José Antonio de Castro (Ciudad de México, 1990)
José Antonio de Castro (Ciudad de México, 1990)
Lu
Mis nostalgias escribo en este trozo de seda
y las entrego a la corriente del río Wen.
Li Bai
Aguardo la primavera para cruzar el río Amarillo,
un viejo duraznero me espera,
acaso después de mil años siga en pie
tan alto y delicado como tu recuerdo.
Me gusta pensar que volviste a ese árbol
que abrazaste a tus pequeños
y detuviste el río de lágrimas
me gusta pensar que los pétalos flotan todavía.
Aunque pocos lo comprenden, yo sé por qué permaneciste
en tus verdes montañas fuera de este mundo.
Ojalá las penas se hayan detenido.
Ojalá la niebla me permita encontrarte en el Pabellón del Vino.
UN ANCIANO EN LOS CAMPOS DE ARROZ
Siempre vuelvo a las mismas tristezas.
Avanzada mi edad y mi pobreza
nadie en este pueblo me recuerda.
Mi cabaña no se ha visitado en años.
El mundo se aleja y las inquietudes se acumulan.
Sólo poseo estos campos de arroz
cubiertos de blanca nieve donde observo
las huellas del tigre que se oculta en la espesura.
Pronto iré a su encuentro.
Cuando el vino me embriague
las luciérnagas me mostrarán el camino
hacia las montañas Kunlun.
Donde ya no hay Año Nuevo
donde ya no se persigue la vida.
A SU PARTIDA
La pluma del Fénix cayó en el estanque fragante
y el canto de la cigarra se detuvo con un halo de luna,
de inmediato supe lo que significaba,
fugitivas nostalgias y tristezas empañadas con los errores de años
llegaron hasta las puertas de mi morada solitaria.
Fue tu partida un designio prematuro,
injurié a los inmortales por sus tiranías,
y me eché a llorar bajo la noche perfumada.
Ya pasado el tiempo, he llegado a comprender,
que tu huida de este mundo representa
algo más que una simple calamidad,
yo perdí un amigo,
pero un loto alcanzó el Nirvana.
A LORD BYRON
Para Luis Antonio de Villena
Yo también iba en aquella barca oscura
que navegaba hacia la luna
en un mar de azabache y tiniebla
cuando te desgarraste el alma aullándole a los dioses.
Yo también me cubrí con el manto de la efímera paz
que trae la espuma del sexo femenino.
Y después de eso, regresábamos solos al castillo,
caminando a medio paso
a través de las praderas humedecidas por la brisa
mientras una escarcha de nieve o de invierno
ya se posaba sobre tus rizos y yo los sacudía
para verte un día más, para vivirte un minuto más.
Pero a ti, aunque se te dio el cielo, siempre quisiste caer,
el brillo de los astros lastimaba tus visiones
y preferiste cantar tus himnos a un ángel negro
en un banquete de dignidad y de caprichos.
A obtener un nuevo conocimiento partiste
en tu nave de diamantes hacia el río del olvido.
Y ya no pude encontrarte más,
te fuiste con el rumor del viento
a la hora en que la fiebre me azotaba
y sólo me dejaste dos rubíes para mis ojos.
Algunas veces regreso por las noches a la costa
de la cual ya no volviste,
y me parece ver tu rostro que se forma
en la arena, cuando mi llanto
inconsolable, se posa sobre ella.
Mirando el océano me pregunto,
si habrás de cruzarlo nuevamente
para rescatar mi corazón del fuego.
José Antonio de Castro (Ciudad de México, 1990). Realizó sus estudios superiores en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es director de la revista digital de creación literaria Campos de Plumas. Ganador del primer concurso de ensayo “¿Por qué es vigente la tauromaquia?” de la Fundación Tauromaquia Mexicana. Obtuvo la beca de literatura para asistir al Festival Cultural Interfaz ISSSTE, Hidalgo 2017. Poemas suyos han sido publicados en revistas de México, Argentina, Chile, Costa Rica, Perú y España.