Poesía

Joseph Brodsky (Leningrado-San Petersburgo, 1940-Nueva York, 1996)

 

 

 

La presente selección fue publicada en Alforja. Revista de Poesía, número XXX, otoño 2004.

 

 

 

 

 

Los poemas traducidos por Ricardo San Vicente fueron tomados de Joseph Brodsky: No vendrá el diluvio tras nosotros. Antología poética 81960-1996), edición de Ricardo San Vicente, Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000.

 

 

 

 

 

 

 

Joseph Brodsky

(Leningrado, actual San Petersburgo, 1940-Nueva York, 1996)

 

 

 

 

Traducción de Ricardo San Vicente

 

Un paisaje bien común que la inundación mejora.

Sólo se ven copas de árboles, cúpulas, agujas.

Uno desea decir algo entre el resuello y la emoción,

pero del cúmulo de voces se salva sólo: “Hubo una”.

Así el espejo, al envejecer, refleja cejas, calva,

mas ningún rostro, y otro órgano, ya no digamos.

Por todas partes, un completo desleído escrito o habla,

desde arriba una nube rota, y tú en el agua.

El hecho ocurrió más bien en alguna parte húmeda de Holanda,

antes de inventarse aún diques, bordados, los nombres de De Bos,

o de Van Dyck. O bien, en Asia, en los trópicos

donde no para de llover y se ablanda el suelo; pero tú no eres arroz.

Se acumuló, claro, en mucho tiempo, días, años, gota a gota,

y anuncian sus cualidades húmedas hectáreas de salinas.

Y ya es hora de elevar en periscopio al niño en hombros,

para ver cómo a lo lejos humen naves enemigas.

 

1993

 

 

 

 

 

Traducción de Ricardo San Martín

 

A Susanne Martin

 

No han volado las abejas del lugar, tampoco el jinete. En la taberna

Ianiculum una nueva tribu perora en la vieja jerga.

Fundiéndose en el vaso, el hielo permite por segunda vez

ver pasar la misma agua, mas sin saciar la sed.

 

Ocho años se han ido. Han estallado guerras y se han apagado,

roto familias y sucedido en los diarios los feos retratos,

han caído aeroplanos y suspirado el locutor “Dios mío” ante sus fieles.

Se puede aún lavar la ropa, mas no planchar las pieles

 

ni con la palma ardiente. Sobre Roma en invierno, el astro del día

lucha brazo partido con la niebla azulina;

huele a hoja quemada y la fontana brilla, cual condecoración

por carecer de blanco al mediodía el tiro del cañón.

 

Las cosas se endurecen para que no puedan mudarlas de lugar

en la memoria; pero en la perspectiva cuesta más surgir que alcanzar

esfumarse en ella, cuando ésta sale de la ciudad y se transforma

en años en su carrera tras el tiempo puro, sin dicha ni terracota.

 

Querida, la vida puede pensarse sin nosotros, pues no para otra cosa

existen los paisajes, el bar, estas colinas, la nube que se forma

en el cielo limpio sobre el campo de aquel combate abierto

contra estatuas que se enfrían al celebrar el triunfo de la forma del cuerpo.

 

18 de enero de 1989

 

 

 

 

 

Traducción de Tatiana Babnova

 

Nací y crecí en las marismas del Báltico, frente

a las olas color de cinc, que de dos en dos vienen siempre.

De ahí, todas las rimas, de ahí, la voz tan mustia,

que cual húmedo cabello entre las olas ondula,

si es que ondula. Apoyado en el brazo, el caracol del oído

distinguir en ellas no logra ningún ruido

que no sea lienzo al viento, aplauso, golpe de postigo,

cafetera hirviendo o, a lo más, de gaviota el grito.

En esta llana región, de lo falso al corazón preservo,

pues no hay dónde esconderse, y la vista alcanza más lejos.

Sólo para el sonido el espacio es estorbo:

la falta de un eco no le faltará al ojo.

 

 

 

 

 

Joseph o Iosif Alexándrovich Brodsky (Leningrado, 1940-Nueva York, 1996). Poeta y ensayista ruso. Se le considera el poeta más grande nacido en la época soviética y, acaso con la sola excepción de B. Pasternak y A. Ajmátova, el más importante en lengua rusa de la segunda mitad del siglo XX. Este autor se convirtió, al igual que Ajmátova, su "madrina poética" y descubridora, en memoria cultural de su generación y, por azares del destino, en el más grande regalo que hizo Rusia a Occidente. De su trabajo inicial cabe destacar los libros Versos y poemas (1965) y Parada en el desierto (1970), que aparecieron publicados por primera vez en Nueva York. Privado de reconocimiento en su país y tras ser condenado a trabajos forzados acusado de "parasitismo social", se vio obligado a emigrar de Rusia en 1972. Tras una corta temporada en Europa, se trasladó a Estados Unidos, cuya ciudadanía adquirió en 1977 y donde compaginó su labor poética con clases de literatura en diversas universidades norteamericanas.

Su conocimiento de la poesía inglesa, y su enraizado sentido del aislamiento y la melancolía, le llevaron a cultivar una poesía de meditación nocturna, como el largo poema Elegy to John Donne (1967). De su período en el exilio, que constituye la mayor parte de su vida, cabe destacar los poemarios El fin de la bella época(1976), Parte de la oración (1977), En Inglaterra (1977), Nuevas estancias a Augusta (1983), Urania (1987) y Paisaje con inundación (1996). Su poética, obsesionada con las contradicciones entre el espacio, el tiempo y los sentidos, es una de las más relevantes del siglo XX, y le hizo merecedor del premio Nobel de Literatura en 1987.

De familia judía, conocedor de varias lenguas, como el inglés y el español, fue miembro de la sección de traductores de la Unión de Escritores de San Petersburgo, llamándose a sí mismo "poeta-traductor". Fue miembro asimismo de la American Academy of Arts and Letters. Publicó, además, dos obras de teatro y un gran número de ensayos recogidos en varios volúmenes, entre ellos Del dolor y la razón (1995). Por expreso deseo suyo, sus cenizas se enviaron a Venecia.

 

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *