Imán, Ascendimiento: Un Cantar de Cantares. José Manuel Suárez (Asturias)
Estos versos son la primera parte de un libro que recrea libremente dos lejanos géneros poéticos: autos y cantigas. Como en un cantar de cantares, se oye aquí el sobrio susurro suplicante de voces que se llaman y se buscan.
Diálogos apenas sugeridos, balbuceos de ritmo sincopado, contrapunto. Imanes que se atrajeran son los protagonistas del canto, en su deseante subida al amor. El coro señala algunos peligros, y el heraldo intercede y alienta confidente.
Todo aquí está dicho en símbolo y parábola. Por eso otra realidad resuena en las palabras. Los símbolos intentan captar, como telescopios en la noche, algún destello del don deseado. Mas todo ya transfigurado a un sol mayor.
José Manuel Suárez
Madrid, 23 de noviembre de 2021,
en el viii centenario de Alfonso X el Sabio.
IMÁN, ASCENDIMIENTO
Un cantar de cantares
José Manuel Suárez (Laviana, Asturias, 1949)
Obertura:
La luz que de lejos gozo
1.- Te escucho en mis labios
2.- No me dejes fuera
3.- Horas de kirie oscuras
4.- Siembra deseante
5.- Si yo supiera que vienes
Obertura
LA LUZ QUE DE LEJOS GOZO
Voz 1ª:
Te llevaré una rosa
de mi rosal pequeño.
Tan poco…
Y ya anticipa el cielo.
Voz 2ª:
¿Por qué
te escondes siempre de mí,
si el amor va a lo que ve?
Coro:
Las banderas,
las espadas…
Si quisieran,
la paz de los dos llegara.
Voz 2ª:
La rosa desde tus ojos…
En el clamor de ti
la luz que de lejos gozo.
Voz 1ª:
Si ya estuvieras llegando,
si yo supiera que vienes,
si ya vieras el tejado,
paloma o larga nieve…
Heraldo:
Florecillas de marzo,
que en pan crecían,
anhelo y labor de labios.
1
Te escucho en mis labios
Coro:
Las voces se buscan,
se llaman; se desvanecen.
Se apaga la vela
que tienen.
Sin calor el nido;
las alas duelen sin cielo…
Alzado corazón
que abate el viento.
Yo:
La casa acude a mi encuentro
carretera abajo;
las campanas del valle
suben conmigo.
Lentos los pasos,
prisa y desasosiego
míos.
Por delante, veloces,
los abedules. Lejos.
Remuevo tizones,
prenden las ramas.
Fuera, ofuscación,
griterío de feria;
estrépito, tatuaje…
Puedo por fin al alba
soñarte.
Heraldo:
El mal de amén
os lleve dentro.
El pinzón en la nieve
intenta también un fuego;
aturdido, destronado,
todo mal teme.
Tú:
Mi cuarto, vacío,
que tanto llenas.
Te digo…
Nada: balbuceos,
gestos. Y qué a tientas.
Te escucho en mis labios…
Tabiques y muebles
con los que hablo.
Nieblas de diciembre
agrandan el silencio.
Dudo: ¿me habrás llamado?
Coro:
Rincones compasivos
amparan las promesas
del don codiciado,
inmerecido.
2
No me dejes fuera
Coro:
Garras contrarias
desgarran los cuerpos.
No puede ver
un corazón al galope:
potrillo ciego
desbocado en el monte.
Tú:
Te formo
de barro y madrugadas,
de brumas del invierno,
y entre mis dedos quedas.
Fijos en ti mis ojos,
del mejor espejo
no me dejes fuera.
Ayer me colmabas,
hoy más hambrienta.
Tus cantigas me curan
zarpazos y heridas.
Cesen las espadas,
las espinas.
Tu foto en mi cartera,
paráclito y sutura.
Heraldo:
Contra heridora afrenta
no os lancéis las cenizas
que os azuzan y ciegan.
Yo:
Cavo el terreno, remuevo
silencios fuertes
y tañidos débiles:
los pobres empeños míos
por verte.
Al pie de la escalera,
junto al acebo,
mi cantarín en la acera…
Me miró, se acababa.
Un vuelo de espuelas
sus plumitas blancas.
Si en el aire se elevaran…
Me inclino,
vidrio cruel me clava.
Mira:
así yo te llamaba.
Coro:
Las vísperas porfían
desde los brazos.
La yedra, tapia arriba,
ve desde abajo.
Tiempo y tiempo
atados de pies y manos.
¿Treparán?
¿Claudicarán, cansados?
3
Horas de kirie oscuras
Tú:
Rosas en mi regazo
por ti preguntan;
muelen laboriosas grano.
Fermenta un pan
de inquieta levadura;
la masa me tomó
con mimo de tus manos.
Los pies avanzan
desde la estrella.
Vamos. Pasa. Te invito.
¿Ves? Ya estabas dentro
sin abrir la puerta.
Coro:
Gorriones bajo las tejas,
protegidos, se confían…
Si tuvieran los amantes
un buen sitio
pronto irían
al beso con que se vieran
nacer del otro,
morir de sí mismos.
Yo:
Vigilo el mar, pierdo
tu estela;
el mar que te dejara
conmigo en tierra.
En horas de kirie oscuras
cómo te buscaba.
Guadañas del relámpago
me retienen.
¿Una cita? ¿Un reclamo?
Doblado en el suelo
ruedo a tus redes;
la paz retumba
como los truenos.
Heraldo:
Heredado y elegido,
detrás de la nieve azul
aquel azul muy lejano.
Y un aliento sobre el trigo
en flor, ya espigando.
Vedlo:
lucidor, alborozado.
No asfixiéis el deseo;
custodiad en vosotros
los pétalos abiertos.
4
Siembra deseante
Tú:
¿Vernos?
Mi llanura y tu montaña
de nuestro encuentro
se juntan, se alejan;
nunca descansan.
Indigentes mejillas
de los ruegos,
fervor de enamorada.
Yo:
Soñé que estoy a la puerta
y llamo. Cerrada.
Me abres; entro inseguro,
desorientado:
ninguna luz me alumbraba.
No:
había una gran luz
no usada.
Bajo el dintel del llanto
combatió el beso.
Sometido,
vencedor por derrotado.
Heraldo:
«Volved a los lugares
con que amasteis»:
luciente epifanía
la tierra en tantas manos…
Los desaparecidos
siguen en sus tareas
al sol de sus sotos altos.
Volved a los anchos días
de aquellos años.
Tú:
Me acerco despacio
a tu respiración;
me camuflo en la vid;
te rozo en el avellano,
peral y olivo…
Embobada en el sol,
me caí.
Era de noche y de día…
Se ahonda el hueco de ti,
mi destino y tesón,
donde mi caída.
Yo:
Surcos de mi sembrado…
Te presiento
en las espigas llenas;
o mimando racimos
de paciente cepa.
Siembra deseante:
cuándo,
cuándo la noticia buena.
Termina tú el trabajo.
Coro:
El pez, atrapado,
de la tanza cuelga.
En la boca lava.
Dónde unas aguas grandes
que ahoguen la hoguera.
El hierro de las heridas…
El toro en la arena
corre a su campo libre.
Cerca ya…
Allá donde más quería.
5
Si yo supiera que vienes
Coro:
Un disparo: zozobra
el nido y se quiebra,
frágil entre las hojas.
El trueno en la tarde,
tormento y deleite
de los amantes.
Yo:
En sigilo de llama
madura la mies.
En la noche me animabas
a cosechar y ver.
Tú:
Inmóvil bajo el paraguas,
cachorrillos de felpa
de los salgueros
oyeron mis promesas.
¿Te vas? ¿Tan pronto? ¡Adiós!
Un beso en el aire
desde la curva nuestra
donde la casa espera.
Yo:
Hablas, no hablas…
Pasan los meses.
En la pequeña sala
oigo unos ojos:
se encienden lágrimas.
¿Nosotros?
No, no estabas.
Si ya estuvieras llegando,
si yo supiera que vienes,
si ya vieras el tejado,
paloma o larga nieve…
Tú :
Contra la frente
se aplasta en peso un pañuelo.
Las campanas
viajaban también muy lejos,
rodando lentamente
como si el beso
fuera lo que más pesara.
Heraldo:
Miedos en vela
de siempre madre:
el niño en sus brazos
no se hizo grande.
En patria y destierro
asciendan hacia vosotros,
entrelazados,
inciensos de juventud
y gradas de los altares.
José Manuel Suárez (Laviana, Asturias, 1949). Profesor universitario en Madrid. Premio Ciudad de Salamanca de poesía 2009. Dirige la revista literaria trimestral Licencia poética. Dirige la colección de poesía de la editorial Libros del Aire. Ha publicado los siguientes libros de poesía: En sigilo de llama (Adonais, 1994), Desde más luz (Calambur, 1996), La tierra en tantas manos (Fundación Jorge Guillén, 1998), Que en pan crecía (Calima, 2002), En sed de alianza (Adonais, 2006), Tras la huella de un ala (Premio Ciudad. de Salamanca, 2009), La velocidad de los muertos (Pre-Textos, 2010), El mal de amén. Tríptico (Burgos, 2011). Incluye tres libros Oigo unos ojos. Misereres y payasos de Rouault (Tansonville, 2010), Pintura de interiores. Cuarteto (Libros del Aire, 2013). Incluye cuatro libros, Transoscurecer (Arena Libros, 2016), El grabador de sílabas. Muerte y reparación de Paul Celan. Oratorio (Ars Poetica, 2018), Abedules, contra las nubes claras (Ars Poetica, 2017), Paloma o larga nieve (Tiberíades Ediciones, 2021), Kirie. En deuda de balidos.