Diótima. Encuentro Nacional de Poesía 2019: Poemas de Salvador Gallardo Cabrera
Presentamos la serie Diótima en la cual publicamos algunos poemas de Salvador Gallardo Cabrera, invitado al Segundo Encuentro Nacional de Poesía efectuado los días viernes 17, sábado 18 y domingo 19 de mayo en la Biblioteca General del H. Congreso de la Unión, en el Centro Cultural de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, y en el Museo Nacional de las Culturas del mundo, respectivamente.
La alianza abandonada
Luz de madrugada sobre café frío, lámparas rotas, pantallas desiertas
Una oscilación en los océanos raya el viento y mi tabla negra
Mensaje desde mareas equinocciales ácido marino que cumple su órbita
De golpe, contra mi puerta, en el hotel llamado Farmacia
O fuera, en la cafetería nocturna de los bebedores de absenta, tan lejos
Desde el fondo crudo de la mezcla y la conexión aparecen ventanas
Escaleras y rampas, piedras, grava, muros sin transición, sólo borde
Ventanas abiertas indican pisos vacíos, caminatas de ensoñación las iluminadas
En los muros lisos de la ciudad arraigaron juncos a un papel cosido
En esos papeles estaba escrito “nada” nada había escrito en los papeles
Escribir: alcanzar un punto donde no se pueda permanecer
Las palabras se acuerdan de las palabras escribir salta a lo desconocido
Acoge lo desconocido, tantea entre dos luces: madrugada/olor a ozono
Atraviesa el día por su borde escribir ha sido tachado con una raya oblicua
Atraviesa un curso de líneas una red de cortes y desapariciones
“Si escribo es porque no sé qué puedo decir, para saberlo” (tachado)
Luz que cae siempre hacia el lado amarillo del blanco verdadero
O no si un cielo inmenso y con fisuras detiene la circulación de los mensajes
¿Qué mensajes, nadie los espera, cómo atravesarían el hueco entre dos edificios?
Hueco de un ascensor, hueco de las ventanas y de los cuadros plegables
Por efecto de la luz que sigue en camino entre desgarros, turbulencias, saltos
A qué velocidad difícil de estimar en un tramo de vida sobreentendida
¿Cómo llegarían a nosotros que vivimos dentro y en palabras?
Al final de las palabras, sin tener sitio en qué parar: seguir, tantear
Al final de lo que puede hacerse con palabras
Desde el comienzo
Gobelino
Por el bosque de nudos que se extiende en el muro
Con un mapa de niebla y la noche como brújula
Sobre las nervaduras de todas las flores con nombre de trampa
Perdido en el curso de la urdimbre, perdido en el trazo
Sorteando apenas sus múltiples vericuetos o sus terribles riscos
El monte de las hebras de algodón, el cerro del muerto
Los picos de una montaña que no es montaña sino andamiaje
Como no es agua el lino que escurre por mi estandarte
Ni espada esta astilla que sigue enfundada
Por el bosque de nudos por el bosque de hilos y su fina factura
Busco las estancias donde el recuerdo fue franco porfiar
El tiempo un fugitivo en espera del cambio de guardia
Y los cantos que circunnavegaron nuestro amor con sus tácticas dilatorias
Elevados a otros testigos y testimonios, elevados a nadie
Ah brillan las tinturas de tus gasas ornamentales
Sus inmediaciones de nudo vuelto color por obra de la luz
Qué es lo que busco sino orientar la noche a su poniente
Tener la espada por el pomo empuñar por el corazón el cuerpo
Fijar el chasquido que por el tragaluz me descubrirá sosteniendo un muro
Inmerso en la clara disposición de un escenario recobrado
Sujeto sí a las estipulaciones de la trama pero vuelto hacia a otro orden
En el amanecer de alguien que abre o cierra los ojos y mira
Trazar en el desierto
a Gunther Gerzso
Ahuecar en las paredes de agua
En los estratos de piedra
De arriba abajo para no usar andamios
Formar entonces una estructura habitable
En el altar cóncavo de un desfiladero
En los cortes del cielo congelado
Mirar las grietas y los planos rotos
Saberse armado con el mirar que nunca fija
Pintar se convierte entonces en cuadro del mundo
El agua es flujo lateral de luz, la piedra puerta extrema
Así esta hendidura es mordedura blanca en el follaje
Un borde negro acidula, no marca, forja otras apariciones
No es San Luis Potosí sino el desierto amurallado
Lugar sin orillas, real y Real
Catorce veces he caminado por el desierto de matorrales
He rasgado el esmalte color naranja en las piedras
He visto los cuerpos plegándose
Alguna vez puse una esmeralda en mi boca
Y supe una manera diferente de estar ausente
El desierto se corta en un plano azul-naranja-verde
Zona de restos y edificaciones en constante reconstrucción
Hay deseo en el encuentro de una hendidura y un afilado dardo
Hay desierto en el sonido velado de un cuerpo
En el estremecimiento mental del matorral
Las ruinas no son despojos son otro orden
Rayas del reino, escorias de una planta de beneficio
Por ser cauce del deseo
Porque todo paisaje aspira a borrarse a sí mismo
Mojo las micas de mi pensamiento
El pigmento en la cabeza del saurio es la sombra del avión que pasa
¿No eran águilas los clavos hundiéndose en el desfiladero?
¿No era el desierto campo de matanza?
Son los mismos bloques de piedra, la misma “inmensidad abajo”
Si hoy mojo las micas de mi pensamiento
No es porque alguien piense o pinte desde sí mismo
Sino porque hay cien plataformas en el cuadro nuevo
Y entre ellas camina sin pensar un saurio inaparente
La memoria y el pasado no se encuentran
Tal un puente extendido pero sin placas de engarce
Donde dos observan las cajas de agua escarlata
Cada uno limitado a sí mismo
Ojos abiertos en rostros cerrados
En un lado ella desenrolla sus pliegos infinitos
En el otro él logra asir un extremo
Así quedan por un momento uno dentro del otro
Dentro y lejos de cada cual
Como un trazo que se sigue en otro cuadro
Para que el olvido pase sin violencia
Primer tablero
Ernesto
Sin tiempo y sol blanco no hay amor bajo una línea de agua
Nada puede ser retenido ni los trayectos ni las láminas de luz
Dos ojos color azul prolongan un cuerpo roto y puro
Nunca acaba el agua fría, la ortiga, la piedra de apedrear
El agua disuelta está en ningún sitio, vuelta al cielo
Ningún camino quebrado: es la tierra que gira y corta con su filo
El monstruo de la tierra, su ligera hacha lunar que ríe
Cuatrocientos ojos por rostro, desencajado de la geografía, invisible
Y tú, sin ciencia del arribo o del regreso: pájaro de lo desconocido
Entre las grúas rígidas de luz tras la mañana que no amanece
Si despertaras con los ojos vueltos hacia afuera -en la marea opuesta
Justo en la orilla de la vida desbordado tu poder terrenal
Las grúas te indicarían un trazo que no viste en la autopista
Franja blanca sobre trampa de agua
¿Cómo dura un camino en la tierra que corta?
-“Dura contra el dolor es la ruptura de todos los lazos”
La lluvia enreda tu auto contra la serenidad perfecta de la carretera
Y cómo estar en medio, a tu lado, donde no respondes
Buscar ahí la insistencia, abrazarte con la rapidez de un latido
Contra el dolor que nada dice, contra la mañana de la que no vuelves
Contra el brazo que cuelga a tu cuerpo por la sumisión terrestre
Ya no y aún no nunca más en las migraciones que nos rigen
Esto es todo, nada más ha quedado, nada puede recordarse todavía
Tengo por agua de navegación la memoria de los polos
Gotas blancas y pesadas sobre el parabrisas de un auto
Siempre adelante te pierdo si te recuerdo si no lo hago estoy perdido
El cielo acostado sobre la tierra, no hay luz, no puede levantarse la luz
Ráfagas de agua pulverizada al final de la línea, tinas de mercurio
En el día más largo del hemisferio, ya termina, nunca terminará
El día sin la vibración de una salida nueva un día herido
Sólo quien se alcanza a sí mismo puede soltar todos los lazos
Sólo el amor atraviesa sus propios límites
Así un guijarro flota en geoda de lluvia lejana
Es el sol que abre bajo la línea de agua o rompe una puerta en T
Sus rayos la fuente luminosa tu brazo la aguja del cuadrante
Escribe en el desierto del suelo las rayas de sombre
Un pájaro intercepta y canta esa escritura muda, jamás anulada
Para todo trayecto mantiene oculto su principio y su final
Bajo tu brazo el sol abre 180 grados respecto del ala del pájaro
Crece en silencio, vuela sin historia, afirma, hacia delante, el sol
Luego cae, se ahoga, indica un trazo que no viste en la autopista
de uno de sus destellos de cercana lejanía saco de ahí la insistencia
Te sé separado de la vida pero no de lo que vivirá
Cesen las luces y el agua y el veneno del sol muerto
Lógica de la oxidación
Entonces otra vez, como en tantas ocasiones, como siempre
Te detienes para avanzar en un mundo acabado
Fingiendo la impaciencia con que efectúas tus ejercicios de sombra
en un cuarto oscuro
Conservando a un lado todo lo que configuró tus límites
-Lo que te diste a llamar “mi sistema de reconocimiento”-
Por si tus límites confluyeran en el crepitar de un objeto
Por si finalmente todo tuviera un correlato
Y es así que el mundo acabó y permanece todavía:
En el lapso cada vez mayor entre una incorporación y otra
En los razonamientos rotos cuyas orillas brillan por instantes
Desde donde sigues creyendo que lo que ves derribado son ruinas
Y no la inquebrantable confusión de otra justicia
Desde un hombro hundido
La palabra asistir significa estar entre tu espalda
y el polvo
Sentarse en un mueble que se pudre bajo el sol
Dar un rodeo para acercarme a ti desde tu presencia
Mirando hacia delante si no estás
Pensar en un contramovimiento o tirar de ti para acomodar
mis ojos
Corregir todo y salir del camino
Huir antes que buscar refugio, alejarse cuando aún se pueda
-Cuando todavía haya algo por qué alejarse-
Deleuze
MCMXCV La Vaca Multicolor , ciudad de arena amarilla
Observo el brillo mágico de las máquinas, su orden mudo
A mi lado se hunden treinta días invisibles
Lentamente se hunden en el agua casi congelada
Caen como agujas de abetos (pero los abetos son falsos)
Existe un zoológico en la nieve, un pájaro bajo la nieve
Treinta renglones para fijar la disolución:
Comienzan los rituales de control del hombre escrito
Piensa una mirada de gárgola sobre los tejados rotos
Respira académicamente contra un muro
-Contra el salitre que es sal que muerde-
Dispuesto a subir una escalera débilmente iluminada
Su cuerpo a punto de perder equilibrio o “propenso al
desbordamiento”
Siempre atento a la fábula de la vida observen la navaja
de afeitar en el lavabo
El periódico es ilegible sí pero hay luz tras las persianas
Son los cultos solares, la vibración del día técnico
Líneas de fuga para no ensordecer, lámpara lateral
como cielo interior, viento consistente y metal enfermo
Es el hombre escrito, es el hombre escrito
Justo en el momento en que mejor sabe
Conoce el sauce en la nieve, el sauce de mañana
Los pensamientos de la vida junto a su cuerpo opaco
Amigos que su mirada o su mano podrían tocar
Solo con lo que ha destruido cada quien está solo con lo que ama
El fondo blanco de las palabras despeja lo que ve
La furia de los cuerpos entrampa lo que dice
Un punto de agua en la tierra apasionada detendría
su caída
Salvador Gallardo Cabrera (Tanque de los huizaches, Aguascalientes, 1963). Ha publicado, entre otros, La mudanza de los poderes. De la sociedad disciplinaria a la sociedad de control (ensayo, Aldus, 2011), Estado de sobrevuelo (poesía, Bonobos, 2009), Sobre la tierra no hay medida –una morfología de los espacios- (ensayo, Libros del Umbral, 2008), Las máximas políticas del mar (ensayo, Colegio Nacional de Ciencias Políticas, 1998), Sublunar (poesía, JGH editores, 1997), Cadencia y desprendimiento (INBA, 1983). Sus ensayos y poemas han sido recogidos y traducidos en antologías, revistas y suplementos literarios de México, Francia, España, Canadá, Estados Unidos y Rumania. Es miembro del consejo editorial de las revistas Sibila (Brasil) y de Tierra baldía (México). En 1983 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Joven. Es doctor en filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México donde es profesor en la Facultad de Filosofía y Letras y en la de Arquitectura.