Ascenso y muerte de Ícaro. Por Carlos Herrera de la Fuente (México)
La caída de Ícaro 1636 - 1638. Óleo sobre lienzo, 195 x 180 cm. Depósito en otra institución
Autor: GOWY, JACOB PEETER (1615, 1661). Fue alumno de Paul van Overbeeck en Amberes, ciudad en la que después ejerció como maestro del Gremio de Pintores de San Lucas, a partir de 1636-1637. Fue uno de los pintores elegidos por Rubens para llevar al lienzo sus diseños para la Torre de la Parada. Las dos obras que figuran en el Prado (P015 ...
Fuente: Museo Nacional del Prado
Ascenso y muerte de Ícaro
Carlos Herrera de la Fuente (México)
El vuelo es a la luz lo que el cristal al viento,
súbita transparencia sin sonido, camino
de alas en el rumor de un campo incinerado,
hoguera de la voz sobre el clamor del fuego,
grito que se estremece al tacto de su pluma
como granizo herido en el sopor del aire.
La nube es tiempo, lluvia sin alas que dormita
en la prisión de luz, águila repentina
en el mismo palacio que su forma destruye,
cuerpo, atragantado haz, hosco mirabel, sombra
en trazo desmedido, curva que se arrepiente
de su metamorfosis, lívido monumento
que en su gozo se olvida del calor que lo hiere.
Es el agua o el fulgor o la sombra del viento
lo que su mirada abre al trazo somnoliento.
Igual que el soplo toca pensamientos alados
que la tarde aniquila. Nada vive al contacto
de esa noche cansada que su vuelo simula.
El tiempo es también ala, ceniza transparente,
figura sin sustancia que el rumor justifica.
La vida gira en torno de esos dos movimientos.
Mas sólo uno vivirá. Otro caerá, caerá
en la atmósfera líquida, morirá en el incendio
de una pira translúcida hasta agotar su impulso,
hasta ocultar su anhelo vertido en el silencio
de su revuelo múltiple. No habrá distancia al fin:
la ola será nube y la nube marea.
En su sollozo turbio, el agua soñará
con un pasado de astros al final de la bóveda.
¿Vivirá en su recuerdo el silencio del cristal?
¿Criará tras la noche, el alma, un túmulo alto?
Lo primero fue el vuelo, el ansia sin frontera,
la magnitud de un rayo en la caricia triste
del espejo callado, rastro de un manantial
apenas si anunciado por el alba rijosa.
En el aire cruzaron memorias de palomas
y gritos de un recuerdo soterrado. Fue el salto
la primera invención del olvido. Después
hubo un instante roto, una flecha dorada
atravesando el alba como un montón de abejas
repetidas en eco distante y desterrado.
En la vertical sola –columna de alabastro–,
el mudo cristal gesta la destreza del viento.
No la mirada puesta al cenit, a la hoguera,
sino el tiempo en su marcha inauguró la calma
de esa fuga hacia el cielo, memoria tras memoria,
enmarañado tráfago, presencia titubeante,
ascensión que confía en su amor imposible
hacia la luz de un astro cuyas cintas desdobla.
Entre el vuelo y la tarde, esparcen gavilanes
girones de sentencias que la luz arrebata.
Son tres los elementos que el ascenso figura:
es el vaivén del río dormido en la marea
y la aurora soñando en la pantalla etérea
y las fugaces trampas del sueño que se eleva.
Una mano deshila las tramas del espejo
en el justo momento que la luz se diluye.
Dos cuerpos baten alas, suben a la pantalla
transparente del viento, desnudan sus miradas
de soliloquios vanos y suspenden el flujo
del sonido terrestre saturado de trinos.
¿Quién mencionó tu nombre en el ascenso súbito,
cuando la arena aún daba su caricia a la espuma
repartida sin orden en la orilla del tiempo?
¿Quién te ordenó subir, mirar al sol de frente
y atreverte a la fuga de los besos mundanos?
El cuerpo es ahora trino, memoria del silencio,
opaco movimiento de la aurora en su calma,
eclipse sigiloso que se esconde en sí mismo.
Desde el cristal refleja el gozo su agonía
desmembrado en oleajes efímeros y toscos
igual que cataratas amenazando el cielo.
Nada rezuma el grito que se asfixia de pronto
en la misma agua turbia que el jazmín alimenta.
La llama se convierte, entonces, en coral,
y el coral reconduce el relámpago al eco
de la misma caída entre esferas de nácar.
Refulge así el sonido en el aliento tímido,
como la seda púrpura en el estanque azul.
Lozano el cormorán resume su figura
en un descenso prístino hacia el fondo del mar
y la noche se finge como un lecho florido
que la muerte dispone. Así ves tu descenso
como el fragor de un ala derretida por la altura,
igual que una sonrisa de nieve distendida
en el vuelo del ave. Desciendes al fracaso
del mismo despropósito. Ajena es ya la nieve
que reposa en el manto del velamen azul.
Los ecos se repiten desde la vista ausente
del que huye a los confines donde el sol se reinventa.
Por fin es la unidad perfección de la muerte
repetida en vocablos distantes y monótonos
comandados por peces y gaviotas histéricas.
La noche cumple el pacto que la muerte propone.
En el crepúsculo ido, una figura asciende
sin pausa, en armonía con todo el horizonte.
Abajo el sol oculta en su holocausto el ansia
que se atrevió a retar al símbolo lejano.
El instante vive ahora en la espuma dormida
que su sombra conmueve, y Dédalo huye así,
en calma, hacia el encuentro de las artes ignotas.
Carlos Herrera de la Fuente, nació en la Ciudad de México el 25 de julio de 1978. Es licenciado en economía y maestro en filosofía por la UNAM. En 2012 obtuvo el grado de Dr. en Filosofía por la Universidad de Heidelberg, Alemania. Ha publicado dos poemarios: Vislumbres de un sueño (2011, Poesía no eres tú) y Presencia en Fuga (2013, Ediciones del Ermitaño). Es autor de los ensayos Ser y donación. Recuperación y crítica del pensamiento de Martin Heidegger (2015, Fides) y El espacio ausente. La ruta de los desaparecidos (2017, Neolog). Asimismo, participó en la redacción del libro colectivo Extrarradio donde se explora la obra del maestro Alberto Castro Leñero. Es también traductor de obras literarias escritas en alemán: Sin novedad en el frente, de Erich Maria Remarque, El canto de amor y muerte del alférez Cristoph Rilke, de Rainer Maria Rilke, Demian, de Hermann Hesse y El anticristo, de Friedrich Nietzsche (estas tres últimas de próxima publicación) para Editores Mexicanos Unidos. Ha sido columnista de la sección cultural del periódico El Financiero, colaborador del periódico cultural De largo aliento, La digna metáfora, Transgresiones, del portal Aristegui Noticias y editor del periódico queretano El Presente. Actualmente es subdirector de opinión la revista cultural digital Salida de Emergencia (SdE).