Don Miguel de Unamuno: Faraón de los gitanos. Por Arqueles Vela
El presente artículo o ensayo fue publicado en el libro Sincrónicas (1980). Compilación y prólogo de Lénica Puyhol. Ciudad de México: Liberta Sumaria.
Don Miguel de Unamuno: Faraón de los gitanos
Arqueles Vela
En 1926 vivimos una época de efervescencia política: preliminares de la lucha y triunfo de la República en 1931. Una trasmisora fantasmal recorría los ámbitos proclamando nuevos desordenes y un nuevo orden social… La censura obligaba a los periódicos a publicar páginas enteras en blanco… suprimidas las ideas que parecían peligrosas al Directorio militar. Los puntos suspensivos sustituidos de las palabras eran la propaganda más elocuente en contra del Gobierno…
Algunos intelectuales borroneaban sus pensamientos y oscurecían su estilo para no comprometerse. Muchos intelectuales –como Don Miguel de Unamuno- se sumaron a la voz popular… Don Miguel no se sometió a la fórmula de pensar en blanco… y desde la cátedra como desde la opinión pública, el filósofo del sentimiento trágico de la vida, defendía los principios del hombre… con el propio ya ineludible…
Aunque no deslindaba al filósofo del poeta… se mantuvo más como poeta que como filósofo… resistiendo todas las tempestades…
Pero en la época de Primo de Rivera nadie, ninguno… ni el más grande como don Miguel de Unamuno… ni el más pequeño como yo… pudieron permanecer en España.
Perseguido por persecuciones sin número y sin cuento, Don Miguel emigró a Francia. Acompañado hasta la frontera pirenaica por guardias civiles, abandoné Madrid, yo también, como un aledañoso.
Allá, en el destierro conocí a Don Miguel de Unamuno, en la azulina población de Hendaya, a orillas del Bidasoa… que une las vasconias española y francesa.
En las inmediaciones de su provincia, vivía en el recuerdo… como al pie de la tierra de su propia expresión de que se vive en el recuerdo y por el recuerdo… ya que nuestra vida espiritual no es en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverarse por hacerse esperanza…
Pero en el recuerdo de cimentar el presente con lo imperecedero del pasado…
A propósito de mi expulsión de España, opinaba acerca del Dictador:
-… Primo de Rivera es el más grande estratega de nuestros tiempos… y el más singular de los tiradores al blanco… porque primero dispara… y después… apunta…
Su pensamiento era el mismo, su sentido del humor, también, creadores del sentimiento trágico de la vida y de nivola… del personaje que juega con todo… pero que no puede jugar con la nada… De aquel personaje que al leer una composicón poética violadora de los cánones retóricos, como alguien le contradijera, diciéndole…
-…pero eso… no es soneto…
Conforme, respondiera:
-…no… es sonete…
Simultáneamente don Miguel decía que el alma humana vale por todo el universo… y que un pueblo es también un alma…
El gran filósofo de la individualidad alude igualmente al sentido de la muchedumbre: que vale todo como una filosofía del hombre que intenta conjugar una pena común…
Su vida convivió tanto con lo castizo… como con el caló…
Fue rector de la Universidad de Salamanca y Faraón de los gitanos… que es como otra universidad…
La Dictadura le señaló el angosto aposento de su casa… como cárcel… Sin embargo, don Miguel se sentía a sus anchas… porque consideraba al mundo como una cárcel…
Arqueles Vela Salvatierra (1899-1977, Ciudad de México). Periodista, escritor, educador y poeta, autor de La señorita Etcétera (1922) primer relato de vanguardia en Iberoamérica y uno de los principales representantes de la prosa vanguardista en Latinoamérica. Estéticamente, sus obras de ficción transitaron desde un marcado experimentalismo cosmopolita de los años 20, hacia una narrativa de contenido social centrada en México. Su primer libro El sendero gris y otros poemas inútiles (1920) es de clara influencia romántica y postmoderna, en él destacan un tono melancólico y una voz poética sentimental y desesperanzada.[1] Sus crónicas periodísticas de los años 20 y 30 se distinguían tanto por un estilo original como por sus temas, pues a partir de aspectos aparentemente frívolos, los espacios públicos y la vida nocturna, se muestran los cambios externos en la ciudad y las consecuencias emocionales en los sujetos que en ella viven, a través de imágenes y metáforas que desautomatizan lo cotidiano, haciéndolo novedoso.[2] En 1922, Arqueles Vela fue el primero que se sumó al Estridentismo (1921-1927) iniciado por Manuel Maples Arce, contribuyendo decisivamente al impulso de renovación de las formas literarias en México.