Cancionero Musical de Palacio (1437-1442). Juan del Encina. Comentario de Fernando Salazar Torres
Cancionero Musical de Palacio (1437-1442)
Códice transcrito y comentado por Francisco Asenjo Barbieri (Madrid, 1823-1894)
Descripción: 178 f.; papel; 270x205 mm. Texto en castellano, siglo XV. Escr. redonda de libros. Lagunas y trasposiciones de folios; Iniciales de gran tamaño, fuera de caja, en una sola tinta o coloreadas, unas caligráficas y otras decoradas con motivos vegetales, zoomórficos y figuras humanas; Tejuelo: Cancionero. Enc. pasta española. Olim: Arz. 20; Pal. VII-A-3, 2-F-5, 594. Manuscrito número 2653 de la Biblioteca Histórica de la USAL.
Citado en: Catálogo de manuscritos de la Biblioteca Universitaria de Salamanca. II, Manuscritos 1680-2777. El Cancionero Musical de Palacio puede descargarse en los siguientes enlaces:
http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000010741&page=1
https://gredos.usal.es/handle/10366/81629
El Cancionero Musical de Palacio realmente es un Códice artístico que conjunta poesía y partituras. El manuscrito data de la época de los Reyes Católicos, es decir, el siglo XV y principios del XVI, etapa sustancial de la formación del estado español. El contenido es de un valor inmensurable, porque expresa la riqueza musical de España, a la altura, e incluso, delante de los tradicionales valores musicales de Italia y Francia. La edición formada a partir del original está segmentada en tres partes, la primera de ellas es una amplia introducción que incluye el índice de los autores, con algunos datos biográficos, de las piezas poéticas de arte menor, enseguida el lector se encuentra con las 460 piezas literarias y, finalmente, las partituras correspondientes, según criterios de Francisco Asenjo Barbieri, quien se dio a la tarea de recuperarlo y publicarlo. Era costumbre en ese periodo que los buenos trovadores cantaran sus poesías líricas acompañadas de algún instrumento musical, como el laúd, la vihuela o la guitarra. Actualmente, así como su hallazgo, tiene su origen en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, inaugurada en 1711, no obstante, muchos otros volúmenes fueron trasladados, con veracidad probada, desde los Colegios Mayores de Salamanca en época de Carlos IV, lo cual hace suponer que este Códice, como muchos otros, proceden de alguna biblioteca de Salamanca.
La Revista Literaria Taller Igitur realiza, por varios motivos, una selección poética del Cancionero Musical de Palacio como parte de los contenidos de nuestra sección “Hispanidades”. El primero de ellos, por su valor literario, dentro de la tradición de la poesía en español, aunque varias de estas composiciones líricas también están escritas en italiano o portugués; la segunda razón es por estar escritas en castellano de arte menor; y, finalmente, la tercera, porque no hay precedente, dentro de la poesía española, en donde el Cancionero venga acompañada por la parte musical, las partituras reflejan un valor extraordinario, negado durante mucho tiempo por autores extranjeros, eso que formará parte, a la postre, de la leyenda negra española.
En esta ocasión publicamos una selección poética de Juan del Enzima (1468-1529) o Juan del Encina o Juan de la Encina, sus variaciones, en todos los casos, son válidas dado que en aquella época el castellano no era todavía una lengua normada. Este poeta polifónico sobresale por la importancia en el teatro, no se precisa bien su lugar de nacimiento, no obstante se graduó en la Universidad de Salamanca y tuvo como Maestro a Antonio Martínez de Cala y Xarana o Antonio de Lebrija, más conocido como Elio Antonio de Nebrija o de de Nebrixa. De la misma manera, obtuvo su formación musical en la Catedral de Salamanca. Su obra fue recopilada en el Cancionero de la Colombina y en el Cancionero Musical del Palacio de donde obtenemos esta selección.
Fernando Salazar Torres
22. Juan del Encina
(Folio XX vuelto.)
Pues que jamás olvidaros
No puede mi corazón,
Si me falta galardón,
¡Ay, que mal hice en miraros!
Será tal vista cobrar
Gran dolor y gran tristura;
Será tal vista penar,
Si me fallece ventura:
Mas si vos, por bien amaros,
Quereis darme galardón,
No dirá mi corazón
¡Ay, que mal hice en amaros!
82. Juan Del Encina[1]
(Folio CCIJ vuelto)
¿Quien te trajo, caballero,
Por esta montaña escura?-
¡Ay, pastor! que mi ventura.-
¡Jur’ al cuerpo de San Polo
Qu’ estoy asmado de ti!
¿Quien t’arribó por aquí
Tan lagrimoso y tan solo?
Yo cuidé qu’eras Bartolo,
Un pastor de estremadura,
Qu’aprisca en aquella altura.-
Pluguiera á Dios que yo fuera
Esse rústico pastor,
Porque el falso dell amor
Subjeto non me tuviera.
Ando muerto sin que muera,
Cual te muestra m figura,
Que vevir ya no procura.-
¿E cuidas tú, palaciego,
Que á nosotros los pastores
No nos acosan amores,
Ni nos percunde su fuego?
¡Mie fé! yo dellos reniego,
Que aún aquí en esta espesura
No perdonan cristura.-
Pues dices que sois heridos
Y en amores pedaceis,
Dime qu’ es lo que haceis
Para ser de amor queridos;
Que no pueden mis sentidos,
Ni discrición, ni cordura,
Hacer mi vida segura.-
Dígote que una zaguala
M’ ha tratado amodorrido;
Mas hétela perseguido
Hasta deslindar su gala.
E otra que dicen Pascuala,
De muy huerte gestadura,
Trayo agora en aventura.-
¡Triste de mí, desdichado!
Sin ventura soy perdido,
Pues me tiene despedido
Quien me tiene cativado.
Quiero ya tener cuidado
De buscar mi sepoltura,
Pues mi mal es mi mesura.-
Dime, dime quien tú sos,
Y endilgame quien es ella;
No quillotres tu querella,
Aunque pese á non de Dios.
Vámonos ambos á dos;
Y mostrarte hé una verdura
Donde tomes gran holgura.-
Después que perdí la gloria
De quien me negó por suyo,
Ni yo sé quien soy, ni cuyo,
Ni de mí tengo memoria.
Ha ganando tal vitoria
En amar mi deventura,
Que el placer es mi tristura.-
Descordoja ya tu saña,
Desengaña tus cordojos;
Deja ya holgar tus ojos
Siquiera en esta montaña.
Vámonos á mi cabaña,
Que allí tengo albergadura
E gran abondo e hartura.-
Consolando más me hieres;
Vete ta, pues se va el día:
Dios te dé tanta alegría
Cuanta tú para mí quieres.
Yo, pastor, no sé quien eres,
Que te duele mi amargura,
La cual ya no sufre cura.-
Yo soy Domingo Pascual,
Carillo de la vecina,
Y es mi choza so un encina
La mayor desde encinal:
Déleme tanto tu mal,
En ver tu pena tan dura,
Que estoy sin semejadura.-
Fin
Por tú sér ansí, me place
D’esta noche estar contigo;
Aunque de cierto te digo
Que muy duro se me hace:
Pues el placer me desplace
E mi muerte se apresura,
Ya mi vida no es de dura.
117. Juan del Encina
(Folio CIX vuelto)
Vuestros amores, he, señora,
Vuestros amores he.
Desde el día que miraron
Mis ojos vuestra presencia,
De tal forma se mudaron,
Que no consienten ausencia.
Vuestros amores he.
Tengo siempre el pensamiento
En servir y el contentaros;
Que vuestro merecimiento
Jamás me deja olvidaros.
Vuestros amores he.
Amor pudo cativarme
Con su fuerza verdadera,
Mas vos podeis remediarme
Si habéis gana que no muera.
Vuestros amores he.
Es vuestra gentil figura
Tan perfecta y acabada,
Que con gracia y hermosura
Teneis mi vida robada.
Vuestros amoores he.
Teneis con vuestra belleza
Tanto poder en mi vida,
Que si me mostrais crueza
Yo la do por fenecida.
Vuestros amores he.
Y pues quiso mi ventura
Que de vos fuese cativo,
Dadme vida sin tristura,
Pues por vos muriendo vivo.
Vuestros amores he.
[1] Impreso en la primera edición del Cancionero de Encina, ste villancico dialogado es muy digno de atención, no sólo por su valor poético y musical, sino porque puede suministrar algunos datos para la biografía de Juan del Encina y del Bartolo, pastor de Extremadura, citado en la primera copla, el cual es probable fuese Bartolomé de Torres Naharro, autor de La Propaladia.
Debió ser muy celebrado este villancico, cuando sirvió de tema á otros varios. El mismo Encina lo volvió á lo divino, diciendo:
“¿Quién te trajo, Criador,
Por esta montaña oscura?-
¡Ay que tú! Mi cristura, etc.”
Y lo publicó en su Cancionero
Después Fray Ambrosio Montesino lo volvió también á lo divino en esta forma:
“¿Quién te trajo, rey de gloria,
Por este valle tan triste?-
¡Ay hombre! Tú me trajiste, etc”
Pero el más importante para la historia es el que el dicho Fray Ambrosio hizo por mandato de la Reina Isabel la católica, estando ésta al fin de su enfermedad, el cual dice:
“¿Quién te dio, Rey, la fatiga
Desde sudor extremado?-
¡Ay hombre! que tu pecado, etc.”
Sabido es que la Reina murió el año 1504, y que estos villancicos los publicó Montesino en su Cancionero, impreso en Toledo, 1508.
Está formado en papel de 19 x 14 cm con siete u ocho pautados por página. Fue copiado por una sola mano, en tinta negra, con la foliación en tinta roja, de la época; la encuadernación, en piel, es moderna. La numeración original llega hasta el folio CCCIII. Se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid, con la signatura 2-1-5. En la Biblioteca Nacional se conserva un manuscrito realizado por José Cobeña en 1870, por encargo de Barbieri. Se trata de una copia moderna en un volumen de 304 folios. El Cancionero musical del siglo XV y XVI, que aquí exponemos, es la edición hecha por Barbieri en 1890, en la que dividió la colección en cinco grupos: números 1 a 277, obras serias y amatorias; 278 a 314, religiosas; 315 a 344, históricas y caballerescas; 345 a 396, pastoriles, y 397 a 460, de otros géneros. Esto quiere decir que Barbieri no siguió el orden del manuscrito original. El Cancionero musical de Palacio es una antología del repertorio de la corte española entre 1490 y 1505. Recoge la música de cámara y parte de la música religiosa en la corte de los Reyes Católicos e incluso en la del duque de Alba, donde trabajó Juan de la Encina. El conjunto de piezas conservadas, 458 de las 548 que aparecen en el índice, es el más amplio que haya llegado a nosotros y contiene villancicos, romances, unas cincuenta canciones a tres y cuatro voces y otras piezas.