Hispanidades

Tensiones sobre los orígenes de la lengua española. Por Yordan Arroyo Carvajal

 

 

 

 

TENSIONES SOBRE LOS ORÍGENES DE LA LENGUA ESPAÑOLA

 

 

Yordan Arroyo Carvajal

Docente universitario e investigador académico

Costa Rica

yordan.arroyo@ucr.ac.cr

 

 

Introducción

 

 

En este ensayo se presenta, a grandes rasgos, un abordaje sobre los orígenes de la lengua española. Asimismo, se muestra, de manera abierta e inscrito en un campo de tensiones, la teoría sostenida por Camen Jiménez Huertas en su libro No venimos del latín (2013),[1] para quien el español no viene a totalidad del latín, sino del ibérico, lengua la cual, según lo defiende Jiménez (2013) amerita más estudios para -desde sus ideales- desmantelar datos falsos reproducidos como verdades absolutas a lo largo de la historia del español. Esto ha provocado que lo dicho por Jiménez (2013) se empiece a normalizar en las universidades por ciertos docentes y en algunos medios virtuales de “enseñanza”; sin embargo, se le debe poner freno, pues, su supuesto, según el reconocido maestro en la enseñanza del griego y del latín, Alexis Hellmer, a través de la página “Aprender latín en latín”[2] en Facebook dijo que “son patrañas del nacionalismo catalán en sus peores arrebatos”(23 de enero de 2021). Asimismo, tal criterio fue aprobado por diferentes personas en el mismo medio. A continuación, antes de caer al desarrollo del trabajo, se presentan cinco muestras de lo dicho, las cuales, incluso, llegan a caer en lo burlesco:

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Tal y como se aprecia, tanto Alexis Hellmer como Contreras, García y Martínez (comentarios adjuntos), están en desacuerdo con la propuesta errada de Jiménez (2013), no obstante, enseguida se hace un recorrido histórico por el proceso o desarrollo del español antes de caer en las tensiones provocadas por la noción “el español no viene del latín, sino del íbero.”

 

 

Desarrollo

Parafraseando lo dicho por Rafel Lapesa en su libro Historia de la lengua española (1980), en los alrededores del Pirineo se comenzaron a asentar los primeros pueblos en la historia de la lengua española; por la costa de Levante se extendía un pueblo llamado íberos; quizá en resurrección de un poblado anterior, probablemente de origen norteafricano; es debido a esta cultura que los griegos le otorgan el nombre de Iberia a esta Península (Península Ibérica).

En el siglo VI, pueblos célticos habían llegado hasta Portugal y la Baja Andalucía, no obstante, tratándose de una época donde distintas etnias no estaban plenamente configuradas, es muy difícil precisar si los invasores centroeuropeos llegados a este sitio fueron en tiempos más remotos preceltas, o bien, protoceltas, algunos piensan que junto a estas inmigraciones indoeuropeas (o de otro lugar), participaron pueblos afines a los protoceltas, es decir los paraceltas, tres grupos que tratan de explicar por qué en las inscripciones peninsulares indoeuropeas existen algunos rasgos lingüísticos ajenos.

De acuerdo con el video “Historia del castellano” (2015), a mediados del s. III a.C, romanos y cartagineses se reparten la Península Ibérica con un pacto que fracasó y dio paso a una guerra que cambió el rumbo de nuestra historia. La Península no era un territorio despoblado; celtas e íberos se repartieron la mayor parte del territorio; con una cultura híbrida, la celtíbera entre ellos, en el norte los vascos y en las zonas costeras mediterráneas y sudatlánticas algunas colonias fenicias y griegas. Dentro del léxico castellano procedente del ibero se puede mencionar: vaga, arroyo, gazapo, conejo, zarza, cerro, cachorro, barro, becerro, etc.

Para Lapesa (1980), durante la época de Augusto, Estrabón, geógrafo griego, afirmó la diversidad de lenguas existentes entre los naturales de la Península, lo cual ha sido comprobado a través del tiempo con el descubrimiento de inscripciones en lápidas y monedas antiguas, pues ya “la lectura de la escritura ibérica no era impedimento para interpretar los significados” (p. 21), o sea para su lectura, dado a que el gran maestro de la arqueología hispánica, Manuel Gómez-Moreno, en uno de sus descubrimientos obtuvo la combinación de signos silábicos, parecidos a los sistemas gráficos de los cretenses y chipriotas, con signos representativos de sendos fonemas, como los del alfabeto griego o fenicio; además, Gómez-Moreno descifró la escritura tartesia, precedente de la ibérica, la cual no funcionó solamente para la propia lengua, sino también, como el alfabeto latino, para lenguas célticas o precélticas.

Ahora bien, en cuanto al periodo de romanización, para Lapesa (1980) fue un proceso lento, pero intenso. Hizo desaparecer a las lenguas anteriores, con excepción de la vasca. No sobrevivieron más que algunas palabras especialmente significativas o muy arraigadas, y unos cuantos sufijos.

Muchas palabras españolas no encuentran etimología adecuada en latín ni en otras lenguas conocidas. Exclusivamente, en la Península son tan viejas y arraigadas y características que invitan a suponerlas más antiguas que la romanización, por ejemplo: “abarca, artiga, aulaga o aliaga, barda, barraca, barro, cueto, charco, galápago, manteca, perro, samarugo, silo, sima, tamo, toca, tojo” (Lapesa, 1980, p. 46), pero no se ha encontrado fundamento suficiente para señalarles procedencia concreta de alguna lengua prerromana conocida.

El léxico de origen precelta o celta comprende sustantivos referentes al terreno: “berrueco, légamo, serna; nombres de árboles y plantas: abedul, aliso, álamo, beleño, belesa, berro; zoónimos: garza, puerco y toro; terminología relacionada con los quehaceres rústicos: busto “cercado o establo para bueyes”, amelga o ambelga, colmena, gancho, gorar “incubar”, güero, huero y otras palabras de campos semánticos diversos” (Lapesa, 1980, p. 47).

Los autores latinos citan como hispanas o ibéricas hasta unas treinta palabras, que en su mayoría no han llegado al romance; de las que han perdurado, algunas no son originarias de España, sino latinismos provinciales o voces extranjeras. Según Lapesa (1980), quedan, sin embargo, ciertos testimonios interesantes:

 

Varrón afirma que lancea – español: lanza, no era voz latina, sino hispana, podría ser en efecto un celtismo peninsular. Plinio recoge arrugia “conducto subterráneo”, antecedente de arroyo; da cusculium (coscojo, coscoja) como nombre de una especie ibérica de encina; y atribuye origen hispano a cuniculus (conejo). Quintiliano señala como oriundo de Hispania el adjetivo gurdus “estólido, necio” (gorgo, con cambio de sentido), la palabra se usaba en latín desde varias generaciones antes. Es probable que el latín tomase de las lenguas hispánicas los nombres de algunos productos que se obtenían principalmente en la Península como plumbum (plomo),galena, minium. (p. 49)

 

La influencia de las lenguas prerromanas en el vocabulario romance de la Península, según se puede apreciar, se limita a términos de significación sumamente concreta, referentes en su mayoría a la naturaleza y a la vida material. No pervive ninguno relativo a organización política y social ni a la vida del espíritu.

Posteriormente, según Lapesa (1980), los hispanos comenzarían a servirse del latín en sus relaciones con los romanos; poco a poco, las hablas indígenas se irían refugiando en la conversación familiar, y al fin llegó la latinización completa. El latín adquirió gracia y armonía al contacto de la literatura griega.

La conquista del mundo helénico familiarizó a los romanos con una civilización muy superior, Grecia les proporcionó nombres de conceptos generales y actividades del espíritu: “idea, phantasia, philosophia, musica, poesis, mathematica; tecnicismos literarios: tragoedia, comoedia, scaena, rhytmus, oderhetor; palabras relativas a danza y deportes: chorus, palaestra, athleta; relativas a enseñanza y educación: schola, paedagogus” (Lapesa, 1980, p. 59).

La lengua popular se llenó también de grecismos más concretos y seguramente más antiguos que los de introducción culta: nombres de plantas y animales, como:

 

origanum, sepia (orégano, jibia); costumbres y vivienda: balneum, camera, apoteca (baño, cámara, bodega); utensilios e  instrumental: ampora y el diminutivo ampulla por (amphora - ánfora), sagma, chorda (ampolla, jalma, cuerda); navegación, comercio, medidas: ancora, hemina (ancla, áncora, hemina); instrumentos musicales: symphonia, cithara (zampoña, zanfoña, cedra, cítara), etc.  (Lapesa, 1980, p. 60)

 

Durante el Imperio, nuevos helenismos penetraron en el latín vulgar. La influencia del griego sobre el latín no solamente tuvo que ver con el vocabulario, sino que existen paralelismos sintácticos entre el latín vulgar y el griego moderno: “las perífrasis verbales dicere habeo y scriptum habeo, origen del futuro y del perfecto románicos tienen su correspondencia en griego […] las romances estoy diciendo, va y dice, tomo y me voy tienen igualmente sus precursores griegos” (Lapesa R. 1981, p. 62). Además, el mismo Lapesa (1980) reconoce que en las oraciones subordinadas las lenguas románicas se deja el latín un poco de lado y “se coincide con el griego  en uso de los modos verbales, infinitivo y gerundio” (Lapesa, 1980, p. 62).

Tras la caída del Imperio Romano la incorporación de helenismos al latín continuaba “la entrada de θειoς (lat. Tardío thius, thia) que remplazaron a avunculus, patrunus, matertera y emita (esp. Tío, tía)” (Lapesa R. 1981, p. 62). Entrada la Edad Media o ya Moderna, el comercio y la navegación trajeron “tela de seda, galera, quemadura, calor, bochorno, orden, mandato, chusma, tapiz etc.” (Lapesa, 1980, p. 63); por tratarse de voces que en su gran mayoría llegaron por vía indirecta.

La ciencia y la filosofía también hicieron aportaciones a la terminología con abundante incorporación de helenismos; muchos son compuestos y derivados de nueva formación, que ni el griego clásico ni el bizantino conocieron (cefalópodo, traumatología, anafilaxia, megalómano, diacronía, tecnocracia, etc.) El griego como lengua más extendida en la parte oriental del Imperio, fue en los primeros tiempos el instrumento para la predicación a los gentiles; en ella fueron escritos casi todos los textos del Nuevo Testamento de la Biblia. “La doctrina y organización de la Iglesia están llenas de términos griegos, que constituyen la última capa de helenismos acogida por el latín; evangelium, ángelus, aspotulus, diabolus, ecclesia, basilica, episcopus, diaconus, catechumenus, asceta, martyr, eremita, baptizare, monasterium, coemeterium” (Lapesa, 1980, p. 65).

Desde el momento en el que la literatura fijó el tipo de la lengua escrita, se inició la separación del latín culto, el cual era el enseñado en las escuelas y el que todos pretendían escribir, y el latín empleado en la conversación de las gentes medias y de las masas populares. Mientras la lengua literaria se refinaba, el habla vulgar continuaba apegada a sus antiguos; pero a la vez progresaba en sus innovaciones. “Durante el Imperio, las divergencias se ahondaron en grado considerable: el latín culto se estacionó, mientras que el vulgar, con rápida evolución, proseguía el camino que había de llevar al nacimiento de las lenguas romances” (Lapesa, 1980, p. 69).

Siguiendo a Lapesa (1980) al fin de la época imperial, la diversas invasiones y en sí la decadencia de la cultura romana, contribuyeron al declive de la lengua literaria y, por su parte, el latín hablado, es decir, el vulgar se encontraba en un proceso de arreglo a una progresiva determinación.

Un cambio paralelo alteró esencialmente la estructura morfológica. Según Lapesa (1980):

En  latín cada palabra llevaba en su terminación los signos correspondientes a las categorías gramaticales: la desinencia –um (hominum, añadía a la idea de hombre, representada por el tema homin-, las notas de genitivo y plural); el tema ama- quedaba atribuido a la tercera persona del plural y recibía valor pasivo gracias a la adición de los morfemas –nt y –ur pospuestos (amantur). (p. 71)

Sin embargo, no bastaban las desinencias para expresar con precisión las distintas relaciones encomendadas a cada una y ya desde el latín más arcaico se auxiliaban con preposiciones especificadoras. “Incluso en el lenguaje literario contendían el genitivo y el ablativo con “de” para indicar relaciones partitivas, de materia, de origen, de referencia etc.” (Lapesa, 1980, p. 71).

En cuanto a evolución fonética, Lapesa (1980) especifica:

 

se suprimía la /-m/ final, eliminaba la distinción entre vocales largas y breves e igualaba la /u/ con la /o/. En cambio, formas romances como hombre, luz, verdad, ladrón son resultado común de los acusativos homine (m), luce (m), veritate(m), latrone(m), pero no de los nominativos homo, lux, veritas, latro. (p. 72)

Asimismo,  Lapesa (1980) menciona que se simplificó la clasificación genérica:

[…] los sustantivos neutros pasaron a ser masculinos (tempus - tiempo) o femeninos (sagma - jalma), con no pocas vacilaciones y ambigüedades, sobre todo para los que terminan en –e o en consonante (mare – la mar y el mar) Muchos plurales neutros se hicieron femeninos singulares a causa de su –a final: folia (hoja), de ahí el valor colectivo que conservan a veces, patente en “la caída de la hoja” y en el contraste brazo/braza, leño/leña etc., en la lengua clásica los comparativos en –ior y los superlativos –issimus alternaban con perífrasis como magisdubius, maximeidoneus; el latín vulgar reemplazó formosior, grandior por magisformosus, plus grandis, y altissimus por multumaltus. (pp. 73-74)

 

El latín clásico tenía un ritmo cuantitativo-musical basado en la duración de las vocales y sílabas y tuvo sus trasformaciones. “En un principio, las diferencias de duración estaban ligadas a diferencias de timbre: las vocales largas eran cerradas y de timbre medio o abiertas las breves. De este modo el timbre de una /u/ breve (abierta) se aproximaba al de la /o/ larga (cerrada), y lo mismo ocurría con la /i/ y la /e/ (Lapesa, 1980, p. 76). En Hispania, Galia Retia y otras partes de Italia de diez vocales quedaron solamente siete.

Por otro lado, para Lapesa (1980) “Las consonantes sordas intervocálicas empezaron a contagiarse de la sonoridad de las vocales inmediatas. Inscripciones hispánicas de la época imperial dan imudavit y perpeduo por immutavit, perpetuo” (p. 80). La sonorización en Romania no se dio en todas las áreas y en España se dio a través de un proceso verdaderamente lento.

Efectivamente, el léxico que se posee del latín es amplio, sin embargo, muchos fueron olvidados del latín clásico, de modo que desaparecieron diferencias de matiz que la lengua culta expresaba con palabras diferentes: “grandis indicaba principalmente el tamaño, magnus aludía con preferencia a cualidades morales; el latín vulgar conservó solo grandis, Alius era “otro, diferente”;alter “otro entre dos, el otro” pero alter asumió el papel de alius” (Lapesa, 1980, p. 81).

En cuanto a las vocales de la época medieval, según Rafael Cano (2004), se dan cambios de (ie) por (i) en determinadas palabras, la (e) por (i) en otros casos y la (o) por (u) también (castiellos, catillos, amariello, sieglo, siglo, escrebir, cobrir, cubrir). Luego, La “b” y la “v” no se distinguen y alternan, incluso, toman el valor de la vocal “u”. Palabras terminadas en “d”  pierden esta consonante y en algunas ocasiones alternan con la “t”. También, se vuelve común observar la alternancia entre “x” y “j”, variando estas constantemente hasta acabar con el valor fijo de “j”. Se frecuenta una variación entre la “s” y la “ss” y la “c”  y en muchas ocasiones sendos casos confundían con la “z” intervocálica, pero también final, excepto la “c”. Otra variación que existió durante la época medieval e incluso en el siglo siguiente fue la alternancia entre la “yod” y la “i”, pues se usaban con los mismo valores. Asimismo, “la igualación fonemática entre /ll/ y /y/ en casos como: caldiyo, yegándose, aqueya, triyar, vallan, cabeyos etc” (p. 848).

Por otra parte, para el mismo Cano (2004), sucede una neutralización y pérdida de la “r” y “l” en posición postnuclear silábica en palabras como: arcallería, leartad, alcobispo, arcolea, bercebú, etc. Por último, “ya a principios del XVI, el castellano resolvió algunos grupos consonánticos pocos acordes con el tipo de combinación preferida por el idioma: así, “bd” se simplificó tras vocal velar (cobdo - codo), y vocalizó en los demás casos (cabdal – caudal, debda -deuda). Aún perduraron en cierta medida: “segund, sant, cient, pero no eran las preferidas de Nebrija” (p. 852).

Por consiguiente, en los siguientes párrafos se menciona lo dicho por la filóloga y doctora catalana, Carmen Jiménez Huertas, (2013), para quien las lenguas románicas, entendidas como las que vienen del latín, es un asunto que se ha normalizado a través de la historia, aunque en realidad, según ella no vienen del latín, sino del ibérico, desplazado por la Iglesia.

Basándose en registros arqueológicos, Jiménez (2013) argumenta que cuando los romanos llegaron a Iberia ya la escritura estaba consolidada, como mínimo desde el siglo VI. A pesar de que llegaron fenicios, griegos y romanos a la zona conocida hoy como España, los íberos siguieron utilizando su sistema semisilábico, esto quiere decir que es más antiguo que un alfabeto, el cual requiere de más caracteres. Cuando los romanos llegaron a Iberia no desapareció el íbero, sino que se expandió, ejemplos de ello son el bronce de botorrita y bronce de luzaga.

Para Jiménez (2013), la escritura ibérica se expandió porque era la conocida por todo el mundo en regiones celtibéricas. El ibérico continuó como lengua hablada hasta el siglo I d.C, por tanto, -según ella- el latín lo que hizo fue sustituir a la escritura ibérica. Otro punto de tensión, parte de sus criterios, es que los romanos en realidad no hablaban latín como lo piensan muchas personas. Los ejércitos romanos estaban formados por mercenarios y cada uno de ellos hablaba su propia lengua. Desde su parecer, el latín solo se hablaba en Lacio, los romanos hablaban dialectos romanos como el osco, el umbro, entre otros. La gente o los ciudadanos que residían en Iberia no esperaron la llegada de los romanos para aprender a hablar, ya ellos tenían su sistema de comunicación consolidado. Desde esta postura, el latín sustituyó a la escritura ibérica porque el latín escrito se convirtió en la lengua culta, incluso, los mismos romanos pagaban por aprender.

La misma doctora Jiménez (2015) fundamenta que las lenguas romanas se parecen más entre ellas que incluso al propio latín, pero no brinda argumentos sólidos para sostenerlo. Una de las estrategias para intentar validar su criterio es decir que inclusive, cuando se hicieron todos los libros de gramática histórica no existían estudios en torno al ibérico, vacío vigente. Desde su criterio, para intentar saber un poco sobre el ibérico habría que ir a estudiarlo a Alemania.

Jiménez (2013), lo más que hace es mencionar unas cuantas palabras -para engañar, manipular o enredar a los lectores-, palabras que, en efecto no vienen del latín, pero no menciona que la mayoría que sí vienen de esta lengua. Una de las refutaciones que ella brinda es que la etimología de esclavo, se dice que viene de slavo tras el periodo de esclavitud romano realizado por muchos esclavos eslavos, sin embargo, para ella el periodo de esclavitud es anterior a la romanización. Además, para ella, en Alemania, esclavo se dice sklave y los alemanes jamás llamarían esclavos a los eslavos. En este caso, desde su criterio, la verdadera etimología de esclavo viene de”ex” y “labor”, es decir, el que ya no es trabajador normal, el que ya no gana dinero por su trabajo, y por tanto, realiza el trabajo que nadie quiere hacer.

Sin embargo, tal cual se nota, Jiménez (2013) no monta una base sólida como para sostener su hipótesis, por ejemplo, no menciona que esclavo, antes de llamarse así, deriva de “servus” en latín, palabra que, a lo largo del tiempo fue perdiendo su significado original y, por tanto, esclavo, de eslavo, llenó este vacío.

Al respecto, menciona Helena, en el Diccionario Etimológico del Castellano en línea (2001-2021), que en la Edad Media la mayoría de esclavos eran eslavos, incluso, los papas de Roma tenían esclavos de origen eslavo. Más a detalle, Joan Coromines en el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana publicado en el 2009 con la editorial Gredos, tercera edición muy revisada y mejorada, señala que la palabra esclavo deriva del griego bizantino “sklávos” y eslavo también deriva del griego bizantino “sklavinós” (esclavo) y este a su vez de slovenumu “nombre propio que se daba a sí misma la familia de pueblos eslavos, que fue víctima de la trata esclavista en el Oriente medieval” (p.222).

Por ende, a partir de lo anterior, queda claro que los criterios de Jiménez (2013), los cuales se han introducido de manera muy peligrosa incluso en las mismas universidades no deben ser avalados (lo sé porque me lo intentaron enseñar como estudiante y desde ahí me interesé en el tema hasta ver que no es ni más ni menos que una cuestión más política que nada y que busca introducirse en el discurso académico con fuerza, tal cual lucha de los catalanes por independizarse).

 

 

Conclusiones

 

En fin, para estudiar la lengua española y sus orígenes en un plano académico y universitario, debe hacerse de manera minuciosa y con criticidad, pues, tal cual se observa, existen hipótesis buscando convertirse en teorías, con el fin de refutar la mayor procedencia del español a partir del latín, tal cual sucede con el caso de Carmen Jiménez Huertas (2013), mujer quien, según el maestro Alexis Hellmer, en la página Aprender latín desde el latín (23 de enero de 2021), forma parte de una ideología nacionalista donde se llega incluso a decir que el mismo Jesucristo o Miguel de Cervantes Saavedra eran catalanes.

Además, el pasado 3 de enero de 2021, los estudiosos y docentes de la enseñanza del griego y latín, Luke Amadeus Ranieri y Raphael Turrigiano, en el video subido a Youtube, título “Spanish is not from Latin?! We refute this crazy claim!” destruyeron todos los intentos de Carmen Jiménez Huertas (2013) de hacer válidas sus ideas poco académicas y más nacionalistas o políticas que nada.

Así bien, para cerrar este ensayo, queda pues claro que, para refutar la teoría más aprobado hasta hoy sobre los orígenes del español, principalmente a partir del latín, es necesario desarrollar ideas con argumentos profundos y no mediante criterios escuetos y vagos, como se ha empezado a decir de manera muy común: “el español viene del íbero” o “el español viene de las lenguas germánicas”, aspecto que empieza a germinar, de manera preocupante, en las universidades, producto de lo que bien podría entenderse como la era masiva de la desinformación.

 

 

Referencias

 

Cano, R. (2004). Historia de la lengua española. Ariel.

Coromines, J (2009). Breve diccionario etimológico de la lengua castellana. Gredos.

Diccionario etimológico en línea de la lengua castellana (2001-2021). Etimología de esclavo [comentario de Helena] http://etimologias.dechile.net/?esclavo

Jiménez Huertas, C (2013). No venimos del latín. Círculo Rojo.

Jiménez Huertas, C. (2015). No venimos del latín [Archivo del video]. Dailymotion. https://www.dailymotion.com/video/x33zuho

Lapesa, R. (1980). Historia de la lengua española. Gredos.

Polymathy (3 de enero de 2021). Spanish is not from Latin?! We refute this crazy claim! [Archivo de video]. Youtube https://www.youtube.com/watch?app=desktop&fbclid=IwAR3yQGbD8whfbfaPxhrMPqJBoBp3n6KHFaRXLuAaPOQh1Ntyw3HPh9hC9-A&v=eKAFbeszfaE&feature=youtu.be

Profedelenguajrv. (2015). Historia del castellano [Archivo de video] Youtube https://www.youtube.com/watch?v=h5WohjvzKtg&t=1122s

 

 

 

[1]              En el 2015 aparece un resumen como video: Jiménez Huertas, C. (2015). No venimos del latín [Archivo del video]. Dailymotion. https://www.dailymotion.com/video/x33zuho

[2]              Al respecto, todos los ejemplos del maestro Alexis Hellmer y fotografías fueron tomados del siguiente link: https://www.facebook.com/photo?fbid=3811593955553236&set=gm.894561604633878

 

Yordan Arroyo (San Ramón de Alajuela, Barrio Lisímaco Chavarría, 1995)Filólogo graduado de la Universidad de Costa Rica. Docente Universitario e investigador académico. Presidente y Director Literario Nacional de la Unión Hispanomundial de Escritores, Costa Rica. Cofundador del Recital Internacional de Poesía “Ponte un alma” y el Recital “Alas en verso” en conmemoración del Día Nacional de la Poesía en Costa Rica. Compilador de las antologías: “Voces en el aire” (en proceso); “Sin dolor en la garganta” (en proceso); “Primera Antología de Literatura Infantil Ramonense: Niños y Niñas Héroes en Tiempos de Pandemia” (2021) y Los Gritos de Medea: Violencia de Género en la Poesía Feminista Costarricense (2021), donde también realizó el estudio introductorio.

Realizó el prólogo y análisis literarios en la “Primera Antología Poética Puntarenense” (1990-2019). Forma parte del equipo editorial que trabaja actualmente en la próxima publicación de la “Segunda Antología de Poesía Puntarenense” (en proceso). Ha sido publicado en diferentes antologías, entre ellas: Antología de Poesía Joven. Nueva poesía Costarricense (2020); “Siempre un Girasol. Antología Colectiva” (2020) “Mitologías del río: Transformación” (2020) y “Sexta Antología de Escritores y Poetas Latinoamericanos de la Red Némesis en Perú” (2020). Además, posee distintas publicaciones en revistas académicas, literarias (Taller Igitur, Quimera, Cardenal, Atunys Poetry, Santa Rabia Magazine y Liberoamérica) y en periódicos tanto a nivel nacional como internacional.  Editor y jefe de revistas académicas y literarias en España, Perú y Costa Rica.

Ha sido jurado en concursos sobre poesía y cuento. Es integrante de Poetas del Mundo, Colectivo Faro Cultural, Puntarenas y Grupo Literario Poiesis. Ganador del premio Intercontinental de poesía Kairat Duisseno V Parman, 2020. Ganador del Premio Mundial a la Excelencia Cultural y Literaria “César Vallejo” (2020), Certificado de Oro del Ministerio de Educación Pública en Costa Rica por su excelencia académica en estudios de posgrado y distintos premios más por su aporte a la cultura costarricense.

Brinda talleres literarios a niños. Por último, desde el 2017 ha participado como investigador en 35 congresos, simposios y encuentros a nivel nacional e internacional, figuran invitaciones de la Universidad de Murcia; España, Universidad de la Plata; Argentina, Universidad de la Habana, Cuba y la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, fue invitado de honor en la Pluma de Oro, Perú, 2020. Pronto a publicar su primer poemario e iniciar estudios de posgrado en España.

 

 

 

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *