Poesía

Jaime Gil de Biedma y Alba (Barcelona, 1929–1990). Selección de Juan Esquivel

 

 

 

Jaime Gil de Biedma y Alba (Barcelona, 1929–1990)

Selección y nota de Juan Esquivel

 

 

Mañana de ayer, de hoy

 

Es la lluvia sobre el mar.

      En la abierta ventana,

contemplándola, descansas

      la sien en el cristal.

 

Imagen de unos segundos,

      quieto en el contraluz,

tu cuerpo distinto, aún

      de la noche desnudo.

 

Y te vuelves hacia mí,

      sonriéndome. Yo pienso

en cómo ha pasado el tiempo,

      y te recuerdo así.

 

De Moralidades, 1966

 

 

 

«De vita beata»

 

En un viejo país ineficiente,

algo así como España entre dos guerras

civiles, en un pueblo junto al mar,

poseer una casa y poca hacienda

y memoria ninguna. No leer,

no sufrir, no escribir, no pagar cuentas,

y vivir como un noble arruinado

entre las ruinas de mi inteligencia.

 

De Poemas póstumos, 1966

 

 

 

Vals de aniversario

 

Nada hay tan dulce como una habitación

para dos, cuando ya no nos queremos demasiado,

fuera de la ciudad, en un hotel tranquilo,

y parejas dudosas y algún niño con ganglios,

 

si no es esta ligera sensación

de irrealidad. Algo como el verano

en casa de mis padres, hace tiempo,

como viajes en tren por la noche. Te llamo

 

para decir que no te digo nada

que tú ya no conozcas, o si acaso

para besarte vagamente

los mismos labios.

 

Has dejado el balcón.

Ha oscurecido el cuarto

mientras que nos miramos tiernamente, incómodos

de no sentir el peso de tres años.

 

Todo es igual, parece

que no fue ayer. Y este sabor nostálgico,

que los silencios ponen en la boca,

posiblemente induce a equivocarnos

 

en nuestros sentimientos. Pero no

sin alguna reserva, porque por debajo

algo tira más fuerte y es (para decirlo

quizá de un modo menos inexacto)

difícil recordar que nos queremos,

si no es con cierta imprecisión, y el sábado,

que es hoy, queda tan cerca

de ayer a última hora y de pasado

 

mañana

por la mañana...

 

De Compañeros de viaje, 1959

 

 

 

Artes de ser maduro

 

A José Antonio

Todavía la vieja tentación

de los cuerpos felices y de la juventud

tiene atractivo para mí,

no me deja dormir

y esta noche me excita.

 

Porque alguien contó historias

de pescadores en la playa,

cuando vuelven: la raya del amanecer

marcando, lívida, el límite del mar,

y asan sardinas frescas

en espetones, sobre la arena.

Lo imagino en seguida.

Y me coge un deseo de vivir

y ver amanecer, acostándome tarde,

que no está en proporción con la edad que ya tengo.

 

Aunque quizás alivie despertarse

a otro ritmo, mañana.

                                          Liberado

de las exaltaciones de esta noche,

de sus fantasmas en blue jeans.

 

Como libros leídos han pasado los años

que van quedando lejos, ya sin razón de ser

—obras de otro momento.

                                                 Y el ansia de llorar

y el roce de la sábana, que me tenía inquieto

en las odiosas noches de verano,

el lujo de impaciencia y el don de la elegía

y el don de disciplina aplicada al ensueño,

mi fe en la gran historia…

Soldado de la guerra perdida de la vida,

mataron mi caballo, casi no lo recuerdo.

Hasta que me estremece

un ramalazo de sensualidad.

 

Envejecer tiene su gracia.

Es igual que de joven

aprender a bailar, plegarse a un ritmo

más insistente que nuestra experiencia.

Y procura también cierto instintivo

placer curioso,

una segunda naturaleza.

 

De Poemas póstumos, 1966

 

 

 

«Nostalgie de la boue»

 

Nuevas disposiciones de la noche,

sórdidos ejercicios al dictado, lecciones del deseo

que yo aprendí, pirata,

oh joven pirata de los ojos azules.

 

En calles resonantes la oscuridad tenía

todavía la misma espesura total

que recuerdo en mi infancia.

Y dramáticas sombras, revestidas

con el prestigio de la prostitución,

a mi lado venían de un infierno

grasiento y sofocante como un cuarto de máquinas.

 

¡Largas últimas horas,

en mundos amueblados

con deslustrada loza sanitaria

y cortinas manchadas de permanganato!

Como un operario que pule una pieza,

como un afilador,

fornicar poco a poco mordiéndome los labios.

 

Y sentirse morir por cada pelo

de gusto, y hacer daño.

 

La luz amarillenta, la escalera

estremecida toda de susurros, mis pasos,

eran aún una prolongación

que me exaltaba,

lo mismo que el olor en las manos

—o que al salir el frío de la madrugada, intenso

como el recuerdo de una sensación.

 

De Poemas póstumos, 1966

 

 

 

Idilio en el café

 

Ahora me pregunto si es que toda la vida

hemos estado aquí. Pongo, ahora mismo,

la mano ante los ojos —qué latido

de la sangre en los párpados— y el vello

inmenso se confunde, silencioso,

a la mirada. Pesan las pestañas.

 

No sé bien de qué hablo. ¿Quiénes son,

rostros vagos nadando como en un agua pálida,

éstos aquí sentados, con nosotros vivientes?

La tarde nos empuja a ciertos bareso

entre cansados hombres en pijama.

 

Ven. Salgamos fuera. La noche. Queda espacio

arriba, más arriba, mucho más que las luces

que iluminan a ráfagas tus ojos agrandados.

Queda también silencio entre nosotros,

silencio

                y este beso igual que un largo túnel.

 

De Compañeros de viaje, 1959

 

 

 

 

Jaime Gil de Biedma y Alba (Barcelona, 13 de noviembre de 1929 – Barcelona, 8 de enero de 1990). Poeta y ensayista. Estudió Derecho en Salamanca y más tarde Economía en Oxford. Pertenece a la llamada Generación del 50. A los 25 años comenzó a trabajar en la Compañía General de Tabacos de Filipinas, donde llegó a ser Secretario General. Este empleo, que le obligó a trasladarse a Manila en 1956, siempre lo alternó con las letras. Además de poesía escribió prosa: diarios, cartas, ensayos, estos últimos son considerados esenciales dado su conocimiento de la lírica inglesa. Hijo de familia adinerada y hombre cultísimo, su obra poética esencialmente consta de tres libros: Compañeros de viaje (1959), Moralidades (1966) y Poemas póstumos (1968). Tras la publicación de este último decidió dedicarse únicamente a la reescritura de sus poemas, «un trabajo de buril» a decir de José Agustín Goytisolo, también poeta e íntimo amigo de Gil de Biedma.

Lo mejor de esta obra poética fue reunido en Las personas del verbo, libro publicado en distintas ediciones. Las principales temáticas que aborda son la preocupación por la pérdida de la juventud y el amor, la destrucción de los recuerdos y de la vida en general y, sobre todo, el tiempo. La poesía de Gil de Biedma fue conocida como "poesía de la experiencia", aunque él mismo llegó a decir que era más exacto llamarla "de la vivencia", ya que «lo que pasa en un poema jamás le ha pasado a uno».

James Valender, destacado crítico e investigador, ha dicho sobre la poesía de Jaime Gil de Biedma que «ha sabido resistir, y sabrá seguir resistiendo, el efecto corrosivo del tiempo» y que «el interés [en ella] sólo irá en aumento».

 

 

 

Juan Manuel Esquivel (Ciudad de México, 1980) es licenciado en Ciencias de la Comunicación por el Tecnológico de Monterrey. Ha participado en talleres y cursos literarios en la Casa del Lago y otros centros culturales. Además de ensayo y traducción también escribe poesía, misma por la que ha sido invitado al programa Al compás de la letra en Radio UNAM. Actualmente es parte del comité editorial de la revista literaria Murmullo de Paloma y prepara su primer poemario.

 

 

 

 

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