El otro mundo de Don Quijote. Por Arqueles Vela

 

 

 

El presente artículo o ensayo fue publicado en el libro Sincrónicas (1980). Compilación y prólogo de Lénica Puyhol. Ciudad de México: Liberta Sumaria.

 

 

 

 

 

 

 

 

El otro mundo de Don Quijote

 

Arqueles Vela

 

 

 

Desde los albores de los desasosiegos individuales y del malestar social, el hombre ha creado un mundo opuesto a la realidad de su tiempo . . . un lugar de placeres para contrarrestar el empeño de las vicisitudes cotidianas, un apartamiento de soledad para evadirse de los ruidos diarios y de las solicitudes de la convivencia aglomerada, un ámbito de fantasía para promover hechos que no tienen cabida en las promociones inmediatas del pensamiento y sentimientos comunes y corrientes, un antro de penalidades imaginarias para poder evaluar el monto de felicidad que pasa inadvertida a la mayoría de los sobrevivientes, un recinto de meditación para engrandecer las pequeñeces y liviandades de la vida, un sitio de revaloración de los actos que no alcanzaron cabal comprensión en el convivio social.

Esta estancia sin ubicación precisa en la concepción del mundo material, se encuentra fija y determinada en el mundo ideal. Es el rincón de la dicha que no se halla en el impronto de la existencia, del dolor que se ha eludido en las transacciones sentimentales, de las esperanzas fallidas en el intercambio humano, de las promesas incumplidas de los consorcios sociales, de los amores frustrados o incompletos en las reciprocidades de sueños y realidades.

El más allá representa el espacio de los deseos inalcanzables o insatisfechos, de los sentimientos y pensamientos inalienables o despilfarrados, de lo debido excesivamente o de lo indebido excesivamente, de lo que no tomó cuerpo o de lo que tomó alma…

Al más allá se transfieren los enemigos, el mal y el bien insubsistentes en el dominio humano.

El más allá es la idealización o detractación del comportamiento del hombre o de la mujer en sus relaciones con los demás seres, naturales o sobrenaturales; la proyección de algo inefable, indecible, que no pudo realizarse en lo contiguo de los propósitos de las ilusiones o alucinaciones…

Cuando Istar no encuentra al hombre de su ideal y necesidad femenina en este mundo… lo busca en el otro.. Al perder a su amigo sin saber por qué… Gilgamesh interroga al más allá… Odiseo desciende al Hades para convivir con los seres queridos desaparecidos de su mundo… Platón, inconforme con la política de su tiempo, crea la República ideal en un punto fuera de la geografía de la Hélade… Eneas atraviesa el río del más allá para descansar en los Campos Elíseos… Lo que Dante no puede vivir con Beatriz en la Tierra, lo pospone para vivirlo en el Cielo…

La transferencia de lo terrenal a lo celeste, de lo ideal a lo material a lo espiritual, de lo conterráneo a lo subterráneo, localizado y preciso en la literatura de cada época, tiene sus antecedentes en consejas y leyendas populares, provenientes de hechos comunes y corrientes que se convierten en trascendentales, al trasponer lo cotidiano más allá de advertencias y castigos, injusticias y justicias no alcanzadas en un lapso de las aspiraciones humanas.

Los reinos subterráneos, la isla de los bienaventurados, el país de la Cucaña, Aralú, el Hades, el Paraíso Terrenal, los castillos encantados, las torres de la Fama, las Utopías, corresponden a visiones del intelecto, sueños del inconsciente, esperanzas de los desheredados, venganza de los potentados, ardides de las religiones, tretas de la política, para solucionar casos y misterios de la vida pública y privada.

El más allá es el refugio de los ultramundos, el premio a los altamundanos, el castigo para los bajamundanos… Quienes se exceden, quienes se abstienen en la convivencia de su mundo al nivel de su tiempo, encuentran su compensación en el otro mundo… el mundo de su fantasía, de su imaginación…

Todo intento de elevación, de evasión, de proyección en la vida social que no se realiza y perdura como deseo fallido, hecho inconcluso, esperanza pospuesta, ideal alcanzado, sentimiento frustrado, pensamiento incompleto, se transfiere para la otra vida…

También nosotros en la niñez al no encontrar en el mundo de los adultos la respuesta a nuestras inquietudes, ilusiones, esperanzas, nos apartamos de la realidad familiar, escolar, social, escondiéndonos de las miradas de los mayores; exiliados de lo inmediato sentimental e ideológico, en el cuarto de los trebejos… El cuarto de los trebejos fue nuestro paraíso, el lugar de la fantasía y de la imaginación en los comienzos de la vida de la infancia… pospuesta para la adolescencia… y luego, para la juventud… y después, para la madurez…

En las búsquedas de localizar el paraíso, difieren medios y propósitos... Remontándose por los aires en escobas, provistos de alas artificiales; al través de subterráneos inflamados, surcando las superficies procelosas de las aguas, sumergidos en los abismos insondables de los mares, escalando montañas perdidas en las nubes, trasponiendo desiertos infinitos, por diversos caminos, todos llegan a la Bienaventuranza o a la Desventura.

Gilgamesh se arriesga por un túnel en busca de su otro mundo… Launtal expone su vida para encontrar su otro mundo del otro lado del río… Tristán halla a Isolda en una isla –la isla del amor- después de luchar con fuerzas dsconocidas… Dante tramonta todos los mundos para ver a Beatriz… Aun Chaucer, al desprenderse de las amarras invisibles medievales, lo hace para escalar las torres del Palacio de la Fama, que es su otro mundo…

Cuando Don Quijote baja a la Cueva de Montesinos, descubre también el otro mundo… el país misterioso con el que sueñan todos los sueños, difícil de localizar en la geografía interior…

El otro mundo es una complementación del mundo real…

Homero describe el terror de la fosa del Ereba. Virgilio relata la leyenda del Aqueronte, Cervantes cuenta la conseja del Duero. Y así como en sus andanzas los peregrinos del ideal encuentran, guiados por la lucecita que se percibe a lo lejos en la montaña, el alcázar de la dicha, en el otro mundo…

En el submundo existe, igualmente, una verdad apenas perceptible en la superficie de la realidad vivida. Allá se encuentran, materializados, los valores espirituales, apenas vislumbrados en la mente del hombre. Allá… viven los seres de este mundo… encantados…

Iluso, desdeñado, malcomprendido, maltrecho, Don Quijote sólo es comprendido en el otro mundo… en el mundo de las hazañas caballerescas, por los caballeros como él, destinados a la gloria… Allá encuentra Don Quijote la justificación de su destino: desencantar a quienes sueñan aún con el otro mundo… Allá consuela Don Quijote a los acompañados de la melancolía, a los angustiados por la vida profunda que atesoraron.

Allá, también, en el bajo mundo, la sin par Dulcinea, la sin ventura, la más espiritual, la más sutil, la más ideal, de las mujeres, se aparta de la teoría de los sueños, de la región de las almas, de la abstracción con que el hombre concibe la mujer… y hace lo que todas las mujeres… pide dinero a Don Quijote… naturalmente… como todas las mujeres… a cambio de una prenda íntima… el faldellín de cotonia…

Cervantes revela el destino de todas las mujeres y de todos los hombres. La más inconsútil y la más espiritual, al final de cuentas, termina por empeñar sus intimidades… Y lo más triste para el hombre es que nunca tiene lo suficiente para corresponder a las necesidades femeninas…

Mientras Dulcinea formó el acervo de los sueños de Don Quijote, existió como una simbolización, como una alegría, como una metáfora de lo femenino; mientras sólo su espíritu se acercó al Caballero, jamás se despojó de sus veladuras, de sus virtudes intangibles, de sus valores inasequibles, de sus prendas propias; pro en cuanto las necesidades de la misma existencia la obligan, prescinde de todo lo ideal, y hasta de sus prendas íntimas para resolver su condición de mujer en un país extraño… porque lo que llaman necesidad, en la vida, a todos alcanza y a todos aqueja… Lo mismo atañe a la materia que al espíritu… Lo mismo al hombre que a la mujer.

Cervantes descubre en el otro mundo las desdichas del más acá… Su realismo satiriza el poder del dinero que aun tratándose de lo más puro, como el amor de Don Quijote por Dulcinea, al intervenir en sus relaciones, destruye sus principios y sus fines.

En el Quijote, Cervantes se mofa de la sociedad declinante, de lo nobleza ociosa, de los ritos religiosos, de la vida licenciosa de la clerecía.

El mundo utópico del Quijote es una oposición al mundo de la injusticia, de la opresión del feudalismo; y una crítica también a las ambiciones del mundo burgués en cierne, que se levantaba por encima de los ideales imperecederos de la humanidad.

En su otro mundo Cervantes comprueba que el espíritu no puede subsistir sin la materia.

El idealismo y el realismo, las grandes corrientes del pensamiento universal, representativas del humanismo en toda proyección del hombre, las sintetizó Cervantes en la figura de Dulcinea, creada con los elementos sumados en la experiencia de su vida.

La tentativa del Quijote no radica fundamentalmente en la sátira en contra de las novelas de caballería, sino en la exaltación de los principios imperecederos encarnados en la dueña del Toboso. Por ella se esfuerza y combate y lleva su pensamiento hasta la Cueva de Montesinos en donde se cristalizan los hechos más significativos de la obra de Cervantes.

El otro mundo de Don Quijote no está, naturalmente, sólo en las visiones de la Cueva de Montesinos: allí entran en conjunción las fuerzas decisivas de la condición humana: el idealismo y el realismo, y en sus contraposiciones se revela cómo el idealismo concebido como una abstracción pura, desprendido de los hechos, considerado como alfo inalcanzable, no significa nada para los propósitos del hombre; el idealismo, sino su composición inmediata en sus posibilidades de  alcanzarlo, no pertenece  la naturaleza del ideal, tal como Cervantes la concibe para que pueda trasmutarse en fuerza de la cultura.

El idealismo triunfa cuando encierra lo trascendental de la realidad y sus fines corresponden a las posibilidades del hombre de llevarlo al cabo dentro de las mismas relaciones humanas.

Un ideal imposible de realizarse es la degeneración del ideal mismo; y el hombre debe procurar que los propósitos humanos no se desvíen o se trunquen en las tentativas de hacerlo realidad.

El ideal es lo más puro del hombre que debe servir al hombre en la convivencia con el hombre. Si un ideal se sitúa más allá de las posibilidades humanas o se transfiere al más allá de la vida terrenal, no corresponderá jamás a las aspiraciones del hombre que trata siempre de obtener la felicidad dentro de los principios de solidaridad y de igualdad en las relaciones humanas, porque Dulcinea es la simbolización de los sentimientos nacionales, de la democracia y de la fe, arrebatados por la balumba cultura del siglo XVI.

 

 

 

 

 

Arqueles Vela Salvatierra (1899-1977, Ciudad de México). Periodista, escritor, educador y poeta, autor de La señorita Etcétera (1922) primer relato de vanguardia en Iberoamérica y uno de los principales representantes de la prosa vanguardista en Latinoamérica. Estéticamente, sus obras de ficción transitaron desde un marcado experimentalismo cosmopolita de los años 20, hacia una narrativa de contenido social centrada en México. Su primer libro El sendero gris y otros poemas inútiles (1920) es de clara influencia romántica y postmoderna, en él destacan un tono melancólico y una voz poética sentimental y desesperanzada.[1] Sus crónicas periodísticas de los años 20 y 30 se distinguían tanto por un estilo original como por sus temas, pues a partir de aspectos aparentemente frívolos, los espacios públicos y la vida nocturna, se muestran los cambios externos en la ciudad y las consecuencias emocionales en los sujetos que en ella viven, a través de imágenes y metáforas que desautomatizan lo cotidiano, haciéndolo novedoso.[2] En 1922, Arqueles Vela fue el primero que se sumó al Estridentismo (1921-1927) iniciado por Manuel Maples Arce, contribuyendo decisivamente al impulso de renovación de las formas literarias en México.

 

 

 

 

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