Rol de «Martín Fierro» en la renovación poética actual. Por Eva Méndez

 

 

 

 

ROL DE «MARTÍN FIERRO» EN LA RENOVACIÓN POÉTICA ACTUAL

 

Eva MÉNDEZ

 

 

Así como no corresponde al empresario o director, ni al «metteur-en-scène» ni al tramoyista, y mucho menos a su propio autor el juzgar la obra que ha subido al proscenio, sino al público en primer lugar y luego, -con perspectiva a su mejor ilustración y relacionándola con el ambiente en que surge y la historia literaria: juicio definitivo,- corresponde ese deber al crítico; del mismo modo al fundador y director de MARTÍN FIERRO, (alternativamente y un poco de todo: «manager»-tramoyista-autor), no le cuadra juzgar lo que es su propia obra como factor de orientación literaria, o el cuadro de su esfuerzo organizador, o la acción de propaganda y construcción nueva desarrollada en compañía de sus amigos por él convocados. Un juicio de adentro para afuera sería original y curioso, pero unilateral e inexacto. Juicio verdadero, el de los demás y para todos, es el exterior, y más cierto sería el de un espectador, imparcial, pero ante todo inteligente, que gozara de la debida perspectiva y con tiempo por delante. De suerte que me incumbe, solamente, ser un honrado informador. Otro dirá el mérito de MARTÍN FIERRO y su trascendencia.

A los tres años justos de vida el periódico, -mucho más conversado y discutido, más vivido aún que escrito, amenazado cien veces con ser deshecho y rehecho siempre, sin vida propia, pero vital y galvanizador-, ya tiene un poco de historia. Es la del período Noviembre de 1923 (en que fue fundado y redactado verbalmente varias veces, para iniciar su salida, irregular, en forma algo dramática: sino que no ha desmentido más tarde, en Febrero de 1924), hasta la fecha. Más o menos el mismo período que comprende la presente obra de los señores P. J. Vignale y César Tiempo. Tal relación se suma, para justificar mejor estas líneas, al hecho de que, en uno de sus aspectos, MARTÍN FIERRO, aparece casi exclusivamente como un periódico de poetas, y en sus páginas se registra el más fiel reflejo del movimiento literario de nuestra juventud durante los últimos años, en lo que tiene de más viviente y moderno y más vinculado con la poesía, y precisamente la nueva poesía. Son poetas la mayoría de sus redactores fundadores: Oliverio Girondo, Luis L. Franco, C. Nalé Roxlo, Ernesto Palacio, y la casi totalidad de sus colaboradores sucesivos. Dentro de una variada escala de matices está representada la más brillante juventud intelectual, cuyo núcleo activo forman poetas nuevos de tendencias modernas o los de filiación estética más avanzada, pero de cualquier modo, pertenecen al grupo de MARTÍN FIERRO todos aquellos poetas jóvenes cuya obra constituye la expresión más reciente de nuestra poesía. Sucesivos trasiegos y filtraciones aclaran el conjunto primitivo y aún el conglomerado subsiguiente a raíz del éxito del primer impulso, hasta definirse una orientación distinta y firme. A quien conozca los autores y sus obras o al lector avisado de este libro bastará, para comprobarlo, la simple enumeración de los poetas presentados o difundidos por MARTÍN FIERRO en sus diversas etapas: los que redactaron sus páginas, dieron a conocer su producción o comentaron la ajena. Ellos fueron, en el orden inicial de su actuación o vinculación al periódico, y aparte los ya nombrados: (1924) Horacio A. Rega Molina, Carlos M. Grünberg, Andrés L. Caro, Eduardo Keller Sarmiento, Pedro Juan Vignale, Francisco López Merino, Córdova Iturburu, Roberto Ledesma, Santiago Ganduglia, Nicolás Olivari, Luis Cané, Jorge Luis Borges, Raúl González Tuñón, Eduardo González Lanuza, Brandán Carafía, Eslavo y Argento (I. Zeitlin y A. Echegaray), Antonio Vallejo, (1925) Pondal Ríos, Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal, Norali Lange, Elías Carpena, Alberto Franco, Antonio Gullo, Carlos Mastronardi, (1926): Ulises Petit de Murat, Luis F. Longhi, Roberto A. Ortelli, Lysandro Z. D. Galtier; sin contar otros poetas de colaboración menos frecuente; o figuras como Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes, Sergio Piñero que participaban en la campaña; ni tampoco la producción de notables poetas nuevos americanos y la difusión en excelentes versiones de piezas célebres y características de poetas como Palazeschi, Paul Morand, Valéry Larbaud, Apollinaire, Supervielle, o bien otros autores de espíritu moderno y los comentarios a escritores de primera fila en la literatura mundial del día, páginas que contribuyeron decididamente, con los artículos de estética literaria de González Lanuza, polémica de Marechal, crítica de Borges, Bernárdez, Vallejo, Membretes de Girondo, a orientar la juventud, a dar unidad al movimiento poético, y a educar al público, formando lectores aptos de las obras nuevas y futuras. Es cosa al margen, -si bien digno de no olvidarla por cuanto sirvió para auxiliar la difusión del periódico, la abundante colaboración festiva de los mismos poetas que en el Parnaso Satírico combatían o se burlaban de los malos autores o bromeaban a sus camaradas, los cuales haciendo cauce al espíritu epigramático argentino dieron fisonomía característica a la publicación.

El propósito de formar un ambiente (repetiré una vez más mi estribillo: clima propicio para la creación; amistosa o fraternal unión de los escritores; cohesión de los elementos dispersos según sus afinidades; orientación clara de las aspiraciones y tendencias estéticas; emulación de los autores, estímulo provocado por el ambiente, gran acicate para crear la obra), fue un punto fundamental de la acción y propaganda de MARTÍN FIERRO, dentro de su programa de suscitar e impulsar un amplio y fuerte movimiento de juventud, renovador de las letras y las artes plásticas del país e interesado por todo cuánto fuera vida argentina.

Y bien, contribuyeron a fecundar tal ambiente las reuniones periódicas, comidas, exposiciones y actos públicos diversos, principalmente algunas conferencias y presentaciones de nuevos poetas efectuadas por mí en centros de estudio que lo solicitaron, curiosos de este despertar de nuestra vida intelectual. La primera de aquellas se efectuó en Noviembre de 1924 en el local de la «Juventud Israelita» con el tema «La joven literatura argentina (De una sensibilidad en nuestra poesía)», cuyo subtítulo dio origen a que corriera la frase que más ha servido para calificarnos y zaherirnos, conferencia publicada en resumen, dentro del plan de expansión perseguido, en «El Orden» de Tucumán, de fin de año, número especial organizado por MARTÍN FIERRO para presentar los nuevos escritores que surgían. La segunda, poco tiempo después, en el «Ateneo Estudiantil Israelita», tuvo por tema: «Los nuevos valores literarios, su ambiente, las revistas jóvenes». A principio de 1925, en el mismo local, se efectuó el tercer acto de esta especie denominado: «Nuevos poetas de Buenos Aires», y consistió en la presentación y comentarios sobre R. González Tuñón, W. Olivari, S. Ganduglia, P. L. Bernárdez, L. Marechal, R. Ledesma, algunos de los cuales dijeron sus propios versos. El cuarto acto, a mediados del mismo año, fue una conferencia radiotelefónica en la Radio Cultura, para presentación y comentario de O. Girondo, F. L. Bernárdez, L. Marechal, R. González Tañón, R. Ledesma, con recitación de sus obras por los mismos. El quinto acto fue una extensa conferencia en «El Círculo» de Rosario, Abril de 1926, con el tema: «Los nuevos valores literarios argentinos», publicada íntegramente en «El País» de Córdoba esos mismos días. Con todo esto quedaban ampliamente difundidos en el capital y en el interior más de cincuenta intelectuales jóvenes, triunfante en principio el movimiento de renovación estética, llamados algunos autores nuevos por ciertos diarios, lo cual era un comienzo de consagración.

Junto a la obra del periódico mismo y la acción de propaganda se ofrecía también la creación seria en los volúmenes de la Editorial Proa o Editorial Martín Fierro, tales como «Alcándara» (1925), que revelaba con unánime aprobación de Bernárdez; «Luna de Enfrente», decidida afirmación de Borges como poeta nuevo y que asentaba su naciente prestigio; «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía», reedición popular en facsímile del libro de Girondo del 1922, uno de los primeros que impulsa a la juventud en sus audacias liberadoras; libros estos dos últimos que, con «Fervor de Buenos Aires» de Borges (1923), «Prismas» de González Lanuza (1924), «La calle de la Tarde», de Norah Lange, (id.), «Días como flechas» de Marechal (1926), son hasta ahora los más representativos de la nueva poesía argentina. Falta aún, para un juicio completo sobre ella, que muchos poetas publiquen sus libros inéditos. A aquellas ediciones debe agregarse también las de «La Musa de la mala pata» de N. Olivari, revelación de un gran temperamento, áspero y fuerte libro, y las obras en prosa de Borges: «Inquisiciones» y «El tamaño de mi esperanza», ensayos, crítica y estética literaria, páginas de tempranamente madura reflexión, irradiadoras de conceptos que han fructificado.

Pero más que todo lo publicado en periódico, libros y tribunas, MARTÍN FIERRO, su grupo, actuó como centro polarizante y su acción galvanizó el espíritu renovador de la juventud. Fruto de su actividad es no sólo que ésta dejara lejos los últimos resabios de la escuela rubendariana y del pseudo simbolismo sudamericano; que se libertara de las influencias menores de figuras del ambiente como Banchs, Fernández Moreno, Capdevila; que sacudiera definitivamente el yugo lugoniano, el de su influencia poética y el de sus ideas estéticas perniciosas por su dogmatismo arcaico y su reaccionarismo; sino también y por sobre todo lo que los poetas jóvenes se presentaran con un nuevo concepto de la poesía, del poema y su construcción. Por otra parte, la juventud aprendió de nuevo a combatir; la crisis de opinión y de crítica fue destruida; los escritores jóvenes adquirieron el concepto de su entidad y responsabilidad y ya no tuvieron temor de firmar sus escritos. Combatieron con enemigos fuertes y violentos, tropezaron con tenaces resistencias que siempre se les opuso en ciertos núcleos retrógrados de diarios y revistas, pero su obra se abre paso. Los nuestros estimularon a los miembros de otros grupos y revistas y el ejemplo de MARTÍN FIERRO cunde en diversos puntos del país y naciones vecinas.

Mi acción personal ha consistido, principalmente, en vincular entre sí a los jóvenes escritores y artistas, en facilitarles la forma de darse a conocer eficaz y rápidamente y allanarles el camino del éxito, a condición de que demostraran vocación y talento.

Por otra parte, en MARTÍN FIERRO, periódico-grupo-acción, no se ha hecho sino poner en práctica mi firme propósito -fundamental punto de mi programa particular,- de promover la renovación poética y alentarla en toda forma: ayudar a que la juventud realice lo que mi vida no me permitió realizar en literatura. Y ello debido a mi antigua y profunda convicción de la necesidad de elevar el nivel de la lírica en América -según lo he expuesto ampliamente en mis trabajos citados-, y cumplir aquí, la evolución que la poesía experimentó en otros continentes. De América partió el «boomerang» (obras de Edgard Poe y Walt Whitman, de Lautreamont y Laforgue), que fecundó la poesía europea. Hoy está de regreso, en el Nuevo Mundo, que debía tener su arte lírico propio, el más refinado de la humanidad, el genuino de esta época. Y acaso los argentinos pueden ya ofrecer la más noble y alta expresión poética de su tiempo entre los países de habla española.

Esta actitud de fervor y entusiasmo por el progreso de la poesía lírica me vale, cuando no el calificativo de tránsfuga, el odio o el recelo de parte de mis antiguos amigos literarios y los escritores de mi generación; y mi acción de estos últimos años me ha cerrado muchas puertas de círculos literarios y periódicos. Empero, soy fiel a mí mismo y al espíritu del periódico MARTÍN FIERRO, el cual por otra parte y no olvidemos, tiene por nombre el de un poema que es la más típica creación del alma de nuestro pueblo. Sobre esa clásica base, ese sólido fundamento, -nada podría impedirlo,- edificamos cualquier aspiración con capacidad de toda altura.