Índice de poesía holandesa. Traducción de Tessa Zeiler
Imagen: Molinos de viento holandeses, de Eugène Louis Boudin (1824-1898)
La selección de esta muestra se realizó a partir del número VII de Alforja. Revista de poesía, 1999, pp. 54-71.
Índice de poesía holandesa
Traducción: Tessa Zeiler
Hendrik Marsmam (1899-1940)
Recuerdo de Holanda
Pienso en Holanda
con sus anchos ríos
que indolentes cruzan
interminables
llanos y bajíos,
sus álamos en fila
tan esbeltos
cual plumeros enormes
tocados por la vista,
sus granjas que se hunden
en planicies increíbles,
esparcidas por la tierra,
árboles, villas,
torres truncadas,
olmos e iglesias
en imponente unión.
Veo su cielo raso,
y sus vapores
en múltiples tonos
de gris que suavemente,
sofocan al sol.
Por todas partes
se oye y se tema
el clamor del agua
de los desastres
seculares.
Adriaan Roland Holst (1888-1976)
Un invierno a orillas del mar
El día despunta violento y vacío
para confirmar en la lamentación
lo que en el cielo predice la luna
—¡Hey, perdido! ¿Dónde estás?—
Las gaviotas en bandadas,
por encima del ruido iracundo
y hueco del mar dejado de
la mano de Dios, gritan
con un dolor carente de sentido.
Gerrit Achterberg (1905-1962)
Hora de consulta
Mientras Dios está en el Cielo,
los animales se han apoderado de mí.
Se reúnen a conferenciar
y hablan bajito
en lenguajes quebrados, incomprensibles,
pero yo les grito, urgido desde el alma,
una palabra sacada de una vieja gramática:
que yo, carajo, me voy a pique
y estoy convirtiéndome en un harapo.
El coraje salta como una pantera
y mi garganta es una olla de sangre.
Flujo y reflujo violentos,
impotencia y odio antes estos sordos,
que sólo crecen en sus blancas pecheras,
arde sobre la mesa espumando.
En sus engreídos monólogos
no sopesan las palabras,
según el peso nuclear y la envergadura
el origen o la dirección,
sino que sus frases alquiladas, hechas a la medida,
obstaculizan la capacidad de comprensión
que el entendimiento esperaría,
y la esperanza es un pálido niño que sonríe
al ladrón que le arrebata la vida.
Lucebert, seudónimo de L. J. Swaanswijk (1924-1994)
Trato de expresarme poéticamente
es decir
las aguas luminosas de la sencillez
el espacio de la vida plena
si yo fuera un hombre
igual a las multitudes
sino el ángel
pétreo o líquido
el nacimiento y la descomposición
no me hubieran afectado
el camino que va de la soledad a comunión
el sendero de las piedras piedras
animales animales aves aves
no estaría tan manchado
como ahora se manifiesta en mis poemas
que son instantáneas
en estos tiempos lo que siempre se llamaba
la belleza se ha quemado el rostro
ya no consuela a la gente
sino a las larvas reptiles y ratas
pero al hombre asusta
golpeándole con el saber
de ser una migaja en el mantel del universo
ya no sólo el maligno
golpe mortal nos hace rebeldes o humildes
sino también lo bueno
el abrazo nos lleva a manipular
desesperadamente el espacio
por esto he buscado
la lengua en su belleza
oí que ya no poseía nada humano
sino los defectos del habla de la sombra
sino los de la ensordecedora luz del sol
Remco Campert (1929)
Poema en vino
Así como tú andas
por la pieza, de la cama
a la mesa, con el peine,
verso alguno jamás andará.
Así como tú hablas
con tus dientes en mi boca
y mi lengua en tus orejas,
pluma alguna jamás hablará.
Así como tú callas,
con tu sangre en mi espalda
por tu mirada en mi cuello
poema alguno jamás callará.
Schippers, seudónimo de Gerard Stigter (1936)
No, no Nanette
Té para dos antes de la guerra
hizo algo por papá.
Y también para mí.
Caminó muy despacio
para oír un rato más
la canción que salía
de alguna casa,
y así perdió el tranvía 2.
En el siguiente venía mi mamá.
Neeltje Maria Min (1944)
Tú estabas una noche en mi jardín
la lluvia hizo que el vuelo de los pájaros
se hiciera más pesado, que
pastos y musgos crecieran más rápido
y que mi casa fuera un refugio más ajeno.
la sala, irreconocible, se redujo,
las puertas se cerraron en silencio,
la mesa, sobre la que el gato dormía,
se movió, muy lentamente, pero se movió.
Una maceta en la mano estaba
imperceptiblemente, cambiada, yo ante la ventana
señalaba hacia afuera:
una estatua encogida por la culpa,
erigida para el olvido.
Judith Herzberg (1934
La mañana
Las nieblas se levantan, el agua
está de pies en el cuerpo.
Tú, que me ganas en desdichas,
¿en qué piensas?
Los pájaros prorrumpen en la loca algarabía,
alegre para mí porque estoy alegre.
“No seamos sentimentales
respecto a los pájaros”, dices,
“al fin de cuentas hacen un ruido infernal,
Incluyendo a tu ruiseñor inmortal”.