Poesía

Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, 1934-2015). Selección de Eduardo Serdio

 

 

Hugo Gutiérrez Vega (Guadalajara, 1934-2015)

 

Selección de Eduardo Serdio

 

 

 

Mis muertos

 

El sol tiene ocho días sin salir. El mar y el cielo son unánimemente grises.

             Pienso en mis muertos, en sus ojos que vieron mañanas azules y días grises como éste; en sus manos acariciadas y acariciantes; en los sueños truncados por la descuidada impiedad de la vida.

                     Llevo a mis muertos en la memoria y acuden cuando se los pido.

                     Hoy llegaron a la isla y me pusieron a pensar en ellos.

                     Conozco muy bien esta interna ceremonia: cierro los ojos por un instante y los veo a todos tal y como eran en la vida.

                     Me han ocupado la mitad del corazón. Con la otra sigo en los días.

              Grises el mar y el cielo y yo en la ceremonia de los ojos cerrados por un instante viendo a mis muertos. Me son tan necesarios que ya no podría vivir sin ellos.

 

 

de Una estación en amorgos, 1996

 

 

 

Un cuerpo como una isla

 

Verte desnuda es recordad la tierra.

                                                      Federico García Lorca

 

 

Por las arduas colinas de tu cuerpo

van mis ojos desnudos contemplando

los tersos panoramas, precipicios

y el bosque primordial que mi deseo

exalta en la constante ceremonia

de mirarte, llamarte desde el fondo del ser,

de contemplarte como se ven los campos en otoño

o las vertiginosas catedrales erguidas en la niebla

y entrevistas en la región sin nombre de la aurora.

Eres como una isla, te rodeo

y me ajusto a tus formas.

Me impide hacerles modificaciones

El antiguo temor de hacerte daño.

Por eso me mantengo en tus orillas

y tierra adentro sólo van mis ojos.

 

de Los soles griegos, 1989

 

 

 

Oda litúrgica para la mujer de ámbar

 

Il tuo splendore é aperto

E. Móntale

 

Como hecha de ámbar

giras sobre la tierra.

 

No sé hasta donde

pueda llegar

esta ansia de buscarte,

esta cansada desesperación

nacida de tu huida.

 

Hoy fue una noche grave,

anunciadora de la muerte,

la que me obligó a asirme

de tu imagen huyendo.

 

Mañana, el día con sol

hará que no te piense

y, sin embargo, estarás ahí,

oculta entre las cortinas

y tu cuerpo de ámbar,

tu gran coño frutal,

tus oscilantes uñas,

tus labios inventores,

tu carne de mujer mujer,

tu entrega entera,

tu manera de apoderarte

de los momentos,

tu forma de coger y ser cogida,

tu certeza de vida en la mañana,

tu inocente, santa, bendita,

sacrosanta, litúrgica, teológica,

óptica, acústica,

olfativa, gustativa fornicación,

levantará las sábanas

abrirá las ventanas,

bendecirá la carne,

entronizará el gozo

y santificará la noche humana.

 

de Poemas para el perro de la carnicería, 1979

 

 

 

Amor y pop corn

 

Hubo un momento

en el que renunciamos a todo lo dicho;

nuestro deseo era escapar

de los lugares comunes,

abominar de la melcocha sentimental,

inaugurar palabras,

girar en un laberinto perfecto

y lleno de sensaciones frías,

bien meditadas, completas, exquisitas,

alejadas del tiempo, nuevas, antiguas,

clásicas, románticas…

no lo logramos;

son las seis de la tarde,

sobre nosotros brilla

un crepúsculo en tecnicolor

y a nuestro lado se besan

William Holden y Jennifer Jones.

Te abrazo y digo, con voz cachonda,

algo sobre tus sparkling eyes,

mientras tú ronroneas: hold me tight

y del kiosco llega una canción de Doris Day.

Te ofrezco mucha resignación.

Somos iguales a todos.

Te regalaré una enorme bola

de algodón azucarado,

antes de que, contra los montes de Hong Kong

aparezca, entre nubes rojas,

el inevitable The End.

 

de Poemas para el perro de la carnicería, 1979

 

 

 

Para la abuela, que hablaba con pájaros creyéndolos ángeles

 

I

 

La Abuela abría las puertas de la mañana;

entraba el sol por el balcón cerrado

y un rayo se pegaba a sus gafas solares.

El día andaba ya por los corredores

abrillantando las plumas del pájaro ciego,

jugando un rato con los peces anhelantes

en su marecito engañoso,

y con el caracol de filos negros

en su playa de cristal.

La claridad giraba por los cuartos vacíos

y se escondía entre las cortinas.

De las gafas de la Abuela brotaba el día

y bajo mi cama se enroscaban los vientos.

Cerraba los ojos y regresaba al sueño.

Las sábanas me daban una noche que sólo existía ahí

y que se prolongaba por unas horas,

mientras la mañana maduraba

y se caía a pedazos en las calles de color naranja

y en el cielo azul y tonto de los trabajos para vivir.

 

 

II

 

Un polvo limpísimo, casi más fino que el aire de esta mañana

se levantó cuando abrimos la tumba de la Abuela.

La caja se deshizo, y el cráneo que tenía aún su blanca trenza

cayó con tanta gracia, que la tierra se negó a entrar en él.

¡Quién dijera!; tú que tanto temías morirte sola

has pasado diez años en la tumba hablando con tus ángeles,

percibiendo las voces de tantas insolentes primaveras.

¿La muerte es grande? dices, y la vida se concentra en tu trenza.

No hemos perdido nada. La mañana sigue entrando a la casa;

Entrando sin cesar.

Si nada cesa tú nunca cesarás.

La muerte grande te besó en las mejillas

y nosotros lloramos y reímos.

Estamos contigo.

Tu memoria no se detuvo nunca.

 

de Cuando el placer termine, 1977

 

 

 

Variaciones sobre una “Mujtathth”
de Al-Sharif Al-Radi

 

Pasaré la noche con el inmenso desierto

que hay entre mí y el estar contigo.

 

I

 

Hay una extensión cercada por el cielo,

una inmensa planicie descubierta por la luna,

un campo de flores pálidas

sitiadas por su propio perfume,

una casa en el bosque de los grandes abetos de la noche,

un camino entre los pinos,

el otoño de planetas cercanos,

el lago de orillas blanquísimas,

el violeta tenue en la madrugada del mar,

la pulpa entregada de un fruto

que sobrepasa la medida de la mano,

la noche de la selva,

la madrugada de la altiplanicie

y el corazón de todos los niños de la tierra.

Todo eso, Al-Sharif, todo eso

y "pasaré la noche con el inmenso desierto

que hay entre mí y el estar contigo".

 

 

II

 

Está lejana la gloria de Al-Andalus,

lejana la tarde de las montañas de Córdoba.

Colocamos todos nuestros bienes,

un puñado de cosas entrañables,

sobre la frágil estructura

que levantan los hombres en la tierra.

Todo está tan lejano, Al-Sharif.

Queda este enorme cansancio,

la débil certeza de no saber nada,

de no querer ya nada,

de conformarnos con esta tarde en la playa

y con los ojos pálidos del mar,

los que no ven,

los hechos para ser contemplados.

 

 

III

 

Era el tiempo en que se nos abría el paraíso

en todos los minutos del día.

Días de minutos largos,

de palabras recién conocidas.

El ojo de la magia les daba una iluminación irrepetible.

Y sucedió después que el paraíso era un engaño de la luz,

que a los amigos les bastaba un segundo para morirse,

que los amores llevaban dentro una almendra agria.

 

En la noche el paraíso sigue abriendo su rendija,

un fantasma de la luz,

el que hace que los amigos estén siempre aquí,

que los amores se conformen con su almendra agria,

que el corazón no rompa a aullar en la montaña.

 

 

IV

 

Esa noche escuchamos el graznido de los cuervos del destino

presagiando la partida.

Esa noche que, aunque siendo de verano, nos impidió pasar

las horas en el terrado escuchando la voz del poeta joven.

Esa noche los lobos anduvieron cerca de la casa y al inicio de

la madrugada las flechas sombrías se clavaron en la

puerta.

Se escuchó el gemido de las gacelas perseguidas por la

sombra y se agrió la leche en los pechos de las madres.

Rodearon los presagios el lecho de la madrugada y el nuevo

día nació llorando.

El viento dijo que la separación se acercaba a la puerta.

 

Los cuervos no graznaron en vano:

antes de que el sol descubriera una pequeña parte de su

rostro la casa quedó vacía.

Desde el terrado te vi correr hacia la montaña. Se fue

perdiendo la música de tus ajorcas.

 

Ahora la pena ocupa nuestro lecho.

 

Cómo encontrar reposo durmiendo sobre los guijarros de la

soledad no deseada.

Cómo vivir con la certidumbre de que la ausencia ha puesto

sitio a nuestra casa ya en sombra.

 

 

de Resistencia de particulares, 1974

 

 

 

 

 

Hugo Gutiérrez Vega. Nació en Guadalajara, Jalisco, el 11 de febrero de 1934; muere en la Ciudad de México, el 25 de septiembre de 2015. Poeta y ensayista. Estudió Derecho en la UNAM, Letras Inglesas en Michigan, Letras Italianas en la Universidad de Roma y Sociología de la Comunicación en Londres. Fue miembro de carrera del Servicio Exterior Mexicano; consejero cultural en Roma, Londres, Madrid, Washington; embajador en Grecia; concurrente en Líbano, Chipre, Rumania y Moldova; realizó trabajos especiales para la UNESCO en Irán y la Unión Soviética; cónsul general de México en Río de Janeiro, Brasil, y en San Juan, Puerto Rico; maestro de tiempo completo de la FFyL y la FCPyS de la UNAM; director de la Revista de la Universidad de México; profesor visitante en España, Portugal, Grecia, Brasil, Argentina y Noruega; director de La Jornada Semanal. Miembro del SCM; miembro correspondiente de la Academia Puertorriqueña de la Lengua Española y de la Academia Mexicana de la Lengua. Su labor como traductor de poesía griega es ampliamente reconocida. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano, ruso, rumano, portugués y griego. Colaborador de Cuadernos Hispanoamericanos, Nexos, Revista de la Universidad de México, Siempre! y Vuelta. Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 1976 por Cuando el placer termine. Orden al Mérito 1966 en grado de comendador, Italia. Medalla Alfonso X 1981 de la Universidad de Salamanca. Comendador de la Orden de Isabel la Católica 1983, España. Orden del Delfín 1994 (Gran Cruz), Grecia. Premio de Letras Jalisco 1994. Premio Nacional de Periodismo 1999 en el área de difusión cultural. Premio Iberoamericano Ramón López Velarde 2001. Premio Xavier Villaurrutia 2002 por Peregrinaciones Bazar de asombros II. Medalla de oro de Bellas Artes en 2004. Premio Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval 2009. Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013, en la categoría de lingüística y literatura, por su “trayectoria lúcida y sensible en la poesía, el ensayo y la expresión oral”. Su poemario Cuando el placer termine se incluye en la compilación Premio de Poesía Aguascalientes 30 años, 1968-1977, Joaquín Mortiz/Gob. del Edo. de Aguascalientes/INBA, 1997.

 

 

Eduardo Serdio (Ciudad de México, 1994). Poeta, gestor y editor mexicano. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha impartido distintos talleres de creación literaria en Mostrarte a México A.C. En el 2016 con estudiantes de la Facultad de Estudios Superiores Acatlán crea el proyecto De-lirio que dos años más tarde deriva en la revista literaria del mismo nombre en la que funge como director general. Parte de su obra se ha publicado en medios nacionales e internacionales. Se desarrolla también como editor en la revista Taller literario Ígitur desde el 2019 y desde ese mismo año como gestor en las mesas de Crítica y Pensamiento en México, así como del encuentro anual: Diótima. Encuentro Nacional de Poesía. Actualmente es fundador y director de la Congragación Literaria de la Ciudad de México y desde esta organización coordina junto con la Dirección General de Escuelas Secundarias Técnicas los programas educativos de tv “La palabra compartida”  y de radio “Si el río suena agua lleva”.

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