Diótima. Encuentro Nacional de Poesía: Poemas de Félix Suárez

 

 

Presentamos la serie Diótima en la cual publicamos poemas de Félix Suárez, invitado al Segundo Encuentro Nacional de Poesía Homenaje a Híkuri efectuado los días viernes 17, sábado 18 y domingo 19 de mayo en la Biblioteca General del H. Congreso de la Unión, en el Centro Cultural de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público y en el Museo Nacional de las Culturas del mundo, respectivamente.

 

 

 

 

LOS JARDINES ABANDONADOS

(Fragmentos)

 

 

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Buscamos respuestas en el pasado individual, tal como lo hacemos en el tiempo de las edades remotas, ya olvidadas. Hurgamos ahí, esperanzados, porque creemos que algún día conocimos y perdimos la dicha. Escarbamos entonces con fruición en el mito personal, en la infancia, para descubrir al final, con la boca amarga, que nunca hubo tal reino perdido, que tampoco fuimos felices allá y que nuestro pasado fue, por duro que sea reconocerlo, la vida en la caverna, el temor a la ira de fuerzas desatadas, el miedo constante a ser devorados. El rumor incomprensible y aterrador de la noche.

 

 

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Justo antes de tocar el borde, vienen a su encuentro -misericordes- los ojos del niño que fue, su madre con pan y un vaso de leche, pero también todos los hombres que se echaron a llorar un día, en secreto, luego de ir y venir y buscar en vano.

 

 

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Fingimos valerosamente que el tiempo sobre nosotros no importa. Fingimos que la edad y la enfermedad son lo de menos. Fingimos así en cada saludo y en cada abrazo. Lo cierto es que nos levantamos a diario con gran esfuerzo, realizamos rituales absurdos frente al espejo, nos encomendamos a dioses y ángeles distantes. Sin esperanza.

Y nuevamente, haciendo de tripas corazón, salimos a buscar la vida una vez más, a lomos de nuestro manso orgullo.

 

 

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El amor que nadaba hacia ti cuesta arriba, como un pez de vivísimos destellos, flota sin remedio ahora, por donde fluyen también -revueltas- las húmedas señales de la inundación, los grávidos y azulados cuerpos de los ahogados.

 

 

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Miro a mi padre en su derrota de abatidos ejércitos en retirada. Con cuánta veneración y temor recorro sus huellas: no puedo evitarlo por ser de quien son y por la secreta angustia que convocan en mí los obsesivos círculos de la historia.

 

 

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Qué incierto y trastabillante es todo: las jovencísimas deseables, las concupiscentes gacelas que perseguías por la estepa en otro tiempo, vuelven como un remake hasta tu puerta, soñando, sonando casi a lo mismo. Pero cierta e inexorablemente -ay-, sonando treinta años después.

 

 

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Con cuanta honesta necesidad, con cuánta esperanza nos asimos a veces a algunos libros, convencidos de que hallaremos ahí -como hallaron otros- la fe, la alegría, la justa verdad, las ardientes revelaciones de la sabiduría. Las vívidas respuestas que al menos nosotros     -hijos de Príamo- no pudimos encontrar, en medio de la confusión, el saqueo y las llamas en las que vimos arder un día las altas almenas de nuestras vidas.

 

 

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