Enriqueta Ochoa (México, 1928-2008): El crepúsculo doraba las Kasbahs
El poema aparece publicado en Alforja. Revista de Poesía, número 39.
Enriqueta Ochoa (Coahuila, 1928-Ciudad de México, 2008)
El crepúsculo doraba las Kasbahs
Para Esther Hernández Palacios y Jorge Lobillo
I
Y yo hablaba de lugares lejanos
donde el crepúsculo doraba las Kasbahs
coronadas por nidos de cigüeñas.
La inmensidad reverberante del desierto,
el encuentro con caravanas de beduinos
dueños del espacio y del tiempo.
Hebras de agua en las arenas
anunciando la proximidad del oasis,
las alabanzas del Altísimo
que entonaban los hombres azules del Sahara
estremeciendo el aire al mediodía.
Yo extranjera, testigo,
sentidos aguzados,
llena de la memoria de Dios,
escapaba como lanza al infinito.
II
Hay un olor penetrante
de muchedumbre que transpira
bajo el sol a la mitad del día
y esa respiración del camello
entre la mantequilla rancia.
A la distancia topamos con un zoco,
mercado temporal en el desierto,
espesa nube moviéndose
en un breve punto.
Los tuareg, ojos de lince,
penetraban, medían, calculaban
la dimensión de la riqueza
en los cargamentos.
III
He comprado naranjas, huevos duros,
pescado conservado en latas de manteca,
diminutas zanahorias. . .
He sentido la seguridad que da la aglutinación
y mi espíritu y el espíritu de la multitud
ha sido el regalo mayor de este encuentro.
Lo envuelvo, lo ato, lo pongo bajo el brazo
y echamos a andar entre las dunas.
IV
Nos cubría la noche.
Crepitaba la zarza en las fogatas
el té de shiva y el hashish
enervaban los sentidos.
Todos éramos silencio y contemplación
mientras parecían desagotarse
los ojos de los astros.
Yo amaba en ti al buceador de misterios,
al jinete errabundo.
En mis adentros una poderosa tormenta
se desata.
V
Cuidábamos el agua de los odres,
la miel y el pan sin levadura,
que reblandecíamos con el té.
Recordábamos la frescura en las terrazas relucientes
de nuestra casa en Rabat;
la salud de Marianne, se descabalgaba de mis brazos.
Se encendían hogueras naranja rosa y paja
Laminillas de oro de un atardecer,
de otro, de otro. . .
Precipitación de los días bajo un sol inflamado.
La ansiedad nos vencía,
finalmente,
descubrimos una raya de agua
que nos llevó a una agrupación de viviendas
y un tendajo gris.
Allí agua turbia en vasos desportillados
y frascos de Coca Cola,
la última fortaleció la salud de mi hija
y se aquietaron los vientos.
VI
Antes de cruzar la cordillera del Atlas,
los pinares de puntas sobre la tierra púrpura.
Las cascadas y sus cabelleras tumultuosas,
el verdor emergiendo entre las piedras
y ese aroma que se desprende de los bosques.
Después, la nieve nos cubría
hasta la mitad de los muslos.
Tiritábamos.
Me acuerdo de la sal,
de la blancura.
Me crezco en la atmósfera del silencio.
VII
La eternidad se vació en los días.
Amarilla era su luz.
La soledad se extendía como oro palpitante.
¡Que me traigan palabras
para hablarte, Señor!
Tú eres lo inabarcable, lo innombrado.
Tú eres la esencia en la que se mueve el universo.
Los prudentes y los precipitados pensamientos.
El Yin y el Yang de toda tu creación.
Tuyas las incansables abejas de la mente y sus celdillas.
Tuyo este amor que abrasó
todas las noches y días de mi vida.
Sella mi corazón, Señor,
como al más entrañable buceador de tu presencia
para no retroceder
hacia la estancia obsesiva del recuerdo.
Enriqueta Ochoa (Coahuila, 1928-Ciudad de México, 2008). Poeta. Estudió en la Normal. Fue profesora en la UV, la UAEM, la UNAM, la SOGEM y la Normal Superior del Estado de México y coordinó talleres literarios del INBA en Aguascalientes, Torreón, Tlaxcala y la Ciudad de México. En 1994 el Conaculta, el SCM, el Ayuntamiento de Torreón y el ICOCULT crearon el Certamen Nacional de Poesía Enriqueta Ochoa. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán y japonés. Miembro del SNCA desde 1999. Le fue otorgada La Paca de Oro 1979 como Hija Predilecta de Coahuila. Medalla de Bellas Artes 2008.