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Entrevista a Luis Cardoza y Aragón, por Carlos López

Todo lo que hagamos por nuestro pueblo siempre será poco

Entrevista con LUIS CARDOZA Y ARAGÓN

por Carlos López

 

LUIS CARDOZA Y ARAGÓN, poeta, ensayista, narrador, crítico de arte, nació en Guatemala, el 21 de junio de 1904 y murió en la Ciudad de México el 4 de septiembre de 1992. A los 16 años se va de Guatemala; pasa por Nueva York y llega a París,  donde estudia medicina durante dos años. En esa ciudad publica, en 1923, su primer libro de poesía, Luna Park.  En 1927 viaja a Marruecos, donde escribe Fez, ciudad santa de los árabes, crónicas que son publicadas en Cuba por primera vez; la revista mexicana Nexos lo hizo  en México,  en 1992.  En este país publica,  en 1928, en la revista Contemporáneos,  un fragmento  de Torre de Babel.  En 1932 terminó de escribir Pequeña sinfonía del nuevo mundo,  pero hasta 1948 fue publicada en Guatemala; ésta era su única obra impresa en su país hasta 1992; en 1993 la Universidad de San Carlos (USAC)  publicó,  en  convenio con el Fondo de Cultura Económica de México,  Guatemala,  las líneas de su mano.   De 1936 a 1944, colabora con Fernando Benítez en el suplemento cultural de El Nacional. Fue miembro fundador de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). De  1932 a 1944 trabaja con Xavier Villaurrutia  en el catálogo de la pintura europea en la Escuela Nacional de Artes Plásticas.  El  22  de octubre de 1944 regresa a Guatemala a trabajar con el movimiento revolucionario que dos días antes había  derrocado a la dictadura de Jorge Ubico.  Guatemala,  las líneas de su mano,  recoge con pormenores esa gesta.  En 1945 funda y dirige la Revista de Guatemala; también funda el Movimiento  Guatemalteco por la Paz y la Casa de la Cultura de Guatemala.  Es nombrado por Juan José Arévalo embajador en Noruega,  Suecia, Francia y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.  En 1947 viaja a Bogotá como representante ministerial; ahí se casa con Lya Kostakowsky,  mexicana de ascendencia rusa,  con quien vivió hasta la muerte de ella,   ocurrida en 1988.  En 1952  regresa a México y nunca más, en esos 40 años, a Guatemala.  Ese año comienza a colaborar en México en la Cultura del diario Novedades.  Sus escritos aparecieron, además, en periódicos y revistas de Madrid, Lima,  Montevideo y Guatemala.  En 1954,  la Central de Inteligencia Americana,  en cruento golpe de estado,  derroca al presidente  Jacobo Árbenz Guzmán,  y  Luis Cardoza y Aragón inicia una amplia y sistemática denuncia del hecho por el mundo.  En reconocimiento a sus aportes a la cultura nacional,  la  Facultad de Humanidades de la USAC le otorgó el diploma  Emeritissimum y, en 1992, la misma universidad le otorgó el doctorado Honoris Causa; ese año recibió el Premio Mazatlán de Literatura por su libro Miguel Ángel Asturias,  casi novela y la medalla Roque Dalton,  en reconocimiento a su lucha en favor de las causas democráticas y libertarias. En 1979,  el   gobierno mexicano le impuso la máxima condecoración que se otorga a un extranjero,  la Orden del Águila Azteca.  De Nicaragua recibió la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío.  Hombre libre,  defensor de la dignidad de los pueblos, Luis Cardoza y Aragón murió en el exilio a los 88 años.   Sus restos fueron cremados en el Panteón Español  y sus cenizas regadas en el cerro del Ajusco,  en el mismo lugar donde fueron echadas las de Lya,  su compañera de toda la vida.  Su honradez intelectual y su brillante actividad creadora lo convirtieron en hombre fundamental de la cultura latinoamericana. “Fue el más grande crítico de arte que ha tenido México” (Fernando Benítez); “El patriota ejemplar; el revolucionario consecuente;  el  luchador intelectual;  el lúcido pensador y defensor de su pueblo” (Rodrigo Asturias); “La poesía de Cardoza y Aragón ocupa un sitio singular y único.  Apenas y necesito recordar su Pequeña sinfonía del nuevo mundo,  verdadera obra maestra” (Octavio Paz); “Hombres así ya no hay.  Poetas, astrónomos, visionarios, subversivos, insumisos,  capaces de prodigarse hasta quedar vacíos, de derramarse y regalar su sangre, hombres así ya casi no se ven” (Elena Poniatowska); “Se convirtió en el primer crítico de la pintura mexicana, sus apreciaciones cambiaron la escala de valores establecidos y les enseñó a los mexicanos a ver la obra de sus artistas” (José Emilio Pacheco).

 En  septiembre de 1980,  Mayra Muralles  y yo visitamos la casa de Luis Cardoza y Aragón.  La intención era hacerle una entrevista para Guatemala Vencerá,  revista que nunca fue publicada y que,  impulsada por el Comité de Guatemaltecos en Lucha, integrado por Haroldo Shetemul,   Edgar y Carmen,  de Teatro Vivo,  Salomón Barrientos,  Mayra Muralles y yo,   pretendía ser un órgano de difusión del Frente Democrático contra la Represión. Hablamos con doña Lya [sic] Kostakowky, y concertó la cita con don Luis para un viernes por la noche.  Las respuestas de la entrevista ya las tenía listas don Luis por escrito,  así que nosotros tomamos unas fotos que se velaron y nos dedicamos a platicar sobre nuestra obsesión, Guatemala. “Yo estoy con la unidad”,  es la afirmación que se quedó zumbando durante todo ese tiempo en mi cabeza.  Poco más de dos años después, en febrero de 1983, se conformó la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca. Con la alegría de haber estado, por primera vez en el exilio, en la casa de un guatemalteco, con la euforia de unos Havana Club entre pecho y espalda, y con la admiración no contenida por el hombre que nos hablaba de la patria como si viviera allá, salimos de Puente de San Francisco y Callejón de las Flores al cuarto para las doce de la noche para abordar el trolebús y llegar a la última corrida del metro en Tasqueña. Lo que don Luis nos entregó fue lo siguiente:

 

¿Cuál es su apreciación respecto de las gestas patrióticas de 1944, que dieron lugar a lo que conocemos como Revolución de Octubre?

Ocupémonos de hoy más que de ayer.  Veamos adelante para responder combativamente  a la pregunta de nuestro pueblo: ¿qué estamos haciendo hoy?  La Revolución de Octubre fue un cuartelazo contra el oscuro sucesor del dictador Ubico, que duró 14 años atroces en el poder.  A Ubico  lo derrocó la situación internacional, la asfixia de la economía guatemalteca, el pueblo que rechazaba la barbarie.  Por otra parte, la gran burguesía guatemalteca reclamaba un espacio distinto para el desarrollo de sus empresas y negocios.  Pronto el pueblo aceleró su movimiento.  Hoy llevamos 26 años de terror.  El pueblo está luchando con los más elevados propósitos.  Nuestra posición en esa lucha nos define.

En 1944  se evolucionó democráticamente,  cargados de lastres.  Para comprender esos años,  recordemos nuestra historia de décadas  sin libertad,   de aislamiento y atraso inmensos.  Los dos lustros 1944-1954  los he llamado “Años de primavera en el país de la eterna dictadura”.  El pueblo avanzó organizadamente,  con conciencia de clase.  Esos avances memorables hay que apreciarlos en relación con el atraso inmenso. Surgieron valiosos líderes del proletariado y de la pequeña burguesía.  Tuvimos la Confederación General de Trabajadores de Guatemala y la Confederación General Campesina de Guatemala;  a Víctor Manuel Gutiérrez y Leonardo Castillo Flores.

 

¿A qué causas atribuye usted el derrocamiento del gobierno del coronel Jacobo Árbenz Guzmán? ¿Cree que él aprovechó el apoyo popular con que contaba para defenderse de la intervención estadounidense?        

La forma en que se disolvió —como un Alka Seltzer— la Revolución de Octubre comprueba la realidad de una situación.  Tal epílogo tiene explicación lógica, objetiva,  dictada por la ecuanimidad del análisis científico.  La forma de la derrota, más que la derrota misma, en sí correspondió a una situación en esferas oficiales y políticas que,  con tal forma de derrota, se puso de manifiesto irrebatiblemente.  Los jóvenes están haciendo el análisis de tales años.  Mitificar nuestro Octubre es abdicar todo pensamiento científico.  No es servir a nuestro pueblo.  El irracionalismo  totémico  es absolutamente reaccionario.  En lo internacional,  recordemos la guerra fría;  en el interior,  un gran movimiento popular vigorosamente en ascenso, con decenas de miles de trabajadores organizados en espera vana,  siquiera de una orientación,  un fusil,  alineados en las carreteras.  El  pueblo estuvo dispuesto a combatir,  como hoy está combatiendo en condiciones muchísimo más difíciles.  Pensemos en la respuesta de Salvador Allende y en la de Jacobo Árbenz;  nos conducen en tales hechos imprescriptibles.

 

¿Cuál es su apreciación de la lucha actual del pueblo guatemalteco?

Hoy cuatro organizaciones político-militares  luchan por la satisfacción de las necesidades de las grandes masas.  Estelar es la distancia  entre la Revolución de Octubre y la de nuestros días. ¿Cómo ven ustedes lo que estamos viviendo?   Debería yo entrevistarlos y no ustedes a mí. Cada día se progresa en la inteligencia de la unidad revolucionaria,  para fundar una sociedad racional.  La patraña repetida por las dictaduras de nuestro continente,  aquello del “comunismo internacional”,  es para querer,  inútilmente,  tergiversar lo  inocultable: el genocidio de un sistema oligárquico,  obsoleto y salvaje.

 

La batalla que libra nuestro pueblo está ligada a los procesos revolucionarios centroamericanos. ¿Qué piensa de eso?

En discurso pronunciado en Nueva York,  en el Centro para las Relaciones Interamericanas,  el embajador estadounidense en Panamá,  Ambler M. Mosse,  sostuvo que lo que ocurre en Centroamérica se explica en las condiciones internas.  El  embajador dijo,  textualmente: "Los cambios políticos y sociales que presenciamos actualmente en América Central son coyunturales e inevitables, y la  inestabilidad deriva principalmente de factores internos.”

 

¿Qué tareas cree que deben emprender los guatemaltecos exiliados para contribuir con la lucha revolucionaria de su pueblo?

¿Qué estamos haciendo hoy?  Debemos responder con actos solidarios,  con actos concretos.  Ustedes están en el exilio porque se han hecho esa pregunta y la han respondido consecuentemente.  Todo lo que hagamos por nuestro pueblo será siempre poco.  A las diferencias que todavía existan, la propia dinámica de los acontecimientos irá dando soluciones positivas.

 

¿Cómo debe buscarse la solidaridad internacional?

            El Frente Democrático contra la Represión en Guatemala, en México,  espero que experimentará transformaciones radicales,  tan pronto como sea necesario,  de acuerdo  con la realidad interior y popular, que es la dirigente,  con la realidad unitaria en varios niveles.  La  denuncia  ha sido  ininterrumpida. La prensa y la televisión informan constantemente acerca de la lucha del pueblo guatemalteco. Nuestro deber más elemental es la solidaridad más activa con la gran lucha nacional de las masas. Siempre nuestra conducta estará orientada por esta lucha.  No tengo duda alguna acerca del triunfo de la revolución guatemalteca.

Carlos López (Pajapita, San Marcos, Guatemala, 24 de febrero, 1954) obtuvo los títulos de maestro de educación primaria urbana en el Instituto Normal Mixto Rafael Aqueche, de licenciado en lengua y literaturas hispánicas y en estudios latinoamericanos, y el grado de maestro en letras en la Universidad Nacional Autónoma de México. Estudió las licenciaturas de derecho y de ciencia política en la Universidad de San Carlos de Guatemala e historia en la UNAM.

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