Las tres hilanderas de los hermanos Grimm
La edición titulada Cuentos auténticos de los Hermanos Grimm que publica la editorial Edelvives consiste en una selección de dieciséis de esas viejas historias, tal y como fueron redactadas, sin los arreglos y edulcoraciones que les fueron hechos después para mitigar los posibles detalles crueles y violentos que se consideraron inapropiados para los niños
LAS TRES HILANDERAS
Había una vez una muchacha muy floja que no quería hilar, y su mamá deseaba que su hija dejase de ser así, pero la trataba con paciencia. Pero finalmente la mamá no soportó más y en una ocasión se llenó de cólera por la pereza de la chica, y le dio de golpes a ésta, la cual se soltó a llorar muchísimo. En ese momento pasaba la reina, quien al escuchar el llanto decidió acercarse y preguntarle a la mamá por qué su hija lloraba tanto, pues por toda la calle se oían los chillidos.
La mamá tuvo pena de revelar lo floja que era su hija, y contestó esto: “No puedo evitar que ella esté hilando todo el tiempo, pues le gusta muchísimo, pero soy muy pobre, y resulta que ya se terminó el hilo y no tengo dinero para comprar más. Por eso llora tanto, por la falta de hilo”. La reina le dijo: “Nunca había oído que a alguien le gustara hilar tanto, a mí misma no me atrae mucho, y menos cuando la rueca chirría al dar de vueltas. Deja que me lleve a tu hija al palacio, tengo ahí suficiente hilo para que ella pueda hilar todo lo que quiera”. La mamá se mostró muy agradecida de corazón, y la reina se llevó a la muchacha.
Cuando llegaron al palacio, la soberana le mostró a la chica tres habitaciones que estaban llenas del más hermoso hilo, y le dijo: “Ahora puedes hilar todo esto, y cuando logres terminar te daré como marido a mi hijo mayor. Sé que eres pobre, pero si te aplicas en esta tarea te verás muy recompensada, casándote con el que algún día será el rey”. La muchacha se estremeció toda por dentro, pues ella no sabía hilar, y nunca quiso aprender, pues a lo largo de sus trece años, desde que amanecía hasta que anochecía, se la pasó sin hacer nada.
Cuando se quedó sola se puso a llorar, y así estuvo durante tres días, sin que sus manos se ocupasen en algo. Al tercer día llegó la reina, y como no vio nada hecho se sorprendió; pero la muchacha le explicó lo que había pasado: no había comenzado a hilar todavía, porque sentía mucha nostalgia por su casa y por su mamá. Pero la reina no quiso escuchar más y le dijo con firmeza: “Mañana mismo empieza ya con el trabajo”. Cuando la muchacha se vio de nuevo sola, no supo qué hacer para salvarse, y se asomó por la ventana, como buscando la forma de escapar. Entonces fue que vio afuera a tres mujeres, una tenía los pies planos, la otra el labio inferior tan grande que la barbilla le colgaba, y la tercera un pulgar excesivamente grande. Se acercaron ellas a la ventana, y le preguntaron a la chica qué le pasaba, pues la veían muy preocupada. Ella les hizo saber lo que tenía, y ellas a su vez decidieron ayudarla, así que le dijeron:”Déjanos todo de nuestra cuenta, nosotras hilaremos todo en corto tiempo. Sólo prometemos invitarnos a tu boda, donde nos llamarás primas, no te avergonzarás de nosotras, y nos sentarás en tu mesa”. La chica les respondió: “No se preocupen, que así lo haré. Se los agradezco de corazón. Entren y comiencen cuanto antes el trabajo”.
Las tres mujeres entraron, y se repartieron en las tres habitaciones donde estaba el hilo. Y así fue que una iba deshilando, otra ensartando, y la tercera le daba vuelta a la rueca, y en un tiempo mínimo terminaron la tarea. Todo esto antes de que la reina pudiera percatarse de lo que pasaba. Y cuando ya no hubo más hilo, las tres mujeres se despidieron de la muchacha y le dijeron: “No te olvides de lo que nos has prometido, y habrá para ti suerte”.
Cuando le mostró a la reina todo el trabajo realizado y terminado, ahora sí podría casarse con el hijo del rey, y el novio se sintió muy complacido de comprometerse con alguien que había demostrado ser tan trabajadora y eficiente. La ahora novia le dijo: “Tengo tres primas, y ellas me han hecho mucho bien. No quiero olvidarlas, y deseo que el día de nuestra boda estén sentadas en nuestra mesa”. La reina y el hijo de ésta estuvieron de acuerdo: “No vemos por qué no pueda ser así”.
Entonces llegó el día de la boda, y se organizó un gran festejo. Las tres mujeres llegaron y la novia les dijo: “¡Sean bienvenidas, queridas primas! Siéntense en nuestra mesa”. Así lo hicieron, y el novio platicó con ellas. Quiso saber por qué tenían ellas esa deformidad, y cada una fue respondiendo. La de los pies planos dijo que los tenía así de tanto caminar deshilando. La del labio grande dijo estar así por tanto lamer el hilo al ensartarlo en la rueca. Y la del pulgar enorme dijo tenerlo así por tanto darle vuelta a la rueca. Todo eso espantó al hijo del rey, quien dijo que en adelante no permitiría que su esposa siguiese hilando. Y así fue como la chica no tuvo nunca más que preocuparse por hilar.
Luciano Pérez. Es originario de la Ciudad de México, nacido en 1956. Egresó de los talleres literarios del INBA, donde fue discípulo de los escritores Agustín Monsreal y Sergio Mondragón. De 1986 a 2006 laboró en la Subdirección de Acción Cultural del ISSSTE, primero como promotor de talleres literarios, y de 1989 a 1998 en la revista cultural del instituto, memoranda, donde fue secretario y luego jefe de redacción. De 2007 a 2012 estuvo en Ediciones Eón, como redactor y corrector, y después como editor en jefe. Desde 2013 se ha dedicado a traducir del alemán al español, tanto para la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, como para Editorial San Pablo. Narrador, ensayista y poeta, ha publicado los siguientes libros: Cacería de hadas (1990), Cuentos fantásticos de la Ciudad de México (2002), y Antología de poetas de lengua alemana (2006). Actualmente es editor de la revista cultural en línea Ave Lamia, y aquí publica sus ensayos literarios, históricos y de cultura popular, además de cuentos de corte fantástico, así como también traducciones de autores alemanes.