Françoise Roy (Québec, Canadá)

 

 

 

 

FRANÇOISE ROY

Escritos en español por su autora.

 

 

 

El estanque

 

I

 

Limpiar el estanque silenciosamente guardado bajo la lengua, en víspera del mediodía. Una parva del agua, hoy algo turbia (como si gotas de leche la hubieran ensuciado o le hubiera caído un poco de sangre de las cosas siniestras). Ha de recibir en su centro la luz cenital. Me dicen que es rito de paso: tornar la oronja carrizo, lavar el agua, mirarse ahí, asomado, y ver otros rostros que el propio.

Con sus agujas de luz sobre el estanque límpido, el sol pespunta la túnica sin costura del universo.

II

Si el cruce peligroso fuera el lugar mismo del corazón, todo cabría: los cuerpos que no se ven en la corola, un camino dentro de la carne, las rutas rojas, esas manos cercenadas que vuelven a crecer, el pájaro en tierra, el cielo de cinco lunas, el nudo que tú y yo hicimos.

El tiempo (sello de la tercera dimensión) se detiene en la intersección: es mi enemigo, el vendedor de andamios.

Lo que antes era grito hoy llega como la más leve murmuración.

Balance

Somos dos en el entierro: yo que viví la materia con todo y sombra (el ángel enmascarado) y tú, el súcubo que sostenía la máscara.

Yo, primera, deposité al lado de la fosa mi canasto de piedras. Tú, segundo, silbabas volando hacia el mar donde tus deseos, después de atravesar el éter, se harían destino. Ahí te recogió la muerte.

Dos paletadas de polvo bastaron para taparnos la boca, los ojos, sendas olas de una tierra encrespada.

El día del funeral, cuando apenas albeaba, era yo como los personajes de los sueños: ¡qué poca memoria me deparaba el olvido

Cripta de ti

Entro en la suntuosa cripta de ti, algo indefensa, no para morir sino hacer de pájaro en la aleación mística que tú llamas amor. ¿Quién sospecharía lo que yace bajo ese sitio de rutas desérticas donde el sexo brota por lluvias, por un error de las nubes (pienso en un lugar de almacenes abandonados donde rechinara un arsenal de poleas oxidadas)?

Sé que tienes tumba ahí porque tú también te has perdido, innumerables veces, en aquel estío árido que bajo el influjo de los sentimientos se vuelve temporal, tajante golpe del agua en los techos. Pero ningún sitio de rutas, ninguna construcción olvidada de Dios, ninguna mar —alta o baja—, ningún estío guarda a nadie cautivo por siempre: tú escapaste. Se abrió la hermosura (qué sabrían las tumbas acerca de la belleza) y saliste mísero de tu claustro, olvidando mi presencia, como si la luz te doliera y las preguntas de nunca contestar con su “allá” de respuesta no tuviesen fuero donde el sosiego. Quedé entreabierta (así es la materia de mujer), igual que el nicho funerario (la cripta de ti) donde entré para estar contigo, pasando de tres a cuatro dimensiones, anhelando saber cómo funciona la separación, qué leyes la rigen, qué visajes son contraseña para aprendérmelos.

¡Ah los cautivantes arreglos de Dios que nos comen la vida, nos roen las alas, y yo tan azarosa, tan niña ante el padre! Ya es mi séptima duda, y con todo y esa llama vacilante, todavía pregunto.

No me contestas. Parece que me desconoces.

El cerco

El cerco es perfectamente redondo. Lo delimitan innumerables puertas de agua, una al lado de otra, todas cerradas con llave.

Vivo dentro desde hace lustros. Tanto se acostumbraron mis ojos en ver circularmente que no puedo deslindar con la mirada los marcos cuadrados que nunca franqueo.

Pero un día, se abrió una de las puertas, y te vi por el batiente entornado, azul, luminoso, lleno de besos que me parecían destinados. El umbral se me figuró una cuerda floja donde se encaramara un ave de rapiña con cabeza de perro. No me acerqué. Mucho menos me atreví a salir.

Las telarañas, desde entonces, han vuelto a tapiar la abertura

Françoise Roy (Québec, Canadá).  Vive en Guadalajara desde 1992. Tiene una maestría en geografía con especialidad en estudios hispánicos, y un diplomado en traducción. Ha publicado siete poemarios, dos novelas y un libro de cuentos. Su novela Si tu traversais le seuil ganó el premio Jacqueline Déry-Mochon en 2006. En 1997 ganó el Premio Nacional de Traducción en Poesía otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes de México, y en 2007 el concurso nacional de poesía Alonso Vidal. Ha traducido hasta la fecha una treintena de libros.