Hiperbóreas: Pia Tafdrup (Dinamarca, 1952). Traducción: Francisco J. Uriz
Francisco J. Uriz ha publicado Hiperbóreas antología de poetisas nórdicas (Erial Ediciones) del cual iniciamos la serie de poesía nórdica.
Ficha técnica:
ISBN 978-84-948649-5-7
Depósito legal: Z-378-2020
Rústica con solapa 13 x 19 cm. 180 páginas
Colección: Erial Poesía#3
PVP sin IVA 14,42 € // PVP con IVA 15,00 €
https://www.erialediciones.com/producto/hiperboreas-antologia-de-poetisas-nordicas/
Pia Tafdrup (Dinamarca, 1952)
Traducción: Francisco J. Uriz
Se leen árboles
Siempre hay árboles que le dicen a mi padre
en que estación estamos, lucen
en su cerebro,
los blancos troncos de los abedules,
heroicamente erguidos
o meciéndose serenamente.
Hay árboles sin hojas
—invierno pues, cuando los rayos de sol
cortan a través de la habitación.
Hay árboles con hojas de un verde intenso
—verano, pues, cuando va oscureciendo
y si las hojas amarillean
sólo puede ser otoño.
Si es hoy
o hace cincuenta años
¿qué más da?
Si han pasado dos horas
o dos minutos
¿es realmente decisivo
cuando lo que se busca es refugiarse
en un clarísimo recuerdo de infancia?
Si soy yo o es mi madre
quien está sentada en la silla,
¿qué más da?
Si es mi hermana o soy yo,
¿cambia algo
si estamos a gusto?
Las sombras trepadoras
están tan lejos que no las percibimos.
Las sombras no significan nada,
porque en este momento una ardilla
salta de rama en rama en el cerezo
y eso lo vemos.
Las ramas del abedul se agitan en tierno verdor
es ahora cuando importa.
Ahora
hay calma aquí ahora
entra el brillo del sol por la ventana,
aquí está empezando a hacer calor, es ahora
cuando estamos vivos…
Pero ¿qué pasará
cuando los árboles sean arrancados de raíz—
cuando se alejen lentamente levitando
por donde han sido asfaltadas las estrellas?
Al menos una herida
—El cuerpo tiene siempre al menos una herida
dijo mi padre frente al espejo,
mientras se estaba haciendo el nudo de la corbata,
cuando por primera vez vi
salir sangre
de la rodilla, donde me había hecho una herida.
—El cuerpo tiene siempre al menos una herida
es la primera frase completa que recuerdo
que me dirigió mi padre,
en aquellos días en los que yo había empezado
a aprender a conocer el mundo.
Tenía cuatro años
y participé
en la primera discusión filosófica
de mi vida:
— ¿POR QUÉ TENEMOS QUE MORIR?
Mi padre respira la oscuridad
encerrada en su interior.
—Duele—
Es la última frase
que me dirige mi padre
en su lecho de muerte.
Después de todo un día
sin comunicación posible
esta frase queda
tan clara
como pueda brillar una herida.
La calma de la tarde pone de manifiesto las palabras.
Mira
cómo brilla la herida
—Duele—
pero entre estas dos frases
se ha desarrollado una vida,
santa, santa…
Porque como exclama
Teófanes, el griego,
en El juicio final de Tarkovski
después de sufrir todo tipo de penalidades:
—Sin embargo es muy hermosa y ahora está nevando.
Guerra y paz
Es ahora pues cuando tengo que ir,
me dicen al teléfono.
Ya las primeras señales
muerden a través de las paredes
con el fin de decirme lo mismo.
Caen estrellas. De los millones de años
es este ahora—
la hora más temprana del alba
desacidificada y transparente.
El castaño de mi calle
ha arrojado sus flores,
un humeante baño de sangre
de blanco y rojo ante mis pies.
Ante mis ojos
todo deviene negro. Nunca más nunca.
Me subo al coche,
Conduzco
en el reino de los mortales
por carreteras vacías
desciendo hasta la oscuridad de la caverna,
pero sólo para tomar nota
de que mi padre,
aunque todavía está caliente—
ya no EXISTE…
Sólo para Ver, Oír y Oler
que mi padre
ya no EXISTE…
Estallido matinal, un desgarrón
en el desmoronado tejido.
Corazón de hielo, músculos de muerto, nada de retoques…
Es lo que ha dejado
un cuerpo de madera petrificada. Y un nombre
que debo llevar.
Sí—
Hay un corte de electricidad que afecta a todo el globo
—Y quizá por eso hay una vela encendida en la palmatoria.
Pulso de sombras
La cuña de graznidos de pájaros,
una puerta abierta.
Desnudo entras
al mundo, desnudo
sales.
El cadáver de mi padre ha desaparecido,
incinerado y alejado
de la superficie de la tierra.
Un pulso grabado en piedra
y carreteras
que avanzan bifurcándose.
La muerte
no la compartimos—
pero mi padre
está en mis pensamientos
como siempre,
aún sigue recibiendo facturas y cartas.
Los muebles están donde suelen estar,
las cosas
siguen siendo “de él”:
la ropa (aún con su olor),
los zapatos (con el contorno de sus dedos)
los gemelos, el reloj,
los libros, el abrecartas, las gafas,
a arqueta con la rosa,
la arqueta con la rosa.
Cuando se abren los cajones
del escritorio,
están llenos
de luz perdida.
El mundo queda
incluso después
de que mi padre lo haya abandonado.
Escritos de ceniza. Días de ceniza. Florecimiento de ceniza.
Sonoramente claro
existe.
Pia Tafdrup (Copenhague, 29 de mayo de 1952) escritora danesa. Es sobre todo conocida como poeta. En 1999recibió el Premio de Literatura del Consejo Nórdico por Dronningeporten.
Francisco J. Uriz Nació en 1932 en Zaragoza, donde estudió bachillerato en los Escolapios y derecho en la Universidad. En Suecia fue traductor en el Ministerio de Asuntos Exteriores. En Tarazona fundó la Casa del Traductor. Aunque ha escrito seis libros de poesía —sus poemas han aparecido en danés, sueco, polaco, turco, esloveno, albanés, rumano y búlgaro— y varias piezas de teatro, Uriz se considera, ante todo, traductor de escritores nórdicos. En la editorial Libros del Innombrable ha publicado su Poesía reunida (2012) y su teatro escogido Decidme cómo es un árbol, y también varias antologías de poesía nórdica. Ha escrito dos libros de memorias, Pasó lo que recuerdas y Accesorios y complementos . En Erial Ediciones hemos publicado la plaqueta Once poetisas nórdicas y Viaje a la España de Franco, en la que Uriz comparte autoría con Peter Weiss.