Poesía

Gonzalo Escudero (Quito, Ecuador): Las parábolas olímpicas (1922)

 

 

 

 

Gonzalo Escudero (Quito, 1903-Bruselas, 1971)

Las parábolas olímpicas (1922)

 

 

 

PARABOLA DE LA LUZ

 

La luz trina como una alondra pasajera

deshilvanando un copo de bruma. Arde la pira

del Sol como una lámpara. Toda la primavera

tiembla en mi corazón como un cristal. Suspira

la música del huerto, tal como una garganta

de mujer. Pareciera que retorna Jesús.

La esquila pascual ríe como una niña. ¡Canta la luz!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA TINIEBLA

 

¿Qué?... La Noche. La ronda de los aparecidos

sonámbulos. Tirita la ventana temblona.

Se desperezan los muebles envejecidos.

La puerta se recoge tal como una persona.

¿Alguien muere tal vez?... ¿Alguien?... yo me  pregunto.

El perro tambaleante se arquea. Tras la niebla,

yo siento su mirada, como la  de un difunto...

¡La tiniebla!

 

 

 

 

PARABOLA DEL FUEGO

 

La carcajada histérica del ciclón desentona

el resoplido trágico de las llamas. Se prende

el Universo como una brasa temblona

en las ardientes lenguas del Sinaí  que extiende

sus olímpicos brazos de piedra. Nos asombra

que el fuego ha de abrasarnos en el abismo ciego,

en el maravilloso vértigo de la sombra!

¡El fuego!

 

 

 

 

PARABOLA DEL AGUA

 

Hoy o mañana ¿cuándo nuestro divino zumo

temblará iluminado en la copa celeste

de un árbol y en la curva romántica del humo?

Hoy o mañana, ¿cuándo tornaremos en este

devenir? Una bruma, un remanso, una fuente...

Hoy o mañana ¿cuándo? ¿seré como una fragua

plena de sol?... ¿Y tú? Volverás transparente

como el agua...

 

 

 

 

PARABOLA DEL VIENTO

 

¡Bajo un cielo de estrellas consteladas, el viento

vendrá! Seremos otros. Y el huracán travieso

parecerá que sueña momento por momento,

parecerá que vibra del milagro de un beso.

¡Los senos ondulantes serán espuma frágil!

¡Los labios serán cuerdas de un estremecimiento!

¡Los cuerpos serán ánforas de liturgia! ¡Carne

ágil como el viento!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA ESPUMA

 

Qué más puede la espuma que cantar en su tono

simple, como una flauta de cristal que delira,

ahogándose en un diáfano suspiro de abandono.

¡Cada hilo de agua es como la cuerda de la lira

celeste en la que pone los ángeles contritos,

sus dedos aromados de aristocracia suma

apurando la copa de éxtasis infinitos

de la espuma!

 

 

 

 

PARABOLA DEL TRONCO

 

¡Llueve luz! El prodigio del tronco se agiganta

electrizado en ávidos estertores nerviosos,

como el tórax de un cíclope milenario que canta!

Las mujeres son como los surcos milagrosos

de la tierra que plasma sus curvas alegóricas.

¡Mi sangre será savia! ¡Y dará un grito ronco

la savia que explosiona en las venas pletóricas

del tronco!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA ESTRELLA

 

Señor, tú lo comprendes, que mi sombra se acerca.

Rocía con estrellas mi ocaso indefinible.

Tú que nublas en llanto la pupila más terca.

Tú que nos purificas en la muerte invisible.

Tú que por el diamante de una jaculatoria,

prodigas el divino diamante de tu huella.

Siembra en mi corazón la lágrima ilusoria

de una estrella...

 

 

 

 

PARABOLA DE LA NUBE

 

En la ventana abierta, mi corazón...¡La gasa

de la nube flexible se despereza tanto!

¡Sé tú como la sombra de la nube que pasa

bajo el Sol que devana su luminoso llanto!

La nube contorsiona sus flancos de serpiente

con la sed milagrosa de un avatar que sube.

¡Y se funden las rocas en el dínamo ardiente

de la nube!

 

 

 

 

PARABOLA DEL MAR

 

¡Oh pretérito mar luminoso en cristales

glaucos! Yo no te pido más que una golondrina

de tu cielo balsámico. ¡Los húmedos corales

de los labios y el ágata de las conchas marinas

de los senos me han dado más que tu cabellera

transparente! Tu espuma nunca me hizo llorar,

como los ojos de ella... Mi corazón te espera

¡oh mar!

 

 

 

 

PARABOLA DEL ABISMO

 

Fue cuando las montañas del ébano se rasgaban

tumultuosas. Rompían el huracán la sorda

sinfonía. Las manos rudas se entrelazaban

en un lazo epiléptico de muerte. ¡Sursum corda!

El abismo ciclópeo gritaba. De su alfombra

se levantaba Dios. Yo me perdí en mí mismo.

¡Y aquel abismo fue pequeño ante la sombra

de mi abismo.!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA MIES

 

¡Ilumínate en el júbilo transparente! El arquero

de la risa dispara sus flechas. ¡Gran guignol!

Cada músculo tiende su contorno de acero,

como para torcer el camino del sol!

Vibra la mies su lírico alborozo temblante.

Como un clown piruetea el estío. Después,

cada grano parece recoger un diamante

de luz ¡Canta la mies!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA BRUMA

Otoño. Paralítica la bruma se retuerce

desgarrando su cuerpo en los tilos. Yo pienso

que la mejor dulzura está escrita: perderse

lánguidamente, como la bruma del incienso,

aromando unos labios húmedos y tranquilos,

como quien de una acacia trémula se perfuma,

luego soñando sobre los románticos tilos,

morir como la bruma.

 

 

 

 

PARABOLA DEL ROCIO

 

Rompe el cielo pascual de la mañana aviesa

una fuga  de alondras cantoras. La mañana

es una colegiala romántica y traviesa,

que en la copa del huerto, la risa casquivana

bebe hasta ahogarse. ¡Y húmedos los ojos

relucientes, abandona al recuerdo que pasa como un río

su corazón, ahogando lágrimas elocuentes

de rocío!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA MONTAÑA

 

¡El olímpico torso de la montaña es como

la vértebra del mundo! ¡Quién pudiera

aprisionar el mundo, fundiéndose en el lomo

de la montaña, como la llama de una hoguera!

La roca se estremece como una carne viva.

El fuego milagroso del Tabor en la entraña

del abismo. ¡Soy como la roca sensitiva,

de la montaña!

 

 

 

 

PARABOLA DE LA BRISA

 

¡Oh la noche del húmero pinar sobrecogido

siempre cordial! Un sueño... Caperucita Roja

de los cuentos volvía por la senda. El oído

escuchaba la música del silencio. Una hoja

describía en el aire trazos imperceptibles.

La niña a los luceros tendió la mano lisa

y sólo respondieron las alas invisibles

de la brisa...

 

 

 

 

PARABOLA DE LA NIEVE

 

¡Oh cómo se parece la nieve sensitiva

al toisón evangélico de los rebaños cuando

como en las Escrituras, en la esmeralda viva

del campo, los corderos se paseaban llorando!

cuando Santa Teresa de Jesús recogía

el ámbar de su seno estilizado y breve

del divino contacto, ¡también se retorcía

la nieve!

 

 

 

 

PARABOLA DEL SOL

 

¡Oh, cómo no quisiera llenarme de infinito,

con una sed mejor de purificaciones,

mientras el sol sonoro musicaliza un grito

sobre la sinfonía de las constelaciones!

Multiplicarme como cien átomos de arcilla.

Espiritualizarme. Fundirme en el crisol

de tu cuerpo. ¡Esconder toda una alma sencilla

como el Sol!

 

 

 

 

PARABOLA DEL INFINITO

 

¡Aquel grito

rompió al sol en mil átomos!¡Se habían desgarrado

las arterias del sol sonoro! El infinito

cincelaba la carne de un cíclope -curvado

el muslo que recorta cien grietas ondulantes

pletórico el divino tórax iluminado-

¡Era Dios aquel cíclope cincelado en diamantes!

Tengo para mi abismo, las adivinaciones

de una Cólquide erguida en finos alabastros,

donde el clamor ciclópeo de las elevaciones

va apagando la sorda música de los astros!

Donde junto a las rocas que hienden una arista

de acero al Infinito, se iluminan los rudos

semblantes, donde bajo de la tarde amatista,

los brazos estrangulan a los troncos desnudos!

¡Infinito Levanta la testa milenaria

clavando los tentáculos de bronce más adentro

en el Espacio. ¡Apaga la lámpara incendiaria

del Tiempo, mas no puedes ahogarnos, porque el centro

del Universo entero somos los hombres! ¡Cantan

los hombres que forjaron los siglos tumultuosos

con sus bíceps de mármol! ¡Los hombres se levantan

ciegos como las cumbres! ¡Arden estrepitosos

como las llamas! ¡Luego mueren y se agigantan!

¡Infinito! ¡No puedes asir tus dedos rudos

a mi garganta, porque se funde en mi estertor

a la escultura olímpica de los troncos desnudos

el estremecimiento del Tabor!

 

 

 

 

 

Gonzalo Escudero (Quito, 1903 - Bruselas, 1971) Poeta y diplomático ecuatoriano. Poeta postmodernista en sus inicios y más tarde forma parte de la vanguardia de los años 20. A los 14 escribe su primer gran poema Las parábolas olímpicas (1922) y a los 15, Los poemas del Arte (1918). Tuvo cargos en el periodismo y la cátedra. Llegó a ser diputado y senador de la República. En 1964 fue designado Canciller de la República. Otros libros de poesía publicados son Hélices de huracán y de sol (1933); Altanoche (1947); Estatua de aire (1951); Materia de ángel (1953); Autorretrato (1957); Introducción a la muerte (1960); Réquiem por la luz y Nocturno de septiembre –libro póstumo- (Quito, 1983). Obra Poética (Quito, 1997). Teatro: Paralelogramo (Quito, 1935). Ensayo: Variaciones (Quito, 1972).