Poesía

Cinco poemas de Ulises Paniagua

 

 

Cinco poemas de Ulises Paniagua

 

 

Poema uno

 

Soy un inútil que apenas sabe girar una tuerca,

colocar una roldana, correr un pasador.

Un atado de letras;

este fantasma tieso que deambula por la casa

rebotando en el lavabo, hinchado de sueño.

 

Indocto en las funciones  del carburador,

el arranque, la balata. Ajeno al misterio

que se punza con las manos, palpando

entre diástoles y sístoles que rabian

desde un motor remiso.

Torpe, simple: ese soy.

 

Nunca pude reparar

el grifo de la tarja,

develar la terquedad del manual complejo

ni prevenir, a la brava familia,

aquella tarde en que la abuela murió.

 

No sé cuánto cuesta

el auto de mis sueños.

Ni siquiera sé si sueño con autos.

Así de fracasado soy.

 

Pero dentro, en el espacio custodiado

por mis propios grifos,

en los raros mecanismos que gobierna el deseo;

allí, donde prospera la palabra, el epígrafe, un acento;

donde la vida germina desde el paso

imperioso de una frase; desde el umbral

en que los libros construyen ciudades; mundo.

Dentro,

muy adentro, a veces juego a ser Dios.

 

Y en esos días, en esas horas,

no me importa en lo absoluto

declararme un  inútil

que apenas puede girar una tuerca.

 

 

 

La ventana y el columpio

 

Me inquieta lo que encuentro, ajeno,

a través del marco de la ventana:

los niños de otros, que magullan el jardín,

los vecinos que rumoran adulterios y carestías;

el volkswagen oxidado, que ancla sus patas de goma

al ghetto diario.

 

Me incomoda  la casa vieja

que se planta al otro lado de la acera;

signo abrumador de lo inmediato

que niega,

con su robustez, la limpidez del cielo.

 

Me asusta la estática libre de impulso,

la vacilación cinética de la existencia,

el empuje hacia ningún punto que no cesa;

el abandono donde han de mecerse los hijos

que pudieran ser los míos.

 

Me alarma la nada,

el lento avance de los minutos;

ese otro objeto simple que fluye y refluye, quieto.

 

Me asusta  lo que veo y no se mueve

-pero se mueve-

la abstracción, las viejas fachadas,

las canas incipientes:

la ventana, los años

y el columpio.

 

 

 

Siete zarpas

 

¿Mi obra? ¿Mi alma principal? ¿Mi vida?

Apenas un pedazo.

Fernando Pessoa

 

Todos llevamos,

sobre las arrugas del corazón,

el eco rudo y salado

de una playa lejana;

el gusto intrépido de la novela memorable;

la torpe cantaleta que alimenta

nuestros sueños más ingenuos.

 

Y hemos arrastrado, de vez en cuando,

ese intrincado mentiral que parimos

-o en cambio-

al despertar al amor, sutiles,

florecimos

entre el besaje fresco e interminable.

 

Yo, por ejemplo, conservo en el pecho

las huellas profundas de siete zarpas,

dolorosas,

que me han remendado el alma.

 

Ni tengo tigres en casa

ni dinosaurios que despierten conmigo;

aunque sí un minotauro aburrido

que me contempla

desde soledades remotas.

 

Guardo discretas memorias

de aquellas casas

con que vestí la infancia;

reservadas heridas que

derivaron en cáncer de ánima

(días lluviosos,

lúcidos escenarios,

extrañas desconfianzas

hacia cualquier tina de baño).

 

Ante la permanencia voy de prisa;

contra la muerte, me quito el sombrero.

Sobre el mundo, demando el asombro:

he procurado ser adolescente y niño;

o bien, sombra de una sombra.

 

He sido yo y tantas, repetidas veces, otros.

Como cada uno, una; como cada rostro

que respira conmigo.

Rostros íntimos

que hemos recorrido el derrotero:

anhelantes de un beso de madre,

o de un guiño lascivo.

 

Hemos sido distintos y tan iguales.

Como furiosos rostros de Jano

guerreando por reclamar

su cuerpo.

 

Al final, es cierto,

mínimas cicatrices nos distinguen:

el velado número de zarpas,

la profundidad de su legado,

la cercanía de las bestias personales,

el color del llanto,

la soledad de las casas,

el título de la novela,

la tonada insulsa

y uno o dos nombres temibles

que siempre es mejor evitar

a nuestro paso.

 

 

 

Vecindario siete

 

Era un hombre del vecindario

Contaba con vecinos, algunos cuantos,

De muchos desconocía el nombre

aunque no su voz bajo la lluvia de tendederos

 

Era un hombre del vecindario

Las amas de casa, los gatos de oficina

Los niños que administra el sistema educativo

Lo bueno, los malos, lo mejor y la triste esperanza

Todo cabía en su corazón

 

Era un hombre del vecindario

que narraba pequeñas alegrías, leyendas de barrio

Por las noches (rara vez)

se estremecía con los pasos agitados,

el aullido de las patrullas, un disparo.

 

Era un hombre del vecindario

Un tipo como tú, mi primo, yo

Un ser que se iba volviendo casa

Que se iba volviendo reja,

calle entre miles de calles

millones de hombres de vecindario

que desconocen el color de las ilusiones

el balar de la agitación urbana.

 

 

 

La cuenta de los días, o de cómo llegué al mismo callejón sin salida

del que habla Scott Fitzgerald

 

Desde que naces, estás muriendo

Eludes el asunto de muchas formas:

a través de la ilusión, la rutina

los poemas o las redes sociales

de noticias

de cacharros, ficciones o desamores

 

A través de cualquier algo, cualquier cosa

cualquier algo, cualquier cosa

cualquier algo, cualquier cosa

Pero te mueres

 

Buscas distracción

en argumentos sobre el clima

en una película

destinada a ganar Cannes

el oso de Berlín

el festival de Sundance

Buscas un pretexto en la  migración de las aves

un pretexto en la migración de las aves

en la migración de las aves

 

Hacia la muerte caminas

Caminas hacia la muerte

 

Te mueres

Estás muriendo

Estás muriendo

Te re-quete-mueres

Y no sabes. Nadie ha sabido

Es imposible que alguien sepa por qué

 

Por eso, cada noche cierras los ojos

con la esperanza de que mañana sí

mañana sí, mañana sí

el tiempo corra silencioso

hasta un pretérito lejano.

Ulises Paniagua (México, 1976). Narrador, poeta, videasta y dramaturgo. Posee dos posgrados en la especialidad de imaginarios literarios.  Es autor de las novelas La ira del sapo (2016), y Ese lugar existe (2017); así como de cinco libros de cuentos: Patibulario, cuentos al final del túnel, (2011), Nadie duerme esta noche (2012), Historias de la ruina (2013), Bitácora del eterno navegante (Abismos, 2015), y Entre el día y la noche (UAM). Su obra incluye cuatro poemarios: Del amor y otras miserias (2009), Guardián de las horas (2012), Nocturno imperio de los proscritos (2013), y Lo tan negro que respira el Universo (2015); así como los CDs sonoro-poéticos: Cuadriversiones (2013), Clandestinos y nocturnos (2014), y Mientras nos queden labios con qué cantar (2016). Ha sido divulgado en antologías, revistas y diarios nacionales e internacionales, incluyendo Nocturnario, El búho, Círculo de poesía, Nexos, Siempre!, El Sol de México y Jus. Columnista de la revista Horizontum. Es parte del catálogo de autores del INBA, y ha sido publicado en la Academia Uruguaya de Letras; así como en España, Italia, Perú, Cuba, Venezuela, Argentina y Costa Rica. Primer lugar en el Concurso Literario de Cuento “La caverna” (2016). Mención honorífica en el Concurso Nacional de Cuento Criaturas de la Noche (2007), y del Premio Endira de Cuento Corto (2016), fue antologado en: Poesía Latinoamericana Giulia Gonzaga (Italia, 2008), y en Poetas del siglo XXI (España, 2014). En el 2011, con su colaboración literaria con el grupo Kanga, obtuvo el primer lugar en el concurso nacional de España, sí que vales. Locutor colaborador en el programa Jazz Arquitectónico, de Radio Anáhuac. Ganador del Concurso Internacional de Cuento convocado por la Fundación Gabriel García Márquez. Conductor del programa Todos los libros, el libro, en Radio SOGEM. Ha sido tallerista en CONACULTA, en la UAM, en la Fundación René Avilés Fabila, con Secretaría de Cultura, así como becario de CONACYT (2014-2016; 2018-2021). Su obra ha sido traducida al inglés y al italiano. Correo electrónico:  sesilu7@yahoo.com.mx.

 

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