Carlos Drummond de Andrade (Brasil): Traducción y nota de Francisco Cobo-Reyes (España)
Carlos Drummond de Andrade
Traducción y nota de Francisco Cobo-Reyes
Contextualizado en la etapa posmodernista de la poesía brasileña, que siguió al furor modernista —vanguardia, iconoclastia, libertad— de la Semana de Arte Moderno de 1922, Carlos Drummond de Andrade (Itabira, 1902 - Río de Janeiro, 1987) es, lejos de toda duda, uno de los poetas más señalados del siglo XX en Brasil. Su obra, extensa y rica en matices, es el lugar donde la desesperanza y la claudicación deben ceder, en ocasiones, a la tímida luz de la ilusión. Desengañado por los desastres de su siglo, el itabirano visita todos los lugares del desaliento y regresa convencido de que al menos la palabra puede salvarnos: incluso en medio del ruido, la incomunicación que ahoga al poeta llega a ser comunicada a través del poema. Por eso ensayará múltiples formas poéticas, desde el endecasílabo y el soneto, al verso libre, del que es considerado uno de los grandes maestros en la poesía lusófona. Los poemas que ofrecemos en esta ocasión proceden de la antología que Pablo del Barco editó bajo el nombre de Itabira para la Colección Visor de Poesía (Madrid, 1990). Este libro reúne en poco más de trescientas páginas la obra esencial del poeta brasileño y selecciona poemas de sus poemarios más destacados. El volumen da cuenta de una labor poética sorprendentemente coherente, pues, a pesar del transcurso de los años, el tono de los primeros poemas no se distingue demasiado del de los últimos. Y no se trata de que la poesía de Drummond de Andrade no haya sabido reinventarse o adaptarse a las exigencias estéticas (y morales) de cada momento: ocurre que en él la palabra surge radicalmente, brota como por esa necesidad de la que nos habla Rilke en sus Cartas a un joven poeta y se levanta para acercarse al eterno problema del amor, los dilemas del pueblo brasileño o los terribles vacíos de la existencia. El itabirano, aun en sus versos más nihilistas, sabe por qué escribe poesía y qué quiere hacer con ella. Conscientes de que toda selección es una limitación (y esta tan breve aún más, sobre todo cuando proviene de otra selección previa), los siguientes poemas prefieren ser, más que parte de un compendio riguroso, una amable invitación.
Poesía
Gasté una hora pensando un verso
que no quiere escribir mi pluma.
Entretanto, él está aquí dentro
inquieto, vivo.
Él está aquí dentro
y no quiere salir.
Pero la poesía de este momento
inunda mi vida entera.
Secreto
La poesía es incomunicable.
Quédate torcido en el canto.
No ames.
Oigo decir que hay un tiroteo
al alcance de nuestro cuerpo.
¿Es la revolución? ¿El amor?
No digas nada.
Todo es posible, solo yo soy imposible.
El mar rebosa de peces.
Hay hombres que andan por el mar
como si anduvieran por la calle.
No lo cuentes.
Suponte que un ángel de fuego
barriera la faz de la tierra
y los hombres sacrificados
pidieran perdón.
No lo pidas.
Confesión
No amé lo suficiente a mi semejante,
no acabé con el gusano ni me libré de la sarna.
Solo proferí algunas palabras,
melodiosas, tarde, al regresar de la fiesta.
Di sin dar y besé sin beso.
(Quizás el ciego es el que esconde los ojos
debajo del catre). Y a media luz
se van pudriendo tesoros, los más excelentes.
De aquello que quedó, ¿cómo encarnar a un hombre
y todo lo que este implica de suave,
de concordancias vegetales, susurros
de risas, entrega, amor y piedad?
No amé lo suficiente ni siquiera a mí mismo,
y sin embargo tan cercano. No amé a nadie.
Solamente a aquel pájaro —venía azul y enajenado—
que se desintegró en el ala del avión.
Retrato de una ciudad
III
Cada ciudad tiene su lenguaje
en los pliegues del lenguaje transparente.
Bulle
en el cofre de la jerga una riqueza
de Río tan solo, de ningún otro Brasil.
Diamantes-minutos, palabras
centellean por todas partes, en un relámpago,
y se apagan. Muere en la calle la ondulación
del signo irónico.
Ya vienen más saltando en profusión.
Este Río…
Este fingir que nada es serio, nada, nada,
y guardar en el fondo el religioso
terror, sacro fervor
que va de Ogun y Yemanyá al Niño Jesús de Praga,
y en el altar barroco o en el «terreiro»
consagra la misma vela prendida,
la misma rosa blanca, la misma palma a la divinidad [lejana.
¡Este Río pícaro!
Río melindroso, erótico, fraterno,
abierto al mundo, naranja
de cincuenta sabores diferentes
(algunos amargos, ¿por qué no?),
naranja ardiendo toda, suculenta
de amor.
Fíjate, fíjate en las nubes: van desatando
banderas de púrpura y violeta
sobre los montes y el mar.
Anochece en Río. La noche es luz soñando.
La metafísica del cuerpo
A Sonia von Brusky
La metafísica del cuerpo se entremuestra
en las imágenes. El alma del cuerpo
modula en cada fragmento su música
de esferas y de esencias
además de la simple carne y las simples uñas.
En cada silencio del cuerpo se identifica
la línea del sentido universal
que en la forma breve y transitiva imprime
la solemne marca de los dioses
y del sueño.
Entre hojas, se sorprende
en la última ninfa
lo que aún es rama y rocío en la mujer
y, más que naturaleza, pensamiento
de la unidad inicial del mundo:
mujer planta brisa mar,
el ser telúrico, espontáneo,
como si fuera un ramo del infinito
árbol que condensa
la miel, el sol, la sal, el soplo acre de la vida.
De éxtasis y temblor se baña la vista
ante la luminosa nalga opalescente,
el muslo, el vientre sacro, prometido
al oficio de existir, y todo lo demás que el cuerpo
resume de otra vida, más florida,
en la que todos fuimos tierra, savia y amor.
He aquí que se revela el ser, en la transparencia
del envoltorio perfecto.
Poesia
Gastei uma hora pensando um verso
que a pena não quer escrever.
No entanto ele está cá dentro
inquieto, vivo.
Ele está cá dentro
e não quer sair.
Mas a poesia deste momento
inunda minha vida inteira.
Alguma poesia, 1930
Segredo
A poesia é incomunicável.
Fique torto no seu canto.
Não ame.
Ouço dizer que há tiroteio
ao alcance do nosso corpo.
É a revolução? O amor?
Não diga nada.
Tudo é possível, só eu impossível.
O mar transborda de peixes.
Há homens que andam no mar
como se andassem na rua.
Não conte.
Suponha que um anjo de fogo
varresse a face da terra
e os homens sacrificados
pedissem perdão.
Não peça.
Brejo das almas, 1934
Confissão
Não amei bastante meu semelhante,
não catei o verme nem curei a sarna.
Só proferi algumas palavras,
melodiosas, tarde, ao voltar da festa.
Dei sem dar e beijei sem beijo.
(Cego é talvez quem esconde os olhos
embaixo do catre.) E na meia-luz
tesouros fanam-se, os mais excelentes.
Do que restou, como compor um homem
e tudo que ele implica de suave,
de concordâncias vegetais, murmúrios
de riso, entrega, amor e piedade?
Não amei bastante sequer a mim mesmo,
contudo próximo. Não amei ninguém.
Salvo aquele pássaro —vinha azul e doido—
que se esfacelou na asa do avião.
Claro enigma, 1951
Retrato de uma cidade
III
Cada cidade tem sua linguagem
nas dobras da linguagem transparente.
Pula
do cofre da gíria uma riqueza,
do Rio apenas, de mais nenhum Brasil.
Diamantes-minutos, palavras
cintilam por toda parte, num relâmpago,
e se apagam. Morre na rua a ondulação
do signo irônico.
Já outros vêm saltando em profusão.
Este Rio...
Este fingir que nada é sério, nada, nada,
e no fundo guardar o religioso
terror, sacro fervor
que vai de Ogum e Iemanjá ao Menino Jesus de Praga,
e no altar barroco ou no terreiro
consagra a mesma vela acesa,
a mesma rosa branca, a mesma palma à Divindade [longe.
Este Rio peralta!
Rio dengoso, erótico, fraterno,
aberto ao mundo, laranja
de cinquenta sabores diferentes
(alguns amargos, por que não?),
laranja toda em chama, sumarenta
de amor.
Repara, repara nas nuvens: vão desatando
bandeiras de púrpura e violeta
sobre os montes e o mar.
Anoitece no Rio. A noite é luz sonhando.
Discurso de primavera e algumas sombras, 1977
A metafísica do corpo
A Sonia von Brusky
A metafísica do corpo se entremostra
nas imagens. A alma do corpo
modula em cada fragmento sua música
de esferas e de essências
além da simples carne e simples unhas.
Em cada silêncio do corpo identifica-se
a linha do sentido universal
que à forma breve e transitiva imprime
a solene marca dos deuses
e do sonho.
Entre folhas, surpreende-se
na última ninfa
o que na mulher ainda é ramo e orvalho
e, mais que natureza, pensamento
da unidade inicial do mundo:
mulher pranta brisa mar,
o ser telúrico, espontâneo,
como se um galho fosse da infinita
árvore que condensa
o mel, o sol, o sal, o sopro acre da vida.
De êxtase e tremor banha-se a vista
ante a luminosa nádega opalescente,
a coxa, o sacro ventre, prometido
ao ofício de existir, e tudo mais que o corpo
resume de outra vida, mais florente,
em que todos fomos terra, seiva e amor.
Eis que se revela o ser, na transparência
do invólucro perfeito.
Corpo, 1984
Carlos drummond de Andrade. Poeta y periodista y brasileño nacido en Itabira do Mato. Dentro en el Estado de Minas Gerais en 1902. Hijo de un rico hacendado, estudió farmacia y fue funcionario público durante la mayor parte de la vida. Es considerado como uno de los principales poetas del modernismo brasileño debido a la repercusión y alcance de su obra. Autor de una amplia obra literaria que abarcó también el cuento, la crónica y la novela, publicó en 1930 su primer trabajo poético bajo el nombre de "Alguma poesia", seguido entre otros de "Sentimento do Mundo" en 1940, "Dopo A rosa do povo" en 1945, y "Viola de Bolso"en 1955. Posteriormente exploró el verso experimental y la sátira con "Boitempo" en 1968, y su propia biografía en 1985. Falleció en Rio de Janeiro en agosto de 1987.
Francisco A. Cobo-Reyes Lendínez (Jaén, España, 2000). Comienza a escribir algunos poemas desde la temprana adolescencia, pero no será hasta que se acerque a los 18 cuando descubra su verdadera vocación literaria. Va en 2018 a Salamanca, donde se matricula en el grado de Filología Hispánica y afianza afinidades literarias: cada vez más entusiasmado por la literatura latinoamericana, encontrará en ella su inspiración más profunda. Con el corazón a ambos lados del Atlántico, escribe, sinceramente, por amor al arte.