de Oro de la literatura en español. Su vida intelectual fue muy intensa y abarcó todos los saberes de la época. Escribió numerosos poemas líricos, cortesanos y filosóficos, comedias teatrales, obras religiosas y villancicos para las principales catedrales del Virreinato. Inscrita en el estilo barroco, su poesía es rica en complejas figuras del lenguaje, conceptos ingeniosos y referencias a la mitología grecolatina.

Durante su vida, la obra de sor Juana gozó de gran popularidad. Gracias a sus relaciones cercanas con los virreyes, fue publicada en España y leída con asombro en muchas partes del Imperio. Su poesía destaca por una deslumbrante belleza sonora, ingenio refinado y profundidad filosófica. Los siglos xviii y xix, dominados por un gusto adverso a la estética barroca, la desdeñaron, pero en el siglo xx se revaloró a sor Juana como un clásico extraordinario de la literatura hispánica.

De acuerdo con la estética renacentista de la imitación, sor Juana siguió los modelos literarios de la época y en muchos casos los superó. Sirvan de ejemplos el poema Primero sueño, la comedia Los empeños de una casa o el auto sacramental El divino Narciso, así también, Respuesta de la poetisa a la muy ilustre sor Filotea de la Cruz –normalmente presentada como Respuesta a sor Filotea de la Cruz– que es uno de los textos en prosa más importantes de toda la literatura novohispana.

 

 

 

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